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Calamar, Guaviare. Los Nukak, patrimonio de la humanidad, se extinguen por el olvido

Calamar, Guaviare. Los Nukak, patrimonio de la humanidad, se extinguen por el olvido

La enfermedad más grave que está matando a los indígenas Nukak Makú –desde el punto de vista social– es el olvido y el abandono del Estado. No hay atención en salud ni inversión social. Las instituciones del Gobierno se tapan los ojos frente a la situación de este pueblo.

Uno siente que no hay intención ni voluntad por parte de las instituciones del Estado para responder a la situación de los Nukak. No les importa y no generan recursos económicos para atenderles. Uno siente que está hablándole al viento: se pierden las palabras y los textos de solicitud. Es una situación de impotencia que uno no sabe cómo explicar…

Soy Albeiro Riaño, médico, especialista en alta Gerencia del Sistema General de Salud, de la Universidad Tecnológica de Pereira. Fui nombrado por la Autoridad Nacional de Gobierno Indígena (ONIC) –desde 2007– para atender a los Nukak, dada su difícil situación.

La negativa insistente de los entes territoriales encargados de la atención en salud y de la contratación llevó a la ONIC a asumir esta función. Mi compromiso es hacer visible la situación de los Nukak y otros pueblos frente a la indolencia del Estado y sus instituciones.

Indolencia ante visible drama

A comienzos de los años 50 del siglo pasado, mucha gente sabía que los indígenas Nukak Makú existían pero entonces no se hizo mucho alboroto. Hace 21 años, en el municipio de Calamar (Guaviare), los Nukak aparecieron para el mundo.

Entre 1987 y 1988, recuerdo, fue el boom nacional: “Los Nukak Makú, último pueblo nómada del mundo, genéticamente puros…”. Pasó la euforia publicitaria, y al Estado y los distintos gobiernos se les olvidó que tenían que implementar acciones para protegerles.

Luego de su aparición, el conflicto –contacto violento– entre colonos y nukaks ocasionó un primer desplazamiento a Calamar y Mapiripán. Desde ahí, el Estado les abandonó a su suerte. No se generaron condiciones adecuadas para atenderles; no se les brindaron garantías de seguridad para permanecer en su territorio ni para recrear y vivir su cultura.

En 1992 hubo acompañamiento humanitario para el retorno de los Nukak al territorio, pero a un lugar no apto para ellos: Tomachipán. Habían salido de otra zona. A su retorno traían gripa y enfermedades adquiridas por contacto con los colonos en su permanencia en Calamar.

En su peregrinar hacia la zona de Charras, al entrar en contacto con otros grupos Nukak, diseminaron estas enfermedades, ocasionando gran mortalidad especialmente de adultos, jóvenes y ancianos. Se estima que entre el 40 y el 50 por ciento de población nukak murió entre 1992 y 1996. Pienso que más de mil personas, aunque investigadores como Héctor Mondragón, Carlos Franklin Dani Mahecha hablan de 1.300 o de 1.400 personas.

Con la muerte de los ancianos se perdió gran parte de sus costumbres tradicionales, pero el Estado no visibilizó esta realidad. A pesar de lo que ha pasado, no hay una conciencia nacional con respecto a los Nukak y poco nos duele su penar. ¿Tendremos qué esperar su irreversible extinción para conmovernos…?

Olvido y enfermedad

Entre 2002 y 2003 se generaron desplazamientos hacia el casco urbano de San José, circunstancia que hizo algo más evidente su situación. Pero las instituciones del gobierno continúan tapándose los ojos frente a la situación real de los Nukak, y éstos carecen de acompañamiento humanitario, así como de educación e inversión social, y ni siquiera cuentan ellos con atención en salud.

El proceso de colonización territorial emprendido por colonos que llegaron a tierras de los Nukak les inculcó –les impuso– una serie de necesidades que antes no tenían, tanto como creencias y costumbres contrarias a las suyas. Cambiaron sus alimentos tradicionales por panela, arroz, azúcar, pastas… alimentos no apropiados para sus formas de vida, lo cual generó problemas de desnutrición y otras enfermedades.

Las enfermedades prevenibles no se atienden por falta de condiciones o una mínima responsabilidad social del Gobierno. Pero la enfermedad más grave que está matando a los Nukak –desde el punto de vista social– es el olvido y el abandono general por parte del Estado.

Numerosas enfermedades clínicas afectan a los Nukak, entre ellas infección respiratoria aguda, principalmente en niños; enfermedad diarreica aguda; desnutrición, que se reproduce y hace que los niños resulten proclives a la muerte; paludismo y algunos casos de neoplasia. La Secretaría Departamental de Salud no se ha pronunciado frente a esta problemática.

¿Qué se ha hecho? Se estableció un convenio con la ESE departamental, Red de Servicios de Primer Nivel, para una contratación indefinida de atención a los Nukak, pero aquéllos, con bastante desconsideración ante la ONIC y con las instituciones mismas del Estado, hicieron un contrato sólo por seis meses.

La ESE ha aportado la logística de medicamentos, aunque no siempre todo, y algunas veces el transporte, aunque también han aportado la ONIC, el ICBF y la Defensoría del Pueblo.

Factores que aceleran la crisis

La presencia de grupos guerrilleros, paramilitares y militares conllevó al desplazamiento y aceleró la crisis del Pueblo Nukak, conformado por varios grupos: Wayari, Mro, Takaye, Meomuno, Mapimuno –Mipo– entre otros. Un grupo de ellos, los Guayarimuno –180 personas– permanece desplazado desde 2003 en cercanías de San José del Guaviare.

Algunos otros grupos que permanecen en su territorio o han retornado a él como los Meomuno y Mapimuno se encuentran en crítica situación, y no debe olvidarse que la Unesco catalogó a los Nukak como patrimonio genético y cultural de la humanidad.

La falta de servicios de salud es otro factor de desplazamiento; los Nukak tienen que desplazarse para conseguir asistencia médica. El único sitio donde hay atención es San José. En Mocoare, Tomachipán y Charras pasamos hasta cuatro meses sin médico desde cuando la ESE asumió la contratación médica; no hay facultativo en ninguno de estos sitios.

Los Nukak, reducidos

Cuando un nukak muere, muere una posibilidad de supervivencia. Los Nukak están reducidos, casi exterminados, pues apenas hay unos 485 miembros. La mortalidad de los 90 acabó con gran parte de sus conocimientos ancestrales y sus secretos medicinales.

Si bien existen todavía algunos payes, médicos tradicionales, éstos no utilizan mucho los servicios; desde su aparición han estado adaptados a servicios de salud y medicina occidental. Cualquier enfermedad para ellos resulta catastrófica por su condición de vulnerabilidad; una gripa puede convertirse en neumonía y llevarles a la muerte, como ha sucedido. Y sucede porque luego de hasta cuatro días de camino llegan a un centro de salud donde el promotor no cuenta con condiciones ni recursos para atenderlos.

Pese a esto, los Nukak son fuertes en su identidad y sus conocimientos, especialmente aquellos grupos que no han sido muy tocados por la colonización. No obstante, algunos grupos muestran desinterés por practicar sus costumbres y fortalecer sus creencias.

La vida con ellos en la selva

Trabajar y convivir con los Nukak ha sido positivo y gratificante. Uno aprende mucho de estos pueblos, como la compenetración que debe haber entre el ser humano y la naturaleza. Conocer nuevas perspectivas de la vida es muy grato, pero muy triste por las penurias que pasan ellos, los guayaberos, y las penurias que uno pasa para lograr algún tipo de atención para esa comunidad…

Para la mayoría de los Nukak, la prioridad es regresar a su territorio; es parte de su pensamiento y su objetivo. Pero han expresado que regresarán bajo condiciones de seguridad. Para mí también, el objetivo es continuar un trabajo con ellos

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