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Ni censura ni autocensura. Libertad de prensa

Ni censura ni autocensura. Libertad de prensa
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En el foro fueron claras las ideas de que la globalización de la comunicación antes que ser una alternativa de cohesión social es todo lo contrario. También se hizo evidente la necesidad de una comunicación de tipo alternativo, y por último la realidad del país, donde las amenazas a periodistas se han incrementado.

Esta realidad, sumada a la creciente censura y autocensura que vive el país, evidenció la necesidad de iniciar un proceso colectivo desde los medios independientes. Surge así la Coordinadora Colombiana de Medios Alternativos (CCMA ).

La Coordinadora se define como un espacio plural de medios alternativos que propende por la libertad de prensa, el fortalecimiento de las organizaciones sociales y comunitarias, el cubrimiento y difusión de la información desde lo local hasta lo internacional. Para lograrlo, se esforzara por brindar capacitación a sus integrantes, elaborando propuestas que permitan tener un derrotero para la acción puntual, y construyendo un método colectivo que facilite su incidencia real.

Primer paso:
Campaña por la libertad de prensa en Colombia

Como momento inicial de la coordinación se decide empezar con la realización de una campaña por la libertad de prensa en Colombia.

El contenido de la campaña no hubo que buscarlo, es evidente, ya está presente, y es una de las razones fundamentales de nuestro hacer.

Según la Federación Latinoamericana de Periodistas ( FELAP), Colombia es el segundo país del mundo más peligroso para el ejercicio del periodismo. Entre el año 1994 y 2004, han sido asesinados 114 periodistas, y en lo que va corrido del presente año han amenazado a Hollman Morris, del programa Contravía, Carlos Lozano, del semanario Voz, Daniel Coronell, de Noticias Uno, Gilberto Martínez Prado, de Colmundo Radio, y Marcos Perales Mendoza, miembro de la revista Portada, de la ciudad de Barrancabermeja; Además de las amenazas se han presentado hechos como el atentado contra William Parra, de Telesur, y el asesinato en enero de Julio Hernando Palacios, periodista cucuteño.

Últimamente se han presentado dos casos que nos muestran otras características de la dimensión que tiene el sistema político colombiano: La primera desfachatez del gobierno es querer ocultar la realidad cambiando las palabras, para esto se propuso decir que en Colombia no existe un conflicto interno. Siguiendo esta línea el comisionado de paz emitió una circular dirigida al cuerpo diplomático en donde se prohíbe utilizar palabras como conflicto armado, actores armados, actores del conflicto, región o campo humanitario, comunidades de paz etc. La segunda desfachatez es prohibir imágenes, esto se presento frente a las señales de prueba de Telesur.

Si a este panorama le agregamos la censura y la autocensura que se presenta en los medios, las constantes presiones que se ejercen desde diferentes sectores influyentes de la sociedad colombiana, tenemos entonces muchas razones por que dudar de la libertad de prensa en Colombia, más cuando por principio el monopolio de los medios en el país no tiene interés en que se forme una opinión crítica.

Sobre este contexto desfavorable lo primero es no dejar de lado el escenario de la comunicación y tampoco reducir esta a una simple caja de resonancia, como se ha hecho en muchas oportunidades. En este sentido existe el reto de lograr, a partir de la campaña, la construcción de un proceso de comunicación alternativa desde una agenda puntual y un debate constante de la relación entre política, comunicación y cultura. El éxito de un proyecto de comunicación que aspire a una nueva cultura radica en gran parte en llegar a la vida cotidiana y desde allí construirse y construir espacios diferentes de ocio, estudio, trabajo, diversión, solidaridad y participación.

Hasta en el país de la libertad

En EEUU, la decisión de un juez de ordenar cárcel para una reportera del New York Times por negarse a revelar una fuente, es nefasta para la libertad de prensa. Judith fue encarcelada a raíz de su negativa de divulgar sus fuentes a un jurado investigador en el caso de una agente de la CIA cuya identidad trascendió a la prensa.

La reserva de la fuente es fundamental. Los periodistas no tienen la capacidad de investigación que sí tienen los gobiernos. La información se basa en lo que la gente dice, y la gente informa porque sabe que los periodistas no los van a denunciar. Si esto llega a imponerse, si los periodistas no pueden guardar el secreto ni la reserva de sus fuentes, se da al traste con uno de los valores fundamentales de la información en todos sus tiempos, y uno de los baluartes de la libertad de prensa.

Ni Yamit se escapa

La realidad comunicativa en Colombia es inocultable: cada día es más dificil desarrollar una información libre, autónoma, veraz y plural. No sólo lo es por el temor de la amenaza a la vida, también lo es por el control a lo que se dice, con el yunque del despido, el señalamiento, el aislamiento comercial y por tanto, el corte de pauta.

Es tan inocultable esta realidad, que hasta manejadores de opinión como Yamit Amat, tienen que justificar lo que producen. Y lo hacen perdiendo toda autonomía y mostrando su sujeción al sistema. En efecto, el pasado 11 de julio, en su franja de las 9,15 p.m. por la cadena 1, entrevistó a Raúl Reyes, vocero de las Farc. Al concluir el programa el entrevistador advierte sin verguenza, en una clara actitud de autocensura: «esta entrevista se ha llevado a cabo bajo los principios de la pluralidad protegidos por la Constitución».

Sin pena alguna, sin defender su oficio -que desde sus principios, se defiende a si mismo-, el presentador tiene que explicar por qué hace un programa u otro. ¿Acaso el derecho a la pluralidad hay que justificarlo tras cada programa? ¿No se supone que bajo la democracia todas las opiniones tienen espacio?

Pero más allá de la actitud deplorable del comunicador atemorizado, en este caso por el corte de pauta, está la evidencia de lo que vivimos los colombianos: una constante censura que impide al televidente, al radioescucha o al lector, precisar la veracidad de la información a que accede, estar seguro y confiado en su fuente, y por tanto poder construir su propia noción de realidad no manipulada.

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