de engañoso plumaje…
Enrique González Martínez, acerca de Rubén Darío
Con inmensos costos para la imagen y la identidad de la izquierda colombiana y lejos de la esperanza que el Polo significó en 2002, con su ahora alcalde bandera sancionado por incompetencia e investigado por omisión, no estamos ante un grito de ¡playa! ¡playa! En medio de la vasta corrupción unista que sin reelección de Uribe trata de imponer la impunidad, del pasmo por una cascada de denuncias que dejan el sabor de que la mafia se tomó la estructura estatal misma, con la diligencia de la Procuraduría frente al Alcalde de Bogotá –la misma Procuraduría que dio visto bueno al referendo para reelegir a uribe–; no es el interés público en posición de puntero el que se puso la camiseta amarilla.
¿También la izquierda es y seguirá siendo clientelista, marrullera y deshonesta? Es un interrogante que está en el aire y en la conciencia de muchas comunidades honradas.
En la capital nada menos, para la izquierda y la nación es un factor más que hace palpable la ausencia urbana y rural, y la crisis de un “liderazgo legítimo”, y de protagonismo popular que otorga toda la ventaja al acomodo y la sucesión oligárquica que intenta el actual gobierno en una contradicción por relegitimación del régimen –tras la acción delectiva de Uribe durante ocho años–, que unos buscan (élite capitalina) y otros consideran innecesaria (uribismo).
Para ambos, despojar al Polo de su ‘capital’ es un paso más, importante, en la política contrainsurgente. Una política que a 2014 espera que toda organización política y social rechace la independencia social, la movilización y la resistencia, y admita sólo la discusión de pliegos –sin huelgas– y el vaivén electoral. Mucho está em iuego. Todo el entramado alrededor de la suspensión y la terna o cedazo permite ver la realidad del país, de Bogotá, del Polo, el juego del poder y la distancia, y el refundido lugar en que está la “paz justa”.
Sin un cambio en el curso de la historia nacional, con el Polo fuera de posibilidad para conservar en octubre próximo la Alcaldía de Bogotá y su efecto en el resto del país; sin una alternativa visible, democrática, participativa, los recursos y las formas tradicionales de la politiquería que sirven como telón de fondo del actual round de la disputa interburguesa interna Santos-Uribe –que necesita agarrar todos los espacios de gobierno– están al descubierto. Desde ahora, aunque temprano, los diferentes factores político-económicos del poder buscan mejorar su posición para la elección de 2014.
Sobre el mantel está que Bogotá será para la “aristocracia de Bogotá” y sus jugosos proyectos y pactos multinacionales. Ahora, para nadie más.
El poder. Como un relámpago que dejó en la opinión pública el sabor de que la decisión de la Procuraduría tenía el visto bueno de la Casa de Nariño, el presidente Santos encargó a la ministra de Educación, María Fernanda Campo, otrora y por 10 años presidenta de la Cámara de Comercio de Bogotá, el gremio que representa a los mayores emporios con asiento en la ciudad.
El Polo. Con rutina, sin un método de emergencia y de ocasión para señalar la corrupción de la alta esfera oficial, en tono suave, de aparato electoral, sin un novedoso relacionamiento social que abone medida tras medida, día tras día una vocación de gobierno y poder, a cambio; y, como si pasara poco, con una ‘confianza’ en las instituciones y los procedimientos oficiales –legalistas–, el comité ejecutivo del PDA declaró confianza en “que el señor Presidente al designar el reemplazo del Alcalde Mayor, actúe conforme” a las normas: “debe recaer en una persona del mismo partido”. Y para el efecto, sin sensibilidad ante el desafío moral y de opinión, y sin romper con métodos, designó la terna reglamentaria como cualquier partido en cualquiera de las situaciones. Sin arriesgar frente a la opinión y los electores un balance de la situación ni la formulación de un quehacer para el reemplazo de tres meses que en definitiva irá hasta octubre-enero. ¡Sólo candidatos!
Sin decir palabra sobre cómo Samuel Moreno definió pactos y gobierrno. Sin discutir las forma de comprometer a los elegidos en el cumplimiento de un programa, y la sujeción a las tareas y los ideales del partido. Porque es necesario recordar que tanto Garzón como Moreno actuaron en la alcaldía como ‘jefes políticos’, ‘personalidades’, ruedas sueltas. ¿Cómo hacer política sin depender en todo de los intereses de las figuras? El Polo sigue girando alrededor de ‘intereses’ y personas, la forma clásica como nos desenvolvemos políticamente desde cuando, en la Patria Boba, nos dividimos en pateadores y carracos.
Y de nuevo, para mal, tuvimos una comprobación. Bajo la inercia que enseñaron e impusieron los partidos tradicionales, el juego de las aspiraciones de los integrantes del Polo mismo también demostraron el ejercicio del canibalismo político que trasluce personalismos, vanidades individuales y figuraciones mezquinas como una característica sin superación por nuestra izquierda: sin una convicción de “gobierno y poder” a favor de la mayoría, pareciera complacerse en hacer política, ganar votos –o incrementar sus diferentes organizaciones o vanguardias–, luchando más contra quienes son afines y necesarios para una unidad popular y antioligárquica, que contra sus contradictores y causantes de la situación de nuestro pueblo.
Presidente-Vicepresidente. Con zancadas en su iniciativa, sin dejar aparecer fisuras en el estamento militar y su dispositivo de complemento paramilitar –a pesar de la ausencia de Álvaro Uribe Vélez en la Casa de Nariño–, dosificando el factor colaborador de los paramilitares-bandas criminales aún con golpes como la eliminación de Cuchillo, dando cobijo a fortunas como la de las esmeraldas; afirma su gobierno la élite con el presidente Santos y el Vicepresidente como factor para obtener una base social en un reacomodo del régimen que a cuatro, cinco, seis… años pueda prescindir de Uribe, lavarse las manos y llevarlo a la cárcel como a Pinochet, Fujimori, los generales argentinos, cuando lleguen a la conclusión de que perjudican y ya no son útiles.
Uribe. Con ruego a manos juntas por un próximo triunfo republicano en los Estados Unidos, es figura y lobbysta en el continente de la estrategia ultraderechista: aparatos de inteligencia del Estado sionista-contrarrevolución en Miami y su brazo en Panamá, y las facciones desestabilizadoras en Venezuela, Bolivia y Paraguay. El ex presidente, a la cabeza de la facción terrateniente mafiosa, puja por confirmar en las elecciones municipales y de gobernadores en octubre venidero su acción pública y ‘cubierta’ de ocho años y sus avances de poder político-paramilitar local que les permita un cogobierno y renegociación de una fórmula de gobierno para 2014. Desplazar al Polo de sus lugares de gobierno es la consigna.
Las tres dinámicas sociales. Separadas o en coordinación, el Congreso de los Pueblos, la Marcha Patriótica y la Comosoc aún no constituyen una presión o un referente que con su poder directo impidan los juegos politiqueros y las maniobras del poder. A su vez:
Las expresiones por una paz justa. En sus diferentes expresiones no conmueven el cuerpo de la sociedad.
Un esquemático retrato de la realidad que muestra cuán lejos estamos de una verdadera dinámica de cambio. Y eso es válido para quienes se han ubicado en las dos orillas, pues, salvo la búsqueda de candidatos y las acusaciones mutuas, poco se ha señalado sobre las lecciones que debemos extraer de los impases. En todo caso, los factores con dinámica social y por la “paz justa” son el mayor acumulado de un sentir social, y determinan los puntos para el esfuerzo y la acumulación por alcanzar un poder con naturaleza diferente.
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