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Paz armada

Paz armada

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Sin tocar las violencias invisibles del modelo económico y político vigente, a gotas cada vez más gruesas en su dificultad, la Mesa de La Habana inicia el ciclo 43. Y faltan otros. Así, el final del luto, con apellidos responsables desde 1946 y antes, y el silencio de las armas, marcha lento en el creer y digerir de la calle.

Tras el conflicto armado sin límites ni regularización, cuatro escalones hay en la faena por afianzar la paz: En suspensivos… Mesa de Conversación Gobierno-Farc, con efectos de desescalamiento, y la aplazada con el Eln, uno. El tránsito de la(s) conversación(es), a la fase final de firma sin pendientes, dos. Con escollo a la vista, “Paz armada” –«dejación de acuerdo a sus intereses», sin entrega de armas guerrilleras, tres. Y el cuarto: La apertura a otra democracia. Intensa o radical –de contención social al imaginario paramilitar consolidado, con apoyos en el estamento terrateniente-militar-policial-cuerpos de reserva. Cuatro peldaños con interrogante y protagonismo en la opinión y puja durante 2016.

Dificultades y pasos de la paz –aparte de la consideración humanísta seca y de misericordia con paz vertiginosa–, dada la real correlación militar-operativa entre Ejército y guerrilla, que obra en el terreno. Dada por supuesto, la capacidad de repliegue defensivo y «hostigamiento» que conservan las Farc y el Eln. Dados ante todo, los márgenes de violencia, exclusión y abuso del poder que alcanzó y alcanza la confrontación.

Tropiezos también, ante la profundidad social y el alcance opositor y del statu quo: Uribe-Procurador-mentalidad dominante en las Fuerzas Armadas y miles de víctimas con reacción primaria de su instinto, ojo por ojo diente por diente; que dispone de una ancha franja de opinión y matriz mediática. Todos a una en desestabilizar la mesa: en exigir y forzar el desarme y la desmovilización del contendiente guerrillero.

Iniciativa alcanzan en el mensaje de una firma de paz bajo el esquema clásico de “entrega de armas” o disposición al bodegaje. Con vigilancia internacional hacia la destrucción final de los fierros. Un modelo que ha calzado bien, frente a guerrillas con escaso margen de maniobra y de repliegue. Poco o mucho, pendientes y subordinadas a un apoyo diplomático y logístico internacional, sin auto-financiamiento, y habilidad con fallas, para esconder líneas de abastecimiento básico como sucedió en Centroamérica. Muy diferente situación y larga coyuntura de “paz armada” necesaria aquí. “Paz armada” sin acciones de maniobra ni combate –con una multilateral supervisión internacional en garantía.

Un paréntesis imprescindible para el silencio de las armas, si por fin la mayoría del país asume a fondo y riesgo, acabar con la puta confrontación. Con el crudo antagonismo, sin honor militar de muchos generales y oficiales y las serias violaciones del oponente guerrillero (secuestro indiscriminado y local abuso con fusil), contradictorias con el enfoque revolucionario por una sociedad cada vez más humanizada. Paréntesis necesario aquí, y en la búsqueda de la paz real, porque Uribe y el Plan Colombia, exitosos en desconectar a la guerrilla con la población suburbana –en cerca de 320 municipios hasta donde tuvieron avance–, no pudieron infligir una derrota militar a las Farc. Ni ponerla en el borde o llamado “punto de inflexión”. Resultante también dicho paréntesis, por la culpabilidad histórica del poder oligárquico en el origen del conflicto: con “décadas de estado de sitio”, criminalización de la protesta y la oposición política, sin cumplir a plenitud la palabra en procesos anteriores de paz y entrega de armas, desmovilización y reinserción.

Tras varias décadas con lenguaje de banderas blancas y supuestos de armonía, hasta hace pocos meses, la mesa de La Habana con mérito y despacio –luego de un alboroto inicial de firma express– pudo poner al país en el olfato, de los temas sustanciales y pasados por alto de la paz: Sin rendición, diálogo entre Voceros Plenipotenciarios de las partes, entre iguales ¡sin vencedores ni vencidos! Creación de una Jurisdicción Especial de Paz con cuatro salas componentes. Y en obstáculo y áspero debate, la delimitación de zonas de desescalamiento y “paz armada” sin campamentos de concentración; cónsonas con el Pacto «dejación»-no utilización de armas “de acuerdo a sus intereses” por parte de la guerrilla.

Con diferentes y pugnaces intenciones, están en el aire varias fechas, acerca de la Firma definitiva del acuerdo: ¿23 de marzo próximo inmediato? Imposible. Carlos Antonio Lozada, uno de los negociadores de la insurgencia, declaró el pasado 3 de noviembre: “[…] el plazo de 6 meses para la firma de paz no ha empezado a correr”. O, ¿23 de junio-julio?, que reduciría a tres meses la fase de conversación no secreta mesa con el Eln. Esto, de ser cierto aquello de “un mismo proceso con dos mesas”. Al parecer, acordado por Timochenko y Gabino, comandantes de Farc y Eln, respectivamente. Sin preocupación, el Gobierno soltó en la cárcel Bellavista de Medellín: “puede durar y sentarse 10 años con el Eln”.

El pasado 29 de diciembre, Sergio Jaramillo, del Gobierno, en acción de guerra política que pretende mostrar a su contrario como enemigo de la paz y menguar su espacio en la opinión, declaró: “El presidente Santos no dio (23 de marzo) una fecha tentativa”. Sin hacer contexto de esa fecha, el periodista Fernando Ramos de Cnn, la informa como un hecho. Igual hacen, otros creadores de opinión, como los de Nnt24 y Cablenoticias. Destaca que el acuerdo sobre víctimas anunciado el 23 de septiembre, aun con la Mesa y Santos urgidos de noticia de alto impacto y bajo presión de gestores de opinión que marca, necesitaron 52 prolongados días, hasta el 14 de noviembre anterior, para culminar los ítems pendientes. ¿Corren a partir de este día los 6 meses para la firma final del acuerdo? Lapso de ajuste que aproxima idea del tiempo que falta todavía, ante la complejidad de los aspectos atascados en todos y cada uno de los puntos hasta ahora acordados.

Ni hablar del punto 3 de la agenda, “Fin del conflicto […] que implica: Cese al fuego y de hostilidades bilateral y definitivo”. Asimismo, de los detalles que implica el desmonte del paramilitarismo de vieja y nueva generación. Y del mecanismo de ratificación social del Acuerdo. Una prolongación en la Mesa aflora en perspectiva.

Otro factor en la escena. Sólo hasta septiembre serán conocidos los candidatos demócrata y republicano de los Estados Unidos, y elección en noviembre próximo, con nueva correlación en el Departamento de Estado y el Pentágono: todo parece indicar que el Acuerdo de Paz en Colombia precisa que el próximo presidente gringo, ¿lo tenga sobre su mesa? Con fecha difícil de establecer ahora, ¿sobrevendrá una última fase de negociación con cláusulas de urgencia? Fase que dote de mayor papel a los países garantes, Cuba y Noruega, con Chile y Venezuela como acompañantes, en agilizar fórmulas que concilien el Acuerdo en plazo fijo.

A esta altura de la conversación con Farc, en su mayor riesgo, es Santos con su capacidad de ultimátum, quien puede levantarse de la Mesa. La fecha final del intento, depende del debilitamiento que cruza al capital político de Santos. Varios aspectos acuden en 2016: algo en despunte de inconformidad sindical. Las urgencias campesinas, tras los incumplimientos de las promesas acordadas tras los paro agrarios. La miserable y sin patria venta de Isagen. La corrupción en Caprecom y otros casos… pueden derivar en hechos de movilización, con respuesta violenta de la Fuerza Pública.

Aun así, que nadie pierda de vista, aun con el actual mapa político, Colombia no es sumisa.

Información adicional

Colombia año 2016
Autor/a: Equipo desdeabajo
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