La Universidad de Antioquia (U. de A.) vive una situación cuyo desarrollo parece una repetición de lo sucedido años atrás. Es tan repetitivo el desarrollo de los conflictos vividos a su interior, que cualquier observador común de su cotidianidad sabe cómo terminará la coyuntura de turno.
Una elección como otras
El año 2015 inició con la elección del rector Mauricio Alviar Ramírez por parte del Consejo Superior Universitario (CSU), quien, como los demás rectores de las demás universidades públicas del país, fue elegido de forma poco democrática, limitando la participación de la comunidad universitaria a la simple expresión de una opinión para, finalmente, elegir a dedo al actual administrador.
Mauricio Alviar, antes de ser designado como rector, se comprometió a dialogar con los estamentos de la Universidad y construir con todos ellos los cambios necesarios. En los primeros días de su mandato inició el “diálogo” con los diferentes estamentos, agenda que no fue más que un eufemismo y un espacio para que el recién designado diera a conocer las reformas por imponer. Estanislao Zuleta decía que en un diálogo, o en un debate, todas las partes deben tener la humildad y la disposición requeridas para cambiar, para reconocer cuando no tienen la razón y así construir colectivamente; pero es precisamente esto lo que no encontramos al interior de las universidades.
Para el segundo semestre del 2015, el rector Alviar Ramírez modificó el examen de admisión para, supuestamente, evitar la deserción estudiantil y mejorar la calidad académica. De acuerdo a ello, el nuevo proceso de selección de estudiantes de pregrado debe tener como fines principales “i) predecir la calidad académica del admitido, de tal manera que se incremente la probabilidad de permanencia para el logro de sus objetivos formativos; y, ii) asignar, por orden descendente, los cupos disponibles en los programas académicos de la Universidad, en concordancia con los resultados de la prueba de admisión”1.
Esta reforma, decidida sin concertación alguna con la comunidad universitaria, despertó un inmediato rechazo entre estudiantes y profesores. Sin embargo, su inconformidad poco importó. Sin contemplación alguna, el Consejo Académico presentó el Acuerdo 480 con el cual modificaron la política de admisión, incluyendo ahora una tercera prueba específica (Biología, Matemáticas o Humanidades) dependiendo de la escuela o facultad. Anteriormente cuando sobraban cupos en un programa académico, porque sus aspirantes de primera opción no alcanzaban el puntaje mínimo (53/100), los cupos eran llenados con los aspirantes no admitidos en su primera opción y que habían seleccionado como segunda opción tal programa. En el nuevo régimen de admisión quienes no logran pasar a la primera opción compiten automáticamente por los cupos ofrecidos en el programa seleccionado como segunda opción en igualdad de condiciones con quienes escogieron este programa como primera opción; medidas que desde el estudiantado son vistas como un “asunto que aumenta la competencia por los cupos y reduce las posibilidades de ingresar a la universidad para quienes no tengan los puntajes superiores en la prueba”2.
Tras esta imposición, tras la negativa a un diálogo para la construcción de un nuevo examen de admisión, con la reforma de estatutos en curso, más el cúmulo de problemas históricos no resueltos en la U. de A., la tensión entre administración y el resto de la comunidad académica gana nuevos ribetes, ante lo cual la Asamblea general de estudiantes, el pasado 8 de octubre, define el cese de actividades académicas. Para motivar la mayor participación posible del estudiantado durante el paro, la Asamblea propuso diferentes actividades como marchas y tomas culturales, al tiempo que en las distintas facultades se debían desarrollar mesas de discusión para abordar las problemáticas y sus posibles soluciones.
Los días pasan, y con ellos las actividades previstas, entre estas la marcha programada para el 28 del mismo mes, con la que se pretendía visibilizar la problemática al exterior del campus universitario. Para su interior estaba programado la instalación de un campamento.
Acción con reacción. Ese mismo día, siendo las 12:01 am, el Comité Rectoral anunció por correo electrónico el cierre del centro de estudios, el cual llegaría hasta el 5 de noviembre. El pretexto para tal decisión: “[…] habrían grupos interesados en desestabilizar la Universidad en los días previos y durante la realización del examen de admisión”3. A la par de su cierre, la Universidad quedó bajo control externo de la fuerza pública. Finalmente, pese a las voces de rechazo, los días 3 y 4 de noviembre dio paso al nuevo examen de admisión, el cual logró concretarse en medio de una gran represión y de mucha expectativa por los resultados arrojados con la nueva política de admisión.
Luego de esto, el Consejo Académico en un comunicado del 5 de noviembre dirigido a la comunidad universitaria, invita a estudiantes y profesores para que junto con los delegados de este Consejo integren una comisión transitoria que aborde el análisis y la construcción de propuestas en relación con el Acuerdo Académico 480. “Dicha comisión, conformada por tres delegados de cada estamento mencionado y tres delegados de esta Corporación, definirá sus formas de trabajo, cronogramas y productos con los que se compromete y mantendrá comunicación permanente con el Consejo Académico y con la comunidad universitaria”4. En la semana siguiente este Consejo se dirige de nuevo a la comunidad universitaria llamándola a la normalización de las actividades académicas, y a continuar con el semestre académico previo ajuste de los respectivos ajustes al calendario.
El llamado no despierta simpatía. En efecto, la Asamblea general de estudiantes, con teatro universitario lleno, en reunión del pasado 10 de noviembre decidió mantener el paro indefinido, y así trinaron en su cuenta de twitter el día 11 lo decidido: “La #AsambleaUdeA se da por terminada. El #ParoUdeA continúa y es indefinido. Hay una agenda de movilización construida hoy.”5
En la asamblea los estudiantes discutieron la propuesta del Consejo Académico de conformar las comisiones, difíciles para ellos de constituir pues el Rector no les despierta confianza, pues su gestión se ha hecho a espaldas de los demás estamentos, improvisando y especulando, yendo en contravía de la democracia universitaria, sin solucionar los problemas de deserción en la universidad; para los estudiantes la muestra más expedita de esta improvisación radica en la repetición que el 14 de noviembre realizan a 300 aspirantes de la prueba de admisión, necesaria de hacer pues la Universidad cometió un error en la aplicación de las pruebas específicas6, hecho que para los educandos vicia el proceso de admisión restándole la confiabilidad y transparencia que debe caracterizarla.
Un proceder ya conocido. En toda coyuntura que implica a la Universidad, las directivas pretenden finalizarla o disolverla proponiendo mesas de negociación o comisiones que deberán entrar a resolver las dificultades del momento, limitando la participación de los estudiantes a la conformación de las mismas. Como lo manifiesta el profesor Restrepo (2015) “hay que invocar prácticas y escenarios de una verdadera democracia universitaria, que reconozca a los universitarios en su potencia constituyente, congregándolos en formas asamblearias y espacios deliberativos disensuales, que garanticen que la actualización normativa de las constituciones de la institución sea la expresión de una visión pluralista y el resultado de una auténtica participación de los estamentos”7.
Es evidente que las relaciones entre las directivas universitarias y el estudiantado, caracterizadas por la prevención y la falta de un diálogo abierto y constante hace que ambas partes se radicalicen en sus justificaciones y derechos, ambas son el eje que articula y permiten la misión de la Universidad, es así como nos encontramos ante un centro de estudios lleno de pequeños conflictos que luego, con la coyuntura de turno, forman la gran bola de nieve que es la participación escindida de las partes en la construcción de su propia democracia universitaria.
Romper esta constante exige gran imaginación y creatividad a los sectores estudiantiles, poner en marcha nuevas formas de convocatoria, encuentro y deliberación, a través de las cuales el conjunto se sienta concitado y recogido en lo que finalmente se acuerde. Poner en marcha la democracia más viva posible, para desnudar al contrario con la argumentación bien sustentada, una argumentación que recoja no sólo la necesidad inmediata sino que dibuje la ciudad, el departamento y el país que debe reposar en el alma mater, así como una práctica de participación dinámica, viva, alegre, irónica –en ocasiones– si fuera necesario, que demuestre cada día ante propios y extraños que otra educación, a tono con los intensos y profundos cambios que está viviendo el conocimiento, sí es posible.
1 Acuerdo académico 480 del 21 de agosto del 2015, disponible http://secretariageneral.udea.edu.co/doc/AA%200480-2015.pdf
2 Comunicado de la Asamblea de estudiantes, octubre 28, 2015 en: http://estudiantesudea.blogspot.com.co/
3 Comunicado del Comité rectoral, 27 octubre, 2015 disponible en el portal universitario.
4 Comunicado consejo académico, 5 de Noviembre, 2015, disponible en el portal universitario.
5 twitter.com/EstudiantesUdeA
6 Ver noticas portal universitario 10/11/2015. www.udea.edu.co
7 Restrepo, Carlos. (2015). El mico de Alviar: La reestructuración de la U de A. En: U de A Noticias, columna de opinión.
Recuadro 1
La necesidad del diálogo
Es lamentable que mientras el país avanza en un proceso de diálogo para culminar con un conflicto armado que lleva más de medio siglo, en la U. de A., un lugar para el diálogo, la razón, los disensos, el debate argumentado y la construcción de ciudadanía, como todo centro de estudios, las diferencias políticas e ideológicas aún sean tratadas a través de diferentes formas de violencia. Un claro ejemplo fue el tropel del 15 de octubre cuando un grupo de encapuchados se enfrentó a la fuerza pública mientras en el Teatro Universitario Camilo Torres los estudiantes llevaban a cabo una asamblea general, que debió ser postergada. De manera paralela tomaban cuerpo otras formas de violencia, como las constantes advertencias oficiales sobre posibles cancelaciones del semestre académico, llamando sin recato alguno a la normalización de actividades cuando paradójicamente las diferentes facultades tienen sus calendarios en anormalidad, debido a la falta de voluntad administrativa para su normalización.
El profesor emérito de la Universidad de Antioquia, Carlos Gaviria Díaz, en una de sus últimas conferencias en el Alma Mater, manifestaba que para terminar con el largo conflicto armado protagonizado por las fuerzas del Estado y las Farc, era necesario pasar de ser enemigos armados a ser adversarios políticos (Gaviria, 20013). Tesis expuesta como apoyo al proceso de paz que recién iniciaba en La Habana, y que hoy cabe aplicar a la universidad pública, sin desconocer la legitimidad con que nació la capucha en estos claustros, en los cuales persiste la represión, y conscientes de la falta de voluntad política para un verdadero diálogo a su interior, pese a lo cual es necesario abocar una lectura de las nuevas formas de lucha hoy requeridas en estos escenarios.
Por ser pública, debe excluirse de la Universidad todo acto que atente contra lo público. En el sentido Arendtiano del término, la violencia, la imposición unilateral, el desoír al otro y el negar la libertad de ideas, va en contra de lo público. De esta manera, ser políticos, en estos nuevos tiempos que corren, significa que todo se dice por medio de palabras, de discurso y no por la fuerza y la violencia (Uribe, 1992)*. Por consiguiente, una Universidad pública sin violencia requiere prácticas y escenarios para una verdadera democracia universitaria, que vincule a toda la comunidad en diálogos pluralistas donde haya discrepancias, refutaciones pero, sobre todo, donde se construyan acuerdos sobre los distintos asuntos que la impliquen. El reto es urgente de ser atendido y copado: de lo que se trata es de construir los espacios y las condiciones para que sea la Universidad el lugar para empezar a pasar de ser enemigos a adversarios políticos.
* Uribe, María Teresa. (1992). Ética y política. En: Estudios Políticos. No. 01, Ene-Jun. 1992, pp. 67-75.
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