Parece una pesadilla, pero no es: en Colombia la posibilidad de poner punto final a una parte del conflicto armado, que carga el país desde décadas atrás, no logra consenso social. Voces contrarias sobre este particular, saltan por doquier. El diálogo de La Habana, construido mediante una metodología que negó la consulta extensa y la participación al conjunto social, ahora la concita, con el fin de que opine en las urnas.
La citación a un Plebiscito por la paz, que en cualquiera otra sociedad no levantaría dilema, aquí desató una reacción contraria. Repercusión que revela una polarización en la cual conviven y controvierten 48 millones de habitantes. Tal vez no sea para menos, tal vez sea para mucho más.
Los 60 o más años de guerra interna no pasan en vano, y la factura nos llega a todos. Sobretodo, a quienes han liderado la guerra, con todos sus coletazos, a los mismos que hoy pasan su factura. Un coletazo que más llama la atención, es la prevención, incluso el odio, que despierta la guerrilla fariana entre amplias capas sociales; inclusive en sectores populares. Otro, es la derechización de la sociedad.
En algún momento durante los gobiernos uribistas, tuvo audiencia la tesis de que si bien el propietario del Ubérrimo, no había logrado derrotar en el campo de batalla a este grupo insurgente, sí lo hizo en el escenario político: restarle apoyo social. La «guerra política» liderada desde el establecimiento, logró su propósito. Una tesis confirmada hoy, de bulto, en la polarizada reacción social ante un acuerdo de paz con esta guerrilla, que no implique penas de cárcel para sus comandantes.
Deseo de venganza, eso es, el sentir que respiran distintos sectores sociales.
Como parte de la polarización social fraguada desde las altas esferas del establecimiento, el hoy Presidente, años atrás Ministro de Defensa, artífice de bombardeos teledirigidos contra los mandos de esta guerrilla, encabeza ahora un sector de los grupos dominantes. Mismos que pugnan por vincular al país en forma más amplia, en la agenda financiera internacional; y que aprovechan la coyuntura para arrinconar su contraparte agraria tradicionalista (Uribe). Santos intenta menguarle al máximo, su apoyo social. Su propósito es evidente: derrotarlo y dejarlo sin opciones para la disputa electoral del 2018.
En esta disputa en las alturas del poder y del establecimiento, entre viejos y nuevos poderes e intereses, el país real, el mayoritario, queda en el medio. Chivo expiatorio de causas ajenas, que en esta ocasión evidencia la ausencia de un proyecto de país alternativo. De un diseño que motive a las mayorías a votar por el final de esta parte de la guerra interna, pero, como vehículo y tránsito en el avance en construir un país diferente: sin uribismo ni santismo. Y sin ningún otro ismo, que implique a las viejas o nuevas castas que desde hace más dos siglos, someten y llevan a la miseria a millones de connacionales.
A la medida del Gobierno
“Como anillo al dedo”, preciso, de acuerdo a los requerimientos del Gobierno, fue aprobado el plebiscito por la Corte Constitucional. Entre lo dispuesto por el alto Tribunal, quedó establecido que el umbral mínimo para que el Sí venza son 4’396.625 votos, el 13 por ciento del actual censo electoral, que hoy suma 33’820.625 connacionales en edad de votar. ¿Podría pedir más el Gobierno?
Ante el histórico comportamiento abstencionista en Colombia, no hay quien corra riesgos. Mucho más, cuando –lo sabe la cabeza del Ejecutivo– las maquinarias clientelares no saldrán a buscar votos, pues no está en juego, su poder inmediato. Así, en estas elecciones no rige la Ley 134 de 1994 que estipula la aprobación de plebiscitos “por la mayoría del Censo Electoral”, es decir, casi 17 millones de electores.
La decisión de la Corte estipula que sólo podrá votarse Sí o No. El voto en blanco no sumará. Por eso, quienes son contrarios al Sí tendrán que salir a conseguir sus votos, lo cual asegura que el umbral será cubierto con creces. Es más. El fallo del alto Tribunal estipula que el resultado del plebiscito solo obliga al Presidente. Así, las otras ramas del poder quedan libres para proceder, a favor o en contra de los acuerdos en La Habana. Todo un escenario para disputas, continuidades o sorpresas. Este fallo de la Corte responde sin ambigüedades la pregunta, ¿para qué el poder?
Desde mucho antes de conocerse el concepto de la Corte Constitucional sobre el plebiscito, era público que un basto sector social estaría por el No. Conocido el fallo, sin perder tiempo, emprendieron campaña. Alguien podría decir que están en campaña desde mucho antes, desde cuando la cabeza más visible de ese sector habitaba la Casa de Nariño. Y no yerra. Es una disputa a fondo.
Por qué las Farc despierta tantos odios, prevenciones y animadversiones Son muchos años de guerra. De episodios en los cuales estuvieron comprometidas tres generaciones. Guerra asumida por capas del campesinado, como única alternativa para sobrevivir. Perseguidos, señalados, criminalizados, sobrevivieron a centenares de ataques, entre los cuales resaltan en parte de la memoria popular, la ofensiva militar contra Marquetalia, El Pato, Guayabero (1964…), y luego, Casa Verde (1991). En este siglo, la ofensiva con blanco en sus frentes del suroriente del país. En su desenvolvimiento como estructura militar, las Farc ganaron cuerpo para pasar de unas pocas escuadras, integradas como autodefensa ante chulavitas y el mismo Ejército oficial, hasta autodefinirse como organización guerrillera y acumular en la meta de “Ejército del Pueblo”. Entre el origen y una y otra estructura y mando, trascurrieron 30 años. En ese tránsito de simple sobrevivencia a cuerpo militar con capacidad ofensiva y de copamiento de “unidades enemigas”, sumaron miles de combatientes. Un colectivo humano por alimentar, formar, dotar, y potenciar. ¿Cómo resolver la economía de guerra que exigían estos contingentes con miles en fila? ¿Cómo asumir la relación con la población habitante de un espacio dado? ¿Cómo garantizar el control del territorio? En la solución del primer interrogante, el apoyo espontáneo y solidario de sus bases sociales fue insuficiente. Entonces, optaron por otras vías: el secuestro y el boleteo o vacuna, que mal ejecutados terminaron afectando a sectores que no eran propiamente ni enemigos del pueblo ni oligarcas. Dicho recurso que debía ser selecto, terminó extendiéndose. Afectó a cientos y miles de víctimas. Algunas sometidas a tal procedimiento, de manera directa o sobre su entorno familiar, a veces, en varias ocasiones. Muchos perdieron su capital de trabajo. No pocos, terminaron muertos en cautiverio. Así mismo, en ese desarrollo de cuerpo militar para la defensa, a cuerpo para el ataque, el copamiento y control territorial apareció como una necesidad. Situación que les impuso obligar a numerosas familias al abandono de su casa, tierra y pertenencias. Máxime, cuando algunas de esas familias terminaban asociadas a bandas paramilitares o aliadas del ejército oficial. Pero también, como expresión desviada del militarismo que terminó por ganar espacio en su estructura. La imposición y fuerza a punta de fusil, fue la manera como resolvieron contradicciones con pobladores, y litigios con otras guerrillas que hacían presencia en ciertos territorios. El autoritarismo y la rivalidad ganó espacio entre comunidades y amigos. Así el odio encubó y previno a cientos de campesinos, simpatizantes y militantes de diversidad de organizaciones que sufrieron esa imposición y hegemonía fariana. ¿Son los costos de la guerra?, eso dice el manual de un conflicto de guerra irregular. Más no puede leerse así, tal realidad. En su configuración y ejemplo, un cuerpo revolucionario debe izar siempre y en toda acción, una ética humana y de justicia. Precisar una lectura correcta de los sujetos sociales contra los cuales emprenda una acción. Tal vez, el desarrollo deforme de este cuerpo militar, en el que lo militar tomó el mando de lo político, llevó a la despolitización de una parte de sus integrantes. Ese expediente y un conjunto de errores de todo tipo, terminaron por presentar a esta guerrilla –en diversas partes del territorio– como enemigos del pueblo en vez de amigos. Hablando a través del fusil la política perdió su capacidad de enamorar. Es el desgaste que causa una guerra tan prolongada. Equivocación, delictuosidad que aprovechó y potenció el establecimiento, mediante una calculada guerra política, además de militar. Guerra política que terminó por enrocar la realidad: de amigas del pueblo, Farc pasó en muchas partes a ser considerada como enemigo, hasta el punto que hoy, muchos apuestan al No en el plebiscito. Acción que asumen, para vengar perjuicios injustos y dolores sufridos. Deuda de reparación, de 50 años y un poco más de guerra. Ya lo habían enseñado otras experiencias internacionales: Sin una escalada de intervención militar extranjera en penetración profunda y tropas de combate, las guerras deben ser de duración rápida, y con alternativa visible de «gobierno en armas», de lo contrario entran en desgaste.
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Escenarios que rondan esta coyuntura electoral plebiscitaria
Otra vez, el “mal menor”
Tuvo postura cuando unos y otros unieron esfuerzos para vencer a Uribe, eligiendo a Santos. El país sigue feriado al capital global. Su plan económico está orondo como diseño de negocios, y aunque llaman a confrontarlo, ‘el voto a Santos’ no creció unas fuerzas opositoras suficientes. Ahora, ante el plebiscito, el argumento es igual: unirse contra el uribismo… ¿Desde cuál proyecto de país? ¿Alguien, desde la izquierda y desde los sectores alternativos, estará por el No? Claro que no. Todos comprenden la necesidad de acabar con la guerra. Sinembargo, la diferencia radica en: ¿hacia dónde dirigir el país? ¿Con cuáles sectores sociales como aliados por el renacer nacional?. Sucede no solo en Colombia.*
Transcurridas varias décadas de crisis de la izquierda, y las varias coyunturas electorales, acá y en los cerca de doscientos países que conforman el concierto internacional, la política de andarle al paso a las coyunturas oficiales, no permite a un proyecto autónomo avanzar por senda segura. Más allá del miedo, lo único que le permitirá a los sectores alternativos salir airosos de una o de otra coyuntura, es izar su proyecto de país. Con su enunciado, conversar con la sociedad, batiéndose en liderazgo de diversos territorios, para despejar dudas ante unos y otros. En el camino por superar la exclusión, el desconocimiento y la negación de sus derechos, darle cuerpo al país que requieren las mayorías.
Camino con tinte propio. Camino con sueño de justicia. Camino con modelo económico alternativo. Camino con visión internacional integradora entre los de abajo. Camino con eje ambiental, transversal, de género, que alimenten todo su qué hacer con visión de largo plazo, pero con medidas inmediatas que remedien en algo, la pesada carga de pobreza desde siempre que cargan los ninguneados.
Es definitiva, el mal menor termina fortaleciendo a otros, a “los de siempre”, a cuya cola –paradójicamente– arrastran su accionar, aquellos que pretenden otra realidad.
* Acaeció recientemente en Perú, cuando liberales y progresistas, tradicionales y de izquierda, llamaron a detener la llegada a la presidencia del fujimorismo. El miedo caló y eligieron a Pedro Pablo Kuczynski, el “mal menor”. Hoy, quienes desde la izquierda lideraron tal campaña, llaman a enfrentar por neoliberal, al recién ungido. Ganaron para perder.
A su vez, había sucedido en Francia con Sarkozy. En Italia con Berlusconi. ‘Lobos’ derrotados luego de sus nefastos gobiernos, y reemplazados por liberales y socialistas, que a pesar de sus discursos, poco se diferenciaron de sus contendores. El “mal menor” tampoco funcionó allá. Ahora juega “todos contra Trump” en los Estados Unidos. La candidata Hillary, “demócrata” menos mala, poca o ninguna alternativa ofrece a los empobrecidos de ese país. A los millones de migrantes, a los excluidos por negros, a los trabajadores por horas, etcétera. Allá, la “mejor opción” resulta buena, sólo para el capital financiero. El “mal menor” es opción de “realismo político”. Es la preferencia de los pragmáticos, que ya no quieren oír ni discutir de utopías. Colombia no escapa de tal lógica.
Con el SI, ¿vendrá una Constituyente?
Desde la izquierda una medida como esta, siempre ha sido vista con buenos ojos. Tanto porque algunos sectores valoran la Constitución del 91 como neoliberal, pero también la ponderan como el espacio ideal, y reflejo preciso, del nuevo estado de fuerzas a nivel nacional. ¿Demasiado optimismo?
No miden de manera atinada estos sectores, en su afán reformista, el estado real de las fuerzas para garantizar mayorías dentro de tal escenario. No hay que olvidar que una elección de Constituyente, por obligación abierta a todos los temas, es una confrontación de fuerzas. Como tal, quien más ascendencia social tenga, y quien cuente con más recursos de todo orden a su disposición, podría ser quien termine como mayoría a su interior. No ponderar esta realidad sería actuar como el brujo que hace su hechizo sin saber la contra. Es decir, actuar así sería jugar a soltar fuerzas incontrolables, las cuales pueden dar al traste con los pocos o muchos logros reunidos en la Carta del 91. Podría terminar actuando de manera contraria, a las necesidades de las mayorías de Colombia.
* Personajes como Horacio Serpa sustentan que en los próximos meses serán aprobadas, producto de los acuerdos con las Farc, un conjunto de reformas que, sumadas a las adecuaciones sufridas por la Carta del 91 durante sus 25 años de existencia, más los desarrollos que en diversas temáticas y realidades experimenta el mundo, ameritan la aprobación de una nueva Constitución. Aprovechar las elecciones del 18 para realizar tal citación puede ser el mecanismo. Luis Fernando Velasco, saliente presidente del Congreso, ve posible su convocatoria, ante la realidad de la Justicia y la necesidad de abocar una reforma estructural para la misma. Roy Barreras, senador delegado por el Ejecutivo para los diálogos en La Habana, no la descarta. Armando Benedetti, otro vocero del establecimiento, ante la tumbada del “Tribunal de aforados” por parte de la Corte Constitucional, ve que la única vía para reformar la Justicia, es una Constituyente. En twitter opinó: “[….] veo venir la aplanadora de una Asamblea Nacional Constituyente”.
Dadas estas declaraciones, cabe entrever que en las alturas del poder, el tema va más allá de los pasillos y las conversaciones de ocasión. Tal vez, esta alternativa aún no alcanza todo el énfasis, por considerar que no es el momento adecuado. ¿Qué proyectan sobre el particular en las oficinas del Ejecutivo? ¿Cuáles son sus cálculos de tiempo y de conveniencia política? ¿Tendría sentido citar una Constituyente para abordar un solo y único tema? La disputa de intereses y poderes dentro del establecimiento, y más allá del mismo, abrirá espacio para otro conjunto de temáticas. Tal vez, los que imponga la correlación de fuerzas entre el establecimiento y los sectores alternativos.
Incertidumbre ante la polarización política
Las campañas por el Sí y el No, las encabezan dos sectores del poder desde siempre dominante. Resultan divididos, por la dinámica que debiera tener la economía y lo político, así como lo militar y la agenda internacional. En realidad encabezan dos visiones con énfasis diferentes, acerca del control del Estado, de cómo operar su poder, pero con valoraciones afines sobre los enemigos que deben derrotar.
La coyuntura es la oportunidad para que el sector que ahora encabeza el Gobierno, trate de someter a sus viejos amigos o aliados, parte de los sectores emergentes del empresariado, legal e ilegal, sectores proclives al uso de la fuerza, a la violencia y la barbarie como vía para lograr el control territorial. A la vez, por la extensión de ideas retrogradas y tradicionalistas, que no caben, dentro de un Estado autodefinido como secular.
Más allá de quién venza en esta confrontación, la misma será la apertura para el enfrentamiento –¿final?– que llevarán a cabo en el 2018, donde se jugarán a fondo por el predominio de los modelos de régimen político que defienden. En esta disputa, el resto de la sociedad, la mayoría, de no contar con proyecto propio, quedará reducida a un simple objeto. Ente movilizado y utilizado más allá de sus intereses, en contra de los mismos, los cuales solamente podrá defender si es sujeto de su historia. Hay que estar atentos y saber actuar. Dicen por ahí, “en río revuelto ganancia de pescadores”.
Posición del Eln Un Plebiscito entre dos aguas* “[…] los relojes de los políticos de los partidos tradicionales, apenas marcan tiempos de 4 años, más allá de los cuales dejan de funcionar. Por esto, Santos se afana en meter en este lapso toda la gestión de gobierno, así quede mal embutida. De aquí proviene el acelere del actual Plebiscito, en el cual los colombianos deben pronunciarse sobre el proceso de paz en desarrollo; cuando aún no se ha firmado un Acuerdo Final con las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia y el gobierno mantiene congelada la negociación con el Ejército de Liberación Nacional. “[…]con este Plebiscito exprés no queda bien hecha la paz “Muchos dicen que el afán de Santos es ganarle el pulso al ex presidente Uribe […]. Riña que polariza a las elites gobernantes y detrás de ellas, imponen una polarización creciente al conjunto de la sociedad. De esta forma, quienes voten por el Sí en el Plebiscito serían asimilados como aliados de Santos, mientras que quienes voten por el No serán vistos como seguidores de Uribe. Estratagema que pinta todo de blanco y negro, cuando la realidad colombiana es más compleja y muy distinta a la desfiguración, que pretenden imponernos. “El Plebiscito es otra artimaña publicitaria, que intenta ser presentado como sinónimo de la Paz. […] mediante el Plebiscito se refrendará sólo el desarme de las Farc, pero aún estamos muy lejos de alcanzar la paz, ya que se mantienen todas las causas que originaron el conflicto. “[…] la táctica escogida por Santos de primero pactar con una guerrilla, para enseguida imponerle tales acuerdos a la otra; a la vez que con el Plebiscito saca buenos réditos políticos, para luego si descongelar estos diálogos. (Es una) maniobra que cuestiona la voluntad de paz del gobierno […] el Plebiscito convocado, se halla ‘entre dos aguas’, pues mientras Uribe trata de hundirlo, Santos busca sacarlo a flote. En un drama, que merece llamarse de paz incompleta, y por esta vía, nunca llegará a ser ni justa ni duradera”. * Tomado: editorial revista Insurrección Nº 504. Por la Paz, la resistencia continúa* “[…] ante el congelamiento impuesto por el gobierno a la mesa con el Ejército de Liberación Nacional, y ante la próxima firma de un acuerdo definitivo de dejación de armas de las Farc, nos vemos en la obligación de expresar que no compartimos la esencia de estos acuerdos. Se evidencia que el objetivo principal de la comandancia de Farc, es convertirse en una organización legal, aceptando unos acuerdos que exculpan al Estado de su responsabilidad en el desarrollo de la guerra sucia y el Terrorismo de Estado, a la vez que deforman los fundamentos esenciales del Derecho a la Rebelión. Así, el gobierno niega la naturaleza política del alzamiento armado y mantiene intacto el régimen oprobioso de violencia, exclusión, desigualdad, injusticia y depredación. […] negoci(a) asuntos sociales sin tener en cuenta a los sectores afectados; (y) la justicia transicional evita el enjuiciamiento al Estado por su culpabilidad en el genocidio […]. “[…] En la actualidad, lo que está en el orden del día no es un Plebiscito para desarmar a una organización guerrillera, sino la necesidad de construir una paz verdadera, pues de poco servirán unos acuerdos parciales si continúa el conflicto social y armado”. * “Declaración de la Dirección Nacional y el Comando Central, del Ejército de Liberación Nacional”. Agosto 5 de 2016
| xxxx | Partido Socialista de los Trabajadores (PST)
Ni por el SÍ de Santos, ni por el NO de Uribe, por una Asamblea Constituyente
“Santos va a convocar un plebiscito sobre el acuerdo que está negociando con las Farc, próximo a firmarse. Los trabajadores y sectores populares debemos fijar una posición sobre ese plebiscito. Este mecanismo de “consulta” es de todos el más antidemocrático, porque no permite opinar y solo le da al votante dos opciones: SI o NO. Votar por el SÍ significa apoyar al gobierno de Santos y el acuerdo con las Farc, cuyo contenido de fondo es respaldar sus planes económicos y políticos que favorecen fundamentalmente a los terratenientes, a los empresarios y a las multinacionales, en desmedro de la situación de los trabajadores y los pobres. Por eso no debemos apoyar el SÍ. Votar por el NO significa el rechazo a que se termine el conflicto armado que ha producido muerte, desplazamiento y expropiación de la tierra al campesinado pobre, entre otros crímenes. Uribe y su sector se decidió por la opción del NO para lograr más impunidad para sus crímenes, al pretender que se negocie otro acuerdo más benévolo para sus intereses. El NO representa la negativa a entregar las tierras usurpadas y la negativa a que las Farc se integren a la vida política legalmente con garantías democráticas. Por eso la del NO es una opción que tampoco debemos apoyar. La abstención en general significa indiferencia. En este caso en particular, puede ser una forma de expresar el rechazo a Santos y a Uribe, o pretender golpear el umbral para que no alcance la aprobación como lo había contemplado Uribe. Pero no debemos quedarnos simplemente en el rechazo. Debemos proponer una alternativa. Gane el Si o gane el NO, la negociación con las Farc seguirá adelante, porque ya manifestaron que no volverán a la lucha armada y negociarán para reintegrarse a la actividad política legal […] en realidad, el cese del conflicto no está en juego como nos quieren hacer creer. Por las consideraciones antes señaladas proponemos […] la convocatoria de una Asamblea Nacional Constituyente libre, amplia, democrática y soberana, conquistada mediante la movilización y la lucha, cuyos diputados constituyentes sean los dirigentes de las luchas y conflictos, no los que detentan el poder económico y político mediante un proceso electoral controlado por ellos. Esa Constituyente, con ese carácter, puede discutir y legislar sobre los problemas sociales más sentidos por la clase trabajadora y los pobres”.
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