¿Quién romperá la Mesa instalada en La Habana para adelantar los diálogos entre Gobierno y el Eln? Este era el interrogante que una y otra vez circulaba en Ong’s dedicadas al tema de los Derechos Humanos, instituciones dedicadas al seguimiento del conflicto armado en Colombia, partidos políticos y movimientos sociales. Entre el cuerpo diplomático también.
El interrogante no era gratuito. Tras su traslado de Quito a la capital cubana, siete meses después, la Mesa no tomaba forma; por un cambio en las reglas de juego de parte del gobierno Duque, los diálogos estaban congelados (1). La tensión producto de esta realidad no era poca y para la organización insurgente el panorama era claro: el Gobierno de Iván Duque estaba jugando a “tensar la pita del tiempo”, para así tornar en inane la Mesa misma, con lo cual ganaba en todos los niveles: por un lado, desesperando a la contraparte; por la otra, buscando la oportunidad para torcerles el cuello a los insurgentes, producto de un golpe estratégico: tal vez dar de baja al más insigne de sus dirigentes: Nicolás Rodríguez –Gabino. ¿Responderá a ello la decisión de los suyos de sacarlo del campo de combate y trasladarlo como negociador a Cuba?
Respuestas para algunos de estos interrogantes sobre el significado y el alcance de estas maniobras y dilaciones pueden extraerse al leer con retrospectiva la entrevista vía internet que realizamos con Antonio García y publicada en nuestra edición de diciembre pasado (2), en la cual el segundo al mando militar de esta guerrilla, al preguntársele por el enfriamiento de la Mesa provocado por el Gobierno y su pretensión de descargar en la contraparte el costo político de romperla, no dudó en asegurar que “el Eln ha seguido sentado en ella y no ha dicho que vaya a romperla […]. Es evidente que la delegación de Duque no asiste a las conversaciones […]. Como presidente, Duque renuncia a continuar una responsabilidad de Estado y honrar los acuerdos del gobierno anterior. Mal precedente. ¿Quién se atreverá a firmar acuerdos con futuros gobiernos?”. Para más adelante ampliar: “Si quieren usar el tiempo como presión, pueden seguir haciéndolo. En eso perdemos todos (3) […]. Nuestra delegación tiene la orientación de mantenerse en la Mesa”.
Lo dicho por Antonio García a lo largo de la entrevista resultó premonitorio del atentado del pasado 17 de enero contra la Escuela de Cadetes General Santander, pues el uso del tiempo por parte del Gobierno logró su propósito: el Eln, fruto del resultado real desprendido de su acción, fue quien rompió la Mesa. El efectivo congelamiento de ésta dejaba claro que las dos partes buscarían la manera de reorientar o de darle vigencia a la misma, y, por tanto, el asunto fundamental era la correlación de fuerzas, es decir, un hecho militar que ‘ablandara’ a la contraparte. Pero en esa búsqueda, en tanto una organización guerrillera que no concentra tropas, al menos no por períodos largos de tiempo, quedaba con un escenario reducido para evidenciar sus capacidades operativas. Ante esta realidad, le preguntamos a Antonio García; “¿Qué sigue, entonces?”. Y respondió: “Si tenemos o no capacidad militar para que el actual gobierno respete lo acordado […], por ahora no ha sido discutido como un mecanismo para la implementación, pues lo que usted señala suena a eso: que para negociar algo con el Estado hay que tener capacidad militar para hacerlo cumplir […]”.
La respuesta brindada nos llevó a insistir más adelante con el tema: “¿Cómo se plantean ustedes torcerle el cuello a la correlación de fuerzas existente entre las partes en conflicto?”. Y su respuesta giró sobre lo mismo: “Tanto el gobierno como nosotros tenemos nuestras estrategias, unas son públicas y otras secretas. De las públicas estamos hablando, de las otras nos reservamos. Vamos a persistir porque consideramos justo que se respete un acuerdo. Si se violan los acuerdos ahora, apenas empezando, ¿qué será después? Estamos en una negociación. Lo que usted plantea es hacer la guerra en la mesa. Nosotros nos apartamos de ese criterio, pues en una negociación, si es con voluntad, no deben ponerse alrededor de la mesa los batallones, las brigadas o las divisiones, porque en ese mismo instante se convertiría en un campo de batalla, y de lo que se trata es de superarla”.
Entonces, ¿qué llevó a esta organización guerrillera a cambiar de criterio y optar por el escalamiento militar? Y en una aparte de la entrevista encontramos una razón, la misma que usaron como argumento en el comunicado (4) expedido para reconocer la autoría de la acción sobre la Escuela de Cadetes: “La intensidad de la confrontación militar dicen que ha bajado. Para nosotros no, pues hay una ofensiva del Gobierno, y cuando logra golpearnos le dan un gran despliegue. Pero no acontece lo mismo cuando reciben nuestros golpes […]”.
Sea este el motivo real o sea otro, lo cierto es que ahora el país tiene ante sí la evidencia de que la fase de negociación abierta por el expresidente Belisario Betancur en 1984 proseguirá abierta y sin cierre a la vista; serán necesarios varios años más, luego de finalizado el actual gobierno y del ascenso de otro de signo diferente, para que las puertas al diálogo se reabran; pero no sólo eso; además, que las necesidades económicas, políticas y sociales del establecimiento, y que su disposición sean realmente genuinas en procura de paz, para que unos diálogos renovados se enruten por un camino que en definitiva lleve a la paz.
Así puede concluirse de lo expresado en la entrevista realizada al comandante del Eln, quien en un aparte recalcó: “Lo cierto es que el actual y el anterior gobierno no están en condiciones de negociar, de establecer acuerdos que puedan cumplir. Como dice Trump sin tantas vueltas: “Si ganamos los ricos, ¿para qué negociar?”. Lo cual el comendante refuerza así: “Quizá no sea el tiempo de negociar, o no ha llegado el gobierno que de verdad quiera y pueda”. Su desazón con lo que estaba ocurriendo era clara, y entonces la necesidad de tratar de reencauzar la Mesa era ciertamente urgente. Lo que no alcanzaron a sopesar como escenario posible era que el eco de la dinamita explotada los arrinconara, eco que también afectaría al país que les había brindado su casa para el diálogo.
¿Sopesaron o no tal escenario? Eso solamente pueden responderlo ellos. Lo que sí es posible aseverar es que la acción armada, utilizada sin escrúpulos por la contraparte, ahora se adentra en la geopolítica regional tratando de sitiar a Cuba, y muy seguramente a Venezuela si por allí entran a Colombia los delegados insurgentes para el diálogo, como países que protegen el terrorismo, brindando con ello nuevos –aunque retorcidos– argumentos para que Estados Unidos se ampare ‘legalmente’ para llevar a cabo un ataque contra los así señalados.
Tal escenario es hipotético, pero, junto con el del golpe de Estado en marcha en Venezuela, y el estímulo a una confrontación armada interna, presagia un futuro inmediato y/o mediato nada deseable para nuestro país. En efecto, la concreción del golpe de Estado, para el cual se ha empeñado a fondo el establecimiento colombiano –en procura de recuperar el perdido mercado de varios miles de millones de dólares, no tanto la propagandeada democracia– y la división del ejército del país vecino, tan ardientemente solicitada por todos los aliados en pos de la caída de Nicolás Maduro, traerán unos ecos sobre nuestro territorio, tal vez de repliegue de unidades de aquel ejército, tal vez de armamento salvado por cuerpos del mismo, las cuales podrían llegar a manos de los insurgentes criollos. Con más poder de fuego, tal vez con fuego antiaéreo de alta intensidad, el conflicto interno entra en otro escenario. ¿Habrán considerado esta posibilidad en la Casa de Nariño y en el alto mando de las Fuerzas Armadas?
Cualquiera que sea la respuesta, lo cierto es que los ecos del estallido en la General Santander aún no se apagan, y parece que tomará un tiempo largo para que dejen de expandir su eco. Lo más sensato para que su prolongación pudiera llegar a su final sería volver por el camino establecido en la agenda hecha pública el 30 de marzo de 2016, pero tal opción está bloqueada por el triunfalismo del establecimiento, así como por el dominio del llamado “realismo político”, para el cual son más importantes los resultados posibles en el próximo certamen electoral que la paz y la vida de miles de connacionales, los de ahora como los que vivirán acá en el futuro.
1. El presidente Duque y sus voceros no cejaron en repetir una y otra vez: “Si quieren hablar de paz, estamos listos, pero sólo si les ponen fin a todas las actividades criminales y liberan a todos los secuestrados”.
2. https://www.desdeabajo.info/component/k2/item/35756-quiza-no-sea-el-tiempo-de-negociar-o-no-ha-llegado-el-gobierno-que-de-verdad-quiera-y-pueda.html
3. Itálicas del autor.
4. https://www.desdeabajo.info/colombia/item/35977-eln-asume-autoria-del-ataque-a-la-escuela-general-santander.html
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