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¿Liquidar los hospitales públicos es la opción?

¿Liquidar los hospitales públicos es la opción?

 

De tanto suceder ya formó callo. Así sucede en nuestra piel cuando algo nos roza o aprieta en la misma parte y de manera repetitiva. Tanto roza, tanto aprieta, tanto duele, que nuestro mismo cuerpo termina por aislar la zona afectada, por insensibilizarla.

 

Así ha terminado por suceder con el sistema de salud. El dolor, transformado en denuncias diarias por su pésima prestación, ha terminado por volverse un lugar común, hasta el punto de sacar callo, en este caso hasta volverse algo natural. Es así como las largas colas ya no conmueven, tampoco los procedimientos quirúrgicos no realizados, ni la negación para entregar medicamentos, como la no autorizaciones para exámenes especializados; con el calló que por años ha sacado la sociedad todo esto parece “normal”.

 

Pero todos sabemos que esta situación no es normal, que esta realidad es la expresión palpable de un sistema de salud que no actúa con la oportunidad, celeridad y calidad que demandan las necesidades de los pacientes. En últimas, un sistema deshumanizado que solo mira las cifras económicas como indicador fundamental.

 

El riesgo de esta realidad es que terminemos por volvernos insensibles ante tal realidad e, incluso, que lleguemos a volvernos cínicos, así como lo son los poderosos y los gobiernos de turno. O cómo calificar la respuesta que ante esta realidad brindan, año tras año, los gobernantes de turno: “no estamos frente a una crisis de salud”, y “la mejor salida para solucionar el problema que tenemos en el sector es liquidar las instituciones públicas de salud y seguridad social”.

 

 

¿Liquidar es la opción?

 

Los procesos de liquidación de los hospitales públicos consisten en cerrarlos un día, liquidar a toda su planta de personal, entregarle la planta física a un privado para que abra la misma institución al otro día, con otro nombre y con unas reglas de contratación del personal de salud totalmente flexibilizadas. ¿Esto realmente es una medida adecuada para enfrentar la grave problemática que vive el sector de la salud en el país?

 

¿Será que liquidando el Hospital Departamental San Francisco de Asís ubicado en Quibdó se van a resolver –de la noche a la mañana– sus problemas acumulados históricamente? ¿Igual con la situación del Hospital Departamental de Cartago, Valle del Cauca?

 

¿Qué ventajas ha traído para el país el cierre de muchos de sus hospitales públicos? Incluso, ¿cuál ha sido las ventajas arrojadas al país por la liquidación de EPS como Cajanal o Salucoop?

 

Como dicen por ahí de ciertos matrimonios, estas medidas encuentran la fiebre en la sabana, pero no abordan de fondo los problemas que los producen.

Las muertes de cientos de pacientes por falta de atención oportuna, como la recientemente sucedida en Cali con un niño de 8 años con diagnóstico de leucemia –que requería un transponte de medula como opción terapéutica pero que la EPS autorizó tardíamente–, son la evidencia que con liquidación o sin liquidación de instituciones públicas o privadas, la tendencia de enfermedad y muerte sigue el mismo cauce institucional.

 

Estamos ante una constante que debe romperse. Un sistema de salud público que vele en verdad por la vida de quienes acuden al mismo, está en la obligación de establecer los mecanismos pertinentes para posibilitar que cuando una persona requiere una intervención terapéutica ésta se haga en los tiempos indicados, porque de lo contrario los efectos que se producen son significativos, desde secuelas leves a graves, y hasta la muerte.

 

 

A problemas estructurales, salidas estructurales

 

La pregunta que surge ante esta realidad es, ¿hasta cuándo será posible aguantar esta situación indolente e indigna por la que está atravesando la mayoría de la gente en el país? ¿Habrá callo para cubrir tal herida, tal dolor, tal desangre? ¿Existirán medidas de fondo para evitar la prolongación y profundización de esta tragedia?

 

La experiencia de otros países, y el conocimiento del sector, indican que sí. Se requieren diversos cambios estructurales, no solamente con relación al tema de la estabilidad financiera de las instituciones, la cual es posible lograr eliminando la intermediación financiera que el sistema de salud colombiano estableció con las EPS. Como es conocido, este modelo hoy genera enorme déficits a las instituciones prestadoras de servicio de salud, tanto públicas como privadas, al no reconocer los montos de pago pertinentes, al no pagarles a tiempos los servicios prestado y al glosarles otro montón.

 

También es necesario poner en marcha un modelo de atención en salud que privilegie la promoción y la prevención por encima de la curación. La saturación en las salas de urgencias no se resolverá con más salas de urgencias, ¡no!, se resuelve con un modelo que atienda a la población directamente en sus territorios, que contribuya a mejorar las condiciones de vida y trabajo de la gente, y que detecte las enfermedades en sus primeros estadios para resolverlas en los niveles primarios de atención.

 

Esta realidad, terrible por sus consecuencias para millones de personas, se resuelve dignificando a los y las trabajadoras del sector salud, con empleos estables y con condiciones laborales justas, sin sobreexplotarlos, para que atienda con calidad y humanidad.

 

Pero también contribuye a su resolución, que la gente retome el control de su propia salud, desmedicalizando la vida y volviendo a ejercer la autonomía y soberanía sobre sus cuerpos, utilizando los múltiples saberes y prácticas sobre el cuidado de la salud, que va más allá del uso extendido de medicamentos, y haciendo uso del sistema de salud alopático solo en ciertas circunstancias y para ciertas patologías.

 

Se resuelve, no sobra reiterar en ello, transformando la política pública que instauró la salud como una mercancía, por otra que la conciba y la haga realidad como un derecho humano fundamental.

 

Hay que obrar. No es aceptable ni soportable, que más niños, mujeres de toda edad, hombres viejos, adultos, jóvenes o niños, continúen esperando tras largas colas, la desatención, el desaire, la dejadez, el agotamiento de sus vidas, y la llegada de la muerte, ante situaciones que en muchas situaciones son tratables y/o evitables. Que el callo no llegue a nuestros cerebros.

 

 

Información adicional

CRISIS DE LA SALUD
Autor/a: MAURICIO TORRES Y CARLOS GUTIÉRREZ
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