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Elección en multitiempos. Bogotá, 8 de julio

Como es público y notorio, la novísima estructura con que cuenta el Polo no ha tenido decisión ni capacidad para afrontar dinámicamente la campaña interna que define el candidato para la Alcaldía. El silencio que su dirección guarda sobre sus aspectos nodales, pese a las consultas y solicitudes elevadas, dejan mucho que desear sobre su dedicación para crecer en coherencia y como oposición.


 


Aunque a primera vista la consulta parece una decisión poco trascendental, comporta los rasgos de un hecho fundamental: para el futuro del Polo y para la izquierda en su papel de esperanza y de referente histórico, y obvio para el país en su conjunto. Este país, que hasta ahora se mantiene ajeno –como un Israel de América– a la dinámica social y de cambios políticos en el continente.


 


Sobre cada una de estas tres incidencias: papel del Polo, perspectiva de la izquierda y situación nacional, la consulta del Polo determinará:


 


1.         Carácter de izquierda. Según como adelante el debate entre los precandidatos a la Alcaldía, como lo estimule y reglamente el propio partido, se marcarán desde ahora los rasgos fundamentales de esta organización en el futuro: de prácticas renovadas y democráticas o viciado desde su nacimiento por las herencias que trae y le transmite cada fuerza integrante del Polo, y por el ‘pragmatismo’ que reclaman sus voceros más connotados, que separan la tarea de congresistas de las que se derivan del movimiento social y sus necesidades.


2.         Contenido de programa. La mocedad del PDA, y por tanto su perfil histórico y de poder que aún está en debate. Una definición que se dirime o alimenta entre los modelos, ya de planeación urbana excluyente, ya de integración social, claramente en el trasfondo y disputa de la actual coyuntura electoral.


3.         Reto nacional de oposición y avance de unidad. La necesidad que afronta la izquierda urbana en Colombia de brindar un perfil real de alternativa, con trascendencia de poder y de eje de la unidad y la acción por la democracia y la renuncia de Uribe. Es decir, de verdadera opción y oportunidad antiestablecimiento, sin reducir su marco, como intenta hasta ahora: a una práctica de mostrar buenos administradores sin tocar el fondo de la desigualdad.


4.         Proyecto para la cotidianidad y las mayorías. La capacidad de conectarse con el sector mayoritario de la sociedad, aquel que sufre las consecuencias de la aplicación del neoliberalismo, sin necesidad de que los medios de comunicación, en especial la televisión, encuadren ese proceso.


5.         Imponer contenido y calendario propios ante la parapolítica. En el sentido de convertir la campaña por la Alcaldía (octubre) en un referendo sobre el gobierno de Uribe, y de esta manera, en unas primarias sobre las próximas elecciones presidenciales, que definan un liderazgo para el 2010, o antes si el Presidente queda desnudo ante las salpicaduras de la parapolítica.


 



Baches en el camino


 


Sorprende:


 


* El solo hecho de permitir que los oficiosos medios de comunicación sean la instancia que determine cuántos son los candidatos (¿y cuáles son los mejores?).


* o su silencio pernicioso que permite que la campaña para la consulta se lleve a cabo sin definir unas reglas sobre las cuantías para la campaña y el procedimiento para financiarlas,


* también la laxitud que ha reinado en la dirección distrital respecto al caso de las consultas para definir los ediles en las localidades, permitiendo que decisiones públicas a favor de la consulta abierta sean revertidas por los acuerdos de las fuerzas políticas en las localidades en cuestión.


 


Esto, sin detallar la contradicción entre “maquinaria y manejo y conocimiento sobre la ciudad”, que ampliaremos más adelante, son algunos de los precedentes que tendrán grave peso sobre el futuro del PDA. Así y todo, con escaso sentido de renovación y mucho de continuidad, avanza la construcción del PDA.


 



Una consulta presa de pies y…


 


La consulta que define candidato para la Alcaldía de Bogotá se convierte en excelente excusa para que las diferentes organizaciones y proyectos sociales y políticos, que se arropan con la sigla PDA, se encuentren o se reencuentren con los habitantes de la gran urbe que sin duda alguna aguardan la ocasión para ayudar a construir un modelo urbano de reales oportunidades.


           


Pero ese encuentro se trunca por la ausencia de un programa que les brinde a las comunidades y las urbanizaciones con deficiencias la esperanza de que algo cambie si el PDA mantiene la Alcaldía. Esta es una de las ausencias fundamentales que permiten la dirección de este nuevo partido.


 


Hasta ahora y tras meses de campaña no se dispuso a organizar ni un debate público donde se contrastaran las lecturas que sobre la ciudad hacen sus distintos precandidatos, y mucho menos las medidas que pondrían en marcha en caso de llegar al Palacio Liévano. Esta es una orfandad ostensible que sólo llena Hernando Gómez. El mismo en quien todos reconocen como ¡quien más conoce y comprende la ciudad!, y por tanto ¡quien sabría gobernarla!, pero que no puede hacerlo, pues ¿“nadie conoce”? Reflexión, por demás, contradictoria y absurda. Expresión de un vicio no erradicado en el Polo que proviene de los partidos tradicionales y que imponen la maquinaria y la ‘atracción clientelista’ sobre el poder social y el conocimiento teórico, y la práctica hermanable y de empoderamiento con la comunidad. Además, que caracteriza a los partidos y movimientos con predominio y eje político y decisorio de parlamentarios. Una deformación que en varias experiencias de América conlleva –como sucedió con la AD M-19– su paulatina destrucción y hasta cooptación.


 



Discursos por un lado y modelo de ciudad por otro


 


No es posible que un partido de izquierda se dé el lujo de desperdiciar a un dirigente como Hernando, por el hecho de que los medios de comunicación no lo registran. Esto es admitir o tolerar que esos medios, interesados en la continuidad de los negocios multinacionales con el nuevo valor financiero de la ciudad, determinen cuál es el ‘mejor’ candidato que debe representar al PDA.


 


Decisión aún más contradictoria y absurda toda vez que es el único candidato que ha puesto a jugar un programa para la ciudad. El único que se propone de entrada romper el modelo urbano que se le ha impuesto a Bogotá desde hace unos 12 años. Modelo causante, como es evidente, del ahondamiento de la brecha norte-sur de la urbe. Pero que además es el candidato que llama abiertamente a que sus habitantes decidan sobre su futuro inmediato y mediato. En una ofensiva de democracia directa que colocaría a esta urbe y, por su importancia, a todo el país en la onda que atraviesa el continente. En desnudar el modelo neoliberal en boga todavía en Colombia. Es por esto que en su programa ofrece paralizar las privatizaciones que sobre los bienes estratégicos de la misma ya se anuncian o se pueden vaticinar.


 


Con el pragmatismo que sirve para los ascensos personales, y de pequeños grupos sin perspectiva de poder y gobierno popular, dirigentes del Polo dan por supuesto que los electores no conocen a Hernando. Graduados en técnica electoral, tienen por indiscutible que el candidato no conocido perdería ante su más acérrimo contradictor, la mismísima imagen sacrosanta del neoliberalismo: Enrique Peñalosa. No lo ‘conocen’, y entonces ¿a quién conocen los que dicen que nadie conoce?


 


Sin duda alguna conocen a Hernando Gómez Serrano, luchador sin rabo de paja que se puede mostrar en público sin temor a que lo tilden de oportunista, de tibio, de carta de algún conglomerado, o personaje útil para que venza en octubre la contraparte. Sin tacha y con programa, pero además conocido por todo el PDA en Bogotá, y con un gran ascendiente en los diversos movimientos sociales que radican en la capital.


 


Hernando Gómez Serrano aparece entonces como la opción que permitiría confrontar a profundidad los sectores dominantes, por décadas, en la ciudad, pero además quien podría brindarle al PDA una proyección histórica que le garantice consolidarse y proyectarse como fuerza alternativa y de ruptura contra el bipartidismo que vive por el sinnúmero de errores de la izquierda que año tras a año le brinda aire.


 


Con una vida de compromiso, con su largo caminar por centenares de barrios para sintetizar un programa, y con la convicción de que la gente misma es protagonista en la construcción de su poder, vale la pena votar este 8 de julio por una persona así. Por su programa que en verdad resume una lectura histórica y con fundamento en las necesidades populares y su perspectiva de una sociedad justa. No desaprovechemos la oportunidad de cerrarles el portón a las prácticas que ahora se llaman pragmáticas, las mismas que la historia de la política conoce como oportunistas.

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