Con mensajes como “Vamos juntos por el Valle del Cauca” y “Solidaridad, equidad y confianza”, desde la unidad de los sectores más dinámicos de esta parte del país, Angelino Garzón logró que 703.000 vallunos votaron por su propuesta y por la esperanza que
Su elección, que ha despertado tanta motivación, ahora se enfrenta a una cruda realidad: el déficit de tesorería del departamento no es de 15 mil millones de pesos –como dijo Germán Villegas, gobernador saliente–, sino de más de 30 mil millones de pesos. Pero además recibe una deuda pública de 900 mil millones de pesos y unos ingresos promedio de 700 mil millones por año. Es decir, un departamento quebrado.
Esta realidad obliga, a quienes apoyamos este proceso, a reflexionar y organizar y proyectar acciones que permitan que esta experiencia de gobierno no se trunque. Que el caos y miseria que recibimos lo superemos, sabiendo aislar a quienes lo propiciaron y acercando a quienes lo sufren. Rodear al ejecutivo y su equipo de trabajo, con una visión crítica es el reto y la tarea.
Asociar la llegada de Angelino Garzón a la Gobernación del Valle y la de Lucho Garzón a la Alcaldía de Bogotá como “el inicio del gobierno de la izquierda democrática en Colombia”, es una idea que se debe agarrar con pinzas, para no caer en estados de euforia que más pronto que tarde puede provocar grandes desencantos.
Esta no es la primera vez que figuras representativas de sectores populares y de pensamiento contrario al de los partidos tradicionales, logran llegar con acompañamiento masivo a instancias de poder. Lo extraño y sospechoso es que hasta hoy, ninguno de esos despertares populares ha logrado consolidarse y mantenerse.
En el Valle, el caso más reciente es el de Gustavo Álvarez Gardeazabal quien también fue elegido con la más alta votación registrada hasta ese momento, y en el vecino departamento del Cauca acaba de pasar la particular figura del gobernador indígena Floro Tunubalá sin dejar a su paso estructuras de participación organizadas que garanticen la permanencia del poder popular en la gobernación. Esto ocurre en el departamento del Cauca, que tiene las comunidades indígenas, paeces y guambianos reconocidas como las mas organizadas en lo político del país.
Pero la lista es más extensa. Lideres de izquierda y levantamientos populares los ha tenido el país, claro está cada uno en contextos y circunstancias particulares: Rafael Uribe Uribe con el liberalismo radical que fue asesinado de un hachazo saliendo del Congreso, la revolucion en marcha de Lopez Pumarejo en los años 30 que con la pretensión de modernizar el campo le abre espacio al partido socialista de los trabajadores de Maria Cano, después está Jorge Eliécer Gaitan y más tarde la ANAPO, desvertebrado por liberales y conservadores; luego la Unión Patriótica y el M-19 con Carlos Pizarro. De este desintegrado movimiento que alcanzó gran importancia en la política nacional a principios de 1990, hoy solo queda la figura reconocida del congresista Antonio Navarro Wolf.
El nuevo mandatario de los vallecaucanos se posesiona entonces con la fuerza política que le da el haber sido elegido con la mas alta votación que se ha registrado en el departamento, pero la envidiable cifra de 703.000 votantes que le acompañaron no le garantizan absoluto independencia como lo quiso mostrar al inicio de su campaña, al presentarse para las elecciones con el Movimiento Convergencia Popular Cívica.
Sabiendo que en política “nadie da puntada sin dedal” varios son los compromisos y desafíos que tendrá que enfrentar con éxito Angelino Garzón. Entre ellos, poner en juego toda su capacidad conciliadora para negociar, sin ceder mas terreno del esperado, a los grupos políticos y el sector empresarial que respaldaran su propuesta.
Retos y compromisos
Uno de sus compromisos más notorios es el adquirido con la clase política regional que le brindó su respaldo irrestricto a partir de su propuesta de intercambio de los diputados secuestrados por guerrilleros presos. Vale la pena destacar que su disponibilidad para colaborar en una salida humanitaria en el caso de los secuestros del Valle, y la consecuente respuesta de respaldo de un amplio sector de la dirigencia del departamento, le dieron a la figura de Angelino Garzón un reconocimiento que tres años antes no se lo hubiera dado el simple hecho de ser un buen Ministro de Trabajo o un destacado líder sindical de izquierda democrática. A esto se debe agregar el hecho de que la política de paz es competencia exclusiva del gobierno central, y que por tanto cualquier iniciativa realimente importante de la región debe contar con la aprobación del Presidente Uribe, tal vez no muy interesado en cederle un papel protagónico a un mandatario seccional que además de ser de la izquierda democrática, propone una salida humanitaria en sentido contrario al de la defensa de seguridad democrática. Con esa dificultad de no lograr resultados concretos, el gobernador podría empezar a tener sus primeras presiones fuertes.
De igual manera la reducción de la violencia debe ser prioritaria en un departamento que en el año de 2003 registró 3.675 muertes violentas, 267 menos que el año 2002, pero que ve recrudecida la violencia de los carteles de la droga en los últimos 3 meses.
Otro problema que tiene que ver con el conflicto armado en el Valle es el destierro, eufemísticamente llamado desplazamiento de campesinos del centro del Valle, principalmente de Tulúa, Dagua, Darien y Jamundi hacia la Ciudad de Cali. Este desplazamientos se puede ver agravado por el recrudecimiento de la violencia entre carteles del Norte del Valle, focalizada en los municipios Roldanillo, Versalles, Cartago, Zarzal, el Dovio y la Victoria que se viene registrando desde las últimos tres meses. La atención a los desplazados demandará una alta intervención de recursos, de lo contrario la imagen de la gobernación podría sufrir un rápido desgaste entre quienes se hacen expectativas alentadoras en este sentido con su administración. Esto lo deberá enfrentar Angelino Garzón, al tiempo que lucha por estabilizar las finanzas de un departamento que finalizó 2003 con una deuda publica superior a 700 mil millones, mientras cuenta con ingresos de apenas 300 mil millones de pesos al año.
En lo político la responsabilidad de Angelino Garzón es enorme, pues pese a la alta votación alcanzada, nada muestra que en las bases de la sociedad haya estructuras organizadas jugándoselas por la consolidación de un proyecto político de largo alcance en el tiempo, y todo parece obedecer más a ese desconcertante estira y encoge en el que se desenvuelve el movimiento electoral del país, pues con facilidad se pasa de un extremo al otro, como el caso de la pasada gobernación del Cauca con Floro Tunubalá que no logró dar las bases sentadas para sucederle en el cargo y de manera inevitable el poder de lo regional regresará a las manos de la clase política tradicional. Igual ocurrió en el caso de los últimos dos gobiernos nacionales: llega a la presidencia pregonando los diálogos como mecanismo para lograr la paz y el gobierno que lo sucede llega con un discurso completamente opuesto, es decir enarbolando la bandera de la fuerza para lograr el mismo propósito. Visto desde esta perspectiva un fracaso de Angelino en el Valle podría hundir las esperanzas de quienes sueñan con el resurgir de una izquierda democrática moderna en Colombia que rompa la tendencia del poder tradicional de manera definitiva.
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