Capítulo 3
La casa de Eliseo Zubiria y Martha Braun está ubicada en el barrio Colina, al occidente de la ciudad, en un condominio cerrado formado por un conjunto de casas blancas de dos pisos, con techos de tejas rojas en forma triangular. Después de identificarse en la entrada y de esperar por algunos minutos, Marlowe es autorizado a seguir. El portero le indica la ubicación de la casa y le dice que puede estacionar el auto en el garaje de la propiedad. El cielo ya se ha puesto negro de nuevo y es probable que empiece a llover en cualquier momento. Antes de bajarse del auto, Marlowe piensa en lo difícil que se pondrá el tráfico cuando tenga que regresar al centro en medio de la lluvia.
Una empleada vestida con uniforme gris abre la puerta y le pide para esperar en la sala. “La señora ya baja”, dice. “¿Quiere tomar algo, un café, agua?”. “No, gracias”, dice Marlowe mientras observa un cuadro que ocupa casi toda la pared del fondo de la sala. En el cuadro el cuerpo desmembrado de un hombre reposa sobre una pequeña mesa de metal. El fondo de la pintura es de un rojo intenso. Alrededor del cuerpo aparecen algunas figuras abstractas que remiten a animales mitológicos y objetos litúrgicos. “Es un regalo del pintor”, dice una voz femenina. Marlowe se voltea. “Philip Marlowe, detective de la policía metropolitana”. “Martha Braun”, dice la mujer mientras aprieta firmemente la mano de Marlowe.
Martha Braun es una mujer alta, de tez blanca y cuerpo delgado pero compacto, como el de una mujer que practica algún deporte o va al gimnasio con frecuencia. Está vestida enteramente de negro y lleva gafas oscuras. Las uñas de ambas manos están pintadas de negro. Su rostro y su cuerpo aparentan dureza, pero en el fondo, piensa Marlowe, parece como si estuviera a punto de derrumbarse. “¿En qué le puedo ayudar detective?”. “Sé que es un momento difícil señora Braun, pero quisiera saber si el señor Zubiria había recibido alguna amenaza, si había notado algo sospechoso en los últimos días”. La señora Braun se sienta en el sofá de la sala y se queda mirando en silencio hacia el frente. Marlowe no sabe si mira el cuadro o si tiene los ojos cerrados. Pasan algunos segundos en que el silencio parece abarcar la atmósfera por completo. De repente la señora Braun dice: “No sabía de ninguna amenaza. Eliseo siempre fue un hombre pacífico. Odiaba la violencia. No entiendo por qué alguien quisiera asesinarlo.” “¿No tenía problemas políticos?”. La señora Braun esboza una leve sonrisa. “¿Políticos? Ustedes del gobierno creen que toda persona pensante es un terrorista ¿no es cierto?”. Marlowe no sabe qué responder. Odia tanto el gobierno como sus enemigos más acérrimos. “No, Eliseo no era ningún terrorista, era sólo un hombre con ideales, quizás era eso, demasiado idealista”. “¿Tenía problemas con algún colega de la universidad?”. “Siempre los hay. La academia está llena de enfrentamientos. Pero son luchas teóricas. No es motivo para asesinar a nadie.” Marlowe piensa que cualquier motivo es suficiente para asesinar a alguien, pero no dice nada. “¿Su marido frecuentaba algún grupo, algún lugar en particular?”. “Iba algunas veces a un grupo de estudio con algunos colegas y estudiantes. Discutían filosofía y estética. No sé si es eso a lo que se refiere. Eliseo no salía mucho y últimamente no viajábamos a causa de su enfermedad.” “¿Enfermedad?”, pregunta Marlowe interesado. “Eliseo había sido diagnosticado con cáncer de pulmón, estaba muy avanzado cuando lo descubrieron…”. Después de estas palabras la señora Braun mueve la cabeza de un lado a otro. De repente se lleva las manos al rostro y empieza a sollozar. Marlowe la observa en silencio. Ella señala con el brazo una sala contigua. “Puede revisar su estudio. Me disculpa”. Se levanta del sofá, camina un tanto apresada por el corredor y sube las escaleras hacia el segundo piso.
El estudio de Zubiria es un espacio amplio e iluminado. Las paredes están llenas de estantes con libros que llegan hasta el techo. En un extremo hay un escritorio de madera con algunos libros y papeles encima. Marlowe se acerca a los estantes. Ve algunos títulos que reconoce pero la gran mayoría son libros desconocidos para él.
Sobre el escritorio de madera ve varios libros en inglés de un autor que no conoce, un par de diccionarios, un block de notas y una agenda. Abre la agenda y revisa las anotaciones de los últimos días. Reuniones en la universidad, visitas al médico y una sigla, CFI, que se repite varios jueves en la noche. Toma la agenda y el block de anotaciones e instintivamente los guarda en un bolsillo de su chaqueta. Sale del estudio y busca a la señora Braun o a la empleada de uniforme pero no ve a nadie. La puerta de entrada no tiene llave, así que la abre, sube a su auto y va a enfrentarse con el tráfico caótico de la ciudad mientras gotas enormes comienzan a precipitarse desde lo alto como un castigo divino.
Capítulos 1 y 2 : http://www.desdeabajo.info/ediciones/item/28864-crimines-sublimes.html
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