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Plan decenal 2007-2017, fracaso de la tecnocracia. Pensar a largo plazo la educación

Efectivamente,
cuando la Ministra fue designada para
la cartera de Educación por el presidente Álvaro Uribe, en 2002, su tarea consistió en consolidar
los planes que contra el plan decenal 1996-2005 había comenzado Germán Bula Camacho, ministro de
Educación de Andrés Pastrana (1998-2002).

 

El Plan Decenal 1996-2005 se puede ser caracterizar como la
culminación de un proceso que se inició con la crítica a la política de Apertura Educativa del
gobierno de César Gaviria (ver revista Educación y Cultura Nº 23), los desarrollos que sobre la
cultura y educación quedaron consignados en la Constitución de 1991 y la promulgación de la Ley General de Educación (1994).

 

En febrero de 2007, María Cristina Martínez ha hecho una excelente valoración del Plan
Decenal. La autora llama, en primer lugar, la atención del magisterio y de la ciudadanía acerca de
máximas populares intrínsecas a la experiencia política. Dice la profesora Martínez que “quien no
conoce la historia está condenado a repetirla” y que “nunca se parte de cero”. Estas admoniciones
orientan el análisis del proceso que culminó en la expedición del Plan Decenal. El siguiente texto
sintetiza el valor de esta experiencia: “Podríamos decir que los maestros y maestras, las
organizaciones y la comunidad educativa en general, adelantaron una de las más amplias
movilizaciones por la educación y en especial por la participación en la definición de políticas
educativas estatales que sobrepasaran los planes de gobierno” (Aula Urbana, pág. 4).

 

Fracaso de los planes tecnocráticos

 

La convocatoria a discutir un nuevo plan decenal se puede considerar como un
reconocimiento del fracaso de los planes tecnocráticos que se levantaron como alternativa al plan
decenal 1996-2005. Comprender esta hipótesis requiere recordar lo sucedido con el plan de apertura
educativa del gobierno Gaviria (1990-1994). Este plan partía de la tesis general de modernización
del conjunto de la sociedad colombiana por la inserción al mercado planetario. Los intercambios
comerciales globales desencadenarían una transformación radical de la sociedad colombiana, y la
educación debía acomodarse a esos cambios.

 

La red conceptual con la cual se
argumentaba el plan recogía las tesis de los organismos internacionales acerca de las deficiencias
de las políticas educativas de los países latinoamericanos. Se trataba de constituir un sólido
mercado educativo para poder operar con las reglas de oferta y demanda, establecer preferencias del
consumidor, elevar la productividad y la competitividad de los agentes en ese mercado (maestros y
estudiantes), elevar la efectividad de la gestión, estandarizar los aprendizajes, alcanzar una mayor
cobertura con los recursos por la existencia de restricciones presupuestarias insuperables. Esta
política de apertura educativa fue enfrentada radicalmente, como ya se dijo. La opción que se fue
configurando cristalizó en la propuesta del Plan Decenal del gobierno de Ernesto Samper
(1994-1998).

 

Asimismo, la red conceptual elaborada en el proceso se condensó en los
10 objetivos y metas, y en las ocho estrategias y los programas y acciones que los viabilizarían.
Fueron conceptos básicos la movilización ciudadana, la afirmación de la unidad y la diversidad
cultural de la nación, el establecimiento de la ciudad educadora, la organización de un nuevo
sistema nacional educativo, la consolidación del ciclo básico de educación obligatoria para todos
durante la niñez y la infancia; la integración de todos los niveles, modalidades y sectores de la
educación; el mejoramiento de la gestión educativa, el reconocimiento de la educación como derecho
fundamental, la profesionalización de la práctica docente, la financiación adecuada, la búsqueda de
una salida negociada al conflicto armado y el compromiso con la convivencia.

 

Esta emergente manera de concebir la educación fue desmontada durante el gobierno de
Andrés Pastrana, y de nuevo se puso al mando la red conceptual que se había criticado y neutralizado
cuando se enfrentó el Plan de Apertura Educativa del presidente César Gaviria. La situación durante
el gobierno de Pastrana fue paradójica, pues mientras se hablaba de reformas a propósito de los
diálogos en el Caguán, la tecnocracia de Planeación Nacional y el Ministerio, apoyada en los
recursos de las tecnologías de la información y la comunicación (TIC), comenzaron a montar el
sistema nacional de información de la educación para racionalizar la planta docente, redistribuir el
situado fiscal, suscribir convenios de desempeño con las autoridades municipales y departamentales,
establecer procedimientos de evaluación de los maestros, y reordenar administrativamente el
Ministerio y las secretarías de Educación departamentales y municipales.

 

Los mencionados planes no le permitieron a la ministra Vélez entender “muy bien para
qué un plan decenal”. Hoy, la
Ministra
quiere entender y ha convocado a la elaboración de un nuevo Plan Decenal.
Existe un germen racional en la propuesta de la funcionaria, comienza al parecer a comprender que la
educación no es un asunto de mercado regulado por las reglas de la oferta y demanda, de maestros y
alumnos consumidores de una mercancía cuyos precios son señales de que las cosas van bien en
productividad y competitividad, etcétera. Sin embargo, el modo como se ha planteado el proceso de
participación y las propuestas gubernamentales del Plan de Desarrollo van en contravía de un
verdadero compromiso cultural con la educación. La propuesta de modificar las transferencias, por
ejemplo, ha puesto el tema en un terreno de fuerte confrontación entre el Ministerio y Fecode. A
este panorama hay que añadir las decisiones tomadas por el Ministerio contra las finanzas de las
universidades estatales.

 

¿Qué hacer?

 

El gobierno y su Ministra de Educación van a fracasar con su propuesta de plan
decenal. Las confesiones de la funcionaria ponen en evidencia un insalvable dilema estructural.
La Ministra no quiere abandonar
su enfoque tecnocrático, aunque sabe que está agotado y ella no puede asumir un punto de vista
histórico-cultural sobre la política educativa aunque aprecie la riqueza de esa
perspectiva.

 

¿Qué situación tenemos hoy? En primer lugar, el enfrentamiento
por las transferencias. En segundo lugar, a diferencia de lo que sucedió cuando se discutió el
primer plan decenal, los universitarios se toman las calles y se muestran preocupados sobre su
futuro mediato e inmediato. Estos dos hechos pueden convertirse en catalizadores de una dinámica de
participación ciudadana que retome los acuerdos del primer plan decenal, los transforme, los
desarrolle y los proponga como opción ante lo propuesto por la Ministra.

 

Si la potencia catalizadora
funciona, es posible que no sólo los maestros universitarios comiencen a actuar en función de sus
pensiones y salarios sino que igualmente las organizaciones sindicales y sociales, y los partidos
políticos comprendan el carácter estratégico y decisivo de un buen plan decenal; y los periódicos,
la radio y la televisión se vinculen al debate y abandonen las insulsas cuñas publicitarias del plan
decenal de Uribe y la funcionaria Vélez.

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