La Parroquia del Voto Nacional es sin lugar a dudas testigo excepcional de la compleja dinámica social que tiene lugar en los alrededores de la calle del Bronx. Darío Echeverri (D.E.), representante de la Iglesia para los temas de paz y reconciliación, relata en esta entrevista algunas de sus experiencias como párroco de este conmocionado barrio, El Voto Nacional.
Reside en la parroquia del Voto Nacional desde hace aproximadamente 10 años, desde su ventana presenció mil atracos, asesinatos, varias violaciones, riñas, el paso de las carretas, los ires y venires de gamines, ñeros, “desechables” y “habitantes de calle”. Incluso, en una ocasión escuchó desde su ventana, a eso de las dos de la mañana, el lamento de un grupo de jóvenes y jovencitas víctimas de violación.
Afirma que después de todas estas experiencias se siente feliz por la intervención en El Bronx, porque por primera vez en diez años ha logrado dormir tranquilo, aunque le inquieta un poco la suerte de quienes llama “mi gente”, los “habitantes de calle”, los mismos que el día del operativo le pidieron que los defendiera: “Usted es el defensor. Usted es el representante de la Iglesia en las negociaciones con las Farc, ¿por qué no nos defiende a nosotros?
P. ¿Cómo llegamos a tener nuestro propio Bronx? Los desaciertos de las administraciones Garzón, Moreno, Petro
R. Darío Echeverri, señaló enfáticamente que bajo la alcaldía de Lucho Garzón, la fase final de intervención de lo que fue El Cartucho se “prostituyó”. En el mes de septiembre de 2004, cerca de 80 indigentes se toman la iglesia en protesta por el desalojo del que habían sido objeto en El Cartucho y por las promesas incumplidas frente al tema de la reubicación, que finalmente quedan en veremos, convertidas en un “córrase para allasito”. En la alcaldía de Moreno no se hizo nada y Petro les prometió el “oro y el moro” pero en realidad, los indigentes terminaron siendo utilizados tanto por la policía como por la administración, en medio de las relaciones tirantes que hubo entre la Policía y el Alcalde.
P. ¿Para dónde va esto?
R. Su respuesta es tajante. Hacia un desarrollo urbanístico y comercial del sector, y en ese sentido van a llegar hasta donde sea necesario. “A ustedes les van a comprar, les van a quitar, pero ese desarrollo va para adelante. El comercio informal, de repuestos sale”, les indicó Peñalosa a los comerciantes del sector de La Estanzuela, luego de mantener con ellos dos reuniones el pasado 3 y 11 de marzo de 2016. “Lo que menos importa son los habitantes de calle, los indigentes. Eso no importa, son un obstáculo y hay que espantarlos”, comentó Echeverri, interpretando las acciones de la administración Peñalosa.
P. Barreras infranqueables. Desplazamiento, exclusión y limpieza social
R. Frente a este tema el prelado comento cómo los “habitantes de calle” se han enfrentado en su deambular con barreras infranqueables, que tal vez para los ciudadanos del común y corriente no son evidentes, aquellas que los servicios de seguridad de los centros comerciales de San Andresito de San José les han impuesto desde tiempo atrás. “El comercio, los grandes capitales que por allí se mueven, no siempre muy limpios, no permiten la presencia de los indigentes”.
“Ahora la cosa es muy cruel porque al caer la tarde, el sector lo van acordonando”. Hay vallas de la policía que les impide pasar más allá de la Avenida Caracas y la Carrera 20 y entre las calles 13 y Sexta. “Ell@s se quedan flotando, casi como diciendo, y entonces ¿dónde podemos estar?
“Algunos se fueron para San Bernardo, otros se ubicaron en la sexta con carrera 30, ellos están buscando dónde poder estar […] A veces les digo: camine lo llevo a Bacata, camine lo acompaño”, y ellos me dicen: “no padre, yo vivo hace años tirado en la calle, eso es una cárcel y a mí me gusta estar libre”. “La droga es para ellos sólo un elemento más de toda una forma de vida y eso no se ha considerado, no se ha estudiado, porque el indigente, el ‘desechable’ no importa […] Mucha gente de esa fue convertida en ‘desechable’, no sirve para nada, estorba, es para que los voten. Y eso es muy cruel, cuando uno lo ve por espacio de diez años y sigue, sigue, sigue. Esto es profundamente inhumano”
P. ¿Cómo sociedad somos permisivos frente al tema de limpieza social?
R. D.E: “Yo no hablo de la sociedad, hablo de mi familia. Mi familia piensa que Bogotá llega hasta la 26, salvo la Séptima y la Candelaria. De la 26 hacia el sur, eso es una ciudad que el norte no quiere conocer” […] A la gente de la 93, por ejemplo, el conflicto armado, el conflicto minero en el país, no les importa”
Pero miremos a los comerciantes del sector. Ellos están muy molestos porque las noticias de prensa han llevado a la caída de sus ventas. ¿Qué dicen?” Antes estaban concentrados y sí, algunos salían pero no pasaba nada porque los tenían intimidados y respetaban el comercio. Esa es la actitud de la gente, “no importaba lo que allá pasara con tal de que lo que allá pasaba no repercutiera en ellos. No les importó nunca ver cómo todos los viernes en la tarde, grupos de muchachos y muchachas entraban al Bronx. El tema humano nunca importó a los comerciantes ni a nadie mientras estuviera contenido en unas pocas calles. Y si miramos más al sur, encontramos el Batallón y a ellos tampoco les importó nunca nada. Acá vi matar una persona, ví atracar mucha gente, y ellos impasibles.
P. Una ciudad que se “desarrolla” a costa de tantas vidas humanas
Darío Echeverri (D.E.) insistió en hablar de exclusiones sociales. Las que tienen lugar en el imaginario colectivo, las que se expresan en las omisiones de los gobernantes, las que se hacen evidentes en las vallas de la policía, las que se dibujan en las fronteras invisibles de los grandes capitales. Frente al tema de “limpieza social” su respuesta fue un tanto elusiva.
D.E: “Yo me abstendría de denotar lo que en otros momentos sí ha pasado. Ha habido momentos de “limpieza social”, mi gente que se metía al San Andresito y al otro día aparecen muertos. En este momento yo quisiera ser como prudente. Hablaría de un fenómeno de arrinconamiento, de exclusión, ‘un absurdo córrase para allá’”.
Y alrededor de lo que fue el Bronx, mucha pobreza
P. ¿Qué aporte hace la Iglesia a la solución de este estado de cosas?
D.E: Lo que tratamos de hacer es acompañar procesos. Es decir, más allá del sayayin, más allá del delincuente, más allá de las políticas gubernamentales, tratamos de poner en el centro la gentecita. La gente se imagina que el antiguo Bronx era la L, pero en torno al Bronx hay casas y en una casa pueden vivir hasta siete familias que comparten un servicio de baño. Allí hay muchas violencias ocultas, mucho dolor. La Iglesia trata de acompañar la creación de microempresas, que son emprendimientos que fracasan una y otra vez por la conflictividad natural que hay entre ellas.
El complique de la mirada humanitaria
P. En este momento es muy complejo adelantar una solución desde la mirada humanitaria, por los actores que hay detrás de los “habitantes de calle”. Se entiende que están intentando hacerse con un territorio, expandir el mercado, conseguir más consumidores, ¿Qué opinión le merece esta interpretación?
D.E.: Sí, la mirada humanitaria es ingenua. Los sayayines están intentando arrendar casas en la zona, no importa el precio, para poder darle continuidad a la venta de drogas, arrendar piezas y seguir con otros negocios. Sin embargo, entiendo que por encima de los juegos políticos y de intereses, a mí como sacerdote me debe interesar el dolor de la gente. Yo tengo que plantarme en la ingenuidad de esa mirada.
“El Sayayin, el Alcalde, los comerciantes, la sociedad, los están destruyendo y son tan cuestionables tanto los uno como los otros”. “En la presentación del fenómeno del Bronx se ha hecho mucho énfasis en la figura del sayayin, pero no en la vida de los “habitantes de calle” que son manejados por los sayas y otros personajes, en eso no se han fijado. […] los medios masivos de comunicación le han hecho el juego a algo que es muy cruel y que coadyuva a la exclusión y la “limpieza social”.
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