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Redefinamos la palabra familia

Redefinamos la palabra familia

Madres cabeza de hogar, hombres solteros, con hijxs, sin hijxs, viudxs, separadxs, bisexuales, homosexuales, lesbianas, poliamorosxs, en unión libre o casadxs, de todas las formas de relación social e inclinación sexual posibles, se reunieron por tres días seguidos para reflexionar alrededor de una pregunta: ¿Es la familia el núcleo de la sociedad? Ansiosxs de tratar de responder compartieron sus propias experiencias vitales para reconstruir ese concepto desde siglos definido e impuesto pero que poco a poco se redefine y reestructura. Nueve expertas latinoamericanas, que han analizado el concepto de familia intentaron, más que dejar respuestas, crear provocaciones sobre lo que para este tiempo realmente significa la familia.

 

Pongamos la “S” en familia

 

El dinamismo de Francesca Gargallo, los rezagos que deja la práctica de la enseñanza y la herencia del humor siciliano, entusiasma al auditorio a dejar el anonimato. La escritora se levanta de su silla y propone:

– Piensen en el tipo de familia que tienen.

La sala se silencia y unx que otrx alza la mano para compartir su pensamiento. Una mujer rompe la quietud y tímidamente se decide a hablar.

– Mi familia está conformada por mi mamá, mi hermana y mi esposo. No tengo hijos y no quiero tenerlos.
– ¿Es feliz y satisfecha con ese tipo de familia? –pregunta Francesca.
– Sí, responde sin dudar la mujer. Me siento completa, estoy satisfecha.

Las ganas de participar aumentan, de la misma forma como coge fuerza un alud de tierra. De repente todxs empiezan a contar el tipo de familia que tienen.

Una mujer, detalladamente arreglada y maquillada, con tacones altos y de corta edad, también se anima:

– Hace tiempo me daba golpes de pecho porque fracasé en la construcción de esa familia tradicional, en la búsqueda de ese príncipe azul. Hoy me siento tranquila, soy felizmente madre soltera. Tuve mis hijos en una época difícil, en la adolescencia, quizás hoy, si me lo preguntarán, no tendría hijos. Sin embargo, precisamente hoy no imagino mi vida sin ellos.

-Yo me siento satisfecho con mi familia –cuenta un hombre que, rodeado de mujeres, trata de no dejar atrás el género–. Con el sistema económico dominante en el país es muy difícil trabajar y cuidar a la vez, si nosotros queremos estar en familia debemos dedicar mucho tiempo. Si devolviéramos el tiempo pensaríamos dos veces el hecho de criar y tener hijos.

–Yo estoy satisfecha –comenta casi simultáneamente una joven de aire universitario– Mi papá es adoptivo y es muy lindo concebir la familia como una construcción y no como un vínculo de sangre. Mi padre es una persona que realmente quería tenerme como su hija y soy muy feliz con eso.

–Yo sí estoy satisfecha con mi familia, conformada por mi compañera, mi gato Miel y Zeus, el perro –dice de repente y de manera confiada y contundente una mujer de cabello color vinotinto y pinta irreverente.

–Hace seis meses deje de ser parte de una familia tradicional, que fue una ilusión, y entendí que una es la familia que le toca a una y otra la que se construye. Luego de divorciarme construí una nueva familia, comenta otra de las personas que respondió al llamado a inscribirse en este foro-taller.

-Yo vivo sola, pero tengo una inmensa familia que nos reunimos una vez al año pero constantemente estamos en contacto.

-Feliz con mi familia, sí. Es tradicional: vivo con mi esposo y mis dos hijos y pienso que luchar por conseguir familias de esa naturaleza es importante; tener hijos ahora es complejo, pero delicioso. Es una aventura que uno disfruta diariamente.

Las intervenciones siguieron, una tras otra, cada una de ellas diferente. Para sorpresa de la mayoría, cada quien tenía una construcción de familia particular ¿Dónde está, entonces, la práctica de esa familia tradicional que pareciera ser el patrón promedio? Pues al parecer nunca lo fue, más bien fue impuesta de la misma forma que impusieron el patrón de belleza femenina o la llegada del hombre perfecto.

–La familia no es natural, es histórica. Se construye y reconstruye en el tiempo –concluye Francesa–, cerrando de esta manera la primer parte del foro y “provocando”, tal como lo diría Norma Mogrovejo, la discusión de la siguiente sesión.

 

¿Basta con poner la “S” en familia?

 

– Hoy te vas a dormir sin cena –le decía la pequeña a la amiga de Francesca mientras ella reía– ¡Y tú, te callas! –habló otra vez la niña, esta vez dirigiéndose a su madre. Y Francesca lo hizo, se calló, porque eran las reglas que habían determinado y no podían cambiarse, no importaba si eran o no justas.

Ese día, lo que fue un simple juego de cambio de roles, representó en un dos por tres la esencia de la familia tradicional: la autoridad, organizada jerárquicamente. Ni siquiera los niños tienen derecho a opinar, ni decidir, porque las reglas ya están establecidas, no importa si son justas o no.

Entonces, ¿basta con poner la “S” en familia?, preguntó Norma Mogrovejo, feminista peruana, sexiliada en México, la amiga de Francesca que tuvo que dormir ese día sin cena. –Los movimientos feministas y homosexuales nos hemos quedado cortos en esa construcción–, comentó Norma.

El auditorio volvió al silencio pensativo de la primera sesión, pero esta vez la pregunta era otra: ¿Estamos reproduciendo el mismo patrón de familia nuclear? ¿La crítica se ha limitado a la forma de conformación familiar y no al sentido de su construcción? Si es así, entonces ¿las personas que son heterosexuales no pueden salirse de los patrones de la familia nuclear?

– Y entonces si no lo hacemos de la forma tradicional, ¿cómo lo hacemos?, –preguntó con preocupación una mujer de acento paisa que no dejaba de pensar en lo que le esperaría a los niños.

 

Los hijos como propiedad

 

Las provocaciones desprendidas de cada interrogante se fueron dando a medida que transcurría el foro. Claudia Korol, comunicadora, feminista, investigadora argentina del Centro de Investigación y Formación de los Movimientos Sociales Latinoamericanos, pero sobre todo madre, trajo un nuevo concepto al debate: los hijos como propiedad.

En sus distintas experiencias con grupos sociales, existe una que resalta con mucha fuerza: Unas jóvenes de sectores marginados, entre catorce y quince años de edad, que habían participado activamente en talleres de educación sexual dirigidos por Claudia. Las jóvenes conocían de memoria el condón, y demás métodos anticonceptivos, habían reflexionado en los talleres las implicaciones de tener un hijo, sin embargo, tiempo después de realizados los talleres, estaban embarazadas.

–¿Por qué?–, les preguntaba Claudia.

Ellas, conscientes de lo hecho, respondían sin dudar:

–”Porque será lo único que podremos llegar a tener en la vida”.

El hijo visto como una propiedad, el vientre como instrumento de poder.

Sin embargo, existen madres que quieren erradicar ese concepto. Las madres de la Plaza de Mayo. Ellas decidieron socializar la maternidad. Ya no buscaban a su hija o a su hijo desaparecido, sino que estaban luchando por todos los hijos. La maternidad puede ser un acto cultivado que fortalece esa noción de “mi hijo” ó “mi hija”, “mi propiedad”. La idea de socializar la maternidad es un acto social y político.

 

Erradiquemos el amor romántico

 

Por otro lado, existe un precepto igual o peor de dañino que el anterior, la propiedad de la pareja derivada del enorme concepto formado por telenovelas e historias tan reconocidas como Romeo y Julieta, un amor que duró tres días y causó seis muertos, un amor romántico.

El amor romántico, de “te amaré por siempre” y “mi vida no es nada sin ti” fue, nada más y nada menos, el causante de 16.669 muertes durante 2009 en Bogotá, según datos de Medicina Legal.

Otro ingrediente necesario al hablar de familia, fue el presentado a la discusión por la escritora mexicana Berenice Carrera.

–Las personas que conocieron a Julio Cortázar y Aurora Bernardez contaban que se conocían tanto entre ellos que solo bastaba con mirarse para saber lo que pensaban. No usaban palabras para entenderse, la comunicación era casi perfecta. Sin embargo, un día Cortázar comentó con sus amigos: “Aurora y yo nos vamos a separar”. De esta manera Berenice colocó en cuestión aquel principio creído por muchos de que la comunicación en la pareja lo es todo.

–El amor es simple. Puede acabarse en cualquier momento. No hay una permanencia que indique ningún tipo de fortaleza, son los mismos entornos, los intercambios que hace la pareja con el mundo exterior lo que la van configurando en esas pequeñas decisiones de seguir adelante. En el momento en que tengamos claro esto, no morirán personas en nombre de ese falso amor.

 

La familia como construcción política

 

Gladys Tzul Tzul, indígena guatemalteca. En su vida ha roto con todos los parámetros que según su comunicad debería seguir. Gladys es doctoranda en Sociología por la Benemérita Universidad Autónoma de Puebla y tiene una Maestría en Estudios Latinoamericanos por la Universidad Alberto Hurtado de Chile. Conoce el mundo occidental, porque ahí se educó, pero lo ve desde su cosmovisión como integrante o parte de una comunidad indígena.

–Cada sociedad tiene una geografía y un calendario. Dice Gladys, quien algunas veces se siente inconforme con su familia, pero en otras ocasiones agradece haber venido de ella, sobre todo por la construcción política creada en su comunidad a través de su familia.

Las sociedades indígenas ven la ley de forma diferente a como la ven las sociedades liberales. Las sociedades indígenas son comunitarias, mientras que las liberales se forman de la representación individual y la propiedad es igualmente individual.

En la comunidad en la que nació Tzul, las decisiones se producen en asamblea, constituida por la familia o redes domésticas de producción, con un orden patriarcal y jerarquizado, pero no hay una nuclear e impositiva, como en las sociedades liberales, hay diversas formas de organización de familia: la hermana soltera y sus sobrinos; el abuelo y sus nietos; el hermano soltero junto a su hermana y el esposo de su hermana, etcétera.

De esta forma, a diferencia de las sociedades liberales, que producen decisiones a través de un voto, las comunidades indígenas discuten en familia su postura para que luego, a través de un representante familiar, se discuta en la asamblea. Ejemplar ¿no? Sin embargo, esto ha sido visto por las sociedades liberales como solo una forma de cosmovisión cultural y no como un tipo de construcción política que podríamos llegar a aplicar en algún momento.

Aprender de otras formas de ver la familia también puede enriquecer el concepto occidental que tenemos de ella.

 

Dejémonos provocar

 

Desaprender duele, puede dejarse de lado el asunto o hablar de ello. El hecho no es tan sencillo, pero ya de por sí es complicado, como cambiar el patrón hombre, mujer, hijos, por el de mujer, mujer, hijos. Eso no necesariamente transforma esa construcción tradicional de familia: su organización jerárquica, la autoridad, la autonomía, la idealización de un amor romántico que se apropia, cela, priva de libertades, miente y mata sin importar la inclinación sexual.

“Desnombrar es parte de la resistencia”, dice Gargallo. Hay otra forma de ver la familia, caracterizada por la separación de la sexualidad, el tener como opción –y no como obligación– la gestación, la convivencia de hijos de diferentes padres, la reconceptualización del amor y la consideración del niño como ciudadano.

Resignificar nuestros afectos fuera de la propiedad es una aventura por inventar, complementó Norma Mogrovejo.

Es solo una provocación, que a veces molesta e incomoda pero que construye a partir de las contradicciones.

 

La estética es política

 

El foro-taller avanzó en su dinámica y polémica permanente. La participación activa de quienes hicieron presencia por tres días no dejó de presentarse. Para el final del mismo se argumenta con fuerza que la estética es política: El performance cómo lugar de transformación. Julia Antivilo, chilena, historiadora, feminista, artista, poliamorosa, que se define de todas las identidades y ninguna, deleitó al público con su performance sobre el amor, mejor, el amor sin R. Solo el “AMO”. Una crítica mordaz e irónica al amor romántico, a ese que hay que deconstruir para transformarse, para transformar las familias, la sociedad y el amor. La propuesta radical para transformar aquello que el capital ha definido y normado, la familia, los cuerpos, las relaciones.

 

Con satisfacción

 

El foro-taller dejó interrogantes, emociones nuevas, sorpresas, cosas de no creer al principio, para luego instalarlas en la mente, para desmenuzarlas y dudarlas.

La pregunta sobre la familia permitió a compañeras, colectivas, y pocos hombres, transitar por las categorías de sexualidad, género, amor poliamor, feminismo, deseo. La pregunta por los cómos, circuló permanentemente desde las personas asistentes, muchas de ellas docentes e integrantes de colectivas de jóvenes.

La educación popular, nos dice Claudia Korol, también es un lugar a recuperar desde el feminismo, los encuentros de mujeres como sujetas que reunidas para conversar sobre estos temas sienten el poder que tienen. La necesidad de replantearnos con estas nuevas preguntas nuestros “sitios de confort”, develar para los hombres los privilegios de la estructura patriarcal y la necesidad de hacerlo en los colectivos, en los movimientos sociales, en los grupos y movimientos que se dicen de izquierda, pero también en la familia, en el trabajo y desde nuestro propio cuerpo y espacio personal. La recuperación de la estética cómo un elemento metodológico, pedagógico, pero utilizándola desde la política feminista.

El foro-taller nos mostró la importancia y la necesidad que tiene el país en general, y los movimientos sociales en particular, de abordar estas temáticas que no son ajenas al momento histórico que vivimos. No es posible adelantar cambios sociales de largo aliento sin cuestionar nuestras cotidianidades, nuestra sexualidad, el manejo de que ella hace el poder, su instrumentalización mercantil, su limitación a los genitales y al hecho de la reproducción, pero también sin buscar nuevos caminos para relacionarnos, sin quebrar lo que estanca e inmoviliza en el conformismo y el conservadurismo, lo que reproduce el autoritarismo y las práctica de poder y sometimiento. Hoy como ayer, en este y otros campos, es urgente la imaginación, la rebeldía, la creación, la apertura a nuevos parámetros, la conciencia de que cada cambio que se logra en la sociedad el capital lo puede, y de hecho así lo logra, cosificar, y de esta manera encasillar dentro de sus lógicas y patrones, restándole su potencialidad transformadora.

Al final, muchos retos, preguntas, nuevas miradas y convicciones. El encuentro queda como un simple punto de partida con múltiples caminos. Nos corresponde no dejar apagar la llama que avivó. Gracias a las compañeras que compartieron su saber y a las que con sus preguntas y experiencias enriquecieron un lugar de solidaridades, de resistencias y de aprendizajes.

Información adicional

ALGUNAS PROVOCACIONES DEL FORO ¿ES LA FAMILIA EL NÚCLEO DE LA SOCIEDAD?
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