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El poder de la prensa

Más tarde, y a pesar de la constante persecución, Nariño publicó La Bagatela, periódico mordaz y satírico, pertinente para su contexto histórico y político, donde se cuestionaba y opinaba sin ataduras impuestas por editores, jefes de redacción o grandes accionistas.


 


Por esto y otros hechos evocados en los libros de historia, Antonio Nariño fue un acérrimo defensor de la libertad de prensa, vigoroso bienhechor de la emancipación y la independencia colombiana.


 


Tristemente, esa labor artesanal y voluntariosa hoy hecha por grandes rotativas dirigidas por computador, continúa siendo perseguida, y acosada por intereses políticos y económicos que la fustigan y oprimen con amenazas constantes. La tarea de buscar y dar a conocer información es, para gozo de algunos, una tarea difícil, ardua, que a veces produce la muerte.


 


La labor del periodista es fundamental para el correcto desarrollo de la democracia. Si un ciudadano está bien informado, puede opinar, disentir, tomar posición y, en consecuencia, elegir sin ser manipulado. De allí que algunos estén interesados en mantener un manto de duda constante: el velo denso de la ignorancia.


 


La prensa, y por extensión los medios de comunicación, tienen el poder de acercar a los sujetos a la realidad de su ciudad, de su país, de su continente y de su mundo. Son, cabe la analogía, maestros de escuela que educan, guiando a las personas a través de infinita información. Cuando un juicio moral, aunque sea prejuicio, es difundido por los medios, es asimilado, muchas veces, como verdad. “Lo dice el periódico”, es el argumento más arrollador en cualquier discusión coloquial.


 


Por este poder inherente a los medios, ya que todos necesitamos conocer acerca de los hechos ocurridos a nuestro alrededor, el poder político y económico está pendiente de la labor periodística, presto a poner ataduras que perjudiquen el libre desarrollo de la información. El propio Napoleón confesó que “la libertad de prensa debe estar en manos del gobierno… abandonarla a sí misma es dormirse junto a un enemigo”.


 


En una democracia, tener en contra o a favor la prensa es vital. Todos los gobiernos han aspirado a controlar este escenario. Inclusive, cada gobernante de turno tiene columnistas que, de manera no oficial, defienden sus decisiones y excusan sus errores. Actualmente, los medios masivos hacen parte de una estructura de poder de grandes grupos industriales. Casi se puede afirmar que las mesas de redacción, donde se decide cuál noticia se emite y cuál no, son los salones amplios que albergan las reuniones de las juntas directivas empresariales.


 


La propiedad privada de los canales, los periódicos y las emisoras es necesaria, ya que no se puede limitar la información a los voceros oficiales del gobierno de turno. Lo lamentable es advertir que tal propiedad sólo alimenta el provecho de pocos, afectando el interés de muchos. De está manera se puede entender por qué en los debates de tienda se desacredita con facilidad a personas e instituciones, sin juicios profundos, porque los ciudadanos no están bien enterados. O, más bien, deliberadamente mal informados.


 


Es oportuno recordarles a algunos las palabras de Thomas Jefferson, pertinentes para la realidad tendenciosa de los medios de comunicación: “La base para nuestro gobierno es la opinión del pueblo, y el primer objetivo es mantenerla incólume; si me pidieran que decidiera entre tener un gobierno sin periódicos o periódicos sin gobierno, no dudaría ni un momento en escoger este último”. Lástima que en el gobierno vigente los haya, salvo excepciones, sin la independencia necesaria para enriquecer la democracia.


 


Por ello, vale la pena reconocer el papel de la prensa independiente, que genera incomodidad en las hegemonías, haciendo veeduría pública de las inconsistencias, informando de los hechos que otros evitan para no comprometerse. La información es vital para fijar conciencia en los pueblos, y por ende es necesario que los ciudadanos tengan amplias posibilidades para hacerlo, no sólo los grandes medios bajo el amparo de grupos económicos.


 


Una prensa independiente propicia el debate, o por lo menos alienta la discusión, espacio básico de la construcción democrática. Una prensa independiente da a conocer ideas diversas y que no tienen espacio en otros escenarios, proporcionándoles a las personas las herramientas necesarias para opinar y disentir, para escoger con criterios su decisión, cumpliendo así con su responsabilidad social de informar, pero sobre todo de espantar el velo de la desinformación.


 


¡Qué orgulloso estaría Antonio Nariño viendo cómo se defiende la libertad de prensa, no mediante rotativas modernas y jactanciosos, que publican periódicos de renombre, sino a través de espacios independientes que abordan la verdadera realidad, sobrepasando toda clase de dificultades para quitar la mordaza de los oprimidos!

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