Pero llegó la hora de la verdad: 5,30 p.m. La ciudad se desocupó en un importante porcentaje. Por donde se pasaba se escuchaba la transmisión del partido o las exclamaciones sufridas de los televidentes. Con un dispositivo táctico que neutralizaba a su contendor, el Huila, el equipo chico, dominaba al Nacional, el equipo grande. El juego ganó tal ritmo que el grande tuvo que empezar a jugar rudo, rompiendo el ritmo del partido, sin faltar los expulsados ni las manifestaciones de bronca. El estadio, luego del inmenso grito de gol que aturdió a toda la ciudad de Medellín en el minuto 22, guardaba silencio, los hinchas sufrían la arremetida de aquel contrario que creían vencerían con relativa facilidad.
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