En primer lugar, la decisión de dar continuidad al trabajo en las Secretarías de Educación y Salud, así como en el programa “Bogotá sin Hambre”, ratificando a quienes vienen de la administración anterior, ha sido leído por algunos como la cuota Lucho en el gobierno de Samuel, y por otros como un justo y necesario reconocimiento a los programas que le dejaron a la ciudad grandes avances y satisfacciones. Claro está, no sin antes insistir en la insoslayable profundización de la calidad educativa; hacer realidad el sueño del derecho a la salud, tanto en lo preventivo como en lo curativo, y fortalecer las redes de producción agrícola campesina, las cadenas de comercialización popular y las organizaciones comunitarias encargadas de la circulación de alimentos en los sectores pobres de la ciudad, como contraposición a los grandes monopolios comerciales.
“Se gana con el Polo y se gobierna con Samper”
Es otra de las voces que se escuchan en diversos ámbitos capitalinos. Que junto con la cuota gavirista, la de César, claro está, vocero y presidente del partido liberal, representa casi una tercera parte del gabinete. Será “un gobierno de centro, que saluda con la derecha y se despide de la izquierda”, anotaba el otro día un paisano en un clásico café de Bogotá. Los más ilustrados amplían tal preocupación recordando experiencias de otras latitudes y anotando que a la izquierda siempre se le llama para “administrar las de crisis”. Bueno, no falta quien con acento entre irónico y realista diga “¿pero qué esperaban, si así fue con Lucho?”.
Ahora, todos con él
Una ciudad que ha demostrado en quienes acuden a las urnas, todavía minoritarios, que la elección de sus gobernantes es cada vez más consciente e independiente, no logra acabar de comprender por qué quienes durante el debate electoral atacaban de manera despiadada en los medios de comunicación a un candidato, hoy, después de su incuestionable triunfo, lo saludan con beneplácito y lo adulan de manera melosa y casi sospechosa. Bueno, es éste el resultado de un “verdadero debate democrático”, en que se marcan las diferencias y se reconocen los aciertos, claro está, siempre y cuando se garantice una buena participación en el reparto burocrático y que no les falte la “pauta publicitaria” a los medios que ejercen el “control político” de las acciones del gobierno.
“Aquí no se hace la revolución”
En busca de una participación equitativa en el gobierno distrital, pasan interminables horas de espera y una que otra antesala, como primera acción política de quienes retornan o acceden por primera vez al Concejo de la ciudad. Los novatos no comprenden todavía las reglas del acuerdo político y ven pasar ternas de posibles contralores, junto con la lista de los 12 convidados a la “última cena” como posibles personeros(as) y el consabido comentario: “Uno es para los liberales y otro para el Polo”. Quienes ayer nos ilustraban en el debate electoral marcando posiciones irreconciliables, hoy ya elegidos y nuevamente en un “sano diálogo democrático”, diluyen sus diferencias en acuerdos políticos en los cuales se suman todas las siglas para una verdadera ‘Convergencia’ en que se ‘Mira’, se recuerda la antes incomoda vocal U, se propone uno que otro ‘Cambio Radical’, se plantea que un poco de ‘conservadurismo’ no hace daño, y todo esto para por fin tener otro ‘Polo’ en el recinto deliberativo de la democracia capitalina. De aquí surgen los nombres alternados de quienes serán los presidentes del Concejo y las alianzas necesarias para gobernar sin sobresaltos. Uno de los más experimentados, eso cree él, nos dijo: “Compañeros, aquí no se hace la revolución; sólo se ajustan algunos engranajes y se convive con las diferencias en este necesario período de transición”. La mayoría no entiende –no entendemos– qué significa esto. Pero si ya lo elegimos, él debe saber lo que hace, y lo que es mejor para todos y todas.
Creando condiciones para los créditos que vendrán
Pero las tareas no son fáciles. Ese humor cachaco, que al parecer sólo entienden ellos, nos recuerda que “el mayor reto que afronta un Alcalde de Bogotá, por lo menos así lo muestra la historia reciente, es construir el puente de
La presión social y los compromisos adquiridos en la campaña, contenidos en el Plan de Gobierno, de obligatorio cumplimiento, exigen que se realicen todos los esfuerzos y acciones necesarias para tales propósitos. Así las cosas, hay que buscar personas nuevas, “neo”, que con miradas amplias, flexibles y “liberales” tengan la capacidad requerida para hacer lobby –como se dice en el argot popular– y “les pasen al teléfono”, para conversar con quienes tienen el dinero, la tecnología y la capacidad de gestión de una obra como el metro para Bogotá, prioridad de
Un realismo que ojalá no frustre
Por todo lo anterior y zanjando las discusiones, responde el gobierno distrital, necesitamos gente técnica, capaz, honesta, responsable, conocedora del tema, pero sobre todo que, siendo de los otros, los atiendan los otros y les presten la platica. Nuevamente la tarea aquí es “ser realistas”. El nuevo Gabinete, en el entender de muchos y muchas, es ‘realista’, ‘técnico’, ‘equilibrado políticamente’, ‘entusiasta’ y con todas las virtudes terrenales necesarias para llevar a feliz término la tarea que le encomendamos en las urnas. Bueno, dicen otros: “¿Será que en lo que nos equivocamos es en lo que queríamos cuando votamos y no medimos las consecuencias?”, porque “si los elegidos para ser realistas políticos tienen que hacer tantas cosas, ¿qué tenemos que hacer los realistas del diario vivir para satisfacer nuestras demandas y necesidades? También son realismo el desempleo, la falta de vivienda, la falta de garantías políticas, la colas para ser atendidos en los hospitales, el trancón en las calles, la inseguridad, los jóvenes desaparecidos y/o asesinados en los barrios populares, los habitantes de la calle, las mujeres maltratadas, las palabras de protesta violentamente silenciadas, la baja calidad educativa, la falta de equidad en el reparto de los bienes colectivos, el madrugón para poder llegar a tiempo al trabajo, el salario mínimo que no alcanza ni para lo mínimo, la economía informal, en fin… tantas y tantas realidades del diario vivir. Es ésta la más “Clara” tarea que les queda a
Crítica sana, el mejor acompañamiento
Samuel, quizás la mejor forma de acompañar su gobierno, por parte de quienes lo elegimos y de quienes quieran sumarse en el propósito de construir una ciudad más justa, equitativa y amable, o, mejor, una “Bogotá positiva”, será continuar en el realismo diario de la crítica, de la participación activa en la toma de decisiones, del control ciudadano y la veeduría sobre las acciones de gobierno; de la exigencia día a día por la honestidad, la transparencia y la justicia; y también, si es necesario, de la movilización pacífica, masiva y fraterna para que se escuchen en las calles todas estas voces que pocas veces pueden llegar al oído de los gobernantes porque no son acordes con quienes ostentan el poder de los grandes medios de comunicación.
Bienvenido, entonces, el nuevo gobierno, su gabinete y sus propuestas, en tanto sean nuestras y representen nuestros deseos y opiniones, expresadas en el voto que consignamos por ustedes. Porque las bogotanas y bogotanos estamos a la altura y exigencias de nuestra realidad, no dudamos de que ustedes estén a la altura de la responsabilidad que conjuntamente asumimos.
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