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Se le otorga ventaja a la reelección de Uribe. El Polo ahuyentó a sus votantes

Se le otorga ventaja a la reelección de Uribe. El Polo ahuyentó a sus votantes

En el Polo Democrático Alternativo (PDA), como amplio abanico de organizaciones y tendencias de izquierda –en todos sus matices–, la sorpresa y hasta el llanto sobrecogiendo a los militantes el pasado 27 de septiembre. No únicamente por la elección del senador Gustavo Petro como su candidato a la Presidencia de la república (el segundo en intención de voto, según los sondeos previos); también por el escaso número de votantes que respondío al llamado la consulta.

Restringido, como otro partido más, sin trascender hasta ahora la imagen de una alianza con aspirantes al Congreso, y de legitimar el conjunto de la institucionalidad formal, y sin que la gestión de la Alcaldía de Bogotá constituyera un ejemplo o imán para el Polo como esperanza, su votación en las elecciones del anterior 27 de septiembre, descendió en proporción y comparación a la anterior consulta interna. Con 230.000 votos para Gustavo Petro, 212.000 para Carlos Gaviria y 7.000 para Edison Lucio Torres,  el PDA que aparece en las ciudades de Colombia como la opción antigubernamental, quedó por detrás del partido liberal. El triunfo del senador Gustavo Petro tiene un sabor amargo porque el conjunto del Polo salió derrotado, así como su forma de ver la realidad y la política en Colombia solo a través del bastidor electoral.

El pragmatismo político y electoral como mandato

Nacido como fruto de una ley que les negaba la personería jurídica a las fuerzas políticas que no alcanzaran el 2 por ciento del registro electoral, desde un primer momento las decisiones y las prioridades del PDA están marcadas y determinadas por el tema electoral. De hecho, desde el momento de su nacimiento y hasta este mismo septiembre de 2009, con proyección hacia las elecciones próximas en 2010, la única acción por parte del Polo ha sido discutir y preocuparse de cómo encarar los sucesos electorales.

Esa dinámica, abordada por demás desde una perspectiva mediática, de publicidad y marketing de quienes figuran, manda a un segundo plano la protesta con movilización directa, los temas y las actuaciones ante los principales problemas del país:

–la crisis económica, el incremento de la indigencia, el desempleo, la desindustrialización, la guerra, la realidad latinoamericana, la concentración del poder y el retroceso constitucional, la inmoralidad y el autoritarismo como políticas de Estado, etcétera.

Algunos temas ante los cuales sí respondió con iniciativa fueron fruto de la decisión particular de sus congresistas; no de la iniciativa y la orientación de sus congresos, juntas nacionales o reuniones similares. De este modo y con el paso de los meses, el PDA apareció ante la opinión pública nacional como un partido más. Hasta ahora, el Polo no asoma en la conducción del movimiento social ni en las acciones para su recuperación.

Sumido en las luchas internas, permite que los “dueños de los votos” –muchos de ellos con historial poco halagador– sean los voceros regionales, más preocupados por el puesto y el bienestar de alguna gente a su alrededor –clientelismo– que por la necesidad de sembrar: otra cultura política, otra cara de oposición consecuente, más allá del discurso y los recintos del Capitolio, y por una opción de gobierno y poder que rompa el status quo en Colombia. Distanciado aparece de las mayorías sociales, con negativa a crear espacios dentro de su estructura para que el ciudadano común y corriente, aquel que se identifica con el proyecto de sociedad difundido, se incorpore a sus filas.

Alianza de… congresistas en carrera de reelección

Así, se impuso en su dinámica –sin que pudieran impedirlo ni el salto de los 2.500.000 votos obtenidos en la campaña presidencial 2006– una disputa entre aparatos que excluyen a los activistas sin militancia definida, convirtiendo al PDA, en vez de un partido, en una alianza de senadores y representantes, o, cuando mejor, un frente de organizaciones partidarias. En estas circunstancias, no es de extrañar el resultado de la consulta que acaba de pasar.

Sin duda alguna, estamos ante un voto castigo que provocó el silencio del Polo ante los problemas que más agobian a la población. Castigo, ante el pragmatismo impuesto en sus actuaciones cotidianas:

•    Por admitir sin protesta y oposición enhiesta las medidas de terror, políticas y económicas, del régimen.
•    Por no tener personalidad propia con una propuesta de paz e inclusión nacional.
•    Por no crear ni promover un espacio de acercamiento y diálogo entre factores sociales, políticos de oposición e inconformidad.
•    Por no investigar acerca del engranaje en Colombia de los proyectos multinacionales de infraestructura y telecomunicaciones, y su efecto y determinación de la estructura económica y de la prolongación del conflicto en Colombia.
•    Por no levantar una propuesta contra el latifundio, el desplazamiento, y la “contrarreforma agraria”
•    Por la indiferenciación en su proceder con los partidos tradicionales –entre ellos, el de gobierno.
•    Por las tibiezas y temores ante los cambios en marcha en el Continente.
•    Por los votos a favor de las privatizaciones de empresas públicas.
•    Por el personalismo en la dirección de alcaldías –como la de Bogotá.
•    Por el clientelismo, vigente en la relación con una parte muy importante de la sociedad.
•    Por su ausencia en la pelea que debiera adelantarse en la calle (como la defensa de la soberanía nacional, la demanda de destitución del jefe, del jefe del DAS, etcétera).
•    Por la preeminencia del líder individual sin legitimación con actividad social –candidato, casi con actividad y exclusividad para los medios, la imagen y las encuestas–, por encima de la expresión y ejercicio colectivo de la expresión política y la movilización social.
•    Por la ausencia de una vocación de poder y “unidad nacional”.
•    Por el alejamiento –con excepciones– de las dinámicas y los movimientos sociales regionales.

No hay peor ciego…

Claro que, ante la derrota –que con las rectificaciones necesarias se puede transformar en triunfo–, mucha gente desvía la mirada, desentendida, sin querer ver la lección. Sin interpretar el mensaje que tanto los votantes como quienes se abstuvieron señalan, desde distintos ángulos de inercia los analistas se inclinan por ver una realidad que no es. Dicen, por ejemplo:

1.- Que los resultados fueron tales porque los medios masivos de comunicación interfirieron en la consulta interna, que sin pudor, una y otra vez, insistieron en que lo mejor para todos era que venciera el “ala moderada del Polo”.
2.- Que el resultado se debió al exceso de confianza del sector que aparecía como favorito en las encuestas, que daba por hecho el triunfo, y por tanto, se ausentaron del voto.
3.- Que la opinión favorable más importante de Carlos Gaviria estaba entre los jóvenes, y que éstos no votaron (¿no creen en el voto o estaban confiados?).
4.- Que la pérdida se explica porque la maquinaria de la Anapo no se movió y la indisciplina se impuso.
5.- Que a última hora, por acción del saliente Secretario de Educación de Bogotá, Abel Rodríguez, numerosos votos del Magisterio se trasladaron para la campaña liderada por el senador Petro.

Puede haber algo de verdad en todas o en cada una de estas explicaciones, pero quedan en el rango de lo superficial. Las preguntas sin formular ni responder pueden ser: ¿Por qué la acción de Carlos Gaviria, presidente del Polo, no consolidó su liderazgo? ¿Por qué la indisciplina? ¿Por qué el desinterés de los jóvenes por el voto? ¿Por qué la ausencia de voto de opinión, a la cual se le apuntó con propaganda en televisión y radio? ¿Por qué se redujo la votación lograda en otras consultas internas del Polo?

Tal vez estas preguntas no se formulan y se evitan para no ir al fondo de la situación, que es evidente, es decir, el retroceso y el fracaso del proyecto de cúpulas sin un esfuerzo de transvase a nuevas caras y legitimación, la inexistencia de diferencia –real– entre la campaña liderada por Petro y la encabezada por Gaviria, indiferenciación que desmotivó el voto polista, el desánimo acrecentado entre muchos activistas al ver la disputa simple y llana entre maquinarias que copó al partido amarillo, y también el fracaso –ojalá temporal– de un proyecto de izquierda que no ha sido consecuente y no ha estado a la altura de su papel histórico y los retos que carga, y que el conjunto de la sociedad colombiana habrá de resolver.

Un sabor amargo y dos campañas: para Gustavo Petro

De esta manera, el 27 de septiembre se vivió la derrota de todo el Polo. No sólo resultaron perdedores la candidatura de Carlos Gaviria –confiado sólo en su imagen moral y su autoridad unitaria interna de contrapeso para las tendencias personalistas y de flirteos inmorales con el poder y los presupuestos, entrampado por los aparatos y por una estrategia electoral que no dejaba ver los aspectos nuevos que pretende representar– y todos los sectores que impulsan su nombre, sino que además salió derrotada una forma de ver la política y la realidad colombianas.

Cayó en pérdida un sentido de la política: el pragmatismo electoral, la concesión y el silencio persistente ante la crisis nacional, el facilismo ante la dinámica de América Latina, el temor de llamar a las cosas y al régimen político por sus nombres, la suavidad para calificar y denunciar el régimen económico, la primarización y la transnacionalización de nuestra economía, y la falta de consecuencia con un proyecto verdaderamente popular, arraigado en las comunidades y en los factores raizales de la nación, etcétera.

Venció el senador Gustavo Petro, pero él sabe que es éste un triunfo pírrico. Se trata de una victoria con sabor a derrota, pues, con el limitado capital electoral que ahora encarna, no personifica un “liderazgo de unidad nacional por la paz”, no tiene cómo jalonar ni imponerse en una política de alianzas sólo “hacia el centro”, como es y fue su propuesta en la campaña para candidato.

En cuanto a rectificar, Gustavo Petro debería afrontar dos campañas simultáneas, paralelas:

•    Una, para materializar la alianza por él propuesta, que debería tener una primera fase en la lucha contra el referendo reeleccionista,
•    Otra, por la renovación del propio PDA, en un sentido popular y radical. Es decir, con rapidez y audacia porque el tiempo apremia con un Uribe y 10 bases extranjerizadas hasta 2019, construyendo estructura, asumiendo en la calle los retos que cada día plantea el país, diferenciándose –sin temor– del gobierno de Uribe, sacando al Polo de la exclusividad del electoralismo, señalando todo la característica antipopular del mismo y proyectando opciones populares, auténticas, ante cada uno de los problemas que afligen a las familias colombianas.

Sin abordar simultáneamente ese doble reto, el PDA se hundirá como expresión alternativa. El desafío es inmenso y el tiempo es corto.


Financiación de las campañas


Llama la atención la forma que adquirió esta campaña electoral, desaforada en gastos. Tanto la campaña vencedora, como la segunda en votos, inyectaron inmensos recursos en televisión y radio.

Siempre se ha cuestionado, de parte de algunas tendencias minoritarias al interior del PDA, esa forma de hacer política, donde no se estimula la comunicación puerta a puerta con la sociedad, sino que, acogiendo el marketing moderno, se apuesta y se confía en la figura del candidato, casi desechando la construcción de redes sociales que vean y se esfuercen para que las elecciones sean una disculpa para potenciar y ahondar el debate político, para construir veedurías ciudadanas sobre el partido, para construir programas colectivos, para poner en marcha formas de gobierno en las cuales el candidato sea, en lo fundamental, una circunstancia temporal, una disculpa para darle cuerpo a otra forma de gobierno y de poder.

Sin embargo, se transita la misma ruta impuesta por el poder tradicional. Así y todo, si se fuera consecuente con esa forma de hacer política delegada, ¿por qué el partido no dispone de reglas y financiación, por iguales, para todos los candidatos? ¿Por qué cada uno –dejando la puerta abierta para alianzas poco afines con el partido- queda con las manos libres para hacerse a la financiación de la campaña? ¿Qué dice ante esto Edison Lucio Torres, candidato sin financiación?


Los retos por encarar ante un posible referendo

   
¿Cuántos escenarios tiene una coyuntura? ¿Cómo disponer las fuerzas para sacar el mejor fruto de la misma? Y más allá de la coyuntura, ¿cuál es la prioridad que debe encarar el Polo en el mediano y largo plazo?

Se acercan más elecciones, en un juego de nunca acabar. Pero de éstas, una con naturaleza diferente –si se concreta- es el referendo reeleccionista. Veamos ángulos:

* En las elecciones para el Congreso, amplias franjas sociales asisten desconectadas, desinformadas, sin relación con su cotidianidad, como simples espectadores. Y las dudas cada vez son mayores ante el qué hacer. Más aún, cuando el régimen acelera su ruta hacia el autoritarismo total, por no decir que afirma una dictadura civil. ¿Tiene sentido legitimarlo, esforzándonos por llegar  a un Congreso manchado de corrupción, silencio y parapolítica, legislando de espaldas al país?

* Es común la aceptación de la dificultad o de que no es posible vencer en el referendo sin concretar una alianza multicolor contra la continuidad uribista. Una alianza, que más allá de la coyuntura, debería ser el fundamento para poner en marcha un Acuerdo de Unidad Nacional por:
–la salida de los Estados Unidos del país en su intervención militar, la integración regional y la puesta en marcha de un proyecto de desarrollo que recupere las mejores energías de todos los que aquí vivimos por/para superar la desigualdad social, la injusticia e impedir la continuidad de la guerra, para garantizar que el acuerdo de paz de forma a un nuevo tipo de gobierno y a otra naturaleza no tradicional del poder. Esta es una urgencia que adquiere todas las posibilidades de discutirse y hacerse cuerpo con el referendo.

* Hoy, Uribe y sus partidos no alcanzan a obtener los 7 millones largos por el sí que son necesarios para la validez de la consulta. Puede llegar a cinco. Sin embargo, con unos dos, tres o hasta cuatro millones con el “voto no” podrían sumar la cifra y el porcentaje legal de votantes necesarios. De esta circunstancia política y aritmética la abstención se alza como mejor alternativa.  La hora de/para concretar este reto se acerca.

En el PDA hay quienes calculan la política desde un solo ángulo: consideran que el referendo no saldrá y por tanto no hay necesidad de tomar la iniciativa para darle forma al Acuerdo aquí relacionado.

Los interrogantes tienen solución, pero hay que abrir canales para que todo el PDA, y ojalá buena parte de la sociedad, opine.


La real disputa en el PDA


Muchos se preguntan, deseosos de que se le de aliento al debate teórico, cuál es la actual disputa en el Polo, y al correr el mes de octubre, una vez efectuada la consulta de septiembre, el velo deja percibir, a contraluz, como unos y otros tercian por el control del aparato, afanados por ser los que definan las listas para las próximas elecciones al congreso. Entre tanto, el país nacional continúa a la espera de un aliento para dar al traste con el desasosiego que lo embarga.

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