El Sur es nuestro norte, es el espíritu de la comunidad sin el cual se pierde el sentido de las palabras y de las acciones colectivas. Más que un referente geográfico, el sur es la forma de soñar y de entrever el futuro, propia de quienes desde las veredas campesinas ofrecemos el maíz y la papa que se venden o se truecan en las tiendas de los barrios y se sirven en las mesas familiares o vecinales. El sur es al mismo tiempo punto de partida y de llegada en las búsquedas populares de la paz y de otras formas de producir y de concebir el sentido de la vida y el concepto de riqueza: sin el sur no se puede reinventar un país extraviado y envilecido…
Por ello desde todos los puntos cardinales están llegando mensajes y propuestas para engrosar el Encuentro Sur; para saber quiénes somos los del espíritu del Sur; para valorar nuestros propios empeños y enriquecer desde lo agroalimentario las resistencias populares ante la guerra y la salvaje acumulación de capital que nos azuelan…
En nuestra marcha recibimos ahora delegaciones de los campesinos de 58 municipios donde se cultivan los alimentos de los bogotanos, quienes a través de sus organizaciones traen hasta la ciudad una muestra de sus productos, acompañando la propuesta de lineamientos de política pública agro-alimentaria para Bogotá, que se le presenta al alcalde Lucho Garzón con el fin de de responder desde las iniciativas populares al reto de Bogotá sin hambre; y al mismo tiempo fortalecer el proceso de Encuentro Sur, pues se trata de reconocernos unos a otros en un trueque alimentario que señale un camino más en las búsquedas alternativas para la ciudad y para la región.
Las organizaciones populares y personas que estamos construyendo el proceso del Encuentro Sur, creemos que este tipo de propuestas pueden ayudar a clarificar a los sectores populares en la interacción constructiva con las instituciones públicas, y especialmente con las administraciones de aquellos mandatos electorales que han señalado claros caminos de paz y de reorientación de la inversión pública hacia lo social; y por supuesto en la construcción de la autonomía de los movimientos sociales hacia la profunda transformación social y económica que el país requiere.
El debate sobre la necesidad y la posibilidad de una política pública de alimentos para Bogotá está abierto. Así es, no se puede desconocer. La inclusión del tema del hambre en el plan de desarrollo de Bogotá ha propiciado la participación y la movilización de no pocas personas y organizaciones, Este es un aspecto por abonarle a la alcaldía que dirige Luis Eduardo Garzón.
Partiendo de ese hecho y teniendo como propósito contribuir a la concreción de ese objetivo, hay que reconocer que para lograrlo en varios períodos de gobierno se debe empezar por reconocer que la búsqueda de una solución a los problemas alimentarios del Distrito Capital implica un sistema de producción, distribución y consumo que además de garantizar el abastecimiento alimentario en términos de calidad nutricional y cantidad, sea responsable con las comunidades que dependen del mercado ya establecido. Una solución que tenga en cuenta la producción familiar rural y su enorme capacidad para generar todo tipo de productos alimentarios así como la multiplicidad de actores sociales y económicos que concurren en la comercialización rural-urbana y en la transformación de estos productos.
Es claro que con un estímulo serio a la producción campesina en la región centro del país, se contribuirá a frenar la migración desde el campo hacia la capital. De igual manera todo apoyo a la producción agraria, contribuye a parar la siembra de cultivos de uso ilícito.
Criterios fundamentales de una política agraria
Destacamos la importancia de generar una política de solución al hambre que basada en el sistema actual de abastecimiento, atienda a cuatro criterios fundamentales: la disponibilidad de alimentos, al acceso, la calidad y la aceptabilidad cultural.
La disponibilidad
El término disponibilidad da cuenta de las condiciones que permiten el mantenimiento de una oferta sostenida de alimentos en cantidad y calidad suficientes para satisfacer las necesidades del D.C. Hoy en día esta oferta está garantizada, principalmente, por la producción generada en los departamentos de Cundinamarca, Meta, Boyacá y Tolima, de lo cual se deduce que para asegurar la oferta alimentaria para la población bogotana en forma sostenible a corto, mediano y largo plazo solo puede ser posible si se fortalece y garantiza la participación de estos agricultores.
El acceso
El acceso se refiere tanto a lo económico como a lo físico. La accesibilidad económica tiene que ver con que los costos de adquisición de los alimentos necesarios para una nutrición adecuada estén a un nivel acorde con los ingresos de la población. La accesibilidad física esta relacionada con la posibilidad efectiva de que todos los individuos tengan acceso cierto a la satisfacción de sus necesidades, lo cual implica que los agricultores tengan posibilidades para interactuar en el ámbito de lo urbano a través de adecuados canales de comunicación y comercialización que les permitan a los consumidores obtener alimentos baratos y de calidad.
Calidad alimentaria
Por calidad alimentaria se entiende el consumo de alimentos sanos y equilibrados para satisfacer las necesidades de nutrición de toda la población bogotana y en particular de aquella franja de la misma que por su rango de edad o condición socioeconómica es considerada como la más vulnerable. Por lo tanto se entiende como consumo de alimentos de calidad el que estos no contengan sustancias tóxicas ni transformaciones genéticas, que perjudiquen la salud de los seres humanos o que sean producidos lesionando el medio ambiente.
Aceptabilidad
La aceptabilidad se refiere de manera muy importante a los hábitos y costumbres alimentarias. Esto se logra, en la medida en que se respeta e incentiva la inserción al sistema alimentario de formas de producción tradicionales de las diferentes comunidades campesinas, pueblos indígenas y afrodescendientes, provenientes de zonas del país de las cuales han salido históricamente los continuos flujos migratorios de personas (parte provocados por los desplazamientos forzados) y que hoy en día conforman el grupo de consumidores del sistema alimentario de Bogotá.
Partimos de lo existente, pero hay que avanzar
Los precios
Diversos estudios han mostrado que la demanda por alimentos tiene una elasticidad muy alta. Esta circunstancia implica que pequeñas variaciones, al alza, en los precios, producen disminuciones altamente significativas en las cantidades demandas por los grupos con ingresos más reducidos, colocando a sectores significativos de éstos, en situaciones de subalimentación. Coherentemente bajas pequeñas en los niveles de precios producen mejoras notables en el acceso a los bienes alimenticios.
Se requiere implementar un sistema que capte, procese y publique día a día los precios de los alimentos pagados a los productores en las zonas abastecedoras más importantes, los precios de compra y de venta mayoristas y los precios al consumidor en diferentes tipos de expendios y en diferentes zonas de la ciudad.
La difusión amplia y continua de los precios se convertiría en sí misma en un poderoso mecanismo de adecuación del mercado que repercutiría en la disminución de márgenes y precios y en instrumento imprescindible para la definición y seguimiento de las medidas gubernamentales.
La producción, transformación y comercialización
Las formas organizadas de participación de los campesinos en los sistemas de comercialización – adecuación y transformación de alimentos, deben cumplir un papel en las estrategias de abastecimiento dentro de la nueva política de la ciudad. De un lado, la existencia y expansión de los mercados campesinos y otras formas de conectar estas organizaciones con los consumidores, o con algunos comerciantes, se constituirá en un mecanismo de regulación del precio de los alimentos, presionándolo a la baja. De otra parte, en la medida en que tenga capacidad de oferta, las organizaciones campesinas deber ser llamadas prioritariamente para abastecer los restaurantes escolares, los comedores populares y otras formas previstas de colocar alimentos a los grupos más necesitados. Se sugiere por lo tanto:
Estimular las organizaciones campesinas con pedidos anticipados, precios de sustentación de alimentos básicos, para mercados campesinos en las localidades y zonas de mayor pobreza.
Impulsar circuitos agroalimentarios alternativos con participación activa de campesinos y consumidores en cooperativas y asociaciones en la producción, acopio, transformación y comercialización con organización de los sectores populares involucrados en la cadena agroalimentaria.
Facilitar minicadenas productivas para abastecimiento directo de las plazas de mercado con apoyo en crédito subsidiado.
Construcción, ampliación o adecuación de plazas de mercado en Usme, Engativa, San Cristóbal, Fontibón, Usaquén, Bosa y Kennedy.
Organizar procesos de transformación de la postcosecha involucrando a la población desplazado.
Impulsar un proceso de industrialización agrolimentaria en la ciudad, privilegiando los proyectos colectivos y cooperativos.
Campesinado, factor fundamental de la propuesta
Para los productores campesinos de las zonas rurales del Distrito Capital y los municipios de los departamentos circundantes que abastecen la ciudad, no es razonable separar el problema de seguridad alimentaría para Bogotá de la problemática agraria. Cualquier alternativa de reducir el hambre y la malnutrición debe tener en cuenta el fortalecimiento de las economías productoras que abastecen la ciudad, asegurando así la autonomía y sostenibilidad del proyecto.
El Estado, la sociedad colombiana y las ciudades no valoran la importancia de la población campesina, No reconocen su aporte al desarrollo económico del país y a la sostenibilidad alimentaría de la nación y del sector urbano. Históricamente se ha negado a los voceros de la economía campesina la posibilidad de acceder, con una adecuada representación, a las instancias donde se toman las determinaciones sobre política agraria, así como a las que las ejecutan. Por esto el conjunto de las organizaciones campesinas nacionales, de indígenas y afrocolombianas en su Congreso Nacional de abril de 2003 y en el Mandato Agrario1 , reclaman el reconocimiento político del campesinado, que le permitiría a este sector dar un apoyo definitivo en la superación del problema del hambre.
Con los presupuestos del Mandato Agrario y amparadas en los artículos concernientes a las formas de participación democrática de la Constitución Política Colombiana de 19912 , las organizaciones sociales campesinas demandan retribución justa de la significativa e indispensable contribución del campesinado a la nación3 , y al Distrito Capital en particular, para el logro de la soberanía, seguridad y sostenibilidad alimentaría integral de Bogotá. Se pretende así colaborar activamente con el Distrito y el programa “Bogotá sin hambre” promovido por la actual administración.
Para las relaciones con el Distrito
Se debe garantizar:
– La realización del plan de abastecimiento alimentario con productores de las regiones con garantías de inclusión, visibilización y reconocimiento de las organizaciones campesinas, indígenas y comunales.
– Conectar los planes de emergencia social y solidaria alimentaría a la oferta de alimentos de la economía campesina.
– Apoyar en educación, capacitación, asistencia técnica a las organizaciones de los productores a través de la transferencia de capacidades y gestión de las organizaciones nacionales y regionales.
– Declarar las zonas rurales existentes dentro del perímetro de la ciudad, respetando y conservando los suelos tradicionalmente agrícolas.
– Interlocución permanente con las autoridades del Distrito para ejecutar un programa de desarrollo rural alternativo en las localidades con ruralidad, que sea sostenible con su biodiversidad, el medio ambiente y la proyección de las fuentes hídricas de la capital y sus regiones aledañas.
– Exención de impuesto predial a los territorios indígenas con actividad agrícola ancestral.
– Construir propuestas concretas de inclusión a los campesinos desplazados de las diferentes regiones para mantener su cohesión social.
– Consolidar los mercados campesinos o espacios adecuados para la comercialización de la producción campesina.
Otros aspectos
– El plan de abastecimiento y seguridad alimentaría debe estar unido al tema estratégico del agua y del medio ambiente.
– Las políticas rurales deben tener en cuenta el tema de género y debe aplicarse la Ley de mujer rural y la Ley de Juventudes
– Debe estimularse la conformación de un banco de semillas orgánicas nativas.
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