El diagnóstico elemental, efectuado por entidades nacionales y de la banca internacional, precisa que la culpa recae en los docentes, que con mediocridad ejecutan su trabajo. Otros (padres y docentes) sindican a los estudiantes, quienes «no están por nada».
Como una contribución a esa reflexión, anoto aquí algunos elementos recabados desde la práctica docente:
¿Por qué no se entusiasman los estudiantes?
1. ¿Para qué se estudia, si hoy la educación no garantiza movilidad social? La mayoría de quienes culminan el grado undécimo no pasan a la universidad estatal. Los pocos que lo consiguen no logran, una vez culminados sus estudios, un empleo acorde con los estudios cursados.
La situación es lamentable. Los pocos que logran un empleo, lo hacen por medio de las cooperativas de trabajo, encargadas de explotar más a los trabajadores: un porcentaje de su salario va para la entidad que les consiguió el empleo, mal remunerado, inestable, por tiempo limitado.
2. La delincuencia atrae más. Los jóvenes observan como sus pares que no han estudiado, y que consiguen empleo en actividades ilícitas (como la venta de alucinógenos y el sicariato), llevan una vida más holgada que ellos, que laboran por un salario mínimo. Al dialogar con los muchachos acerca de ésto, y cuestionarlos desde preceptos éticos, no demoran su respuesta: «la sociedad ha cambiado y hay que buscar la sobrevivencia».
3. Un mundo irreal. El plan de estudios implementado por la mayoría de los docentes, no consulta las necesidades de los estudiantes, ni de la comunidad educativa. El plan se limita a repetir los contenidos de las editoriales, que sólo tienen un fin comercial y no pedagógico.
Esta actitud, este método, propicia en los estudiantes pereza y desánimo para asistir a la escuela. ¿Cuántos de estos contenidos ya los conoce el educando por medio de otros procesos socializantes, como la televisión? ¿Cuántos de estos contenidos están descontextualizados del entorno que frecuenta el estudiante?
En muchas ocasiones el estudiante está deslumbrado por la oferta de vida que consume en la televisión, y que quiere realizar. En general, una vida fácil. ¿Cómo proceder para que el estudiante no quede deslumbrado por el afán de consumo. que muchos veces cree se puede satisfacer con el pequeño ingreso que le genera el primer sueldo a destajo, que también se convierte en un estímulo para la insuperable deserción estudiantil?
Al no percibir esta tensión, y al persistir en métodos repetitivos, que no estimulan la investigación, la reflexión ni el espíritu crítico, los docentes ayudan para que se ahonde la desubicación del educando, para que no encuentre motivos para persistir en la institución educativa.
No es casual, por tanto, que muchos de estos, aún sin tener las necesidades básicas satisfechas, terminan abandonando las aulas, o jaulas, como las llaman los muchachos
4. Mediocridad institucionalizada. Las políticas educativas gubernamentales no se comprometen con las necesidades de los estudiantes de estratos bajos. Desde su diagnósico, que indica que no requieren mano de obra formada en las humanísticas, establecieron la promoción automática, con la cual reducen los costos educativos.
El resultado, la mediocridad de esta política no puede ser peor: los estudiantes no se motivan por mejorar los procesos de aprendizaje y de investigación, ni siquiera les interesa pasar el año, lo que buscan son espacios de encuentro, de socialización, sin embargo, son promovidos. Se conoce el caso de promoción de estudiantes que pierden hasta cinco o más áreas.
5. La educación no se asume como una realidad integral. Para crear reales posibilidades de estudio, no es suficiente el subsidio escolar. Está demostrado, para impedir la decersión y los bajos resultados se requiere una política integral: apoyo para la alimentación, vivienda, trabajo, servicios públicos, atención psicológica, etcétera.
¿ Qué carcome a los docentes?
1. Los docentes antiguos, los nombrados con el decreto 2277 (1979), ven como se pierden sus conquistas de más de treinta años de lucha: las primas, la liquidación de la pensión con factores salariales, la estabilidad, el sistema de salud.
2. Los docentes nombrados con el decreto 1278 (2002), fueron sometidos a una evaluación diseñada para beneficiar a los profesionales de otras áreas, en la cual no se hizo énfasis en la pedagogía.
Como se sabe, las facultades de educación se lamentan por la falta de alumnos. Y precisamente el área de dominio de los maestros es la pedagogía. Negada ésta por las políticas educativas en marcha, habrá que esperar una honda crisis de la educación en su conjunto en no más de una década.
Pero además, los contratados por estos exámenes, accedieron al trabajo en condiciones precarias, $ 800.000 de sueldo mensual, sin estabilidad laboral, y sin los restantes derechos laborales. Pero además, sometidos al poder omnimodo de los nuevos rectores, los que por mandato de la ley 715 hacen y deshacen. Los nuevos profesores tenían que trabajar más horas, y soportar al mandamás de turno para poder pasar el período de prueba.
3. Hacinamiento. Uno de los efectos inmediatos del acto legislativo 01de 2001, fue la dismición en 32.000 del número de docentes. Su efecto inmediato: salones de clase hasta con 60 alumnos. ¿Quién puede individualizar el proceso educativo en esas circunstancias?
4. Se perdieron semanas de vacaciones en mitad y final de año. A tal punto son las pérdidas del magisterio, que se puede tazar en un 25% el incremento en la jornada laboral y en las asignaciones académicas. En esas circunstancias, las posibilidades de investigación, de preparación de clase, de conocimiento de los alumnos, de vinculación al entorno donde se enseña, se hace imposible. El acto educativo pierde su poder de transformación y se reduce a un simple acto repetitivo.
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