Múltiples y variadas opiniones ha despertado el primer año de una alcaldía de izquierda en la capital del páis. ¿Cuáles son los aspectos más relevantes de la misma y qué ruta seguir para crear las bases de una continuidad alternativa en Bogotá?
Todos los medios lo califican bien. Sin excepción alguna, el alcalde “Lucho” Garzón superó las expectativas de los sectores de opinión que influyen tradicionalmente en la administración de Bogotá.
La mayor sorpresa para unos y otros es que el alcalde, a pesar de todo lo que le endilgaron durante la campaña electoral, no polarizo la ciudad, y haciendo un mayor énfasis sobre los marginados y excluidos –como lo ofreció en su programa de campaña- con un programa centrado en la inversión social, ha gobernado para todos.
Sin duda para los sectores populares ha sido positivo. Sensible a las necesidades prioritarias de los millones de residentes de la periferia de la ciudad, se ha desplazado con gran voluntad a escuchar, discutir y buscar soluciones con sus organizaciones sociales, como una forma de gobierno directo. Y no es campaña.
Como un dirigente dispuesto a conocer y aprender, se ha tomado el tiempo necesario para escuchar las demandas de los más pobres y sopesar sus proyectos. No son visitas relámpago. Durante horas –en contra de los efectos publicitarios que puede ganar un alcalde fugaz pero ágil en el manejo de medios- ha permanecido en barrios marginados. Los resultados están por verse pero la confianza ya está sembrada.
Lo mismo ha sucedido con los vendedores ambulantes. Si bien existen grandes temores de que Garzón ceda a la presión de los grandes comerciantes de la ciudad, la verdad es que se rompió y se cambió el modelo del garrote que tanto daño produjo sobre miles de familias bogotanas por la concertación regulada.
El programa de gobierno
A decir verdad, el plan de desarrollo “Bogotá sin Indiferencia”, en su lucha contra la exclusión y la pobreza, marca en principio una gran diferencia con administraciones anteriores. Al poner su énfasis en la inversión social, comprendiendo e integrando la ciudad bajo la perspectiva de los “derechos”, en la cual el gobierno es vigilante, garante y creador de condiciones y oportunidades para el pleno disfrute de los derechos ciudadanos.
Si se repara en su programa de gobierno ofrecido durante la campaña electoral, se constatará que muchos de los aspectos allí relacionados se están cumpliendo: educación, salud, Bogotá sin hambre. Es cierto no todos se están realizando con la velocidad ni la radicalidad que se requiere, pero ya se empezó. El faltante mayor descansa tal vez en que no se potencia una participación más directa y actuante de las mayorías de la ciudad para hacer que cada uno de estos programas se profundice, se multiplique y llegue mucho más allá de lo proyectado.
Falta más, es cierto. Por ejemplo en educación es insuficiente plantearse la gratuidad tan solo para el nivel 1 del Sisben. Pero también es notorio cómo la ciudad se queda callada ante una decisión que puede y debe ser mucho más radical.
Igual cosa sucede con el no cumplimiento de su oferta electoral de tarifa diferencial en el transporte para adultos mayores y estudiantes. A pesar del inmenso esfuerzo que está haciendo la ciudad al invertir miles de millones de pesos para crear los corredores para Transmilenio, y del éxito económico del proyecto, no se tiene aún la voluntad política para menguar las ganancias del capital privado a favor de la ciudad y los sectores pobres que la habitan.
Por su parte, el programa estrella de la administración, Bogotá sin hambre, todavía es un decir. Falta mucho estudio y mucha concertación para que realmente se ataquen a fondo los problemas estructurales que propician el hambre y en general la marginalidad y la exclusión en la ciudad. Pero sobre todo falta imaginación para romper los modelos tradicionales que se emplean en este nivel. Hay que acudir sin temor a las múltiples y ricas experiencias que en este campo existen y se desarrollan en la ciudad sin el apoyo del capital privado ni la ambición de ganancias desmedidas.
Por todas partes hay comedores comunitarios sostenidos con el esfuerzo de decenas de familias; hogares comunitarios donde las madres solteras dejan sus hijos mientras salen al rebusque, y que no cobran gran cosa por su labor; centros de estudio y de formación con sentido solidario y sin afán de lucro que sobrellevan parte del faltante educativo de la ciudad. Campesinos que producen de manera limpia, y que están dispuestos a vincularse a redes de producción, mercadeo y consumo. En fin, el potencial con que cuenta la ciudad es inmenso pero todavía no se convoca.
De todas maneras, no se pueden desconocer algunos esfuerzos iniciales de la administración como la red solidaria de comedores comunitarios y escolares, lo mismo que el sistema agroalimentario solidario, que busca fortalecer empresas de nuevo tipo en el sector agrícola, pecuario y agroindustrial, entre otras experiencias que se vienen promoviendo desde la Alcaldía.
Igualmente, surge la pregunta sobre la sostenibilidad del programa, ya que aún continúa dependiendo de las fuerzas del mercado tradicional de alimentos, sin crear nuevas formas de producción agrario urbana o fortalecer las redes campesinas que articulen la región al proceso de la ciudad.
El modelo de ciudad definido en el Plan de Ordenamiento Territorial, privilegia una urbe competitiva en la prestación de servicios especializados de alta tecnología, junto con la implantación del sistema intermodal del río Bogotá (carreteras, ferrocarril, puerto seco), para hacer de la ciudad un puerto de intercambio de mercancías de gran envergadura. De otra parte, no contempla los mecanismos, normas e instrumentos fiscales y financieros para aprovechar vocación agroalimentaria de la ciudad.
Asimismo, hace falta una política de suelos que privilegie el valor social de la tierra para la producción de alimentos, sobre la especulación inmobiliaria, creando un balance adecuado entre el sector urbano y el agrario, centrado en el beneficio social de la mayoría de sus residentes.
No es suficiente
administrar bien
Los distintos informes hasta ahora conocidos precisan los aciertos del Alcalde. No sólo le ha dado continuidad al modelo que heredó sino que además mantiene a la ciudad dentro de la elevada calificación triple A en riesgos financieros.
Pero no es suficiente. Un viejo debate ya encarado por el Partido de los Trabajadores del Brasil, derivado de su larga y extensa experiencia al frente de diversos gobiernos locales, deja entrever que no es suficiente administrar bien –en muchos casos sacar a las ciudades de las crisis en que las dejan los partidos tradicionales-, y para nuestro caso subsanar la crisis social heredada o, como dirían otros, desactivar la bomba social.
Hay que reorientar los esfuerzos de las finanzas con que cuenta la ciudad, y de la atención de sus funcionarios hacia los excluidos y marginados, no sólo para garantizar sus derechos más elementales sino igualmente para propiciar su transformación en actores de primer orden en los destinos de la ciudad.
Es cierto. Nadie actúa por otro indefinidamente. Si cada uno no se apropia de su presente y de su futuro, es imposible reducir la injusticia en el país, para nuestro caso en Bogotá. Y en esto radica la principal tarea de un gobierno de izquierda: elevar a sujetos a millones de personas hasta ahora negadas de vida justa pero también de participación política efectiva. La descentralización administrativa y la consolidación paulatina de una verdadera democracia participativa sigue siendo otra deuda de este primer año de gobierno.
De no proponerse y posibilitar este tipo de objetivos, pasados estos años de un gobierno diferente –como dice la gente- todo volverá a ser como era. Y no puede ser que eso suceda. Hay que hacer que las mayorías vivan un gobierno diferente, aprendan ha apreciarlo y se preparen para defender ese modelo de administración.
El primer reto en este nivel es potenciar las organizaciones sociales, facilitar y estimular que las existentes se entrecrucen y relacionen; y romper el aislamiento y subordinación a las instituciones cuando reciben algún tipo de apoyo del gobierno.
Como no se empieza de cero, la tarea no es un imposible. Es indispensable en esa ruta brindar una lectura distinta de la ciudad, mostrar cómo se ha formado, y cómo y quiénes se han beneficiado de ello. Asimismo democratizar al mismo tiempo la información con que cuenta Bogotá, sus finanzas, la manera de administrarla, el Plan de Ordenamiento Territorial, etcétera.
Que todos sus habitante sepan dónde viven, cómo es su urbe y cómo pueden actuar en los distintos organismos de participación con que cuenta la misma. En esta tarea, es un reto fundamental descentralizar con mayor decisión las alcaldías locales, crear instrumentos normativos y fiscales para la elaboración de presupuestos participativos, donde la comunidad defina con total libertad el destino de sus presupuestos, todo mediante un papel activo que jamás tuvo antes.
Aciertos
Ocultadas por los medios de comunicación, se hace necesario destacar importantes acciones de la administración que muestran la voluntad de cambio del actual gobierno.
En primer lugar, las continuas contraposiciones con el gobierno nacional referentes al control militar de la ciudad, en las cuales el gobierno distrital, en cabeza del Alcalde Mayor, con firmeza sostiene su autonomía y control como máxima autoridad policiva, impidiendo así las tentativas de intervención de las Fuerzas Militares propuestas por el Presidente.
En segundo lugar, medidas como la sobretasa del Diesel, frenadas por la administración distrital, por considerarlas nocivas a los intereses sociales prioritarios, son otra muestra del pulso difícil entre el gobierno de la ciudad y el gobierno nacional.
Igualmente, cabe destacar actuaciones tales como la declaratoria de emergencia social que el Alcalde Mayor profirió para atender oportuna y eficientemente las emergencias invernales, particularmente en la quebrada Limas, que no había sido estrenada por ningún gobernante anterior y que permitió una acción institucional, integral, concertada con las comunidades afectadas.
Junto con esta declaratoria, se destaca también la orden de cierre de canteras, que el Alcalde produjo, para prevenir futuras emergencias invernales, enfrentando los intereses de grupos particulares que tradicionalmente explotan las minas para beneficio y lucro personal, sin las debidas medidas de protección social y ambiental.
Finalmente se destacan también las Audiencias Públicas, que la Alcaldía viene promoviendo con participación activa de las comunidades, en temas cruciales como el río Tunjuelito, el plan centro y la política pública de ruralidad, entre otros.
La estrategia de «intervenciones intregrales» que busca superar las tradicionales acciones o políticas sectoriales o poblacionales, es un acierto teórico y práctico de relevancia e importancia. Finalmente, es de reconocida importancia el programa «Salud a su hogar» que marca una nueva estrategia para la prevención en salud desde la familia y la comunidad.
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