Ya es un secreto a voces. En cumplimiento de su mensaje primordial y promesa electoral de aniquilamiento militar de la guerrilla, antes de terminar el mes de marzo, después de su próxima visita a Washington como invitado oficial de George Bush, el presidente Álvaro Uribe tendrá listo un dispositivo de 13.000 efectivos del Ejército –apoyados por 3.000 miembros más de la Armada, la Fuerza Aérea y la Policía– en los departamentos de Putumayo, Caquetá, Guaviare y Vaupés. Con base en esos preparativos, por primera vez de bombardeo conjunto y con blancos repartidos con el Ejército de los Estados Unidos, durante su última visita a Bogotá el general James Hill jefe del Comando Sur expresó: “En Colombia, los terroristas tienen los días contados”. El tiempo y la prisa cuentan. Días después, el 4 de marzo en Miami, en la propia sede del Comando Sur, el mismo general Hill tuvo al respecto otro encuentro con el Presidente Uribe. En esta Operación se experimentará el lanzamiento nocturno desde 5.000-8.000 pies de altura de alrededor de 300 comandos-jungla dotados de equipos de oxígeno, botones de Global Posición Sistem, GPS –que señalan a satélites el lugar exacto de sus pasos– y con aparatos de detección térmica en un perímetro de 200 metros.
Afectado o conciente de que sus realizaciones solo muestran la captura de Simón Trinidad, para el presidente Uribe esta Operación Patriotas constituye la carta ganadora.
Un optimismo que compartió también en Miami durante su conversación con el millonario opositor venezolano Gustavo Cisneros, dueño de Univisión y de otras empresas y canales en el continente. Como una simple referencia y antecedente de esta Operación, el Ejército tiene la experiencia de las operaciones Conquista y Cóndor informadas por el Ministerio de Defensa en agosto 30 de 1996.
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