Estasmanifestaciones son una muestra clara de que el conflicto
ya no puede sermirado simplemente como una confrontación entre el Estado y las fuerzas insurgentes,o
entre éstas y los paramilitares. El ciudadano de a pie, la población civil,es decir, los más
afectados, no quieren que en su nombre se siga derramandosangre y causando dolor en Colombia, y así
lo manifestaron en sus pancartas,vallas, consignas y representaciones en las tres
marchas.
Además, las expresionesmasivas en estas
movilizaciones cobran mayor importancia cuando se examinan losdiversos discursos de los convocantes
a cada una. Los discursos fueron laprotesta contra las farc (4 de febrero), la solidaridad con las
víctimas de loscrímenes de Estado (6 de marzo) y el reclamo por la libertad de lossecuestrados (4 de
abril).
La posición de losmarchantes fue
corroborada por algunos sondeos hechos por la AdministraciónDistrital de Bogotá a través del
Observatorio de Culturas, adscrito a laSecretaría de Cultura, Recreación y Deporte, y dados a
conocer a losorganizadores de las marchas y asimismo a las autoridades del Distrito. Entales
encuestas se consultó con los ciudadanos participantes y entre quienes seindagó acerca de su
posición frente a la firma de un Acuerdo Humanitario y lasolución pacifica del conflicto, a lo cual
los consultados contestaron, casi enlas mismas proporciones, su posición ante estas propuestas (ver
gráficos 1 y 2).
Enesta forma, el
gigante que estaba dormido… alza su voz y reafirma su poder. Másallá de sus rabias, más allá de sus
preferencias y diferencias, el pueblocolombiano, las mayorías ciudadanas, les dicen al Gobierno, a
losparamilitares, a la insurgencia, que es la hora de la paz; NO a la guerra, alas masacres, a los
secuestros y las disculpas para postergar la solución a losproblemas del país. Lo han dicho sin
mediaciones. El Mandato por la Paz, quehace 11 años tuvo 10 millones de votos, se reafirma en esta
nueva manifestaciónde la voluntad popular, pero no mediante un plebiscito o yendo a las urnas,sino a
través de la manifestación política más contundente: reunirse a marchar,movilizarse, protestar,
exigir, hablar y gritar si es necesario, siguiendo dealgún modo el ejemplo de los indígenas
bolivianos en sus grandes marchas, queen la historia reciente tumbaron dos presidentes e hicieron
temblar a los máspoderosos.
Ya es hora de que losdemócratas
recobren la bandera de la paz, arriada por el canto de sirena de unaguerra indeseada e indeseable.
Que entiendan que esta voz es un mandato que nopuede ser desvirtuado con fines electorales o como
coartada para mantenerindefinidamente el conflicto armado. Porque, pese a la manipulación
quepretendieron algunos medios de comunicación y pese también al sesgo inevitablede cada una de las
convocatorias, queda claro que las grandes mayorías quierenreconstruir un país donde quepamos todos,
y quieren hacerlo preferentemente pormedios pacíficos.
Yfrente al dolor
de las víctimas del secuestro, de las desapariciones, de losdesplazamientos, de las masacres, hay
una reacción airada y exigente. Ya no esla voz suplicante y acongojada por la tristeza de la pérdida
de las vidas o dela libertad de personas injustamente cautivas, muertas o forzadas a abandonarsus
terruños. Es una voz digna que ya no se callará jamás.
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