El cuerpo humano es un sistema enrevesado de tubos (vasos linfáticos, arterias, bronquios, intestinos, etcétera) y filtros (riñón, hígado, piel y pulmón), que con el uso y abuso se ensucian y se atascan.
Cuando se está enfermo, potenciar la desintoxicación es el camino para recuperar la salud y el bienestar. Se puede seguir un proceso de limpieza profunda como intento de evitar una intervención quirúrgica o como forma de prepararse para que la operación no se complique. Tampoco hace falta esperar a tener algún malestar grave para dedicarse a hacer, de vez en cuando, una revisión y una limpieza a fondo de tu cuerpo. Lo mismo que hacemos con el coche, que cada determinado kilometraje llevamos al taller para cambiar aceite y filtros. En la misma forma, de este modo evitamos averías más graves y funcionaremos mejor.
Nuestro cuerpo tiene la ventaja de ser una máquina viva que lleva incorporado un experto mecánico y basta con darle cierto descanso para que él mismo haga limpiezas, reparaciones y puestas a punto. La máxima capacidad de acción de nuestro mecánico interno se desarrolla cuando reducimos al máximo el gasto energético: dormidos y con el estómago vacío. Podemos considerar la cama como nuestro taller de reparaciones. A menudo, esas ocho horas nocturnas de ayuno y sueño, con el paso de los años, no son suficientes para mantener a punta el organismo.
Por lo general, comemos más de la cuenta y la calidad deja mucho que desear, consumiendo a veces productos dañinos. Podemos favorecer la desintoxicación si conseguimos reducir el esfuerzo digestivo cotidiano con una alimentación de más fácil digestión, más limpia, además de rica en vitaminas, minerales y enzimas.
En lugar de intentar un cambio de golpe y porrazo, te resulta mejor incorporar regularmente alguna modificación en tu estilo de vida para favorecer la autocuración. Una semana dejas el café, la siguiente suprimes las frituras, los aceites refinados, las margarinas…
Márcate metas
Fijarse objetivos puede resultar una ayuda eficaz para concretar tus buenas intenciones:
- Dejaré de consumir alcohol, café y tabaco.
- Me acostaré a la noche media hora antes y 15 minutos al mediodía.
- Dejaré de consumir cereales y harinas refinadas, azúcar blanca, aceites refinados y calentados. Comeré diariamente verduras crudas (en ensalada) y fruta cruda.
- Comeré un día a la semana sin grasas saturadas (carnes, lácteos y huevos). Son 52 días al año, lo que supone reducir un 10 por ciento la producción de colesterol (causante de las obstrucciones arteriales).
- Haré un día a la semana de alimentación cruda: fruta, ensalada y unas pocas nueces, almendras o avellanas.
- Un día a la semana sólo comeré fruta fresca.
- Haré una semana de limpieza, comiendo menos y descansando más. Comeré sólo alimentos diluidos (fruta, verdura, yogur, cuajada, leches vegetales…), o bien tomaré sólo jugos de fruta o verdura. Trabajaré lo imprescindible, haré siesta, me acostaré temprano a la noche.
- Sólo haré dos comidas diarias y así alargaré el ayuno nocturno: no desayunaré o (mejor) no cenaré.
- Comenzaré un proceso progresivo de desintoxicación hasta quitarme los kilos de más o volver al peso de mi juventud. Si calculas una pérdida de tres kilos semanales, podrás deducir el tiempo que te llevará. Al comienzo se pierde más bruscamente, pero luego el proceso es más lento.
- Empezaré con una dieta limpia y de fácil digestión (al estilo del “régimen asociado” que aparecerá más adelante. Cuando con este régimen deje de perder peso, reduciré la cantidad y aumentaré el descanso.
- Luego puedo pasar a tomar sólo alimentos diluidos (frutas, verduras, yogur, leches vegetales, cuajada).
- Más adelante sólo alimentos líquidos: jugos (de frutas y verduras sabrosas), horchatas (bebidas de arroz) y caldos. De este modo se aporta gran cantidad de micronutrientes (vitaminas, minerales, enzimas), con gran descanso del aparato digestivo, lo que permitirá aumentar la desintoxicación. Aunque a veces se sigue defecando, es normal no vaciar el intestino, ya que el jugo no deja desechos.
Por Eneko Landaburo
Ambiente de crisis: entrada a una nueva civilización
Por Mario Mejía Gutiérrez
las crisis de los opulentos.
El autor
Introducción. Después de la borrachera de haber dominado el mundo a partir de la Segunda Guerra Mundial, 60 años más tarde vino la resaca de las crisis: financiera, climática, alimentaria, energética, hídrica, ambiental o, en fin, crisis social de los modelos de civilización hegemónicos. Dos mil quinientos años de formas diversas de democracia no lograron construir relaciones satisfactorias ni dentro de la humanidad ni entre ésta y la naturaleza. ¿Qué vendrá después de la gastada democracia? (2).
1. Crisis financiera y de empleo. En la crisis bancaria de 2008, el régimen republicano de Estados Unidos representado por Bush prefirió ‘salvar’ la codicia hipotecaria de los bancos y la hegemonía de la industria automovilística. Los millones de personas que perdieron sus casas y sus empleos quedaron relegados a vivir en carpas y remolques, y a cobrar auxilios de desempleo.
En la crisis de deuda que empezó a manifestarse en 2009 en Europa y en 2011 en Estados Unidos se prefirió la perspectiva de mantener la prosperidad a debe y de trasladar la carga a los sectores populares. De ahí los disturbios desde 2009 en Grecia (la cuna de la civilización occidental), en Inglaterra en 2011 y el movimiento de los indignados en España en 2011.
La confianza inversionista, la inversión extranjera y las locomotoras del progreso les sirven a los acumuladores de riqueza, a unos pocos, a costa del desplazamiento de millones (cuatro millones reconocidos en el caso colombiano en los últimos 20 años, intensificados aproximadamente desde 1980. No ocurre ‘progreso’ sin unión partidista y sin genocidios (3).
2. Crisis climática. Si aceptamos que el llamado “cambio climático” es efecto de actividades humanas por la acumulación de gases de invernadero, hemos llegado al final de la civilización científico-tecnológica, hegemónica desde la Revolución Industrial.
3. James Lovelock distribuye así la responsabilidad del cambio (4):
30% transporte
25% industria
25% agricultura
20% vida domiciliaria
La humanidad ha deforestado el 80 por ciento de la vegetación primitiva de la Tierra en el paleolítico. Bastaron ‘sólo’ 10 mil años para destruir lo que la naturaleza había logrado en millones de años.
El cambio climático nos obliga a recurrir a estructuras arbóreas de producción para refugiarnos en esos microclimas. Así lo intuyeron, por ejemplo, las culturas ecuatoriales precolombinas al crear la selva humanizada.
La fijación de carbono atmosférico se logra en agriculturas alternativas mediante estructuras arbóreas y compostajes.
Sólo una vida austera (la economía budista que resaltó Schumacher), solidaria, de igualdad intercultural, nos guiará en la necesaria modificación de nuestros individuales patrones de vida; y en ello pesan más los aportes civiles que los institucionales, como lo demostró Elinor Ostrom, Premio Nobel por ello en 2009.
4. Crisis alimentaria. Esta crisis está soportada por modelos agroexportadores, biocombustibles, megaproyectos, revolución verde, criminalización de la vía campesina, acumulación de la tierra en pocas manos, oligopolización del comercio de alimentos; concepción del alimento como mercancía, industrialización o chatarrización de los alimentos, empresarialidad. Una sexta parte de la humanidad perece en lo famélico y otra sexta parte en la obesidad.
Un movimiento civil (y ojalá política pública) de autonomía alimentaria por la vía campesina puede soportar una producción familiar ecológica, suficiente para enfrentar la crisis alimentaria.
La naturaleza le ofrece a la humanidad una gran biodiversidad de seres y de nichos frente a la reducción del alimento a sólo tres fuentes (maíz, trigo, arroz).
La práctica de la autonomía nos libera de las dependencias: del crédito, de las transnacionales de las semillas, de los mercaderes de los insumos, de los manipuladores de los alimentos.
5. Crisis energética. Desde la invención del fuego, la humanidad escoge basarse en la capacidad energética del carbono: de la leña a la turba, a la hulla, al petróleo; a los gases carbonados como el metano y el propano.
Lovelock (2006) calcula que la humanidad consume media gigatonelada de carbono en comida frente a dos y media en sólo transporte.
Se ha previsto el agotamiento de las fuentes naturales de energía fósil (el petróleo, la más eficiente) a término relativamente breve, razón por la cual se ha generado atención hacia fuentes alternativas.
El privilegio de esa atención lo sufren los combustibles de biomasa, en este caso los perversos agrocombustibles, que ocasionan la duplicación de los precios del maíz y un alza importante en arroz, trigo, azúcar y mieles en un mundo de famélicos.
Incluso se ha llegado al derroche de energía transportando alimentos, cuando es negocio, de un continente a otro. Es éste un derroche evitable con una política de autonomía alimentaria.
6. Crisis hídrica. Además de las variabilidades climáticas, el agua potable está siendo permanentemente perturbada por excretas, minería, deforestación y basuras. En Singapur y Japón ya se están reciclando aguas residuales con fines potables.
En Colombia, país que se venía suponiendo excedente en aguas superficiales, ya ha habido que racionarlas, como ocurrió a comienzos de 2010. Algunas comunidades incluso carecen de este elemental derecho. Estamos atrasadísimos en técnicas de infiltración, cosecha y almacenaje de agua.
El referendo del agua, impulsado por trabajadores sociales en Colombia especialmente en la década del 2000, plantea garantizarle a cada ser humano el acceso gratuito a su ración vital de agua, por supuesto con la oposición de los que se lucran de la privatización de los recursos. No se descarta que ‘avancemos’ a tener que comprar también aire embotellado.
7. Crisis ambiental. En el diagnóstico ambiental (2008) del Banco Mundial se establece que el aire sufre la mayor contaminación en Colombia. Calcula el Banco que únicamente en salud los contaminantes al aire causaban 6.000 millones de dólares anuales.
La lumpencultura exige cada vez más ruido. Usted puede ‘disfrutar’ del ruido en Cali, por ejemplo, todos los días hasta las tres de la mañana: sólo pueden ocurrir de tres a cinco horas diarias de relativa calma. Jorge Barón Televisión y el fútbol constituyen todo un paradigma cultural, indicador de nuestro nivel espiritual.
8. Crisis social. La señora Arundhati Roy (5) puntualiza con claridad indicadores de crisis social contemporánea, en tal forma que permite preguntarse cuál será el porvenir social del mundo a partir del desgaste evidente de la democracia. “¿Habrá vida después de la democracia?” “¿Será la democracia la etapa final de la especie humana?”.
La reivindicación femenina frente a la hegemonía machista, la permisividad de formas familiares homosexuales, la indefensión de bebés en gestación y en crecimiento; el desempleo, en especial en la generación joven; las formas arcaicas de gobierno, la agresión imperial a países disidentes, el saqueo soberbio a la naturaleza, los atentados y masacres fundamentalistas; disturbios, saqueos, negación de los derechos humanos y ambientales con la eliminación de sus líderes y desplazamiento forzado de los más desamparados. En general, el desprecio de la vida: decenas de signos de crisis política que necesariamente señalan la necesidad de sistemas solidarios, austeros, armónicos con la naturaleza, compasivos: la unidad ecología-espiritualidad-política.
El actual ambiente de crisis bien pudiera ser la puerta a una nueva concepción de la civilización.
1 Preparado a solicitud de Censat-Agua Viva, email: [email protected], para la comunidad de Guachené (Cauca).
2 Ver “La endeble luz de la democracia”, de Arundhati Roy, El Malpensante Nº 103, noviembre de 2009.
3 íd. “Hicimos del dinero un dios, un objetivo de vida; construimos la hegemonía de lo material”.
4 La venganza de la Tierra, 2006.
5 La endeble luz de la democracia, 2009.
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