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Toño: ¿político o futbolista?

Toño: ¿político o futbolista?

Como “futbolista” aprovechaba los descansos y los momentos de cerveza pospartido, para hablar de la situación del país, tirar una línea suave, decirle a la gente que se afiliara al sindicato, que formaran cooperativas o que se metieran en la junta de acción comunal. Sabía escuchar de sus amigos los consejos que le daban sobre la vida, los amores y la política. Allí no trataba de imponer sus puntos de vista, para él este momento era un descanso tanto en lo político como en lo físico. Era el momento para sanarse un poco de las reuniones saturadas de tinto y cigarrillo.

En algunas discusiones quedaba en minoría como aquella sobre el “mejor jugador del mundo en todos los tiempos”, porque la mayoría de sus compañeros futbolistas consideraban que Pelé era el mejor, sobre todo por su comportamiento en el Mundial de Méjico 70, por su imagen que proyectaba calidad humana, sencillez y humildad exitosa. Toño, por el contrario decía que Maradona era el mejor, no sólo por los goles que le metió a Inglaterra, uno de ellos ayudado por “la mano de Dios”, sino por que representaba a los chicos rebeldes del fútbol. Mientras que Pelé era la imagen de la multinacional Master Card, Maradona tenía el tatuaje del Che, era amigo de Cuba y había fomentado la creación del sindicato de los futbolistas a nivel mundial. Toño siempre le metía política a las acaloradas discusiones futbolísticas.

Como “político” hacía del fútbol su didáctica, para poder explicar sus análisis. Los pelaos del partido (político) le entendían fácilmente. Porque se paraba frente a un tablero, dibujaba una cancha de fútbol en forma horizontal, para que se pudiera ubicar un equipo en la izquierda, el del pueblo, y el otro en la derecha, el de la oligarquía. Y así les preguntaba cuáles pensaban que eran los grupos que hacían parte de cada equipo, empezando una lluvia de ideas. Casi siempre se llegaba a un consenso. El problema era ubicar algunos que no se sabía a ciencia cierta en cuál equipo jugaban. Pero eso le servía para explicar el tema de las alianzas tácticas.

Mientras que los otros camaradas llevaban gruesos textos políticos para que se estudiara lo que es la táctica y la estrategia, Toño se presentaba con un manual de fútbol, para explicar la estrategia para ganar el partido contra el equipo de la oligarquía: cuándo se debía ser defensivo, cuándo ofensivo, cómo diferenciar la estrategia que tenía como objetivo ganar el partido, de una táctica que era por ejemplo dejar desgastar al otro equipo, entre muchas otras reflexiones.

Explicaba la justicia desde las reglas del fútbol. Decía, por ejemplo, que en la política “no hay juego limpio”, sino que hay que combinar el “juego limpio” que es el que le gusta ver a la gente cuando uno va ganando, o está empatado, con el “juego sucio” que es el que se practica cuando ya el equipo está rabón, y que es válido cuando se va perdiendo o se ve en una fuerte desventaja. Afirmaba, que los árbitros simbolizan el poder judicial, y que muchas veces en nuestro país la justicia se deja comprar, creando impunidad. En el fútbol una situación de esas genera una batalla campal, y en el país una guerra civil.

Algunos participantes de sus charlas, le hacían preguntas capciosas, por ejemplo sobre personajes de la política y con qué tipo de jugador lo asimilaba.

Decía por ejemplo que al primer ministro de Gobierno de Uribe, Londoño, se le puede comparar con el jugador que conoce todas las reglas y sabe ponerlas a su servicio. Es un provocador profesional. Es de esos jugadores que le escupen la cara al contrario, les hecha mentol en los ojos y pega en los tobillos sin que el otro tenga el balón, siempre a escondidas del árbitro. El agredido se deja provocar y responde violentamente, y ahí si el provocador acude a la ley, se tira al piso, se queja, llora y exige justicia. Normalmente son bocones y muy vistosos. Este tipo de jugadores tienen como objetivo provocar, ofender, descomponer al contrario, para permitir que el conjunto del equipo pueda meter goles. Mientras tanto, el equipo contrario y hasta sus barras, están concentrados en él y su juego sucio.

Los generales, decía, representan al jugador brocha, que siempre anda ‘armado’, pero que es muy torpe. Son de esos jugadores encargados de defender al sistema tirando a matar, principalmente a la rodilla del contrario, buscando meniscos y ligamentos para que quede fuera de circulación. En nuestro contexto político esto quiere decir: dejar al contrario preso, desplazado, muerto o exiliado. Tiene como objetivo que pase el balón pero no el jugador. Que pase la política pero no los políticos. A este tipo de jugadores hay que atajarlos cuando cogen el balón, porque andan enceguecidos, no miran al frente, no miran a sus compañeros, sólo miran al piso y corren detrás del balón, aunque éste siempre va mucho más rápido.

No debería ser así, pero a Toño ya lo jubiló su partido político, pero no el fútbol. Sin embargo él se encuentra en esa confusión: sigue asistiendo puntualmente a los partidos del deporte amado porque le gusta jugar o porque espera con ansias las discusiones políticas con los veteranos que hoy le acompañan.

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