
Los sucesos acaecidos los pasados 9 y 10 de septiembre, y que conmocionaron con especial relevancia, a Bogotá, pero al país en general, abrieron la pandora del control de la seguridad ciudadana y del monopolio de las armas por parte del Estado. ¿Es eterna esa delegación realizada por la ciudadanía?
De acuerdo con la interpretación originaria en los comienzos de la modernidad y que sienta todas las bases del liberalismo, los ciudadanos, en un momento dado, se reúnen para ceder una parte de su voluntad y delegarla al Estado (= Leviathan) a fin de que, evitando la conformación de ejércitos particulares por doquier –que era lo que predominaba en la Edad Media- pudieran garantizar la vida. El relato fue acuñado por Th. Hobbes, y luego adoptado sin ambages. La base del argumento de Hobbes es que el miedo a perder la vida conduce a la cesión de potestades individuales a fin de que prevalezca el bien común y el interés general sobre el particular. Cuatro siglos después de su tesis, la manera como los poderes reinantes han enfrentando el coronavirus que aún mantiene en vilo a la humanidad, confirma con creces su razonamiento.
Así, el Estado se da a la tarea de garantizar, por todos los medios, el derecho a la vida y sus libertades. Sin la menor duda, la garantía del Estado radica exactamente en el ejercicio de estas potestades, lo cual le garantiza su legitimidad. Después de Hobbes, el Estado moderno creará una serie de órdenes, estamentos y disposiciones orientadas a garantizar su propia legitimidad y entonces el ejercicio de las libertades y la vida. Se crea el derecho administrativo, se crean y refinen los sistemas de policía y las fuerzas armadas se profesionalizan, por ejemplo.
La única diferencia entre las fuerzas de policía y de seguridad del Estado y el hampa –delincuencia común u organizada–, radica en la legitimidad del uso de la fuerza y el porte de armas. Repetimos: es la única diferencia. La legitimidad les es otorgada por la sociedad civil, por el sistema de derecho, y recientemente también por la comunidad internacional; la sociedad civil internacional tanto como la comunidad de estados. Sin embargo, cuando las fuerzas de policía y de seguridad pierden la legitimidad se convierten automáticamente en hampa: criminales, ladrones, asesinos, y demás.
Ahora bien, las ideas fundacionales de Hobbes, por citar tan sólo uno de los orígenes (se podría mencionar también a J. Locke y a otros), corresponden a una época en la que no existía el tema del control ciudadano, los sistemas de información, la sociedad de redes. La sociedad de la información y la del conocimiento en toda la extensión de la palabra han venido a complejizar la idea fundacional del liberalismo clásico. Esta complejización desempeña un papel crucial positivo en nombre de las libertades y la vida y transforma por allí mismo la idea moderna de democracia.
Lo que ayer fueran las “nuevas tecnologías” (= TICs), y que hoy son en realidad las tecnologías convergentes constituyen un acervo de la sociedad en el sentido primero de la palabra. La información y el conocimiento dejaron de ser prerrogativas exclusivas del Estado, sus poderes y órganos, para convertirse en un acervo de la sociedad y, ulteriormente, del mundo.
Henos observado, en Hong Kong y en Santiago de Chile, en Berlín y en Minneapolis, en Barcelona y en Brasilia, por ejemplo, que los ciudadanos hacen uso de las redes sociales para denunciar atropellos de las fuerzas del Estado, injusticias y vejámenes, y para mantener la memoria de los crímenes cometidos por las fuerzas de policía y militares del Estado. Colombia no es una excepción de la regla. Significativamente, la policía y el ejército reaccionan contra los actos de defensa y denuncia que llevan a cabo los ciudadanos y empiezan a perseguir: a) las redes sociales; b) los activistas; c) los individuos, que filman, fotografían, escriben y hacen denuncias en nombre de la seguridad ciudadana.
Digámoslo de forma directa: en el contexto de la sociedad de la información, de la sociedad del conocimiento y de la sociedad de redes, la seguridad ciudadana ha pasado a ser, además, un asunto que compete a la propia ciudadanía; no ya única y principalmente a las fuerzas de policía, el ejército y los mecanismos de espionaje. Mucho ha cambiado desde Hobbes, y ello implica una consideración ulterior de la teoría política en toda la extensión de la palabra.
En otras palabras, la seguridad ha dejado de ser un asunto que compete exclusivamente al Estado para ser, adicional, y en ocasiones, principalmente, un asunto de la propia población civil, la sociedad civil, la ciudadanía, según el caso.
Frente a este estado de cosas, un gobierno o un régimen político o sistema político puede ser llamado efectivamente como democrático si, por un lado, admite un control abierto y cada vez más activo del conjunto social la policía y sobre el conjunto de las FF.AA. que para el caso de Colombia no estas replegadas al cuidado de las fronteras del Estado e intervienen constantemente en el control del orden público y, por el otro, reconoce y afirma el derecho a la información como un derecho humano. La cuarta y la quinta generación de los derechos humanos apuntan exacta y directamente en esta dirección. De lo contrario, un gobierno determinado se vuelve dictatorial, violento, pierde la legitimidad y asume formas nuevas de fascismo y nazismo.
La información es de las gentes, les pertenecen a las personas y los datos les deben ser devueltos a ellos; sin ambage alguno, sin dilaciones, sin sobreentendidos o malentendidos. Cara y directamente. En esto consisten temas como open data, open source en fin: sociedad de la información. Hay gobiernos que no entienden esto y no han entrado al siglo XXI ni situado en su tercera década. Son diversos los ejemplos en el mundo. El de Iván Duque es claramente uno de ellos. Gobiernos semejantes persiguen a los periodistas (= periodismo independiente y periodismo investigativo), a las ONGs, especialmente defensoras de los derechos humanos y del medio ambiente, en fin, a los partidos y movimientos políticos y fuerzas sociales que entienden y viven de cara a los beneficios e implicaciones de la sociedad de la información y la sociedad de redes.
Es claro que la humanidad vive una etapa de intensos cambios a todo nivel, no es extraño por tanto, que la ciudadana deba y pueda controlar a las FF.AA en general y a la Policía en particular, y que en determinados momentos y lugares, la seguridad ciudadana pase a depender de los propios ciudadanos y organizaciones de la sociedad civil, principalmente.
Dicho lo anterior, es preciso resaltar dos ideas: las fuerzas de policía y de seguridad son originaria y fundamentalmente fuerzas del Estado; no de la sociedad civil. Desde luego que la legitimidad del Estado se da de cara a la sociedad en general, pero ni la policía ni el ejército y demás se deben a las gentes, sino al Estado. La perversidad de esta idea es que, ulteriormente, el Estado descansa, sin más, en las razones de Estado: y esta no son públicas ni de discuten; se obedecen y se ejecutan. Este es el esquema normal del estado de cosas. Subrayamos: normal.
La segunda idea tiene que ver con el hecho de que la vida y las libertades; globalmente dicho: los derechos humanos les pertenecen a los ciudadanos y el Estado está en la absoluta obligación de respetarlos y promoverlos. Son los derechos humanos los que permiten hablar de crímenes de lesa humanidad; son los derechos humanos los que garantizan que pueda haber instancias internacionales si el poder judicial, en un país dado, está cooptado o amedrentado, por ejemplo.
En los marcos de la sociedad de la información, de la sociedad del conocimiento y de la sociedad de redes, la seguridad ciudadana es también –y en ocasiones incluso principalmente- un asunto de la ciudadanía cuando el Estado no cumple sus obligaciones, o cuando el Estado y el gobierno no garantizan la vida y las libertades. Vida y libertades que descansan en el bloque constitucional y cuyo resorte es, prima facie, la existencia de los derechos humanos; por encima del derecho positivo.
Las cosas cambiaron muchos desde Hobbes hasta hoy, a pesar de los populismos y las dictaduras de diversos tinte y matiz.La información es la principal garantía de defensa de la vida, sin la menor duda. Sólo que la información no depende de un actor particular y no puede ser controlada sin más por un actor determinado. La información procede y les pertenece a las gentes.
Coda: En los orígenes del liberalismo, tanto Hobbes como Locke hablaban del derecho natural a la subversión. Era el derecho ejercido por una naciente y pujante nueva clase social, la burguesía, en contra del clero y la nobleza. Lo que sucede es que después del triunfo político de la burguesía en 1789 con la Revolución Francesa, jamás se volvió a hablar de este derecho natural; es decir, sin la menor duda: un derecho humano.
La complejidad de la seguridad ciudadana atraviesa, hoy por hoy, transversalmente, al manejo de la información. A mayor y mejor información más y mejor democracia. Y entonces claro, el primer tema que emerge ante la mirada sensible es el de las garantías de la seguridad de la vida, las libertades y sí: el derecho a la protesta y la acción colectiva.
*Investigador. Profesor universitario. Integrante del Consejo de Redacción, Le Monde diplomatique, edición Colombia.
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