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¿Volver? ¿Para qué?

¿Volver? ¿Para qué?

Año tras año, doctores y posdoctores que salen del país a desarrollar sus carreras investigativas, intentan regresar a Colombia a aplicar sus conocimientos y estar al lado de los suyos. Sin embargo, la falta de una visión en investigación, ciencia y tecnología nacional conlleva que los programas de repatriación planteados por Colciencias siempre sean improvisados.

Es septiembre de 1992. El césped de las calles de Cambridge empieza a colorearse de naranja, advirtiendo la llegada del invierno. El vaivén de los transeúntes sigue con normalidad. Para muchos de ellos es un mes más en la fría ciudad del estado de Massachusetts, mientras que para Iván Junis, este será el mes en el que se materializará la decisión que días antes había tomado y que le dará otro rumbo a su vida profesional.

Meses atrás, Junis se encontraba en uno de los laboratorios de la Universidad de Harvard, desempeñándose como instructor en el área de inmunogenética y biología molecular, como normalmente lo hacía desde nueve años atrás. Su vida académica estaba en su mejor época, ganaba más de 20 mil dólares, se engranaba a la perfección a la dinámica de investigación norteamericana, tanto así que tiempo después recibió una oferta de aproximadamente 30 mil dólares para trabajar en Atlanta. Sin embargo, el hecho de extrañar a los suyos lo complicaba todo. Junis había empezado a sentir un profundo deseo de devolverse a Colombia.

Él sabía que si decidía regresar el futuro que le esperaba era inestable, aunque el programa de Colciencias le asegurara lo contrario, pues Junis sería el primer investigador en ser repatriado por la entidad, y ellos improvisarían al no tener ningún tipo de proyecto pensado para el retorno de grandes académicos que habían estudiado en el exterior.

Aún así, con cuarenta años de edad, Iván Junis, decidió irse por lo incierto. No por su país, sino por él; por dejar de sentirse extranjero en un lugar que no tenía mucha importancia para él; por dejar de extrañar a los suyos.

Fue así como este médico se convirtió en el primer investigador colombiano en ser repatriado por Colciencias. Lo que quiere decir que el programa que hoy tiene por nombre “Es tiempo de volver”, no es nuevo y empezó a ser aplicado desde hace 20 años. En fin, por ahora, sigamos con la historia.

Futuro incierto

Antes de llegar a Colombia, Iván Junis había acordado junto a Colciencias, ser recibido por el Instituto Nacional de Salud en el que desarrollaría un proyecto financiado por la entidad.

El primer aterrizaje a la realidad fue cuando de 20 mil dólares que ganaba en Harvard, empezó a recibir 360 mil pesos. Sin embargo, esperaba que con el proyecto pudiera aumentar esos ingresos, pero la financiación prometida por Colciencias nunca se dio.

El tiempo corría y todo se fue diluyendo; Junis comprendió que, aún existiendo voluntad por parte de la entidad, no existía el mecanismo para operatibizarla, y como era el primero en ser repatriado eso, según pensaba él, podría ser normal.

Luego de la improvisación, Iván se quedó en el Instituto Nacional de Salud desempeñándose como Investigador y Subdirector de Investigación y Desarrollo, para finalmente retirarse de allí al entrar en conflicto con el Sistema de Ciencia y Tecnología reinante en el país.

Hoy, cuando ya está a punto de cumplir 60 años, recuerda las razones por las que se desligó del Instituto:

Hice una evaluación de sumas y restas y me pregunté: ¿cuánto dinero había recibido el Instituto para financiar los proyectos de los 13 grupos de investigación en los últimos diez años? Dividí eso por el número de artículos de investigación que habían producido esos 13 grupos en ese periodo, y me dio que aquí costaba 2 mil millones de pesos hacer un artículo de investigación, cuando afuera costaba 20 mil dólares en ese momento. Y segundo, que la investigación era aquí una forma de docencia. No era más. Entonces, en su momento hice esas cuentas y dije: un investigador en 20 años de vida útil en Colombia está condenado a realizar 1,7 artículos de primer orden, mientras que en Estados Unidos o en cualquier otro centro de investigación son centenares. Eso no se debe premiar, eso es un fracaso.

La desazón de Junis por el sistema de investigación en Colombia fue la razón por la que se desligó de ella, pero más que eso Junis trató desde ese mismo día de desvincularse de Colciencias. Por lo que decidió abrir un centro de Medicina Funcional, junto con el médico Hugo Zapata, que trata de ver la medicina desde otra perspectiva.

A la pregunta de si se arrepiente o no de la decisión tomada, Iván no vacila al responder que fueron válidas las razones por las que se fue, sin embargo hoy se pregunta si lo siguen siendo y comenta que no le aconsejaría a ningún científico devolverse para Colombia.

-Si un muchacho me dice que va a realizar un doctorado y que va a regresar, le digo, no, ¡¿por qué va a regresar?!, “que el país”, le digo, no, se equivoca, “que la política de investigación”, se equivoca, “que los estudiantes”. Eso es una estupidez. Si a uno le interesa la ciencia debe hacerla allí donde realmente sea factible. Todo lo demás son carretas, demagogias. O uno estudia e investiga o uno enseña, que es lo opuesto, no complementarias.- enfatiza Junis criticando lo que es el futuro de la mayoría de doctores y posdoctores que regresan a Colombia, que terminan enseñando en una universidad con la excusa de investigar-.

Pero veamos un caso más cercano. El de Vladimir Corredor, que también fue repatriado por Colciencias cuatro años más tarde.

Hacer investigación en Colombia

Nueva York 1993. Vladimir Corredor recibe su diploma de doctorado en Parasitología Médica y Molecular en la Universidad de Nueva York. Y decide realizar un posdoctorado en un hospital de esa ciudad. Todo va bien en la vida de este biólogo, hasta que la embajada le recuerda que ha culminado el periodo de dos años permitido para residir en Estados Unidos. Debía regresar a Colombia.

Corredor, al no encontrar razones para volver a su país, decide poner una tutela al Gobierno pidiendo estar dos años más.

Fue un tiempo más para investigar y desarrollar su vida académica, pero también fue un tiempo para extrañar cada vez más a los suyos, y en el que se volvían difusas las razones por las que debía quedarse. Meses más tarde Vladimir aplicó en el programa de repatriación de Colciencias en 1996, sin pensar muy bien en las consecuencias.

Corredor ha dedicado la mayor parte de su vida en la investigación de la Malaria, es un hombre delgado y de piel trigueña, que expresa de manera metódica sus ideas. Sin embargo al preguntarle la razón por la que se vino de Estados Unidos, titubea, busca las palabras con inseguridad y al final dice:

-Por que soy un poco loco -sonríe- Pienso, que si le ofrecen a alguien algo muy atractivo allá es muy difícil que se regrese, porque no va a perder su vida profesional por regresar ¿Qué personas regresan? Los que, como yo, no estaban interesados en hacer una carrera académica allá. En ese momento conocía el sistema norteamericano, me parecía muy competitivo, y ese no es mi carácter. Aparte de eso no tenía mucho interés de vivir en los Estados Unidos. Prefería correr el riesgo aquí. La vida cotidiana es mejor aquí y la vida profesional es mejor allá, entonces yo escogí mejor la vida cotidiana aquí.

¿Pero qué pasó con el programa de repatriación de Corredor? A pesar de que ya no era el primero, como sucedió con Iván, lo que exigía que no existiera una improvisación en el sistema, los resultados fueron semejantes.

-¿Qué ofrecía el país? Nos decían: ustedes escriben un proyecto, hablan con una organización, nosotros nos comprometemos a coordinar con una institución receptora para que los reciba y para que les dé un trabajo y puedan iniciar entonces una carrera en el país. El proyecto debe pasarse a Colciencias y de ser aprobado lo financian –algo semejante a lo que le ofrecían a Junis en su momento–. El primer problema es que las instituciones aquí no son lo suficientemente sólidas para cumplir objetivos a largo plazo, instituciones que le permitan decir a la persona que llega: bueno, voy a trabajar en esta área y voy a desarrollar un programa a largo plazo, sino que está uno sujeto a los vaivenes de los cambios de dirección en un sitio, que fue lo que me pasó a mí.

Finalmente Corredor presentó el proyecto a Colciencias, que en esa época era evaluado por pares externos. En su caso, los pares evaluadores dijeron que su proyecto merecía la financiación pero que el presupuesto que demandaba era muy poquito, y que les preocupaba que con ese presupuesto no pudiera llevar a cabo la investigación.

¿Qué ocurrió? Cuando le llegó la carta de Colciencias, le expresaron que el proyecto había sido aprobado pero que ellos solamente podían darle la mitad del presupuesto. Corredor no aceptó.

-Yo simplemente les dije: con ese dinero no puedo llevar a cabo el proyecto, así que me quedé sin la financiación de Colciencias.

Fue así como Corredor quedó casi en la calle y la entidad se desentendió totalmente del caso.

-Nadie me hizo seguimiento, a nadie le importó si ese señor tuvo éxito o fracasó, para poder evaluar y decir si esa plata de la repatriación que habían invertido había dado resultados. De ahí en adelante he tratado de no tener que ver con Colciencias en la medida de lo posible porque el sistema de ciencia y tecnología es un sistema, a mi juicio, un poco autoritario.

Y aunque Vladimir, inicialmente prefirió la vida cotidiana aquí que la vida académica allá, estuvo muchas veces entre el dilema de desarrollar su vida profesional o su vida cotidiana. Tanto así que años después de estar en Colombia regresó a Estados Unidos a trabajar en la Universidad de Emory, aburrido de la falta de productividad en el país, y en el 2002 regresó nuevamente a Colombia a falta de esa tranquilidad en su vida cotidiana.

Luego de un tiempo se volvió a ir del país, esta vez para Londres, donde permaneció tres años haciendo investigación, para luego regresar a desempeñarse como docente en la Universidad Nacional y realizar investigaciones de manera independiente con la Secretaría de Salud del Cauca, en colaboración con organizaciones de Inglaterra. Aun así piensa, como Junis, que la docencia no debe ser el destino de los investigadores repatriados.

-La docencia no va a contribuir con una transformación real para el país, es necesaria una transformación práctica, donde se vean los frutos de un talento. Esto no lo veo en Colombia. Las personas que hemos regresado, en general llegamos a tratar de conseguir un espacio adecuado para tratar de comprar unas herramientas y formar el equipo de investigación que se requiere. Lo que es peor es que esto no parece ser lo que desea Colciencias.

Colciencias hoy

Colombia, 2015. Colciencias aplica el programa “Es tiempo de volver”, que al parecer es nuevo, luego del lanzamiento del “Programa nacional de incentivos para el retorno de científicos altamente calificados en el exterior”, en diciembre de 2013, pero en aplicación en el país, con diferentes nombres, desde su primer repatriado en el 92.

Los investigadores que aplicaron al programa, dicen, como hace 20 años, que la entidad “improvisó” e incumplió con lo que les aseguraba a los 200 doctores y posdoctores que dejaron sus productivas vidas académicas por estar cerca de los suyos.

De un presupuesto inicial asignado de $17 mil millones, finalmente Colciencias adjudicó $11 mil millones a este programa. ¿Qué es lo que sucede?

Según Mario Hernández, que ha trabajado por varios años en el Centro de Historia de la Medicina de la Universidad Nacional, el problema va más allá de Colciencias y se deriva de la política nacional de ciencia, tecnología e innovación que ha tenido siempre el país.

Empezó en la década de los 60, precisamente con la creación de los fondos que estaba impulsando la OEA para vincular ciencia y tecnología al desarrollo de los países. Más o menos empezados al mismo tiempo que Argentina, Brasil, México, con la creación de Colciencias. Pero en los 70 y 80 empezó a existir una divergencia entre nuestro país y el resto. Argentina empezó un programa muy fuerte de becas para formarse en Posgrados con muy buenas condiciones y fortaleció las instituciones de investigación con un financiamiento muy fuerte. Mientras que Colombia la financiación continuaba brillando por su precariedad.

Hernández hizo parte de Colciencias en la década de los 90 y opina, de primera mano, que se intentó reorientar esa política en la ley 29 del 90, creada antes de la Constitución Política del 91 y que fundó el Sistema Nacional de Ciencia y Tecnología.

-Estuve tratando de armar el programa de ciencia y tecnología de la salud, con 11 programas nacionales que pretendían articular al sector académico con los sectores de la sociedad, con el Estado. Pero otra vez la inversión fue muy precaria y empezaron a desarrollarse los programas que siempre tenían esa espada de Damocles, como: Beca- crédito, que si usted no termina, tiene que devolver 80 o 100 millones de pesos, es decir una lógica muy contractualista, no de decisión de política pública.

La situación que hoy enfrenta Colciencias es el claro resultado de falta de financiación, pero también responde, como lo recalcó Vladimir Corredor, a los problemas graves que existen en administración “En la manera como se ve la investigación, la manera como clasifica a los investigadores y a los grupos, y la manera como a su vez dice quién es un investigador y qué es un grupo de investigación”, opina Corredor.

Tanto así que, según él, si hoy el doctor Rodolfo Llinás, médico neurofisiólogo colombiano de reconocida trayectoria a nivel mundial por sus aportes al campo de la Neurociencia, decidiera regresar al país, “no clasificaría como top del top” porque no tendría la experiencia necesaria de investigación en el país. Lo cual dice mucho del sistema de clasificación de Colciencias.

Es debido a esto que un conjunto significativo de los más importantes investigadores de las humanidades en el país, decidió recientemente no participar en la convocatoria que pretende medir a los grupos de investigación en Colombia, porque no creen en esa medición y están en contra, además, de los múltiples requisitos que deben cumplir para obtener respaldo a sus productos académicos.

“Colciencias ve la ciencia y la tecnología necesariamente vinculado al sector productivo. Pero no hay proyectos a largo plazo, cada vez es más burocrático, productivista y cortoplacista y tratan a la educación como si fuera hacer pan”, comenta Hernández, quien además agrega que es el momento de poner en entredicho tanto ese programa como la política de ciencia e innovación en el país. “Estamos en esa discusión tanto en la Universidad Nacional como en las demás universidades públicas e incluso privadas porque tal como vamos, vamos mal”.

Información adicional

COLCIENCIAS Y EL OBSOLETO SISTEMA DE REPATRIACIÓN
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