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La URSS se derrumbó y el mundo cambió

Para entender la historia contemporánea, es necesario comprender que pasó en la URSS, sobre todo en los últimos 50 años. Por eso, el historiador Howsbaum llamó al siglo XX el “corto siglo”, que arrancó en 1917 y terminó en 1991. Por eso, este hecho histórico es mucho más trascendental que el suceso del 11-S, con todo y su significado político, militar e ideológico.

Hace 20 años, el 19 de agosto de 1991, fracasaba el golpe de estado de la derecha fascista contra el presidente de la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas (URSS) Mijaíl Gorbachov. Se suponía que la intentona también debía dar cuenta –detener– de Boris Yeltsin, quien al fin de cuentas manejó la situación dirigiendo el contragolpe triunfante. Una semana después, el Partido Comunista de la Unión Soviética (PCUS) era disuelto, y en los finales de año corrió igual suerte la URSS: llegaba a su fin una superpotencia imperialista, y de su mano la guerra fría.

¿Qué fue lo que pasó?

La lucha de clases se agudizó tremendamente en la URSS en la década de 1990, en el PCUS y en el seno de la clase dominante soviética, en realidad desde la llegada al poder de Mijaíl Gorbachov, quien apareció como un gran reformador. La correlación de fuerzas y el reagrupamientos en la clase dominante cambió bastante en 1990; se definían dos tendencias: los seguidores de Leonidas Brezhnev los “breznevistas” en dos vertientes: los reaccionarios fascistas y los conservadores. A la vez, los perestroikos –seguidores de Mijaíl Gorbachov– se expresaban en liberales y socialdemócratas –como el propio Gorbachov–, todos prooccidentales. Además, existían las posiciones defendidas por Yeltsin.

El punto más candente del debate era si se debía o no mantener la “unidad del Estado”, del imperio, para garantizar su permanencia como superpotencia, que era la posición de Gorbachov, y el contenido del nuevo tratado de la Unión que éste propuso con apoyo de los conservadores: un Estado centralizado en lo económico, defensa, seguridad, mientras las repúblicas mantendrían su autonomía. Antes de esta alianza, Gorbachov buscó acuerdos con Yeltsin, que se autoproclamaba liberal radical, para formar un gobierno de transición y un programa más privatizador. Pero no llegaron a acuerdo alguno. Gorbachov también defendía “la casa común europea” en alianza con Alemania, posición defendida también por la derecha del PCUS. Por su parte, Yeltsin buscaba la disolución de la URSS y todos sus poderes, a cambio de que la Federación Rusa fuera el centro de poder.

Para julio de 1990, esta discusión llevó a la fractura en el Ejército y en la KGB, y el 19 de agosto se fraguó el golpe comandado por los llamados “duros”, tres generales del ejército, pero de inmediato se produjo el contragolpe triunfante de Yeltsin. En realidad, los golpistas que aparecieron como los “duros” y que la prensa occidental llamo “estalinistas nostálgicos”, eran los seguidores de las posiciones del general chileno Augusto Pinochet, “ley marcial, más mercado”; eran los fascistas apoyados por posiciones de otros breznevistas.

Yeltsin movilizó el ejército leal a él, y al sóviet supremo de la Federación Rusa, mientras se sucedían manifestaciones antigolpistas de sectores populares pro-Gorbachov, pro-Yeltsin y pro-monárquicos, y minoritariamente comunistas. El Comité Estatal para el Estado de la Emergencia (CEEE), constituido por los golpistas, sólo duró tres días. El buró político y el comité central del PCUS dejaron de funcionar, y Gorbachov volvió a la Presidencia pero sin el poder. El 24 de agosto, renunció a la Secretaría General y solicitó al comité central la disolución del partido.

Al mismo tiempo, Yeltsin prohibía el PCUS en todos los Estados de la URSS, y se clausuraron sus sedes y se confiscaron sus bienes. Todos los archivos del Partido y de la KGB del centro y de los regionales, distritales y de base, pasaron a manos rusas.

Luego siguió el avance de las luchas de las nacionalidades y de los movimientos de masas por salidas democráticas. En septiembre de 1991, las tres repúblicas bálticas, Estonia, Letonia y Lituania, lograban su independencia, mientras otras planteaban sus deseos de separarse de la URSS. El 21 de diciembre se reunieron en Alma Ata, capital de Mongolia, 11 jefes de repúblicas, sin Gorbachov, decretando la disolución de la URSS y la creación de la Comunidad de Estados Independientes.

Y el mundo cambió…

En esas condiciones el capitalismo se hizo dominante, abarcando la inmensa mayoría del planeta e incorporando a su circuito, primero a China y después a la extinta URSS y los países de Europa Oriental, que significaron 1.700 millones de nuevos consumidores. A la vez, aumentaron los consumidores y la concentración, y la centralización del capital llevó a una mayor concentración monopólica. Los 500 megamonopolios, de los que hablo la revista Forbes, controlan la economía mundial con el 40 por ciento del ingreso mundial y se enseñoreó el capital financiero especulativo que tiene al mundo al borde de la quiebra.

El Estado de Bienestar que se estableció en los países capitalistas desarrollados para impedir que el comunismo se expandiera por Occidente fue paulatinamente desmontado en la medida en que avanzan las políticas neoliberales y de recortes de las conquistas sociales de los pueblos, llegando a las tremendas condiciones de explotación económica y opresión política sobre la mayoría de la población mundial.

El mundo que vivió una parte de la “guerra fría” –bipolaridad– dentro de los confines de dominio de las dos superpotencias, Estados Unidos y la URSS (capitalista monopolista de Estado), a partir de 1990 y por un lapso de ocho años vivió la unipolaridad del dominio de la única superpotencia sobreviviente: los Estados Unidos. Pero la lucha de clases llevó a la actual multipolaridad.

La diversidad cultural, étnica, artística, existió desde antes pero subordinada al esquema de dominación de las dos superpotencias. Al romperse su hegemonía ideológica, con la destrucción de la URSS, y Estados Unidos buscando un nuevo enemigo, dejaron un espacio ideológico que dio lugar al desborde de esas diversidades, manifestadas hoy de muchas maneras. El colapso del modelo neoliberal y globalizador imperialista se inició en 1994 y sigue su crisis.

Entonces, lo que cayó en 1991 no fue el socialismo ni la URSS socialista. Lo que cayó fue la URSS capitalista monopolista de Estado, la misma que desde 1956 había ganado tal carácter, dirigida por una burguesía burocrática monopolista. De esta manera, lo que cayó en 1991 fue la máscara que de socialista tuvo puesta esa clase dominante desde 1956. Lo que sucedió en 1991 fue la destrucción de la URSS imperialista, que perdió su posición de superpotencia, y el resurgimiento del imperialismo ruso. Eso es lo que se debe entender para aprender.

Información adicional

19 de agosto de 1991
Autor/a: Pedro Miguel Tapia
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