No es el manifiesto final lo que sorprende. Es el renacimiento de un bloque aún difuso que parece encontrar una nueva interlocución sobre sus éxitos y sus desdichas. La diplomacia sur-sur vuelve a prender motores. No en vano, semanas más tarde la mini-farsa del presidente Chávez en
Así que Fidel resucita en pleno con la secretaría de los No Alineados que puede resultar un liderato que ayude a resquebrajar el actual orden mundial que pretende imponer un sistema neo colonial con una división internacional del trabajo: países avanzados industriales y países agrícolas, ganaderos y mineros. No por cierto por la vía de la guerra sino por crecientes consensos que desborden, como una gigante ola de resistencia, el absurdo llamado Consenso de Washington.
La tarea quedó inconclusa en los años setenta, cuando en las Naciones Unidas ya se había avanzado un diseño del nuevo trato para los países en desarrollo. Washington impuso el arbitraje de las tres poderosas instituciones multilaterales, pero donde impera la mayoría por cuotas partes del capital aportado: al Fondo Monetario Internacional, a
Ya no bajo la consigna de crearle al imperio mil Vietnams, con el luctuoso tableteo de las metras de tupas, montos y mires, sino con la recia capacidad de negociar con dignidad nacional, a la manera de los tigres asiáticos y de la sabiduría China e India. No al estilo Hommes gran rematador de empresas nacionales, ni al estilo del ministro Botero rematador del país entero, quien con el texto del TLC rompe la agenda internacional trazada por
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