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Editorial: Política pública para ser gobierno y ser poder

¿Qué hacer?

La respuesta dada por nuestro equipo a tal interrogante hace setenta días fue elemental: crear una relación verdadera entre el presidente y la guerra, confrontándolo con la otra imagen: una persona de carne y hueso que representa la paz. Propusimos que se hiciera esto en el espacio público, rompiendo el debate tradicional de izquierda, en el salón, el mismo que no crea hechos ni desarrolla procesos. Por esa vía tratábamos de resolver dos problemáticas fundamentales: la legitimidad de un proyecto alternativo, a través de disputarle el espacio público y el imaginario colectivo al establecimiento, y construir nuevos referentes o liderazgos nacionales.

En tanto la persona que más descolla como posible líder de esta campaña la encarna el presidente del Frente Social y Político, correspondería a esa agrupación dar respuesta pública a la iniciativa en cuestión. Si le parecía viable y necesaria, precisar por qué y llamar de inmediato a constituir los comités correspondientes. Si por el contrario le parecía improcedente, explicar las razones y proyectar una línea diferente. Cualquiera fuera la respuesta, nos generaba dividendos, pues al hacerlo propiciamos que la política en nuestro país recupere la senda de lo público, que cualquier decisión que se tome dentro de los proyectos políticos se convierta en un acto pedagógico y movilizador.

Enfatizamos, llamamos a una contracampaña como método para enfrentar la iniciativa institucional, por que esa es la mejor vía para enfrentar y al mismo tiempo para avanzar. En ello ha sido muy elocuente todo el proceso desatado en Venezuela para derrocar al Presidente Chávez. De allí aprendimos que en toda campaña que pretenda crear alternativas, hay que tener nombres y rostros concretos, personas que por su prestigio (real o construido por los mismos medios) puedan llegar a liderar un proceso social. Y ese es el reto de la campaña para impedir que el actual presidente colombiano sea reelegido: construir una alternativa, tanto política, programática, como humana. Una anhelo nacional, la paz, liderada por una persona concreta, que por demás se opone a quien representa la guerra.

A ese respecto tan bien fue aleccionadora la campaña (en doble vía) contra el referendo, liderada por la Gran Coalición Democrática. Por un lado (el positivo) nos enseño que uniéndonos, movilizándonos, mostrando lo improcedente de ciertas decisiones, se puede ganar el corazón y la mente de las mayorías nacionales. Pero por otro (el negativo), una vez triunfadores siendo incapaces de capitalizar a través de una contraofensiva que arrebatara conquistas sociales al establecimiento o profundizara confianza en la necesidad de una nueva alternativa política.

Sabiendo ya esto, la decisión es obvia. Improcedente actuar desde el simple estribillo “no a la reelección uribista”, pues eso no crea alternativa ni esperanza. De allí no se deduce una alternativa ni un país posible. Y esa alternativa y ese país hay que discutirlo en cada esquina con el vecino, con el transeúnte, con todo aquel que sueña con la paz, pero que contradictoriamente puede creer, a su vez, en Uribe. O que cree en la paz pero lo han engañado diciéndole que es posible construirla sin cambiar el país.

Ese es el reto que desde abajo le ha querido colocar al Frente Social y Político y a su presidente. Lo hacemos porque reconocemos que allí esta representada una importante e irreductible parte de la reciente historia social y política colombiana. Lo hacemos porque reconociendo esta realidad, miramos desconcertados que no logran salir del encerramiento que ellos mismos se han construido, desde el cual no logran superar el ejercicio académico, los debates de claustro que les podrán dar la razón pero nunca (y por extensión a las mayorías nacionales que desean elevar a sujetos) el gobierno y mucho menos el poder.

Comunicación independiente y colectiva

La urgencia de un proyecto de comunicación independiente y colectivo es cada día más evidente en Colombia. Hace cinco años lo percibimos claramente y se lo propusimos a todos los sectores sociales. La coyuntura que creaba la apertura del Plan Colombia no dejaba dudas. Ante el silencio que siguió a nuestra propuesta (hecha en el seminario internacional Prensa independiente y democracia, realizado en la biblioteca Luis Ángel Arango) y repetido en varios artículos de este periódico, nos llevó a constituir en el año 2002 una empresa que se encargará de ese proyecto de comunicación y de la cual podrían ser socios activos todas las personas o instituciones que lo desearan. La única condición: ninguno podría adquirir más de una acción, la misma que tasamos en un millón de pesos.

Pretendíamos con ese límite generar igualdad en la propiedad y democracia para las decisiones. Una empresa colectiva, defendida y construida por todos sus socios, funcionando como cualquier otra, es decir, con asamblea de socios, nombramiento de junta directiva, entrega de informes, con su plan de mediano y largo plazo, etcétera. La respuesta, contrario a lo esperado y a lo demandado por la realidad política del país, fue mínima. El interrogante que no nos abandona y que aún no obtiene respuesta, ¿por qué al movimiento social y al conjunto de soñadores en la democracia, que por cientos siguen habitando este país, no los concita un ejercicio colectivo por una comunicación independiente?

La respuesta es difícil y nos negamos a brindar una tajante. Seguimos esperando una respuesta masiva que nos permita, poco a poco, romper el modelo informativo impuesto en el país, a través del cual las verdades oficiales, de los cuarteles y de los empresarios, sean las únicas que llenen pantallas, emisoras y papel periódico.

Con seguridad sí es posible construir un modelo comunicacional e informativo diferente en Colombia, pero para lograrlo es necesario que nos arriesguemos y que potenciemos el caudal de saberes que habita en todas las comunidades. Sacar de las gavetas de los sindicatos la valiosa información que allí reposa, relacionarla con las cotidianidades de los servicios públicos y de los derechos sociales, económicos y culturales que a todos nos afectas, brindar confianza a los cientos de escritores frustrados que hay en todos los rincones del país y romper el esquema de la chiva noticiosa.

Hacer visible lo invisible. Darle voz al que se la han negado. Y todo ello lo podemos hacer con pocos recursos. 89 ediciones del periódico desde abajo, 23 de Le Monde diplomatique, edición Colombia, más de 25 libros, 10 documentos especiales, 40 suplementos temáticos, 60 foros, seminarios y conversatorios, así lo atestiguan. Sin duda, sí es posible.

Con seguridad lo hecho no recoge todo lo que podríamos haber realizado, pero lo hicimos convencidos de que era necesario y posible. Podemos hacer mucho más y mejor si lo abordamos entre todos. Los recursos que se requieren (un millón por asociado hasta reunir como mínimo 300 asociados), están al alcance de la mayoría de las instituciones y de las organizaciones sociales, y de no pocas personas que actúan públicamente a favor del cambio social.

Tenemos un camino abierto, sin dilación, sí es posible. La invitación sigue abierta.

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