Los años transcurrieron y la financiación fue mucho más allá: las propias organizaciones campesinas vinieron a ser financiadas por agencias de cooperación europeas y norteamericanas, a la par que recibían recursos del Ministerio de Agricultura, el mismo que se habían tomado muchas veces para presionar soluciones a los problemas de los cultivadores. Sólo que ahora, mejor financiados y con varios funcionarios pagos, las bases campesinas no los acompañaban.
Otro tanto sucedió con las organizaciones indígenas, tal como cuenta Harold Piamba. “Como es claro, posterior a la década de los años 80 se presenta en el movimiento regional indígena del Cauca una desviación política e ideológica hacia el indigenismo, ya que a partir de ahí el CRIC, debido a la influencia de la socialdemocracia europea, de
Advierte Alfonso Torres, en su seguimiento al movimiento social en Bogotá, cómo organizaciones populares constituidas en los 80 en las localidades de San Cristóbal, Suba, Kennedy y Ciudad Bolívar se transforman poco a poco en Ong, modificando sus discursos y practicas2.
En las décadas de los 80 y 90, numerosas organizaciones sociales abandonaron su lucha por las reivindicaciones propias de sus comunidades y pasaron a competir con las Ong por los esquivos recursos del mercado de la cooperación internacional. Ya no exigían del Estado: salud, educación, servicios públicos o empleo, orientando todos sus esfuerzos en ejecutar proyectos de saneamiento básico, cursos de microempresas, talleres de hidropónicos, capacitaciones en mecanismos de participación o cursitos de resolución de conflictos. Poco importaba si los proyectos no eran oportunos o carecían del interés colectivo; se trataba de arañar recursos del caprichoso mercado de la cooperación internacional y nacional, que un año considera prioritario el “empoderamiento de las mujeres” y al siguiente “el medio ambiente o los derechos de los niños”.
Estos recursos, antes que contribuir al fortalecimiento de las organizaciones, las hicieron dependientes. “Otra situación que ha influido negativamente en el avance de la resistencia indígena consiste en el manejo de recursos económicos transferidos por el Estado y algunos organismos de cooperación internacional, que condicionan y convierten a las autoridades tradicionales en simples administradores de recursos económicos, en ejecutores de proyectos y formuladores de planes de vida, logrando con esto que tanto autoridades como comuneros dejen de lado el trabajo de base y la verdadera lucha agraria que se debe librar en el país”3.
Este tipo de hábitos se prolonga en las nuevas organizaciones. Hace poco visité a un grupo juvenil de la localidad de Rafael Uribe en Bogotá. Noté que sólo quedaban tres miembros, cuando meses antes contaban con más de 20 asociados. La respuesta fue contundente: “Es que el proyecto sólo daba para pagar tres personas”. Es en este sentido como el proceso de “oenegización” del movimiento social ha resultado tan eficaz en la desmovilización de los sectores populares como la violencia narco-fascista del paramilitarismo.
Y como las organizaciones sociales dejaron un vacío, las Ong lo ocuparon. Con los días, el país se llenó de Ong que hablaban a nombre de las mujeres, los jóvenes, los desplazados, los campesinos, los vecinos de los barrios, los afros, los secuestrados, los destechados, etcétera. Durante los 90 y el nuevo siglo, éstas representan a las comunidades ante las entidades públicas, convirtiendo los derechos de los ciudadanos en puntos por ‘concertar’ o en parte de un listado de alguna “política pública”.
El reto
Es necesario reconstruir un movimiento social (o muchos movimientos sociales) autogestionario (que las bases y otras organizaciones sociales aporten recursos para su sostenimiento), autónomo (que las líneas de trabajo no las dicte el mercado de la cooperación y los financiadores externos), independiente (de las Ong, partidos y en particular del Estado). Un movimiento social profundamente insumiso, contestatario, innovador y creativo. Un movimiento social que revalore la movilización, la acción directa, la resistencia y la imaginación; como medios de lucha.
Aquí vamos de nuevo, aquí vamos y qué bueno es…
1 Piamba Harold, Movimiento Sin Tierra. Nietos de Manuel Quintín Lame. Ponencia presentada al Primer Foro Agrario “Tierra, poder y conflicto”. Universidad de Antioquia, Medellín, 18 y 19 de julio 2007.
2 Un resumen de esta investigación se encuentra en: Alfonso Torres, Identidad y política de la acción colectiva, organizaciones populares y luchas urbanas en Bogotá, 1980-2000. Universidad Pedagógica Nacional, Bogotá, 2007.
3 Piamba Harold, op. cit.
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