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“La mayor parte de la ciudad ha sido construida por los pobres”

“La mayor parte de la ciudad ha sido construida por los pobres”
El pasado 29 de marzo, otras 34 familias del barrio Potosí, en Ciudad Bolívar, recibieron el título que les certifica la propiedad de su vivienda. Con ello ya son cerca de 200 las familias que concretan un triunfo que les recuerda una lucha de más de 20 años. Lograr vida digna en todos los aspectos es el propósito actual.
 
La disputa por el derecho a un pedazo de tierra en Colombia, tanto en el campo como en la ciudad, es y ha sido perenne. La tierra, acaparada por unos pocos, somete a la mayoría a la desposesión, y en no pocos casos a la sumisión ante el ‘señor’. Se sufre el latifundismo como realidad económico, política y militar. Alrededor de esta realidad, se desprende una constante confrontación para hacer realidad la justicia y la democracia. En este entorno, en medio de guerras civiles, violencia política, autoritarismo de Estado, desplazamientos sin fin, etcétera, se construyeron nuestras ciudades. Bogotá no es la excepción.
 
Ciudad de contrastes y dolores. Quienes ya vivían en la capital o la visitaban por allá en la década de los 70 y 80, apreciaron la multiplicación sin par de los techos de paroi. Eran épocas de invasiones. La tierra se aruñaba, se arrebataba. Poco a poco, los cerros de la ciudad, orientales y occidentales, pero también su parte plana, se llenaron de familias sin techo. Miles de miles que llegaban a conformar los cinturones de miseria.
 
El Estado cerraba los ojos y sólo actuaba para desalojar. En ocasiones lograba su propósito, pero casi siempre los pobladores le doblegaban el brazo policial y militar. Así, ante la indiferencia oficial, la ciudad creció y creció. Pero otras veces, el Estado mismo, en contubernio con entidades internacionales, implementaba políticas para atraer a los pobres a un espacio determinado. Lauchlin Currie, asesor del presidente Misael Pastrana, sustentaba a principios de los 70 que la emigración campo-ciudad era buena, pues así se desinflaba la lucha por la tierra, ampliándose al mismo tiempo la demanda de alimentos desde la urbe, lo que necesariamente multiplicaba el trabajo rural. A la par, propiciaba una acumulación de capital mediante la construcción de vivienda destinada a los recién llegados. Corporaciones financieras como Conavi y Davivienda deben su nacimiento, su crecimiento y su enriquecimiento a esta concepción defensora del poder tradicional.
 

“Las casitas de cartón”

 
Una década después y desde otra lógica, se multiplica Ciudad Bolívar. Poblamiento no casual. Hoy se sabe que, para impedir que los tugurios se dispersaran por toda la ciudad o para evitar que rodearan el centro del poder, se creó en la base plana de esta parte del Distrito Capital el barrio Candelaria, y el ‘imán’ de la loma que daría albergue a barrios como el Manuela Beltrán. Su patrocinador, un crédito del BID por 115 millones. adminsitrado a través del programa Piduzob. Alentados por este suceso, surgirían en pocos años otros barrios colindantes con éste, como La Argentina y Jerusalén.
 
Sin gozar de los beneficios de este programa, pero como efecto colateral del mismo, cientos de familias continuaron construyendo hacia arriba y llegaron a lo que hoy se conoce como el barrio Potosí. Cuando llegaron sus primeros pobladores, el calendario marcaba el año 1982. La tela asfáltica comenzó a marcar el horizonte. Las familias procedían de otros departamentos o de otros barrios bogotanos, empujados por la violencia, por el abandono estatal, o simplemente por la pobreza, manifestada –entre otros aspectos– en los inquilinatos, en el hacinamiento, en la falta de techo para proteger a la familia. Lucha titánica. Cada familia se hacía a su pedazo de tierra con unos pesos en efectivo, pero también juntando, además del dinero exigido, algunos bienes –neveras, estufas, planchas. Los especuladores del suelo, los constructores piratas, no escondían su afán de lucro inmediato. En los años que siguieron, el barrio y sus alrededores prosiguieron su poblamiento. Y no tardó en aparecer el dueño histórico de los terrenos reclamando su posesión.
 
Poco a poco, la tela asfáltica –el paroi–, a veces la madera, le dio paso al ladrillo. Las casas comenzaron a ganar forma. Desde entonces, la lucha ha sido constante. Con el esfuerzo de todos sus pobladores, con pico y pala, se abrieron trochas para que entraran los vehículos. Se tendieron mangueras para el agua, se delimitó el barrio. Con esfuerzo se tendieron los cables para la luz, al tiempo que se ganaba en organización popular para demandar transporte, agua, cocinol, salud y otros derechos que el Estado ‘olvidó’ garantizar. Con marchas, mítines y tomas ante distintas entidades distritales y nacionales se ganó el derecho. No sin razón se puede asegurar que la enseñanza era y continúa siendo evidente: sólo la unidad popular, la disposición a demandar u obligar al Estado, garantiza que los pobres hagan realidad sus sueños.
 
La unidad lograda, en este caso, se da alrededor de la Junta de Acción Comunal, hoy Consejo Comunal. Su asesoría y su acompañamiento constantes a todos los habitantes del barrio garantizó –garantiza– que no se presentaren estafas, que los beneficios de la lucha sean para todos y no sólo para unos, que el conocimiento de los derechos humanos se haga posible para todas las familias. Únicamente la unidad vence.
 
Esta organización, fortalecida a través de los años, más el esfuerzo de cada uno de los poseedores de predio, así como su compromiso, cosecharon el cambio paulatino de su barrio. Atrás quedaron los peores tiempos, los más difíciles. Vino el tiempo para mejorar la vivienda, proyecto del que se han beneficiado no menos de 300 familias: canalización de aguas negras, normalización del servicio de agua y luz, pero también algunas reubicaciones por problemas de deslizamiento. Aún hoy, unas 150 familias están instaladas en terrenos no apropiados, y resulta necesario conseguir que no pierdan lo conseguido: reubicación, pero en mejores condiciones de vivienda.
 

La familia Gaviria

 
Sin embargo, pese a los avances, era mínima la inversión del Distrito en el barrio. Su disculpa: el barrio no es legal. Detrás estaba la demanda de propiedad de la familia Gaviria. Desde 2003, el pleito pasó a los juzgados. El Consejo Comunal asumió el reto y dirigió la asesoría jurídica para todo aquel que lo aceptará dentro de la comunidad. Las pruebas se recogieron. Los años de vivir allí, las construcciones, certificaban que los verdaderos dueños eran las familias aquí residentes. De esta manera, se inició un proceso de pertenencia, proceso lento y díficil pero que en el curso de tres fallos arroja felicidad para cerca de 200 familias.
 
En efecto, así empezaron a fallar los jueces. Con el certificado de propiedad en la mano, muchas familias respiran con más tranquilidad, entre ellas las 34 que el pasado domingo 29 de marzo, por fallo del Juzgado 10 Civil del Circuito de Bogotá, recibieron de manos del Consejo Comunal del barrio las escrituras públicas que los acreditan como propietarios de su techo. Felicidad que cierra un ciclo y abre otro. Se ha coronado una batalla, pero todavía no termina la lucha.
 
 

Recuadro:
 
En el barrio Potosí, de Bogotá


Entrevista con María Olivia Pérez

 
desde abajo llegó hasta la vivienda de María Olivia Pérez, ubicada en el barrio Potosí, de Ciudad Bolívar. María Olivia, por muchos años cabeza de hogar, recibió hace poco la escritura pública de su predio, tramitado y obtenido por la Junta de Acción Comunal de su barrio a través del proceso de pertenencia por juzgado.
 
¿Cuánto hace que usted llegó a Potosí?
 
– Yo llegué a Potosí hace 24 años.
 
¿Cómo ha sido la lucha por la vivienda, qué ha hecho usted para levantar su casa y sacar adelante a su familia?
 
– La lucha por la vivienda ha sido constante, muy dura, mis hijos estaban pequeños y hoy ya son mayores de edad y todo lo he logrado con mucho esfuerzo.
 
¿Cómo hizo usted para adquirir la escritura pública de su vivienda?
 
– Hace unos años supe por las asambleas que hace la Junta de Acción Comunal del barrio que se iban a iniciar procesos de pertenencia para la titulación de predios, y que era la acción más recomendada para obtener la escritura pública, entonces me interesé, llené los requisitos y ahora tengo mi título de propiedad.
 
¿Cuáles son los requisitos que exige la Junta para inscribirse en el proceso de pertenencia?
 
– Llevar papeles como fotocopia del documento de compra-venta del predio, recibos originales de servicios públicos (agua, luz, teléfono), que comprueben la posesión pacífica del predio por cinco o más años, estar pendiente y asistir a las reuniones que nos citen. Eso.
 
¿Qué ha aprendido usted con esta lucha por la vivienda durante todos estos años?
 
– He aprendido a creer más en la comunidad, en la gente y en la Junta de Acción Comunal del barrio.
 
¿Usted cree que los representantes de la Junta de Acción Comunal de Potosí están haciendo las cosas bien?
 
– Sí, estoy segura.
 
¿Ha averiguado qué beneficios le trae o qué puede hacer con la escritura de su predio?
 
– Sí. Ya con la escritura se puede pedir subsidio de mejoramiento de vivienda, préstamos con alguna institución financiera y otras cosas. Lo más importante es que ya se tiene la titulación, ya se tiene la escritura.
 
¿Qué le aconseja a la gente del Potosí que todavía no cree en el trabajo de la Junta ni en los procesos de pertenencia para lograr el título de propiedad de su predio?
 
– Que se animen, que crean en su Junta de Acción Comunal, que paguen lo justo para que también tengan su escritura.

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