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El Furibundo

El Furibundo
En la tarde el sol desdobla los planos y la Jiménez se matiza de amarillo, rojo y naranja. La Avenida desemboca en dos majestuosos edificios que custodian el eje ambiental y sigue hasta una callecita sellada por las torres Jiménez de Quezada, las mismas que en 1971 los estudiantes de Los Andes bautizaron como Pekín (ahora Beijing) y cubrieron sus paredes con carteles gigantes de Mao Tsetung (ahora Zedong) y de Ernesto “Che” Guevara, también conocido como el “Furibundo Serna”. Me descuelgo unos pasos y caigo a El Eje, el punto de ensaye de El Furibundo (antes Furibundo Serna). Mientras conversamos, los muchachos entran, salen, comentan entre ellos, improvisan canciones tirados en el sofá, hablan sobre sus orígenes en la música, divagan acerca de la historia del grupo, deslizan las baquetas de mano en mano, entrecruzan anécdotas, ofrecen una panorámica de lo que ha significado El Furibundo. 
 
La actual banda es el último escalón de una larga travesía iniciada por un grupo de jóvenes músicos y activista de la nueva izquierda bogotana. “Por ahí en el 87” –dice David Moreno–, “el Partido Comunista trajo a las agrupaciones soviéticas “Stas Namin” y “Liga de Blues”, que vinieron a un Festival de Voz, algo impensable en ese momento, cuando el rock se asociaba con la penetración cultural imperialista. Yo militaba en la Juco (Juventud Comunista Colombiana) y mi hermano en la UJP (Unión de Jóvenes Patriotas). Así que, con la influencia soviética y la admiración por la banda bogotana Minga Metal, nos tomamos la casa que tenía la Juco en la Calle 23, recuperamos unos instrumentos que habían enviado los jóvenes comunistas de Checoslovaquia y le dimos vida a Disolución Moral, grupo que alcanzó a grabar el disco Voto de castidad”.
 
La banda comienza con unas composiciones muy influidas por el punk. De esta época fue muy importante el aporte de Isaac Torres, Yesid Meneses, Fernando Méndez, Mauricio Campos, Juan Carlos Rojas, Fabián Chaparro y Manuel Chacón. Manuel era en aquel entonces un adolescente recién llegado a Bogotá, huyendo de la violencia fascista que ya había cobrado la vida de su padre, y atentado contra su madre y otros familiares. Alterno al camello con la banda, los muchachos consolidan el trabajo de la Resistencia Redskin, colectivo que agrupaba skinheads y punketos zurdos. Los Red Skin publican Perro rojo, uno de los fanzines más emblemáticos de la época, y centran su trabajo social y político en los barrios Patio Bonito, Britalia, Nuevo Chile, Olarte y Carmelo, recogiendo la inconformidad juvenil de estas localidades.
 

Pioneros de la vanguardia

 
En 1993, los Moreno fundan Papa Montero, la primera banda de afro-core; su nombre reúne ritmos negros y rock. Los Chacón, por su parte, habían continuado en solitario con el grupo La Terrorista. Por estos días llega a Bogotá la agrupación Mano Negra, auténtica revelación para los noveles músicos.
 
Con estos antecedentes nace en 1996 El Furibundo Serna, banda angular del rock bogotano políticamente comprometido. Se trataba de una armonía sin concesiones, un sonido impulsivo, letras directas y maduras, una música que se ha hecho leyenda. La integraban Manuel Chacón en la batería, Camilo Lizarazo en el teclado, Danilo Ramos en la guitarra, Carlos Moreno en la otra guitarra, David Moreno en el bajo, e Iván y Nelson en las voces. Luego se da otra alineación con Andrés “Lon” Ramírez en la guitarra y Alexander Rojas en la voz. A pesar del éxito indiscutible de la agrupación, el proyecto se disuelve en 2006. Sin embargo, ya nos habían legado un largo catálogo de temas enraizados en el blues, cumbia, champeta, reaggae, ska, punk, hard core, con emanaciones de rock callejero que transmiten el latido de cada instrumento, un sonido honesto y brillante que funde el carisma de los hermanos Moreno y el atractivo de los Chacón, con la presencia de muchos amigos y músicos.
 
Pero la cosa no podía quedar ahí. De esta manera, una parte del grupo levanta la bandera de El Furibundo. Con Marko Txakon en la voz, Manu Txakon en la batería y coros, Ernesto Andrade en el bajo, Hugo Millán en la guitarra y voz, y Peter Kow en la segunda guitarra. Se trataba de un proceso musicalmente diverso y mestizo. “En lo político, este proyecto es una apuesta cultural-artístico-popular que está encauzada hacia la emancipación de nuestra América Latina”, dice Manuel, y continua: “Esperamos construir relaciones horizontales con las comunidades y aspiramos a ser una red de conciencia, de modo que un muchacho en Usme se sienta Furibundo. Seguimos aportando a los procesos organizativos, hacemos un llamado a la conciencia, un llamado a perturbar el orden neoliberal y fascista que mantiene a nuestro pueblo latinoamericano en un letargo sin esperanzas”.
 
Que no pare El Furibundo. Larga vida para ellos.

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