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El PDA, ¿convertido en un cascarón electoral?

El PDA, ¿convertido en un cascarón electoral?

Las pugnas al interior del Polo Democrático Alternativo (PDA) lo han acompañado desde su nacimiento. La que hoy la afecta lo tiene al borde del fracaso. ¿Qué hacer para que realmente la izquierda construya un proyecto más allá de los intereses inmediatos de cada uno de los grupos así autodefinidos?

 

 

Sorprende, cuando menos. Mientras en Colombia vivimos tiempos de variaciones decisivas en el escenario político, tiempos en que la movilización social será cada vez más protagónica y más decisiva, la izquierda partidista aparece –una vez más– dividida y enfrentada, con indigencia en las ideas e indiferenciación en sus prácticas frente a las formaciones políticas tradicionales. Ausente también de su cotidianidad, un espíritu ejemplar capaz de suscitar entusiasmo en un pueblo de pueblos que desde hace tiempo clama por liderazgos colectivos que reúnan capacidad, imaginación, compromiso real y decoro.

 

Este desteñimiento del PDA, revela que la mayor parte de sus liderazgos están enzarzados en sus ambiciones personales, en el horizonte electoral del 2018, lo que les impide comprender y actuar de manera unida en un momento decisivo para la paz y la democratización del país.

 

Enconamiento

 

Aunque las contradicciones que estancan al Polo tienen una larga historia, las más recientes están potenciadas desde el mismo momento en que Clara López aceptó integrar “El gabinete del posconflicto”, actuando como Ministra del Trabajo.
El enfrentamiento entre tendencias al interior de la formación amarilla, larvado unas veces, enconado otras, ascendió a un nuevo nivel como expresión solapada de quién encabezará la campaña electoral del 2018: la ahora Ministra o el senador Jorge Enrique Robledo.

 

El debate estalló alejado de elaborados argumentos, o de una profunda reflexión sobre el panorama nacional, afincado, en cambio, en aquello que podemos denominar una “política de trincheras”. Es decir, una política donde no prima la cooperación u armonía de intereses al interior del Partido, sino un principio de autoayuda, en el que cada tendencia y/o político piensa en su propia supervivencia y el logro máximo de sus intereses y objetivos, sean personales o políticos.

 

Esto parece una obviedad para el realista que considera que la política siempre ha sido así. No obstante, para jóvenes aprendices de ella, con interés de construir a través de la democracia y con los partidos y movimientos que añoran alternativas para este país, tal realismo no sólo es una confirmación de los peores presagios, sino un llamado a liderar el cambio de estas dinámicas políticas.

 

La última jugada, en este enfrentamiento largo tiempo soterrado que ha convertido el PDA en una formación partidaria con los mismos vicios de los partidos tradicionales, y la misma ausencia de comunicación con la población, consistió en el nombramiento aprobado por el Comité Ejecutivo Nacional de una directiva compuesta por Álvaro Argote como Representante Legal, y Gustavo Triana como Secretario General, con un Comité Ejecutivo integrado, además, por tres voceros políticos: Jaime Dussan, Alba Luz Pinilla y Antonio Peñalosa.

 

De esta manera, a través de una alianza con el samperismo –aún presente a través de la influencia que conserva Samuel Moreno Rojas desde su lugar de reclusión– el Moir aseguró el control del Partido, así como la nominación presidencial de Jorge Enrique Robledo para el 2018.

 

Todo a media luz. Si proyectamos que Clara López perseverará en su propia candidatura, podremos ver, una vez más, la penosa división de la izquierda electoral, quebrando un Partido que nunca esclareció, ni asumió responsabilidades –ante sus bases y ante el conjunto social– por el penoso suceso de corrupción que lo manchó, en cabeza de Samuel Moreno Rojas y hermano.

 

En algún momento habrá que aclarar: ¿Cómo llegó Samuel y su partido al PDA? ¿Quiénes defendieron su gestión hasta última hora, afirmando que se trataba de una persecución mediática de la derecha? ¿Cuánto daño ha causado el samperismo a la izquierda?

 

Opacamiento

 

En medio del fuego cruzado, hasta ahora el Partido ha logrado mantenerse unido sin imponer mayorías a ultranza, así como también ha conservado la dignidad ética en el caso del concejal Venus Albeiro Silva. Así y todo, el panorama del 2018 se aproxima sin que exista aún una alternativa de país que cautive al pueblo colombiano, como sí lo logran los éxitos de Catherine Ibarguen, Yuberjen y Figueroa en los Olímpicos, o Nairo en la vuelta a España.

 

Lejos de las luchas sociales. El PDA aparece, mayoritariamente, entonces, como un conjunto de barones electorales, con huestes de votantes unidos a los dispensadores de puestos o contratos. Una izquierda autodenominada como “oposición”, pero que actúa, pese a ello, igual en su trapicheo y en el comercio de votos que las formaciones políticas tradicionales, sin lograr encarnar ninguna diferencia en los valores ni en su práctica política.

 

Así, el PDA, que se construyó sobre la base de tendencias y simpatizantes, deja lejos de sus dinámicas cotidianas y de sus estructuras de gobierno interno a un conjunto de liderazgos de base, personas que brillan por su merito, por su labor juiciosa, por su conocimiento directo del país real, con capacidad para brindarle respuestas eficaces –con base en la participación–, a las necesidades inaplazables de las comunidades.

 

Pese a este potencial, es con votos clientelares como se miden las fuerzas dentro del Partido, casi siempre como primer y único criterio, de ahí que sean éstos hoy en día, en esa charla de pasillo de quién le da el voto a quién, los que tienen a más de uno contando y tranzando con otros, antes que argumentando. Por supuesto, en la democracia éste ha sido uno de los principales criterios de mérito identificados para dirimir las diferencias, esto es preferible a optar por el dinero o linaje como sucede en otros partidos. La crítica acá es que la discusión última sobre el liderazgo dentro de la organización siempre se dirige al plano de los votos clientelares, como viene sucediendo desde su mismo IV Congreso. Cada tendencia y persona tiene claro cuáles son sus intereses, y con base en ellos se resguarda y sale a atacar para conservar sus expectativas para el escenario electoral de 2018.

 

Lo anterior no es excepcional. En el mundo entero la política sufre un alejamiento de las poblaciones producto de su sumisión al poder del dinero y su incapacidad de refundar las prácticas políticas para construir lo público al margen del Estado, fortaleciendo la capacidad de autogestión comunitaria.

 

Ocurre que se está requiriendo lo excepcional. En un país que ha asistido por años al cegamiento de la vida de miles de liderazgos sociales, es necesario formar una nueva generación de liderazgos en los que la juventud, por su honestidad, su capacidad y su audacia, ocupe un lugar principal.

 

Después de mucho intentarlo, el Moir logró vencer y controlar el PDA, en una alianza con personajes que encarnan una práctica política duramente cuestionada por sus zonas de penumbra ética; pero el PDA hace rato aparece como un cascarón dispuesto para las luchas electorales, un cascarón vacío de cualquier espíritu y contenido de alma popular, incapaz de enamorar al país en un escenario de posacuerdo armado, post-Farc, post-Santos y ¿post-uribismo?

 

En estas condiciones, ¿cómo avanzar hacia la construcción de una alternativa popular-nacional, mientras la preocupación fundamental de los dirigentes es por ganar el control de un cascarón, o por tener la satisfacción por el “éxito” logrado en las elecciones, por el honroso tercer lugar que permite acceder a un Ministerio.

 

Es urgente

 

Ante esta realidad, intentando conectar con la sociedad, con sus mayorías, es claro que requerimos renovar lo hoy existente. Necesitamos liderazgos que estén dispuestos a dialogar, y que no sufran los graves rezagos conceptuales de un mundo que atraviesa una fase en la que se decide la continuidad de la aventura de la vida en el planeta, un tiempo en el que emergen formidables respuestas a la pregunta: ¿Cómo habitar la tierra de otras maneras?

 

Liderazgos con valores que van mucho más allá de los sombreros que tengo en el armario, o las acciones en los clubes de elite, y los apartamentos que figuran a nombre de mi familia, o de mis socios clandestinos.

 

Liderazgos con una visión reflexiva de lo que significa la democracia, interesados en superar los métodos clientelares, mediante la deliberación, para alcanzar un piso de igualdad en oportunidades que reconstruya esta nación moldeada por la guerra y sus señores. Bajo este horizonte, la situación dentro del PDA es un ejemplo de lo sucedido dentro de la izquierda, donde los movimientos y partidos nos hemos preocupado más por satisfacer nuestra propia vanidad y orgullo de llamarnos “verdaderos revolucionarios”, o de mantener determinadas dignidades o maquinarias políticas, antes que conectarnos con las necesidades e intereses de la gente que sufre las consecuencias de gobiernos retardatarios.

 

Es por ello que no sólo necesitamos que se elija un presidente para el PDA, que en 2018 la izquierda logre salir unida o que se materialice el sí en el plebiscito. Para transformar este país necesitamos soñarlo de otra manera, y trazar senderos conjuntos hacia ese sueño. Necesitamos gestar una comunicación alterna a la imperante. Un Estatuto de Oposición que garantice la vida y el accionar a la diferencia. Una Ley de Medios, la eliminación del Servicio Militar Obligatorio y del Esmad, la renegociación de los TLC, la implementación plena de los Acuerdos de La Habana, una paz completa, educación pública gratuita, de calidad, una educación que privilegie de manera decidida la dimensión formativa, y el acceso al lenguaje como dimensión principal en la recreación de nuestras realidades, profundizar en la comprensión y la multiplicación de las economías solidarias, volver a la tierra, a su cuidado y curación, revalorar la dimensión femenina, el entendimiento cotidiano entre los vecinos, entre los diferentes, entre los iguales, entre todos y todas.

 

Y en este esfuerzo, ojalá, dentro de quienes queremos cambiar este estado de cosas, logremos aprender de estos errores, dando pasos ciertos, aquí y ahora, para el logro de estos fines. Con argumentos, esa es la política que puede cambiar “nuestra dirigencia”, y sacarnos del fango de las pugnas de poder dentro de nuestras organizaciones, que nos margina de la cercanía con la gente y el cambio.

 

* Integrante del Comité Ejecutivo del PDA

Información adicional

Autor/a: JOSÉ JANS CARRETERO PARDO*
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