La situación económica mundial continúa deteriorándose y son los países en desarrollo los que sufren las más graves consecuencias. Sus exportaciones son las más afectadas. De hecho, algunos países asiáticos registran una disminución de las exportaciones de entre 30% y 40%. También cae el precio de los productos básicos de los países dependientes de dichos productos. Se reducen las reservas de divisas de más países en desarrollo, y existe la posibilidad de que dichos países deban solicitar préstamos de emergencia para atender obligaciones de pagos en el extranjero.
El Grupo de los 20 (G-20), en la cumbre celebrada a principios de abril en Londres, fue incapaz de decidir sobre la reforma del sistema financiero internacional. Tampoco supo adoptar un plan macroeconómico contra la recesión mejor coordinado ni medidas para corregir los desequilibrios mundiales. Si bien, en el seno de este grupo, se han asignado roles más importantes a países como el Brasil, China, la India y Sudáfrica, los principales países desarrollados aún dominan el programa de actividades. A ello se suma la falta de legitimidad del G-20, derivada de la exclusividad de dicho “club”. Así es que las preocupaciones de los países en desarrollo no reciben la atención ni son dignas de las soluciones que merecen.
Las Naciones Unidas son, sin duda, un órgano más legítimo y, debido a que los países en desarrollo son mayoría, pueden conseguir la elaboración de un programa de trabajo más amplio y más centrado en el desarrollo. De ahí que la conferencia de las Naciones Unidas sobre la crisis financiera y económica mundial, que se celebrará del 1º al 3 de junio próximo en Nueva York, revista tanta importancia. La reunión está convocada al más alto nivel. Por lo tanto, se espera la participación de los jefes de Estado y de gobierno. Las Naciones Unidas deben desempeñar un papel central en la determinación de las causas de la crisis, en el análisis de sus efectos (en particular, en los países en desarrollo) y en la adopción de medidas relativas a la reforma de los sistemas financiero y económico internacionales y a la mitigación de los efectos de la crisis en los países en desarrollo y en sus perspectivas de desarrollo.
La conferencia de Bretton Woods que dio lugar a la arquitectura comercial y financiera dominante tras la Segunda Guerra Mundial fue organizada bajo los auspicios de las Naciones Unidas. Las Naciones Unidas y sus organismos han desempeñado funciones protagónicas en materia económica y de des-arrollo durante varias décadas. No obstante, en los últimos años, las instituciones de Bretton Woods en particular han desplazado, gradualmente, a las Naciones Unidas y se han desempeñado como foros donde se adoptan decisiones, se presta asesoramiento en materia de políticas (o, más precisamente, se imponen condiciones normativas) y se ponen en práctica proyectos. Debido a que el Fondo Monetario Internacional (FMI) no prestó un asesoramiento normativo adecuado en relación con los préstamos otorgados a países en desarrollo perdió gran parte de sus actividades crediticias, pero sólo hasta que estalló la crisis. Ahora, el G-20, tras su cumbre, decidió aumentar los recursos crediticios del FMI. El FMI no se ha reformado aún (ya sea en términos de su gobernanza o de sus políticas), por lo tanto es probable que el impulso que se ha dado a su rol cause más problemas.
Es tiempo de que se dé a las Naciones Unidas el papel protagónico que merece, y la conferencia de junio es el mejor punto de partida. La conferencia no debería ser un evento aislado. En dicha ocasión debería decidirse sobre un proceso destinado a generar un mayor debate, nuevas actividades y una renovada formulación de políticas; sobre las actividades y las reformas necesarias de los sistemas financiero y económico mundiales; sobre los efectos de la crisis en los países en desarrollo y sobre cómo abordar, de forma concreta, estas cuestiones. Y a la hora de abordarlas, se debe asignar a las Naciones Unidas y a sus organismos un papel significativo.
Los interrogantes son varios: ¿Cuáles son las medidas necesarias para abordar la crisis? ¿Qué programa y marco normativo deberían adoptarse? ¿Qué funciones, y a qué instituciones, deberían asignarse en el marco de la implementación?
Recuadro
Padre D’Escoto: ¡Que se discuta todo!
El Tercer Mundo no puede continuar financiando al primero”, dijo el padre Miguel d’Escoto, presidente de la Asamblea General de las Naciones Unidas, el lunes 11 de mayo en conferencia de prensa. Los países pobres son presentados como mendigos y los ricos como benefactores, “pero cuando quieren una guerra que no pueden financiar comienzan a imprimir dinero y países como el mío (Nicaragua), que tienen sus reservas en dólares, ven cómo éstas pierden valor”.
“Hay que discutir todos estos temas”, dijo D’Escoto, explicando por qué presentó como borrador de declaración para la cumbre de las Naciones Unidas sobre la crisis económica, que se realizará en Nueva York en los primeros días de junio, un documento ambicioso, que recoge casi todas las recomendaciones de la Comisión Stiglitz.
La mayoría de los países ricos rechazó este documento, alegando que la base de discusiones debería ser la propuesta redactada por los embajadores de Holanda y de San Vicente. D’Escoto alegó haber tenido esa propuesta en cuenta, pero que su deber era escuchar también las opiniones que le expresaran directamente los gobernantes en sus viajes por todo el mundo, así como las de las organizaciones sociales y los expertos.
Por: Martin Khor, director ejecutivo de South Centre, una organización de países en desarrollo con sede en Ginebra.
Leave a Reply