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¡Oh la psicodelia! Entre lo pasajero y la adicción

¡Oh la psicodelia! Entre lo pasajero y la adicción

“¡Tachas, tachas! ¡Popper! ¡Cripa! ¡Llévela, llévela!”. Es lo que grita un menor de 10 años en el centro de Medellín un día cualquiera a las 4:30 de la tarde. La gente se queda mirando mientras espera el bus, seguramente todos se perturban de ver al niño cargando una pequeña nevera de icopor donde guarda toda clase de narcóticos, sin embargo nadie hace nada.

Pasividad. Estupor. Reacción similar, en esta ocasión, a la presentada cuando al caminar por los alrededores de la Plaza Minorista la vista da con los cientos de leprosos modernos que merodean por sus alrededores; cientos de hombres y mujeres, en su mayoría jóvenes, desposeídos, excluidos, los hoy eufemísticamente llamados habitantes de calle, llegados allí por causa de su reubicación, ordenada por la alcaldía. Decisión rechazada por los propietarios de puestos al interior de la Plaza quienes se sienten invadidos, culpándolos por las bajas ventas que han llegado al extremo del cierre de algunos puestos de ventas. Cientos de cuerpos vestidos con despojos, sucios, con sus miradas cansadas y perdidas, sin chispas ni brillos en sus ojos que indiquen deseo de vida ni amor por algo. Cuerpos que en alguna ocasión, tal vez habitando un hogar estable, probaron la marihuana, la cocaína o tal vez la heroína, un pitazo, un pase, en fin, un viaje o traba pasajero, “de vez en cuando”, que con el tiempo se tornó permanente, hasta hacerse indispensable.

El consumo “de vez en cuando” de muchos termina por ser la mayor dependencia. Parafraseando a Michel Foucualt no se trata de estar en contra o a favor de las drogas o de los adictos, sino de asumirlas como una problemática social y colectiva que llena los bolsillos de una gran industria, la misma que a pesar de su ilegalidad busca satisfacer su mercado, el mismo que crece cada día producto de diversas circunstancias, entre ellas las políticas del poder que la alimentan y afincan socialmente valiéndose de ella como mecanismo de control social, pero también como fruto de las estrategias de marketing hoy en boga que la acercan a través de cientos y miles de ‘asalariados’ que la acercan y ofrecen al consumidor directo, estrategias desplegadas en la calle, en las barriadas, pero también en los centros de educación de primaria y bachillerato donde ya no es extraño encontrar personas de corta, muy corta edad, consumiendo aquello que tal vez marque sus vidas por siempre.

Dice la leyenda que entre los sicoactivos más fuertes y criticados estaban la marihuana, la heroína y la cocaína. Drogas comunes y que con el tiempo se fueron haciendo de fácil acceso. Pero toda industria se estanca si no renueva su oferta, de ahí que nuevos productos fueron llegando, ampliando la oferta: antes fue el LSD, pero luego llegaron otros como el Krokodil, la Bomba, el Cristal, y muchas otras, cada vez más variadas y fuertes, drogas que producen nuevas y más fuertes sensaciones, pero también llevan a los organismos de sus consumidores, cada vez en menos tiempo, a un estado crónico, acabando con su estabilidad emocional y biológica.

¿Qué puede propiciar que una persona y no otra termine adicto de los estupefacientes? Los motivos y razones pueden ser variados, pero muchos de quienes pasan o han recorrido tal camino indican razones como las crisis dentro del hogar, el temor a encarar ciertas responsabilidades o saber manejar el éxito, la poca atención recibida cuando un problema grave lo afecto, la soledad, pero también situaciones estructurales como la precariedad del sistema de salud, de empleo, o la misma violencia en que se crece. Otros varios motivos los cuentan en viva voz:

 

 

De un sábado en la noche a 17 años de adicción

Carlos, un hombre de 42 años que actualmente trabaja en el turno nocturno de una arepería en el barrio Popular 1 de Medellín, accedió a contar su relación con la marihuana, la que le significó pérdidas y dificultades familiares.

 

Desdeabajo –da–: ¿Cómo empezó su relación con la marihuana?

Carlos: La primera vez que la probé fue por invitación de unos amigos. Un sábado en la noche yo estaba conversando con mi amigo Ricardo y llegaron los demás a convidarnos pero yo me negué ese día, en cambio Ricardo sí se fue; a los ocho días él me contaba que eso era muy bueno, me volvieron a invitar, acepté y me quedó gustando. En ese entonces yo tenía más o menos 17 años.

 

da. Hay personas que consumen distintas drogas porque tienen problemas familiares, laborales, económicos e incluso problemas de salud, como depresión. ¿Usted tenía alguna razón como esas para fumar marihuana?

Carlos: No, no tenía ningún problema de esos, fue más por presión de los amigos porque si uno se negaba a consumir pasaba por bobo. En esa época no estaba trabajando ni estudiando, del colegio me sacaron porque no me gustaba estudiar, entonces tenía más tiempo libre.

 

da. ¿Cada cuánto fumaba al principio?

Carlos: Eso es lo complejo de probar la marihuana o cualquier otra cosa. Empecé fumando cada sábado en la noche con los amigos, eso era como nuestra diversión; después era sábados y domingos, luego pasé a fumar una vez entre semana, después pasé a una vez por día y cuando menos pensé me estaba fumando 4 baretos en un solo día. Uno entre más fumé más lo atrapa el vicio, a lo último el cuerpo exige que uno consuma.

 

da. ¿Qué es ahora de todos los amigos con los que usted fumaba?

Carlos: Unos están muertos, otros siguen consumiendo y dos de ellos están en el centro como habitantes de calle. Pero algunos si lograron dejarlo totalmente.

 

da. ¿Cómo fue la reacción de su familia ante su consumo?

Carlos: Ellos se demoraron en darse cuenta. Por miedo a su reacción, primero lo hacía siempre al escondido, pero unos meses después se dieron cuenta y mi mamá me dio una pela y de ahí en adelante siempre me regañaba. Ella me preguntaba el por qué yo lo hacía, pero nunca tuve una respuesta. Yo no sabía qué responder además de decir que me gustaba. Porque al principio, mientras estás bajo los efectos, todo es risas, después uno se siente triste, son los bajones que a uno le genera eso.

 

da. ¿Alguna vez lo invitaron a consumir otras sustancias?

Carlos: sí, claro, pero eso depende de uno. Yo no pasé de la marihuana, esa fue la única que a mí me envolvió, sin embargo una vez que viajé a Manizales me invitaron a probar el bazuco y ese nunca me gustó porque tiene un olor fuerte y eso lo enloquece a uno. Yo siempre le tuve miedo a perder la consciencia por efecto de una droga, porque bien o mal la marihuana no lo aleja a uno tanto de la realidad y, además, es natural, pero las tachas, las ruedas o el LSD sí son peligrosos.

 

da. ¿Cuándo se decidió usted para dejar de fumar marihuana?

Carlos: Resulta que conformé mi familia, ya vivía con mi esposa y teníamos una niña. Al principio mi esposa no sabía que yo fumaba, entonces guardaba la yerba en la basura y cada vez que llevaba la bolsa para la calle sacaba la yerba que me iba a fumar. Un día ella me pilló y tuvimos un problema grande porque ella si me decía que dejara eso y yo aconsejado por un amigo un día le dije “es que yo primero conocí la marihuana que a usted” y eso fue un problema mayor. Más adelante la niña estaba más grande y yo mientras trabajaba en la arepería que está dos pisos encima de la casa; fumaba cuando me daba la gana, pero una vez ella subió a tender una ropa y me vio, la niña nunca me dijo nada pero yo sí me sentía apenado con ella.

Sin embargo seguía fumando, hasta que nació el niño; cuando él nació ya pensaba en las consecuencias que tendría si seguía con la marihuana. Me imaginaba que en un futuro si él empezaba con los vicios yo no iba a tener el derecho a decirle que no lo hiciera. Entonces, muy preocupado, me propuse a dejar de fumar y así cómo lo cogí lo dejé. Si me fumaba 4 baretos el día anterior, al siguiente me fumaba dos y así hasta que lo dejé totalmente. El vicio no se deja de la noche a la mañana.

 

da. ¿Cuántos años duró su relación con la marihuana?

Carlos: Duré 17 años consumiendo. A lo último sentía que el vicio me cogía ventaja y que no iba a lograr dejarlo. Una de las cosas que más me impactó fue encontrarme a dos de mis amigos en el centro viviendo en la calle, consumidos por todas las drogas y la mala vida.

 

da. ¿Qué piensa del microtráfico en los colegios? ¿Piensa en sus hijos?

Carlos: Me preocupa mucho porque a pesar de que yo lo dejé, no quisiera que mi hijo se enterara de mi adicción y mucho menos que cogiera ese vicio, porque yo no tendría el derecho de regañarlo. Ahora en los colegios se vive esa situación, los niños peligran cada vez más. Lo que sí trato de hacer es aconsejarlo y hacerle ver que la vida es para otras cosas, por eso siempre lo llevo a jugar fútbol, a comer helado y demás, para que se entretenga. Con la niña es distinto porque ya se graduó y es más consciente de lo que es bueno o malo.

 

da. ¿Cómo ve usted el mundo que les espera a las nuevas generaciones?

Carlos: Cada vez va a ser peor, ahora hay muchas drogas que degeneran el cuerpo y la mente con más rapidez y los que las consumen no se dan cuenta. Lo que tiene que hacer uno como padre es aconsejar y no dejar solos a los hijos, porque muchas veces es culpa de uno, por descuidarlos y no prestarles atención cuando la necesitan, y si en algún momento llegan a coger un vicio ayudarlo a que lo deje. Porque muchas veces uno se concentra solo en trabajar y se olvida que ellos necesitan de la compañía, del apoyo y del cariño de uno como padre y familia.

 

Consumo responsable

 

Pipe, como prefiere que lo llamen, tiene 25 años y hace 7 consume drogas. Inició su adicción con pegantes, luego con marihuana, consumió perico por 3 años… y ahora que es padre de dos niños es “consumidor responsable”, según sus palabras: sólo consume marihuana en dosis razonables y, según él, normales: se fuma un “bareto” al día y en casos extremos dos. En dos oportunidades Pipe estuvo en situaciones críticas: cuando vivió cerca de quince días en la calle, y cuando estuvo reseñado por un robo menor, esas fueron quizás las dos experiencias más duras de su vida, ahora es consciente de los riesgos que implica consumir drogas y cree que no todo el mundo está preparado para hacerlo.

 

da. ¿Cómo fue su primer contacto con las drogas?

Pipe: En un parche de amigos con los que montaba en tabla (skateboarding), salíamos en las tardes a diferentes lugares, siempre estaban con nosotros parceros que consumían “gale”, pero nunca nos ofrecían, sin embargo un día de vacaciones, por curiosidad, junto a dos parceros, probé, no me gustó mucho, probé un par de veces más, me daba mucho malestar en el estómago luego del viaje; me fue mejor con la marihuana que también probé en esas vacaciones, con ella estoy y seguiré, he aprendido a conocer y respetar esta planta, creo que esta satanizada por las grandes corporaciones ya que no les conviene que la gente conozca todos sus beneficios en varios ámbitos; con el perico tuve la experiencia en la calle, lo preferí antes que el bazuco, eso sí es lo peor.

 

da. ¿Qué es para usted “consumo responsable” de las drogas?

Pipe: Es estar consciente de que se corre un riesgo, que las drogas no son una solución a los problemas, que es como diversión; consumir para mí es una manera de ayudarme a sobrellevar mi carga laboral y mis obligaciones en general; la cosa es que no todo el mundo llega a tener esa conciencia, yo la obtuve llegando a los extremos del consumo que me llevaron a los peores estados, pero hay personas que ni siquiera tienen que vivir ese tipo de episodios para lograrlo. Creo que la clave no es si es dependiente o no, uno puede ser dependiente a tantas cosas que también afectan la salud, la cosa es cómo asume cada uno la dependencia, se puede administrándola de forma que no afecte a otros y que me permita seguir estando en condiciones de trabajar y seguir con la vida.

 

da. ¿Cómo ve su futuro como padre y consumidor de drogas?

Pipe: Lo veo como una oportunidad para que la gente cambie el chip que tiene sobre las drogas. Por mi parte, con mis hijos, espero ser abierto y darles las herramientas para decidir, uno puede o no ser como los papás, mis padres nunca lo han hecho, por ejemplo; la sociedad, tarde o temprano, tiene que aceptar este tipo de fenómenos que siempre han estado con ella pero que ahora no se esconde y ya es imposible seguir escondiéndolo a las generaciones que llegan.

 

Pipe y Carlos son dos ejemplos de una realidad que hoy copa nuestra sociedad, y que tiene efectos de toda índole en nuestras barriadas, la primera de ellas el efectivo control social logrado vía inundación de narcóticos.

Otras manifestaciones que contribuyen al sometimiento y control territorial son: la división social, la despolitización, la violencia como vía para conseguir unos pesos para sostener el vicio, las luchas territoriales, los combos y bandas cada vez más enfrascadas en dinámicas regionales, nacionales e internacionales de tráfico, la descomposición de los llamados “organismos de control”. Elementos que es necesario valorar a la hora de pensar el por qué de los narcóticos, su multiplicación y variedad, la facilidad con que ahora se consiguen y la manera cómo son asumidos por los poderes globales.

Un debate para encarar y no dilatar más.

Información adicional

Autor/a: Equipo Desde Abajo Medellín
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