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Cuídate, compa. Vómitos y diarreas

Por lo general, son formas de mantener limpio el túnel digestivo. En ese momento, el cuerpo está más por expulsar tóxicos que por recibir alimento. Basta tomar agua, jugo de zanahoria diluido o caldos de verdura que den gusto bueno y suave (col, tomate; evita ajo, cebolla, puerro, alcachofa, acelga, espinaca). En caso de intoxicación alimentaria, los dos o tres primeros días puede que se vomite incluso el agua. Sigue tomándola para un buen lavado de estómago. El agua (o caldo) sirve de vehículo para expulsar pequeñas cantidades de bilis amarga. En vómitos de muchos días, vaciar el intestino grueso con una lavativa de dos litros de agua templada ayuda a que la evacuación se haga hacia abajo y ceda el vómito.

No se trata de cortar el vómito o diarrea, que son beneficiosos. Desaparecerán cuando el cuerpo ya no los necesite. Luego de la diarrea, son normales unos días de estreñimiento, efecto rebote necesario para que el intestino se recupere del enorme esfuerzo. Fiebres, mocos, toses, inflamaciones, vómitos, diarrea, etcétera, entran en un plan premeditado de desintoxicación.

Los antibióticos causan anginas de repetición

La mayoría de anginas o amigdalitis, según la medicina, son virales, y por tanto no tienen tratamiento. Las defensas naturales harán su labor curativa en unos tres días. Menos frecuentes son las bacterianas (en general, estreptococos), cuyas amigdalitis empiezan bruscamente, tienen placas blancas o amarillentas, fiebre superior a 39,5º y ganglios hinchados bajo la mandíbula. Sin antibióticos también se curan solas en menos de una semana. Con penicilina, dicen que lo hacen más rápido y se ahorran tres o cuatro días de malestares. Pero suele haber frecuentes recaídas. Si tu niño sufre anginas tras anginas, quedando inapetente y desmejorado, la culpa la tiene el antibiótico. La “teoría de la infección” lo explica así: la penicilina mata los estreptococos pero impide la formación de anticuerpos naturales que le mantendrían protegido el resto del invierno.

“La teoría de la desintoxicación” dice que la amigdalitis hace de válvula de escape, ayudando a riñones, hígado, pulmones y piel a limpiar un organismo cansado e intoxicado. La medicación cansa e intoxica más. La crisis de desintoxicación se interrumpe al recuperarse de la agresión. Pero en cuanto haya oportunidad, el instinto de conservación volverá a provocar la supuración mediante las amígdalas que necesita para su recuperación definitiva. El motivo para recomendar antibióticos en la amigdalitis estreptocócica es evitar los peligros de la fiebre reumática (lesiones irreversibles en corazón y riñones). Se recomienda la penicilina desde las primeras 48 a 72 horas, regularmente cada ocho horas, por 10 días, aunque ya no haya síntomas. La fiebre reumática a la que tanto se teme no es amenaza real; Pero los peligros del consumo de penicilina son mucho mayores: recaídas, diarrea, erupciones en la piel y, raras veces, shock anafiláctico (reacción alérgica generalizada que puede llegar a matar).

El pediatra Mendelsohn, tras 25 años de experiencia, afirma que no hay riesgos de fiebre reumática porque es enfermedad a punto de desaparecer. En el Hospital Bellavista de Nueva York, en 1978, no se habían registrado casos. Al comenzar su profesión, Mendelsohn recetaba penicilina para amigdalitis bacterianas pero en los últimos 15 años dejó de hacerlo. Entre miles de consultas, sólo vio un caso de fiebre reumática. Esta enfermedad se presenta en situaciones de pobreza y hacinamiento, y es poco probable que la penicilina sea eficaz, incluso en gente pobre.

La extirpación de amígdalas y vegetaciones supone un trauma emocional para el niño, puede originar la muerte y produce la pérdida de un importante órgano defensivo. Estas defensas recaerán en los tejidos próximos, provocando faringitis y laringitis crónicas, bronquitis asmáticas e incluso aumento del riesgo de tumoraciones en ganglios linfáticos.

Coca, fuerza ancestral de Nuestra América (II)
En defensa de la hoja de coca

En 2009, Bolivia le propuso a la ONU modificar la Convención Única sobre Estupefacientes de 1961, en que se clasificó a la hoja de coca como un estupefaciente y se instauró que su masticado fuera prohibido. Desde que se interpuso la propuesta del gobierno boliviano de retirar la hoja de coca del listado de estupefacientes, el Consejo Económico y Social (Ecosoc) de la ONU la puso a consideración de los países miembros por 18 meses, lapso que concluyó en enero pasado. Un total de 18 países rechazaron la reforma, en primer lugar Estados Unidos; con él, Rusia, Japón, Reino Unido, Italia, Francia, Alemania y México, el único país latinoamericano en oponerse.

El actual gobierno colombiano, considerando la tradición cultural en diversos pueblos indígenas del país, con la hoja de coca como planta sagrada, pilar de sus identidades y fuente de beneficios, decidió rectificar su posición de rechazo y apoyó la propuesta boliviana. No alcanzando un resultado unánime y habiendo muchos países que apoyan la liberación de la hoja, se ha previsto una próxima reunión en Ginebra en julio próximo, donde se espera la decisión frente a la petición boliviana, e incluso que se convoque previamente una conferencia internacional para discutir el tema.

Felipe Cáceres, viceministro boliviano de Defensa Social, manifestó en la comisión de estupefacientes de la ONU (Viena, marzo): “La legalización del acullicu –en Bolivia, mascado de coca– es irrenunciable; es mandato del pueblo boliviano porque lo reconoce la nueva Constitución. Además, se practica en Perú, Ecuador, Colombia, norte de Argentina, norte de Chile, y no hace daño a la salud”. Reiteró que costumbres de gran valor social y cultural como el mascado de coca son amparadas por la Declaración de los Derechos de los Pueblos Indígenas. Por tanto, dice Cáceres, no se descarta solicitar a la Organización Mundial de la Salud un estudio científico para demostrar si la hoja de coca es nociva o no. Esto ayudaría a que los países miembros tengan una opinión más objetiva, más real”*.

¿Quién hará lo que tenemos que hacer,
y nadie podrá hacer, nadie,
si no lo hacemos todos juntos?
J.M.

Por siglos hemos enfrentado con decoro y resistencia la atroz agresión de los sistemas coloniales impuestos, primero con los españoles y luego con  los estadounidenses y europeos, basados en un antropocentrismo desquiciado, que aún sigue vigente y causa profundos daños.

En el caso de la coca, planta que en nuestro territorio sirve como tabla de salvación alimentaria, de salud y nutricionales, y es para los pueblos nativos símbolo espiritual, de fuerza, cooperación, sabiduría, pilar de identidades y cosmogonías americanas, vemos con claridad un ejemplo de esta terrible acometida. Su uso se tergiversa, su significado se mancilla, hasta el punto de hacer creer que es una planta que envenena y daña, “que mata”. La confusión conduce a vivir aislados de una realidad poblada de posibilidades benéficas y promisorias, y a la destrucción del entorno.

En esta intención de profundizar y esclarecer las misteriosas fuerzas que hay detrás de la coca y las causas por las cuales hoy día es tan maltratada y falseada, convocamos al abuelo José Pereira Balsero para conversar.
 
Con su mirada serena y clara, sus manos fuertes y laboriosas, su palabra labrada por la experiencia y con la coherencia del “hablar genuinamente”, nos recibe en el Resguardo de Cota (Cundinamarca), cerca de Bogotá. Mientras se echa a la boca un puñado de hojitas de hayo –como se conoce a la coca entre muiskas y aruhuacos, entre otros–, se dispone y asienta su pensamiento para charlar. Pone sus enormes manos sobre el poporo y se sienta a esperar a que la palabra surja con dulzura y sabiduría.

José es un hombre que lleva varios años alentando dinámicas de recuperación y resignificación de lo nativo, en especial de la cultura muiska, de donde provienen sus ancestros. Dirige y guía los múltiples procesos en el Resguardo de Cota, y coopera con procesos germinales en la sabana de Bacatá, con otros pueblos de los Andes y Brasil. Actualmente también labora con la Universidad Distrital, elabora instrumentos musicales ancestrales, siembra el maíz y la quinua, y colabora con la Asociación Guaiaie en el gran sueño del territorio como escuela.

Plantas y sabiduría

José Pereira: Dentro de las plantas sagradas están el yagé, la hoja de coca, que nosotros llamamos hayo, y otras que se encuentran en otras culturas, como el peyote, el yopo… En la zona central de Colombia, específicamente en la cultura muiska, nos fue asignada la utilización del hayo y el tabaco, que llamamos hoska. Aunque vemos en un plano inmediato sólo su forma de plantas, en esencia son los espíritus portadores de la sabiduría, el consejo, la medicina, la sanación. Con estas herramientas se cuida la Tierra, el agua, la familia, lo que se piensa y lo que se siente, nuestro accionar, nuestra cotidianidad. Es lo que nos permite tener una relación de paz, amor, armonía con nuestro entorno, con los demás.

¿Cuál es la visión de la coca en la cultura muiska?

Los ancianos nunca nos dijeron: esta planta envenena, contamina, mata… Comprendemos que es natural. Así que se cuida, se recoge, pero nada de esto hacemos sin ceremoniosidad, sin sentido; es algo que consideramos sagrado, sin violar nada de la naturaleza, sin profanar. El problema es que estas plantas no se utilizan como corresponde; se ha olvidado cómo se entregó, cómo era la relación con esas plantas desde los orígenes.

Porque es muy diferente la planta de hayo, la coca, para el trabajo tradicional, el trabajo ritual para cuidar la Tierra, la naturaleza, la familia, otra cosa que se hace pensando en dinero, en vender, que se usa con químicos y productos no naturales, que sí contaminan y dañan y envenenan; mata a las personas y sus conciencias. Para muchos pueblos indígenas de Colombia, de Aby Ayala, es y ha sido una fuente de sostenimiento. Por eso aún existimos; por eso los pueblos tienen renovación y movimiento constante ante la vivencia, la tradición y la cultura, para alimentar el mundo que nos sostiene; por eso aún es esencial en la vida de los pueblos indígenas estar, resistir, pensar, estar bien, vivir, soñar y buscar modos de entender esto sin hacernos daño…

La hoja de coca tiene que ver con nuestro pensamiento de vida y amor. Se anhela cuidar, porque a eso vinimos: a cuidar, amar lo que hacemos, compartir, sentir, y esa enseñanza es lo que vemos que contiene la planta; ella habla, es como una lengüita, y es palabra de vida, dulce, palabra que llega al corazón, que no miente y nos motiva a vivir cuidando…

Leyenda andina

Guarden con amor sus hojas
y cuando sientan dolor en su corazón
hambre en su carne
y oscuridad en su mente
llévenlas a su boca
y con dulzura extraigan su espíritu
que es parte del mío.
Obtendrán amor para su dolor
aliento para su cuerpo
y luz para su mente
y aún más
Observa el baile de esas hojas con el viento.
Obtendrás respuesta para tus preguntas.
Pero si tu verdugo llegado del norte
el conquistador blanco
el buscador de oro, la tocara,
sólo encontraría en ella veneno para su cuerpo y locura para su mente,
porque su corazón está tan endurecido como su espada y su vestido de hierro
Y cuando la coca, que es como las llamaradas, intente ablandarlo,
sólo logrará romperlo como los cristales de hielo, formados de las blandas nubes que destruyen rocas.

Expresamos nuestra solidaridad con Mario Mejía Gutiérrez, impulsor del movimiento agroecológico, especialmente en Colombia, cuya vivienda y lugar de labor en Pradera, Valle, fue objeto de un allanamiento; Con Sandra Viviana Cuellar Gallego, ecologista, integrante de la organización Censat Agua Viva y directora de la organización Sobreviviendo, quien está desaparecida desde febrero de este año; Con Paco Gómez, periodista español que fue expulsado por el gobierno panameño debido a su defensa de los pueblos Nativos en el hermano país.

*    fuentes:  http://www.abc.com.py/nota/bolivia-solicita-un-estudio-para-despenalizar-la-hoja-de-coca/
    http://www.elespectador.com/impreso/columna-249064-santos-y-hoja-de-coca.

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