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A propósito del Che Guevara

En 1961 los delegados de diversos países
fuimos invitados a la
Sierra Maestra
en donde se celebraba un nuevo aniversario de
la gesta de Fidel y compañeros. Los responsables de los grupos tuvimos
oportunidad de saludar a Fidel, acompañado cercanamente por un hombre
silencioso, Che Guevara. En 1962, en mayo, Guevara hacía charlas sobre
problemas económicos y el trabajo voluntario. Para entonces yo trabajaba en
Colombia en la prevención de accidentes industriales, aumentados por las
políticas patronales del “salario incentivo”, a mayor producción más prima
económica. En Cuba Che Guevara, como Ministro de Industrias, predicaba los
incentivos morales. En una de aquellas charlas le pregunté cómo se compaginaba
su idea con el reciente aumento de salario en un país bloqueado económicamente
y desabastecido. No le gustó mi pregunta, dijo secamente, “el compañero no sabe
lo que pregunta”.

 

En el hotel me había hecho buen amigo de Luís
de la Puente Uceda,
dirigente del MIR peruano, a su vez gran amigo de otra peruana, Hilda Gadea
(cuyo hermano murió combatiendo en el Perú), primera esposa del Che, que vivía
en Cuba y manifestaba que cuando encontró al Che en la Guatemala de Jacobo
Arbens lo indujo a estudiar marxismo. Tomábamos los alimentos conjuntamente. Un
par de veces nos acompañó una joven rubia, bonita, no supe su nombre, luego me
enteré que era alemana y se llamaba Tania, que también moriría en Bolivia.
Logré a través del compañero peruano (un año después, al regresar a su país,
murió en combate) una entrevista con el Che, la misma que logré después de
esperarlo por espacio de cuatro horas (así sucedía con frecuencia por sus
múltiples compromisos). Me reconoció preguntándome si ya había comprendido las
dificultades de una economía en transición. Luego, sin más, me preguntó cómo
iba la revolución en Colombia. Yo era miembro del Comité Ejecutivo del Frente
Unido de Acción Revolucionaria, FUAR, envuelto en una crisis mortal. Le dije
que no estaba en nuestro propósito la toma inmediata del poder, “¿y entonces
que hacen?”, o algo así me preguntó, acotando que siempre era igual, los
revolucionarios (con cierta sorna), dejaban lo importante para mañana. Recalcó
que era tiempo de que pensaran en la liberación de los pueblos.

 

No lo volví a ver. A mi regreso me uní al
sacerdote revolucionario Camilo Torres Restrepo en la construcción del Frente
Unido. Por esto considero pertinente transcribir estos apartes que incluí en el
libro “Camilo y el Frente Unido”…

 

Vidas paralelas

 

“Tanto el Che Guevara como Camilo nacen en
familias pequeño-burguesas que no tienen mayores apremios económicos y cuyos
antecesores fueron influyentes social y políticamente. Pero se trataba de
familias liberales, progresistas, de ideas avanzadas, enemigas de la injusticia
y las dictaduras. En ambos casos se produce separación de los padres, quedando
lo hijos al cuidado de las madres. Tanto doña Celia de la Serna como doña Isabel
Restrepo aportaban el mayor tinte “aristocrático” familiar y ambas tenían
personalidad, carácter independiente y dominante. Celia acompaña espiritualmente
al Che en sus luchas guerrilleras y desata a partir de 1959 una enorme
actividad en su país y fuera de él, para apoyar la Revolución cubana y el
papel de su hijo. Isabel hace otro tanto; ambas hasta su muerte.

 

Che y Camilo pueden obtener títulos profesionales:
El uno en Medicina y el otro en Ciencias Sociales, pero ninguno busca
usufructuar económicamente su profesión o hacer de ella una plataforma de
ascenso social dentro de la burguesía, ambos tienen avidez de conocimientos,
que el Che sacia a través de lecturas y secundariamente en pláticas y diálogos.
Camilo, a la inversa. Esta ansia de conocimientos lleva al uno y al otro a
moverse, a desplazarse continuamente dentro de su país y fuera de él. Son
viajeros impenitentes. Ambos son sencillos, cordiales, asequibles, de fácil
trato, ajenos por completo a la comodidad o los bienes materiales,
desorganizados en el manejo de su tiempo y de sus horarios. Ambos rechazan
airadamente las intrigas, chismes y componendas, predican y practican la
unidad. Camilo insiste en el compromiso real con el pueblo, en el abandono de
la vida y el espíritu burgués. El Che insiste en la necesidad del hombre nuevo.

 

En 1965 el Che Guevara, desde una perspectiva
marxista revolucionaria (El Socialismo y el Hombre Nuevo) planteaba el problema
del amor: “Déjenme decirles a riesgo de parecer ridículo, que el revolucionario
verdadero está guiado por grandes sentimientos de amor. Es imposible pensar en
un revolucionario auténtico sin esta cualidad” “…hay que tener una gran dosis
de humanidad, una gran dosis del sentido de la justicia y de la verdad, para no
caer en extremos dogmáticos, en escolasticismos fríos, en aislamiento de las
masas. Todos los días hay que luchar porque ese amor a la humanidad viviente se
transforme en hechos concretos, en actos que sirvan de ejemplo, de
movilización”.

 

Camilo insistió en el amor al prójimo, un amor
eficaz que debía convertirse en hechos concretos: dar de comer al hambriento,
vestir al desnudo, alfabetizar, y esto solo podría hacerse conquistando el
control del estado, el poder público.

 

En ninguno de los dos hay temor al
convencionalismo o al “qué dirán” y ambos orientan sus vidas por fuera de los
prejuicios sociales. Uno y otro impulsan con su propio ejemplo el trabajo
voluntario: Che en la zafra y otras actividades, Camilo a través del desarrollo
de la comunidad en barrios y veredas. Ambos tienen participación y
responsabilidades en los programas de la Reforma Agraria,
en los Institutos de Cuba y de Colombia. Y ambos mueren combatiendo en la
guerrilla: Che en el ELN de Bolivia, Camilo en el ELN de Colombia. Che tenía 39
años, Camilo 37.

 

Che, algunas de sus últimas cartas

 

A Fidel Castro: “…en una revolución se triunfa
o se muere. Muchos compañeros quedaron a lo largo del camino hacia la victoria…
Hago formal renuncia de mis cargos en la dirección del partido, de mi puesto de
ministro, de mi grado de comandante, de mi condición de cubano. Nada legal me
ata a Cuba; solo lazos de otra clase, que no se pueden romper como los
nombramientos… He vivido días magníficos y sentí a tu lado el orgullo de
pertenecer a nuestro pueblo en nuestros días luminosos y tristes de la crisis
del Caribe… me enorgullezco de haberte seguido sin vacilaciones. Identificado
con tu manera de pensar, de ver y apreciar los peligros y los principios… otras
tierras del mundo reclaman el concurso de mis modestos esfuerzos… lo hago con
una mezcla de alegría y de dolor… la sensación de cumplir con el más sagrado de
los deberes: luchar contra el imperialismo…”

 

A sus padres: “otra vez siento bajo mis
talones el costillar de Rocinante; vuelvo al camino con mi adarga al brazo…nada
ha cambiado en esencia, salvo que soy mucho más consciente, mi marxismo está
enfatizado y depurado. Creo en la lucha armada como única solución para los
pueblos que luchan por liberarse y soy consecuente con mis creencias”.

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