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¡Fidel Castro resucita!. Los no alineados

La Asamblea de los Países no Alineados dispara la atención con formidable  impacto. Ya no es la neutralidad en medio de la desaparecida Guerra Fría. La guerra del petróleo que se libra en Irak bajo el manto de guerra antiterrorista, la pugna con Irán a propósito del enriquecimiento de uranio y la arremetida del ejército israelí en territorio libanés, tienen a los países árabes en ira contenida. Corea del Norte se rebela presumiendo los mismos derechos atómicos de los grandes. Los países africanos resienten el desdén y el marasmo económico en que están sumidos con políticas neocoloniales. En América del Sur se consolida el Mercosur con la esperanza de lograr una mayor autonomía. En Asia, la expansión China logra cotas de una nueva diplomacia comercial y política, al lado de India, Malasia y los Tigres asiáticos.  Claro que Colombia y otro par de países están allí, en cambio, como testigos de piedra soñando en quimeras.


 


No es el manifiesto final lo que sorprende. Es el renacimiento de un bloque aún difuso que parece encontrar una nueva interlocución sobre sus éxitos y sus desdichas. La diplomacia sur-sur vuelve a prender motores. No en vano, semanas más tarde la mini-farsa del presidente Chávez en la Asamblea de las  Naciones Unidas, es celebrada entre aplausos y carcajadas. El presidente Bush no es el diablo, ni tampoco huele a un azufre infernal,  pero la metáfora resume las maniobras  que tiene en llamas a Irak, en ascuas a Irán y  en iras a quienes repudian las patrañas del Fondo Monetario Internacional a nombre de un supuesto consenso de Washington…y además es posible que Chávez vaya al Consejo de Seguridad por el Tercer Mundo.


 


Así que Fidel resucita en pleno con la secretaría de los No Alineados que puede resultar un liderato que ayude a resquebrajar el actual orden mundial que pretende imponer un sistema neo colonial con una división internacional del trabajo: países avanzados industriales y países agrícolas, ganaderos y mineros. No por cierto por la vía de la guerra sino por crecientes consensos que desborden, como una gigante ola de resistencia, el absurdo llamado Consenso de Washington.


 


La tarea quedó inconclusa en los años setenta, cuando en las Naciones Unidas ya  se había avanzado un diseño del nuevo trato para los países en desarrollo. Washington impuso el arbitraje de las tres poderosas instituciones multilaterales, pero donde impera la mayoría por cuotas partes del capital aportado: al Fondo Monetario Internacional, a la Organización Mundial del Comercio y al Banco Mundial. No es el caos pero allí mandan las conveniencias del imperio a diferencia del mandato universal liderado por las Naciones Unidas. La puja dispersa de las naciones emergentes parece volver a cohesionarse sobre el tema del tratamiento equitativo y con el derecho inalienable de tomar orientaciones dignas y soberanas. Reivindicaciones ahora bajo la secretaria cubana, que no es poca cosa para poner a funcionar el ímpetu de Fidel.


 


Ya no bajo la consigna de crearle al imperio mil Vietnams, con el luctuoso tableteo de las metras de tupas, montos y mires, sino con la recia capacidad de negociar con dignidad nacional, a la manera de los tigres asiáticos y de la sabiduría China e India. No al estilo Hommes gran rematador de empresas nacionales, ni al estilo del ministro Botero rematador del país entero, quien con el texto del TLC rompe la agenda internacional trazada por la Carta Constitucional en su Prefacio y desecha la elemental reciprocidad en las relaciones internacionales mandada en el artículo 227 de la misma carta política colombiana y soberana. 


 

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