El lunes 5 de mayo,Abdoulaye Wade, presidente
de Senegal, pidió eliminar la FAO (Organización delas Naciones Unidas para la Agricultura y la
Alimentación), apoyado en elargumento de que la actual crisis alimentaria es una muestra de su
fracaso, ypor tanto de su inoperancia y su inutilidad. Lo cual, sin dejar de serrazonable, resulta
insuficiente, ya que deja de lado el hecho de que el fracasode esa institución es el fracaso mismo
de la ‘revolución verde’, que no fueotra cosa que el intento de tratar el campo con los mismos
criterios que laindustria. La búsqueda de las economías de escala obligaron a la concentraciónde la
propiedad de la tierra en pocas manos, así como a un uso intensivo demaquinaria y agroquímicos
representados en fertilizantes y pesticidas, que bienpronto hicieron dependiente al sector rural del
comportamiento de la industriapetrolera. Si bien aquello tuvo un impacto importante sobre la
productividaddel agro en la década del 60 y la primera mitad de los 70 del siglo XX, no esmenos
cierto que ya en 1976 la producción agrícola, medida en kilogramos decereales pér cápita-año,
comenzaba a disminuir. Pues, bien, lainseguridad alimentaria que se ha desatado en el Tercer Mundo
no es más que unefecto retardado de ese hecho, aupado por los desbordados precios del petróleoque ya
ha superado los 120 dólares el barril.
Necesidad negada
En Colombia, losesfuerzos por aumentar la productividad en el campo se
había hecho explícitadesde la primera Misión Currie, patrocinada por el Banco Internacional
deReconstrucción y Fomento (BIRF) en 1950. Y ya sabemos que el desarrollo de talproductividad no fue
ajeno al cúmulo de luctuosos sucesos conocidos en lahistoriografía con el nombre de La Violencia.
Sin embargo, el “problema delcampo” no aparece entre nosotros en la segunda mitad del siglo XX, ya
que enlos años 30, con la Ley 200 de 1936, se había intentado asegurar un suministroseguro de
materias primas y alimentos con precios competitivos, garantizando elacceso a la tierra para quienes
estaban en condiciones de trabajarla. Esteproceso fue abortado con la Ley 100 de 1944, frustrando la
posibilidad dedemocratización de la propiedad y de entronizar un modelo basado en un uso noextensivo
de la tierra.
El intento de una estructuraciónequitativa de la propiedad es nuevamente
bloqueado con los sabotajes que sufrela aplicación de la Ley 135 de 1961, y desde entonces hasta
nuestros días elpaís parece resignarse a convivir con un modelo de campo en el cual las
grandesextensiones improductivas son la norma. Y eso es así porque en buena medida latierra ha sido
una ‘alcancía’ donde se depositan los excedentes de capital queno tienen cabida en el sector
industrial o el financiero.
Fracaso verde
Hoy,con el fracaso reconocido mundialmente del modelo
de la ‘revolución verde’, sehace necesario regresar sobre esa necesidad siempre aplazada de la
reformaagraria, que, entre otras cosas, atraviesa todo el problema de nuestras guerraspasadas y
presentes. En ese sentido, el asunto de la seguridad alimentaria setoca con el de la paz. Por eso,
urge ubicar en el centro de la discusión elcontrasentido histórico que representa el régimen de
Uribe, cuya lógicadesarrollista tiene como base un sector agrario-exportador de plantación
(apuntaladoen la palma africana), así como la sustitución total de productos de consumobásico cuyo
desmonte se inició en la década de los 90 con la aperturaeconómica. Debe recordarse que entre 1990 y
1998 se dejaron de sembrar casi unmillón de hectáreas en el campo colombiano. Y que, si bien hasta
2005 sepresenta una ligera recuperación (cercana a las 200 mil hectáreas), desde eseaño hasta hoy se
inicia una nueva fase de declive. Que Olivier de Schutter,relator especial de Naciones Unidas para
la Alimentación, pida un congelamientode los agrocombustibles es una razón de más para exigir que se
discuta sobre elexótico modelo rural que se nos impone.
No es gratuito, entonces,que en los dos primeros meses de 2008 las
importaciones de origen agropecuarioprovenientes de Estados Unidos hayan aumentado en un 70 por
ciento, mientraslas ventas de Colombia a esa nación lo hayan hecho apenas en un 8,5, dandolugar a
una balanza comercial deficitaria para Colombia en ese sector de laeconomía. Con el agravante de
que, de nuestras exportaciones hacia lametrópoli, el 82,5 por ciento está constituido por café y
flores, productos nosólo con una gran gama de competidores sino asimismo de fácil
sustitución.
Vigencia de la reforma agraria
Lacrisis alimentaria mundial se convierte en una
oportunidad única que da luzverde a los alegatos sobre la perversión que significa el
modeloagrario-exportador, basado en cultivos permanentes, y obliga a los movimientosalternativos a
poner en el centro de la discusión la estructura de tenencia dela tierra, lo que de paso debe
conducir al enlace de la exigencia inmediata deuna reforma agraria con el comienzo de diálogos de
paz con los movimientosalzados en armas, como quiera que esta es una de las motivaciones centrales
detales organizaciones para su levantamiento.
Deotro lado, la decisión de India, Vietnam, Egipto y
Camboya, entre otros, delimitar sus exportaciones de arroz, marca el comienzo de una
etapaproteccionista en los países del Tercer Mundo (los países desarrollados siemprehan sido de
hecho proteccionistas), cuyas razones no pueden ser objetadas porlos economistas oficiosos, en
virtud de que se trata de una asunto desupervivencia frente al que cualquier sofisma de texto se
diluyenecesariamente.
Esta nueva situaciónmarca, en muchos sentidos el fin de la ronda de Doha,
puesto que han sido lossubsidios agrícolas de los países desarrollados el cuello de botella que no
ladeja avanzar, y hoy más que nunca esas naciones van a mostrarse decididas aconservarlos, con lo
cual serán enormes las limitaciones que sufrirá laOrganización Mundial del Comercio (OMC) como
agente regulador y estimulador dellibre cambio. Quizá, como en ningún otro caso reciente, el
discurso del libremercado ha sufrido un mentís tan fuerte que refuerza una tendencia que comienzaa
marcar una declinación pronunciada. El concepto de seguridad alimentaria, delque se quiso despojar a
los países de la periferia, adquiere de nuevo toda sudimensión por la tozudez de los hechos y es
hora, por tanto, de que quienes nodesfallecieron en mantenerlo como bandera hagan sentir su voz con
fuerza.
Defensa estratégica
Ello debe conducir aresaltar que dentro de la seguridad alimentaria debe
incluirse un servicio tanfundamental como el agua, del que no se puede desligar el
suministroenergético. Por tanto, la defensa de las empresas de servicios que aún no hansido
privatizadas, tanto como la nacionalización de aquellas que estén en poderdel capital privado, se
tornan en un elemento que los sectores alternativosdeben esgrimir con toda firmeza y sin ese
carácter vergonzante asumido porciertos discursos contemporizadores hacia los argumentos de la
derecha.
La lógica del gobiernoUribe es clara si se le mira desde la distancia. Su
corporativismo, herenciadirecta del laureanismo, la posición más retardataria de los
conservadorescolombianos, se basa en un modelo en el que las organizaciones de
latifundistas(encabezados políticamente por los ganaderos, a los que Laureano Gómezpertenece)
lideran la economía. Desde tal perspectiva, la eliminación delMinisterio del Medio Ambiente se debe
entender como la remoción de un obstáculoa la potrerización del país y asimismo a la aprobación de
leyes como la debosques, que buscan fortalecer el sector extractivo. La supresión delMinisterio del
Trabajo y el ataque sistemático a los sindicalistas son uncomplemento necesario, pues el modelo
requiere una uniformidad ideológica en elque cualquier idea libertaria resulta incomoda. El intento
de revivir unacentral de trabajadores patronalista es muestra fehaciente de lo que decimos.La crisis
de la parapolítica y el choque con nuestros vecinos, si secontextualizan, muestra las
contradicciones que obligatoriamente surgen entreun modelo decimonónico y contrahecho con un mundo
que lenta peroinexorablemente se ve obligado a ensayar nuevos rumbos.
Sinembargo, a diferencia de México,
permitimos abrir las puertas a laprivatización de nuestra petrolera estatal sin que mediara una
resistenciasignificativa. Igualmente, el gobierno de Uribe dio el golpe final a la salud yestá en
vías de acabar de privatizar el sector energético. ¿No son esos hechos,acaso, motivos más que
suficientes para suscitar una acción concertada de losmovimientos de oposición? ¿No es la hora de la
calle? Metas y propósitosconcretos existen en abundancia. Lo que parece definitivamente hacerle
falta ala izquierda es salir del closet, lo cual será imposible si en nombre delpragmatismo se sigue
considerando que lo importante es cuidar los votos ydiscurrir dentro de lo que es política y
discursivamente ‘correcto’.
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