El Virus de Inmunodeficiencia Humana (VIH)1 puede ser adquirido por mujeres que tengan una pareja estable, que no sean promiscuas, que estén casadas, e incluso que sólo hayan tenido una única pareja sexual en su vida.
Según el estudio “Factores de vulnerabilidad a la infección por VIH en mujeres”, desarrollado por el Ministerio de la Protección Social y el Fondo de Población de las Naciones Unidas (UNFPA), la epidemia ha sido objeto de estudio en los países más pobres, y, dentro de éstos, en las poblaciones más afectadas por esta pobreza. Las investigaciones al respecto demuestran que el virus “se presenta de forma especialmente aguda” en las poblaciones con “posiciones subordinadas” (2009, pp. 6-7). Esta subordinación puede provenir de varios factores: clase social, distinciones étnico-raciales y, cómo no, sexo del individuo. Si ONU Mujeres ha denunciado la existente feminización de la pobreza y el UNFPA reconoce que en los sectores más afectados por la misma (entre quienes se encuentran en su mayoría mujeres) el VIH “se presenta en forma especialmente aguda”, ¿podemos hablar de feminización de la epidemia?
La coordinadora de la Red Nacional de Mujeres Populares Tejiendo (VIHDA) y directora de Huellas de Arte, Mayerline Vera, asegura que sí. Tras nueve años de trabajo en la autonomía y el empoderamiento de las mujeres que viven con VIH en Colombia, ya hay más de 60 que integran la Red. Para ellas, hablar de “feminización de la epidemia” es una reivindicación y una necesidad política: “Nosotras decíamos que estadísticamente era incorrecto afirmar eso porque hay otras poblaciones en las que la epidemia está más concentrada pero, si nos remontamos sólo a los niveles de vulnerabilidad2, no vamos a visibilizar el tema. O eso o buscamos una manera de concertar para que la cuestión de las mujeres estén en la agenda pública”.
Lo anterior porque, a pesar de la importancia del género y de la pobreza reconocida por organizaciones internacionales en lo que respecta al VIH, el tema sigue pasando “de puntillas”3 por las estrategias nacionales y los documentos que reflejan las cifras. Ello no contribuye a que se aborden y se eliminen las causas incidentes en las mujeres portadoras del VIH estén en constante aumento. Asimismo –si bien en estos momentos son más los hombres que las mujeres infectadas–, los contextos sociales (y de subordinación) que padecen las mujeres y las prácticas culturales identificadas como femeninas están provocando que haya una tendencia hacia la feminización del VIH/sida. El comportamiento de la epidemia en Colombia muestra, según el UNFPA, una afectación cada vez mayor de las mujeres: por cada mujer infectada en 1988 había 13 hombres. Diez años más tarde, por cada mujer infectada había 4 hombres. Según datos del Observatorio Nacional de VIH, la cifra tiende a que por cada mujer haya dos hombres infectados en el país.
En este sentido, Mayerline Vera explica cómo las mujeres no son un mero diagnóstico. Se debe tomar en cuenta la existencia de factores que hacen que su vulnerabilidad ante la epidemia se haya disparado, teniendo en cuenta las vías por las cuales se transmite: “Siempre se nos vende sólo el tema de la planificación, no de la prevención, y esa se convierte en la primera dificultad en términos de que no hay una prevención diferenciada que recurra a la autonomía de las mujeres”. Así, la coordinadora explica que muchas barreras de género impiden esa autonomía; por ejemplo, la violencia económica que pesa sobre las mujeres en el país, lo cual les impide –debido a la brecha existente entre hombres y mujeres– tener una fuente justa de ingresos.
Es precisamente esta la importancia del trabajo desarrollado por Huellas de Arte, que –insiste la directora– no realiza asistencia sino acciones para su empoderamiento privado y público, como medida de prevención y bajo la mirada de que el VIH no es un asunto únicamente médico, pues además hay una importante carga social tras la figura de las mujeres que imposibilitan su prevención: “Cuando nos tocó llamar a las mujeres, tuvimos que hacerlo bajo el recurso de que elabóramos velas, como mecanismo de atracción, ya que pensaban que la prevención no era necesaria porque ellas sólo estaban con sus esposos y tenían el dispositivo intrauterino4”.
Estas erróneas representaciones sociales en torno al tema (como la idea de que tener una única pareja ya es una adecuada medida de prevención) perjudican la salud de las mujeres, algunas de las cuales consideran, o han tenido la posibilidad de comprobar, que el uso de condón con su pareja ofende al compañero. Otras, explica Vera, piensan que el VIH se “ve en la cara” y que podemos –debido al aspecto de la persona– saber de antemano si ésta se halla infectada o no. La directora cuenta que en las sesiones las mujeres aseguraban que sus compañeros les eran infieles, que no usaban preservativos en sus relaciones sexuales con otras mujeres y que, por tanto, se consideraban en riesgo de ser infectadas por ellos. A pesar de todo, explicaban que pedirle al compañero el uso de un preservativo era incitarlos a que fueran más infieles.
En la citada publicación se asegura que las relaciones sociales de género explican en gran parte la mayor vulnerabilidad femenina, ya que “el comportamiento de los hombres en relación con su sexualidad está en el corazón la epidemia del sida, porque son ellos habitualmente quienes determinan las circunstancias de las relaciones sexuales, y muchas veces se niegan a protegerse y proteger a su(s) compañera/o(s)” (UNFPA, Ministerio de la Protección Social, 2009, pp. 8-9). Tales circunstancias provienen de percepciones sobre qué es masculino y qué no lo es. Lo mismo ocurre entre las mujeres, cuya construcción social las identifica como parte pasiva de la relación sexual. Por ello, reforzar su autonomía en las relaciones sexuales es importante.
De otro lado, las representaciones sociales afectan también el trato de los prestadores de servicios a estas mujeres. La directora de la Red asegura que hay denuncias al respecto. Como ejemplo, está la queja de una indígena remitida a pruebas por los síntomas que empieza a desarrollar su compañero. Tras un diagnóstico positivo, el médico la cuestiona preguntándole “a qué se dedica”. Asimismo, las mujeres denuncian que a veces se les dice que no podrán volver a tener hijos y que morirán.
Las consecuencias de estas ‘informaciones’ dadas por los profesionales de la salud, obviamente erróneas, desemboca en injusticia para las mujeres que reciben atención. En la misma forma, se menciona el caso de una usuaria que, tras recibir esta noticia y ante su falta de recursos económicos, deja a sus hijos en manos de Bienestar Familiar. Todo ello, a pesar de que la esperanza de vida actual por VIH es equiparable a la de una persona no infectada. Vera asegura, sin ánimo de generalizar, que aún resulta escasa la sensibilización ante estos temas por parte del personal que mejor debiera manejar tales situaciones. Esto se traduce en una grave violencia institucional. Esta y otras (como la violencia económica) impiden, según Vera, la participación de la mujer portadora de VIH en la toma de decisiones públicas que giran en torno a esta problemática.
Asimismo, la directora de Huellas de Arte explica que “el hecho de que la cuestión del VIH se haya introducido en la Salud Sexual y Reproductiva no ha visibilizado el tema” y mucho menos en forma diferencial. Precisamente la visibilización es el objetivo inmediato tanto de Huellas de Arte como de la Red Nacional de Mujeres Populares Tejiendo (VIHDA). Junto a este fin, se persigue además la participación de las mismas en la toma de decisiones tanto privadas como públicas”. Tras nueve años de trabajo intenso, Mayerline Vera asegura que siente que este es un momento histórico para ellas. “Lo importante, dice, es que algunas ya han visto la importancia del género en sus procesos y pueden averiguar de qué manera vamos avanzando para beneficiarlas a todas”. Para contactar: http://mujerestejiendovihda.com/.
Se trata de un grupo de mujeres provenientes de diferentes regiones de Colombia que viven con VIH y a través de la formación y el autoapoyo trabajan en el fortalecimiento de redes bajo el objetivo de ser ellas mismas quienes exijan sus derechos y sus necesidades. Su lucha pasa por erradicar la discriminación y visibilizar “la feminización del VIH” como una forma política de dar a conocer su situación. Entre las acciones emprendidas, ellas posibilitaron un mandato ciudadano realizado en Cali durante los días 2, 3 y 4 de diciembre de 2009, en el marco del Foro Mujer VIH, Salud y Pobreza. El mandato está disponible en esta misma página: web: http://www.huellasdearte.org/.
Huellas de Arte nace mucho antes que la Red como motor de empoderamiento de las mujeres portadoras del VIH en busca de su autonomía y su cuidado personal.
Entre las acciones emprendidas, se destaca la ayuda de pares que atraviesan idéntica situación, además de acciones como la fabricación de velas, lo cual les permite conseguir recursos con los que garantizan su autonomía en la toma de decisiones.
Contacto telefónico:
2829441 /3103086847
1 Muchos equívocos giran en torno a las ideas de cómo se transmite el VIH, los cuales hacen que muchas de las acciones que consideramos que no son motivo de transmisión lo sean y viceversa. Otro aspecto es la confusión existente entre VIH y sida. Hay que aclarar que una persona puede vivir toda la vida con el virus sin necesidad de desarrollar el sida.
2 El concepto de “vulnerabilidad social” ha sustituido al de “riesgo individual” al reconocer que las personas forman parte de determinados mecanismos sociales que las ponen en situaciones de mayor o menor vulnerabilidad a la infección. Lo individual, a pesar de tener poder en las decisiones, siempre queda inserto en lo social.
3 Las mujeres empiezan a ser consideradas en este campo no por su importancia sino por su papel reproductor y la consecuente preocupación por las gestantes, que son abordadas en proyectos para la prevención de la transmisión perinatal, es decir, la que se da de madres a hijos e hijas. No podemos dejar de ver aquí una discriminación clara al desvalorarse a las mujeres, una vez más, como meros mecanismos de reproducción que preocupan más por “su función” que por sí mismas.
4 Estos dispositivos evitan los embarazos pero no impiden en la menor medida que se transmita una infección como la del VIH/sida. De ahí la necesidad de promover los preservativos como la medida más eficaz de prevención.
Recuadro 1
Las respuestas dadas a las personas que viven con VIH/sida en Colombia no son las estipuladas en la legislación pertinente. En esta forma, los testimonios concretos hablan, entre otras cosas, de enormes brechas en el acceso a los medicamentos o de la inexistencia de difusión de las herramientas para la exigibilidad de los derechos. Todo ello, a pesar de que los recursos para tratar el virus están en el Plan Obligatoria de Salud y son, por tanto, de obligatorio cumplimiento por parte de las EPS.
Según la Encuesta Nacional de Demografía y Salud (ENDS, 2010), en Colombia hay subregistro considerable en las estadísticas al respecto. A pesar de ello, se estima que hay cerca de 500 mil personas que viven con VIH. “La transmisión sexual, sumada al patrón de transmisión heterosexual, traerá sin duda alguna un gran impacto social, debido a que las mujeres* corren más riesgo de infección” (END, 2010). La misma encuesta revela que, entre las mujeres jóvenes entrevistadas, sólo la mitad (el 52 por ciento) afirmó haber usado condón en la primera relación sexual. Eso explicaría que, en el Informe UNGASS de 2010, la participación en 2009 de casos reportados fuera mayoritaria en los hombres, excepto en el grupo de 15 a 19 años, en el que existe un predominio femenino en la infección.
Según este mismo informe, se ha reportado un total de 71.509 casos notificados de infección por VIH, de 1983 a diciembre de 2009, con una participación del 75,3 por ciento para hombres, 24 para mujeres y 0,7 sin dato de sexo. Las metas en el área específica de VIH/sida, propuestas en los Objetivos de Desarrollo del Milenio, obligan al país a mantener la prevalencia de la infección por VIH por debajo del 1,2 por ciento en 2015 en poblaciones entre 15 y 49 años.
Según el informe, “esta meta se encuentra aún cumplida, considerando los resultados del VII Estudio Nacional Centinela” (Ministerio de la Protección Social, 2010), que asegura que la prevalencia en ese tiempo estaba en un 0,22 por ciento. A pesar de tal información, el notable subregistro contemplado en los datos y el hecho de que el Informe UNGASS, por ejemplo, no tenga en cuenta a determinadas subpoblaciones ni a la población de personas consumidoras de drogas inyectables, invita a pensar que los Objetivos del Milenio –lejos de haberse logrado– todavía son una meta lejos del alcance inmediato del gobierno colombiano.
* Desconocemos si estos datos toman en cuenta a las mujeres que tienen sexo con otras mujeres, pero intuimos, debido al tratamiento, que no. A pesar de que la categoría Hombres que tienen Sexo con Hombres (HSH) ha sido totalmente visibilizada, debido a la mayor concentración de la epidemia aquí, las mujeres que (alguna vez o normalmente) mantienen prácticas sexuales con otras mujeres no son tenidas en cuenta ni en los estudios de los organismos internacionales y mucho menos en los del Estado. Esto responde a la idea errónea de que entre mujeres no se puede producir la infección, pensamiento que, como decimos, es errado por completo, lo que constituye un peligro para las mujeres que se identifican con estas prácticas.
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