Decisión de especial significación, toda vez que retomaban una iniciativa puesta en marcha un año atrás, cuando ocuparon la hacienda La Emperatriz, como manifestación de su profunda decisión de llevar a cabo, de manera directa, los acuerdos firmados (e incumplidos por el gobierno central) a propósito de la masacre del Nilo, acaecida 15 años atrás.
Su acción es de profundo impacto y enseñanza para todo el movimiento social colombiano. Con total decisión, mostraron a todos que la lucha implica consultas con la comunidad, acción directa, diálogos, pero también acuerdos, y si estos no se cumplen no desfallecer, reiniciar de nuevo, como ellos lo hicieron el pasado noviembre.
Pero con su acción no solo permitieron esta lección. También hicieron que flotara la confrontación entre dos estilos en pugna dentro del movimiento social, y en este caso particular dentro del movimiento indígena: por un lado quienes quedaron amarrados a la letra gruesa y menuda de lo que dice la Constitución Nacional, y por otro aquellos que apelan una y otra vez a la decisión de la comunidad como expresión máxima de la voluntad soberana del pueblo.
Para profundizar ese propósito, hoy apelan a la memoria de su lucha y de sus dirigentes, recordando una y otra vez que el gobierno nacional y departamental siempre han incumplido los acuerdos firmados, los cuales han emanado de intensas confrontaciones, producto de las cuales, además, han recuperado todos y cada uno de los predios con que hoy cuentan en el Cauca.
Ni una sola vez la clase dominante ha tenido voluntad de reconocer los derechos históricos del movimiento indígena, y en ningún momento han obrado con sinceridad al sentarse a negociar con las comunidades.
Verdad histórica que hoy retoman para liderar la Libertad de la madre tierra, eslabón de la lucha por la reforma agraria integral.
Es con esa convicción y esa seguridad que afrontaron la jornada del pasado 28 de noviembre, prolongada por tres días, en medio de los cuales la Policía arremetió con toda fuerza contra la comunidad, en un ejemplo de su capacidad de racionalización y aprendizaje.
En efecto, recuérdese que el 10 de septiembre de 2005 los Nasas lograron asestar un duro golpe al orgullo de la fuerza pública. Ese día pusieron, bajo custodia de la guardia indígena, por horas, a varios de sus agentes, además de quitarles a otros muchos sus escudos y bastones
Trascurridos catorce meses, esa misma fuerza pública llegó de nuevo a La Emperatriz sin sus armaduras de Esmad, liberados de su peso y rigidez, pero además, muchos de sus agentes llegaron de civil, armados con lazos para atrapar, machetes, armas cortas y papas explosivas.
Lamentablemente, y según parece producto de las maniobras de la propia fuerza pública, un agente pereció en los choques que allí se desataron. La comunidad supo resistir. La dirección del movimiento indígena pretendió desunir a las comunidades, pero no lo logró.
El 28 de diciembre, luego de consultas con la comunidad, se volvió a La Emperatriz. Allí se hizo presencia, se aró la tierra, y se inyectó confianza a los comuneros. La memoria se hizo lucha. Hoy la Libertad de la madre tierra, la reforma agraria integral, está vigente como siempre.
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