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La ausencia de una dirección colectiva. Una llama que no se extingue – América del Sur, Bolivia

Como se recordará, el pueblo boliviano asciende en su resistencia desde abril del 2000, cuando se desató la Guerra del agua. Desde ese momento, mes a mes, sus habitantes se han movilizado para enfrentar la grave crisis social que les afecta. Las jornadas más duras se vivieron el 12 y 13 de febrero del 2003, cuando fueron reprimidos con toda crueldad, asesinando las “fuerzas del orden”, 41 manifestantes, y durante la “guerra del gas”, cuando asesinaron más de un centenar.

En esta última jornada, y tras la aceptación no unánime de la desmovilización de la protesta, se pactó un extenso pliego reivindicativo de más de 70 puntos, dentro del cual estaba poner a consulta de los bolivianos el destino del Gas.

Pero como en todo referendo –y este no es la excepción-, la orientación de las preguntas las determina el que las escribe (ver recuadro). Esta realidad ha dividido a la múltiple conducción social boliviana: La Central Obrera Boliviana (COB) ha llamado a boicotearlo, lo mismo orientó Felipe Quishpe, quien a puntualizado: “El referendo es tramposo, por ello hay que buscar con unidad de todos los sectores sociales del país una lucha conjunta…”. Por su parte la decisión final de las fuerzas que orienta el dirigente Evo Morales continúa sin conoce.

En este marco de disparidad de criterios, se sabe que la COB demanda la nacionalización inmediata de los hidrocarburos, colocando en un punto alto las nuevas confrontaciones que se avecinan en el hermano país, que podrían dar al traste con el actual Presidente.

Para los Estados Unidos no es ajena esta posibilidad y por ello ha diseñado un conjunto de escenarios que le permitirían conservar el poder real. Estos van desde la renuncia y la sucesión Constitucional del actual Presidente (por el Presidente del Senado, Hermando Vaca), pasando por un Golpe Preventivo Cívico Militar -como mecanismo para controlar el descontento social en ascenso que la anterior medida desate-, hasta considerar el escenario “Ocupación Militar EE.UU., Israel y Chile”, como último recurso para controlar al pueblo y “pacificar al país”.

Estos escenarios han sido construidos con el favor de la oligarquía local y la asesoría de cinco agentes del Pentágono llegados a La Paz en noviembre de 2003. Ya se sabía que para la potencia del Norte, “…la toma del poder por el movimiento social boliviano, pondría en serio riesgo el equilibrio político de la región”. Unidad de oligarcas que hace más imperioso la unidad popular para impedir que en la próxima insurrección popular se de una nueva maniobra de recambio, para que todo siga igual.

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