Ciénaga es uno de los municipios con mayor biodiversidad en
el mundo y, a la vez, hoy día una de las regiones con mayor deterioro ambiental
de Colombia.
Referirnos a esta región obliga a citar a sus milenarios
pueblos palafíticos que escogieron lo que cronistas como Castellanos
denominaron “Valle de Cienaguas”, Ciénaga Grande de Santa Marta, como el lugar
para desarrollar sus vidas. Desde allí se divisa la conectividad de ecosistemas
diversos y variados que fusionan el último llanto de los Andes –entendido éste
como el Río Grande de la Magdalena– con las aguas cristalinas y heladas de la
montaña costera más alta del mundo. Sí, desde la Ciénaga Grande, al ver los
nevados de la Sierra y bañarnos en la fusión de aguas provenientes de ésta, de
los Andes y del Caribe, se puede colegir con claridad que somos una unidad y a
la vez mosaico de pueblos con diversos elementos culturales y un arraigo común
a nuestro paisaje, a nuestro entorno, a nuestra tierra o, mejor, de nuestra
tierra por nosotros.
En últimas, no hay que olvidar que
muchos hemos comido ostras y mojarras de la Ciénaga Grande, y que estos pueblos
eligieron vivir allí, aislados en la exuberancia, en la abundancia de recursos
naturales, de manera primitiva, sin que pudieran elegir otro destino frente a
la degradación de su entorno, fruto de los vertimientos de aguas residuales que
sin tratamiento previo se hacen en la cuenca del Magdalena por el 75 por ciento
de la población de Colombia, residente en ciudades con precarios sistemas de
alcantarillado que no hacen tratamiento previo al vertimiento, a pesar de que
sí cobran el servicio.
La zona bananera de Ciénaga fue el
origen también de la riqueza en la costa caribe de Colombia a principios del
siglo XX y, a la vez, del movimiento obrero más numeroso e importante que fue
masacrado en 1928. La sangre no ha parado de regar la tierra cienaguera desde
la Conquista, las batallas navales de la Independencia, las Bananeras, la
masacre paramilitar de pescadores en la Ciénaga, el paramilitarismo en la zona
bananera y palmera.
Ciénaga parió el Carnaval, el mismo que hoy se celebra en
Barranquilla, nos dio la cumbia, la leyenda del caimán, quien
recientemente volvió, investido de poder presidencial para hacer de Ciénaga una
Tomasita que le seduce hoy, sólo por sus regalías.
El baile del caimán
El consejo comunal celebrado en abril de 2008 en esta ciudad
muestra con claridad que no se trata de un acto de democracia sino de todo lo
contrario: una puesta en escena del estilo aquel de fustigar arrieros que a su
vez conducen a un pueblo al cadalso mientras un animador explota el hambre y la
miseria humana, a la vez que extrañamente consolida una popularidad por el
despótico ejercicio de poder, muy a pesar de la corrupción latente que ya,
según él, es ajena y no propia. Un espacio que busca darle legitimidad a un
modelo de gobierno absolutista y que también pretende darle apariencia social a
un modelo económico altamente concentrador de riqueza y nada redistributivo.
La restricción de ingreso al Consejo Comunal evidencia que la
asistencia o, más bien, la invitación a las madres comunitarias es deliberada,
para efectos de poner una cuota maleable de masa, dado que el tema de los
almuerzos comunitarios será el único de carácter social por tratar donde más
del 66 por ciento de la población apenas sobrevive a la pobreza, la totalidad
sufre la deficiencia de los servicios públicos básicos, el 70 carece de
continuidad en los mismos, y de coberturas básicas el 50. Esto es tétrico y
doloroso, por decir poco.
Un caimán que, al iniciar su show room,
pregunta animosamente dónde están las madres comunitarias, para luego insultar
al Ministro de la Protección Social y asimismo a la Directora Nacional de
Bienestar Familiar sobre la base de la corrupción de la funcionaria regional,
que –siempre según él– era desconocida para el impoluto gobierno nacional,
como si se tratara de un nombramiento que no fuera cosa de sus amigos, de su
esfera de poder; como si aquí existieran cargos de carrera administrativa,
escogidos por méritos y no producto de la
especulativa oferta y demanda de poderes y favores cada vez más vergonzosos, en
la lucha por mantener el poder público concentrado en un solo órgano-persona.
Sí, señor, el Estado eres tú, sólo que es fallido y no quiero repetir lo dicho
ya por Vallejo cuando renunció a su nacionalidad.
Al aprovechar el ánimo festivo, la
inocencia popular, el hambre, la miseria y, por qué no, el goce colectivo del
escándalo por el despido público de la funcionaria acusada de no dar los
almuerzos comunitarios contratados, consolida el caimán su presencia en
el escenario y continúa la fiesta en la cual una élite empresarial y de
funcionarios públicos comienza a plantear los megaproyectos empresariales de
carácter privado que sacarán a vivir, como aquí se diría, a esta región;
proyectos agroindustriales de biodiesel y de caña de azúcar. Los problemas
públicos básicos e insatisfechos no cuentan; son sólo una cifra, una
estadística, y merecen cuando más una cortante frase de… ¡En eso estamos
trabajando!
Nadie tiene la posibilidad de
controvertirle luego de su consolidación en el escenario, nadie se atreve, y
viene el zarpazo a Tomasita, sí, a la pobre Ciénaga, con el anuncio de que el
municipio seguirá con la regalías congeladas, es decir, que el gasto de las
mismas corresponde al gobierno nacional y no al gobierno local, como la
Constitución y la ley mandan.
El bocado
A este respecto, cabe preguntarse: ¿La
decisión de congelar las regalías –además de ser inconstitucional por
desconocimiento de los principios de descentralización y de autonomía
administrativa que caracterizan a las entidades territoriales y las distinguen
de la nación– puede mantenerse con respecto a una administración que
recientemente ha sido elegida en el municipio? ¿No sería equivalente a
desconocer que la nación cuenta con otras herramientas y entidades para dar
apoyo y fortalecer los municipios, capacitar a los funcionarios y hacer
seguimiento a la inversión de los recursos? Creo que para esto se concibieron
la Escuela Superior de Administración Pública, el Departamento Administrativo
de la Función Pública, el Pacto por la Transparencia y Planeación Nacional.
Puede afirmarse que tal “directriz política” debilita al
Estado como conjunto y replica en el nivel central lo que se ha ejemplarizado
en el Magdalena, Cesar, La Guajira y Arauca en cuanto a inversión de regalías,
aquello de que la ley y los principios constitucionales son tan solo un
referente.
La conclusión no es diferente de que la clase política
magdalenense no está capacitada para afrontar la embestida del caimán.
Cuando se escucha a quien personifica en este show a la joven Tomasita, es
evidente su candidez y su desconocimiento de la administración pública, por
cuanto con el dinero que Ciénaga tiene congelado en regalías podría dar
cobertura con calidad a gran parte de las necesidades básicas de la población.
Si bien Ciénaga escogió esta vez como
Alcalde a un médico que la había diagnosticado como enferma durante su campaña,
¿está el galeno en capacidad de exigir los instrumentos necesarios para
intervenir el paciente? Hay que recordarle que pertenecen al municipio, y qué
pésimo negocio le resultó plantear como su magna obra un camellón turístico en
Ciénaga, es decir, sobre una zona costera contaminada por coliformes fecales
provenientes del río Magdalena, cuyo valor asciende a 3.800 millones de pesos
y, peor aún, solicitarle al caimán que le apoye en esto, a lo cual, ni
corto ni perezoso, manifestó que daría la mitad del dinero en cuotas para que
antes de finalizar el baile de su período el camellón se inaugurara. En cuanto
a las regalías, estas que hoy ascienden a más de 40.000 millones de pesos
seguirán en el buche del caimán.
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