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Mil-Agros

Personalmente, soy un convencido de que los problemas del mundo en general, y de Colombia en particular, son tantos y tan complejos, que lo único que nos permitirá a los seres humanos continuar en este planeta, sin que ocurra un colapso total, es un milagro, o, más bien, una enorme cantidad de milagros.

Lo bueno es que, de manera permanente, uno es testigo de la ocurrencia de múltiples milagros en distintas escalas: milagros cotidianos sin los cuales sería imposible la supervivencia de una gran parte de la humanidad, que a través de esos ‘imposibles’ logran vencer los riesgos y los factores adversos que se deben enfrentar. Esos milagros cotidianos comparten una característica: surgen de abajo arriba, desde la gente común y desde su lucha cotidiana en territorios concretos y tangibles, la gran mayoría en el nivel local.

Las comunidades humanas, que, aun sin ser conscientes de ello, adoptan las estrategias que han hecho posible que la vida evolucione a lo largo de los casi 4.000 millones de años que lleva sobre la Tierra, logran vencer las evidencias aniquiladoras que, “en sana lógica”, les harían imposible existir. Son las mismas estrategias que permiten saltar desde el comportamiento aparentemente ‘simple’ de una hormiga o una termita, hasta la complejísima conducta de un hormiguero o un termitero: estructuras vivas en las cuales existen incluso sistemas que regulan la temperatura y la proporción de gas carbónico en su atmósfera interior. O saltar de la manera igualmente ‘simple’ de nadar una sardina a las complicadas ‘estrategias’ de un cardumen; o, todavía más,  de la manera ‘simple’ de volar una golondrina, a la enorme complejidad de una bandada. A eso se le ha dado el nombre de “comportamiento emergente”, en cuyas características no vamos a penetrar por ahora.
‘A lo que quiero referirme en estas notas es a un proceso generador de milagros concretos, protagonizados por 1.360 familias de más de 100 comunidades distintas de 10 regiones colombianas.

El 28 de abril pasado, Ecofondo y representantes de las comunidades de cada una de esas regiones presentaron en Bogotá los alcances reales de ese cardumen de milagros, que en este preciso momento se están llevando a cabo en varios departamentos de la región andina, la Orinoquia y la Amazonia, de la costa del Pacífico y de la región caribe.

A través de la alianza con los ecosistemas de los cuales forman parte las comunidades participantes, y con el propósito explícito de contribuir a la sanación integral de esos ecosistemas y sus relaciones con las comunidades humanas, las familias involucradas –que antes se dedicaban por fuerza de las circunstancias a cultivos de uso ilícito– han logrado fortalecer su seguridad alimentaria e incrementar su control sobre los factores de los cuales depende esa seguridad. Han logrado asimismo fortalecer sus procesos organizativos y su identidad cultural, lo cual resulta fundamental para oponerse eficazmente a las fuerzas que, de lo contrario, las hubieran sometido a desplazamientos forzados.

Esas comunidades le otorgan sentidos tangibles al “enfoque de género”, con consecuencias concretas sobre la manera de relacionarse las mujeres y los hombres, de distintas edades, en el seno de la familia y de la comunidad. Y al aprender a volar en bandada, con un propósito trascendente y común, han hecho manejables y en cierta forma superados los conflictos que antes separaban de manera irresoluta y peligrosa a distintos grupos étnicos que comparten un mismo territorio. Tal es el caso de varias comunidades afrodescendientes, indígenas y mestizas del norte del Cauca que han confluido en el proceso.
Todo esto se consigue con el apoyo de la Agencia Canadiense de Cooperación (Acdi), aliada importante de Ecofondo desde su creación, por allá a principios de la década de los 90 del siglo XX. La cooperación canadiense actúa con respeto y delicadeza, sin imponer imaginarios ni prioridades, y siempre apostándole al fortalecimiento de las organizaciones y de otros actores locales.

La experiencia que comento constituye una estrategia exitosa para el desarrollo integral de las regiones rurales colombianas. Ha sido y sigue siendo construida por comunidades campesinas del país, con el apoyo de distintas organizaciones vinculadas a Ecofondo. Ha sido evaluada y sistematizada, y su eficacia para resolver problemas concretos ha quedado demostrada. De ella se derivan lecciones importantes sobre la manera de ‘aplicar’ los recursos de la cooperación internacional, con miras a potenciar los de orden nacional y local.

¿Qué más queremos? El Gobierno, la cooperación internacional, las organizaciones no gubernamentales y las comunidades del país tienen en este proceso un banco importante de herramientas de validez comprobada.

Con la presentación de esta experiencia, Rafael Colmenares y Julio César Uribe culminan su ciclo en Ecofondo, Desde hace varios años, Rafael Colmenares venía ejerciendo la dirección de la entidad y hoy es la cabeza visible del Referendo por el Derecho al Agua. Por su parte, Julio César Uribe ocupaba hasta hace pocos días la dirección de la Unidad Técnica de esa red de organizaciones ambientalistas colombianas. Ambos dejan en su paso una imborrable, profunda y, en este caso, muy positiva “huella ambiental”: una huella que es terreno abonado en el cual hay mucho por sembrar y cosechar.
Mayo 10 de 2010

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