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Canteras del río Tunjuelo. “La pirámide invertida”

La explotación del río Tunjuelo y toda su cuenca suma varios años. El desastre ambiental se ve por doquier, lo sufren los habitantes de los barrios aledaños pero también quienes radican en otros sitios de Bogotá. Las empresas Holcin, Cemex y San Antonio, concesionarias de los terrenos, se han lucrado de su explotación. Y pretenden que el negocio crezca. Por eso proponen desviar y canalizar el río, abriendo más espacio para continuar con la extracción. Los terrenos del batallón de artillería son de su apetito. Ministerio de Defensa y Alcaldía Distrital dan su aval. ¿Es beneficioso para la ciudad que la explotación prosiga y se ahonde?

De ingenuos, incautos y hasta oportunistas fueron catalogados los millares de hombres y mujeres que sin más opciones de ahorro o desarrollo económico productivo se lanzaron a la aventura de participar en las pirámides crediticias. Esa misma ‘ingenuidad’ es la que pareciera acompañar ya no sólo a los arriesgados inversionistas sino también a todos los bogotanos y bogotanas ante la construcción de una nueva pirámide que por sus características físicas podemos llamar “la pirámide invertida” del río Tunjuelo.

Cerca de 39.000 hectáreas componen la cuenca del río Tunjuelo, ubicada en la zona sur del área urbana de la ciudad de Bogotá. Allí habitan 3 millones 400 mil personas con grandes problemas de pobreza, desempleo, y déficit cuantitativo y cualitativo de servicios públicos y sociales. Por ocho localidades (Sumapaz, Usme, San Cristóbal, Ciudad Bolívar, Tunjuelito, Rafael Uribe Uribe, Kennedy y Bosa) transcurre la suerte de este legendario río que nace en la laguna de Chisacá, a 3.700 metros de altura (Localidad de Sumapaz), y desemboca en la vereda Bosatama, a 2.560 metros de altura (Localidad de Bosa).

En sus 73 kilómetros de extensión alberga los embalses de Chisacá (3.120 metros de altura) y La Regadera (2.900) y están localizados importantes proyectos territoriales y urbanísticos, como la ampliación del relleno sanitario “Doña Juana” (300 hectáreas, como lo prevé el Plan de Ordenamiento Territorial), que recibe las cerca de 7.500 toneladas de basuras diarias que genera Bogotá; tres parques minero-industriales; el programa de vivienda de interés social más grande de la ciudad, “Operación Nuevo Usme”; una gran red con vías de alta velocidad para conectar el “puerto seco”, y la zona franca con los ejes sur-occidental y sur-oriental de abastecimiento de la ciudad, entre otros.

Las riquezas minerales, bióticas y energéticas, junto con los millares de mujeres y hombres que habitan este hermoso territorio, lo proyectan como uno de los más apetecidos lugares para la instalación de grandes proyectos de explotación minera de carácter multinacional, dejando grandes secuelas en el medio ambiente, principalmente en la salubridad y calidad de vida de quienes allí habitan. Sólo cabe recordar que cerca de un millón de personas, que habitan en 35 barrios de la zona, en la actualidad ven afectadas sus viviendas por las inundaciones y el peligro de deslizamientos por remoción en masa de grandes volúmenes de tierra que allí se efectúan.

Mientras en este territorio millares de personas todavía no tienen garantizado su derecho constitucional de habitar en viviendas dignas, las grandes empresas multinacionales como Holcin y Cemex extraen de sus suelos el 89 por ciento de los materiales básicos para todas las construcciones de la ciudad, sin compensación alguna para los habitantes de la zona. Así, las quebradas La Chiguaza, Santa Librada, Bolonia, Yomasa, Limas y Trompeta, y el propio río Tunjuelo en las localidades de Usme, Kennedy y Bosa sufren por la extracción de materiales del subsuelo, el relleno de zonas de inundación, y la ocupación de sus rondas y humedales para incorporarlos al mercado del suelo.

En igual forma, los lixiviados de cerca de 15 litros por segundo que se depositan en el río, de los cuales se desconoce su composición bacteriológica, probablemente con grandes cargas de “coliformes totales y fecales”, como de otros organismos patógenos, junto con las partículas de gravillas y arenas que se transportan en el aire por la explotación de las canteras, y que causan un sinnúmero de afecciones bronquiales, epidemias y enfermedades respiratorias en la población, primordialmente en los niños, hacen de la zona (por ejemplo en Mochuelos) un territorio en permanente emergencia sanitaria, precarias condiciones de salubridad pública, y altos y diversos índices de contaminación.

La pirámide invertida

La explotación mineral de la cuenca ha dado como resultado una intervención física que pone en grave riesgo el equilibrio ambiental y, claro está, la calidad de vida de los vecinos del lugar. La explotación corresponde a areneras de peña, canteras de piedra, recebos, gravillas, arcillas, greda para ladrillo chircal, material para tubos de gres y otros agregados de gran importancia en la industria de la construcción.

Los valores de estos minerales son incalculables, más aún cuando las características de los mismos son inigualables, y las condiciones y las garantías para la explotación que se les dan a las grandes multinacionales son excesivamente generosas, por llamarlas de alguna manera, y poco exigentes en el control de sus efectos nocivos tanto en lo ambiental como en lo social.

En lo referente a la explotación que se lleva actualmente en los terrenos de las empresas Holcin, Cemex y San Antonio, la intervención en el terreno ha creado una nueva morfología en los suelos, resultado de las exigencias de las normas para la protección de los corredores ribereños que sólo permiten intervenir a partir de 15 metros de las márgenes del río. En la medida que se avanza en sentido horizontal, después de la ronda de protección exigida, se va profundizando en sentido vertical, quedando una gran montaña de gravillas y arenas que, de mantener el río su cauce natural, no podrían ser explotadas, significando para las empresas “un gran desperdicio de material”, lo que les significa dejar de percibir multimillonarias sumas de dinero. Ante ello no se resignan. Es así como han propuesto desviar y canalizar el río, comprando los terrenos de propiedad del Ejército Nacional (Batallón de Artillería) y construyendo el canal artificial bordeando la Avenida Caracas, por el cual correría el volumen vivo del río.

El diagrama adjunto describe claramente la morfología actual del terreno y sus transformaciones futuras en caso de tolerarse la intervención propuesta. El costo de ésta, más la rehabilitación ambiental en torno al gran lago que se genere, pudiera ser asumido por las empresas mineras, haciéndolo aparecer ante los ojos de la ciudadanía como generoso y justo. Sin embargo, las ganancias futuras por los millones de metros cúbicos de arcillas, arenas, gravillas y demás materiales que de allí se extraigan hacen irrisoria la inversión propuesta.


Índices de contaminación en la cuenca del río Tunjuelo*

Aguas residuales domésticas: generan el 54 por ciento del total de la carga, siendo ésta la mitad de la contaminación orgánica, compuesta por 115 mg/l de Desechos Biológicos Orgánicos y 4,37 mg/l de detergentes.

Aguas industriales: con el 46 por ciento del total de la carga orgánica de la cuenca, compuesto por metales tóxicos, fenoles, aceites y grasas.

Contaminación química: metales pesados como cadmio, plomo, mercurio, cobre y níquel, procedentes de los vertimientos industriales (frigoríficos, plásticos, pinturas, cerámicas, metalmecánicas, químicos y curtiembres) y domésticos, de alto nivel tóxico, que inhiben la proliferación de bacterias necesarias para la descomposición de la materia orgánica.

Contaminación física: vertimientos de arcillas, arenas, gravas y otros materiales provenientes de la explotación del subsuelo y que generan turbidez en las aguas, sedimentación de cauces y lagos, y colmatación de lagunas y embalses.

Contaminación bacteriológica: generada por la alta concentración bacteriológica y la disminución de oxígeno disuelto.

*    Somos Urbano Rural, SUR. “Desde Sumapaz hasta Bosa se construye territorio Tunjuelo”. Miembros de la Asamblea General del Sur: Cuenca Río Tunjuelo (Asojuntas de Ciudad Bolívar, Bosa, Tunjuelito y Usme; Juntas de Acción Comunal de los barrios afectados; Fundaciones; Organizaciones sociales de jóvenes, mujeres y derechos humanos; Comités comunitarios y barriales; Procesos estudiantiles y docentes; Procesos de microcuencas y humedales y Sector Campesino) Bogotá, enero de 2009.


¿Dónde, por qué, cómo, cuándo, quién?

El problema no es sólo, ni principalmente económico o financiero, sino también social, cultural, político y ambiental. Surgen así diversos cuestionamientos en torno a esta montaña o pirámide invertida de gravillas, arcillas y arenas.

¿Dónde están las autoridades encargadas del control y del ambiente, y su consiguiente sostenibilidad y/o sustentabilidad?

¿Por qué se sigue tolerando e incentivando la explotación ambiental sin límites ni controles, poniendo en riesgo el futuro natural de los ecosistemas, y la vida de las especies y las personas que en ella habitan?

¿Cómo nuestros gobiernos distritales, que se definen como protectores del medio ambiente, en aras de jugosos contratos y generosas concesiones a los intereses de particulares, promueven este tipo de intervenciones?

¿Por qué anuncia el ministro de Defensa, Juan Manuel Santos, las ventajas de este negocio que llevaría a ampliar las arcas del Ministerio que se ha caracterizado por su vocación y dedicación a la guerra?

¿Por qué acompañaba al Ministro en este entusiasta anuncio el señor Alcalde Mayor de Bogotá, Samuel Moreno Rojas?

¿Cuándo serán los ciudadanos los beneficiados por el uso de nuestros recursos naturales, bióticos y energéticos (dentro de todos los controles y limitaciones exigidas por la racionalidad ambiental), con mejores condiciones de habitación, servicios sociales (educación, salud, cultura), empleo digno y condiciones adecuadas para el ocio, el esparcimiento, y el desarrollo cultural, físico y espiritual?

¿Por qué la discriminación positiva que los gobiernos dan a las multinacionales, bajo el sofisma de atraer inversión y generar riqueza, no es la constante en las acciones de gobierno en aras de superar las condiciones de pobreza y marginación en que se encuentra más del 51 por ciento de la población de la ciudad?

¿Será acaso este ejemplo un elemento ilustrativo sobre las políticas sociales de la Alcaldía de Bogotá y sus principios democráticos y de izquierda que pregona?

Y, finalmente, ¿cuándo alzaremos nuestras voces de preocupación y protesta por los negocios de estas rentables pirámides que enriquecen a muy pocos (por demás, extranjeros), e impiden la equidad y la justicia anheladas por las mayorías?

También nos preguntamos: ¿Quién nos consultó cuando invirtieron nuestros impuestos, nuestros sueños y nuestras esperanzas en estas pirámides?

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