La crisis producida por el Coronavirus ha sido, y está continuamente siendo estudiada desde numerosos puntos de vista. Este es el primer rasgo que pone de manifiesta la complejidad del problema: una sola perspectiva, una sola línea de análisis es insuficiente. Abundante información está en producción, incluso mucha información falsa (fake news). En este artículo nos ocupamos de un aspecto que no ha sido suficientemente puesto de manifiesto: ni en Colombia, ni en América Latina ni en el mundo: la crisis del Covid-19 evidencia la crisis de las políticas de ciencia y tecnología.
Ciencia lineal y no-lineal
Más allá de las teorías conspiratorias acerca del origen del Covid-19 –teorías siempre atractivas intelectualmente–, ni los políticos, ni salubristas, y muy especialmente los científicos no la vieron llegar, no la pudieron anticipar. Y ahora, corren, especialmente virólogos, infectólogos y microbiólogos, trabajando mancomunadamente con bioinformáticos, buscando, a carreras, contra el tiempo, una salida; específicamente, una vacuna. Son distintos los equipos que trabajan en el tema: en Colombia y en Australia, en China y en España, en Estados Unidos y en Francia, en fin. En Rusia y en Italia, por ejemplo.
La primera y más fuerte crisis resulta del hecho de que todas las estructuras mentales habidas eran –son– marcadamente lineales. Y una pandemia, de ritmos de crecimiento exponenciales e hiperbólicos no puede ser entendida ni atendida con herramientas y estructuras lineales. Una estructura lineal se caracteriza así: trabaja en términos de causa-efecto, es jerárquica y centralizada. No sabe nada de sorpresas, y piensa y trabaja secuencialmente. Esto fue exactamente lo que generó la crisis, no el virus.
La traducción de una ciencia lineal es, en términos éticos y políticos, la propia estructura del libre mercado: el egoísmo, el individualismo, la ausencia de políticas sociales, la ausencia de compasión por los demás, en fin, la crisis de todos los sistemas sociales.
Apoyo a la buena ciencia y buena tecnología
La crisis del Covid-19 es el resultado de la falta de apoyo por parte del Estado a políticas fuertes de gran envergadura a la ciencia y la tecnología. En primer lugar, el apoyo, denodado, debe ser hacia la ciencia básica, que es la fuente de la ciencia experimental y aplicada. De manera tradicional, en Colombia y en la mayoría de los países de América Latina no se ha dado un apoyo real y sincero a la investigación básica porque “no se ve su utilidad”.
La verdad es que la mayor parte del apoyo a la ciencia proviene de préstamos y políticas del BID, y este Banco siempre sugiere que los países subdesarrollados o en vías de desarrollos hagan investigación experimental y aplicada; la investigación básica es un privilegio de los países desarrollados (E.U., Europa, etc.).
La crisis del Covid-19 es el resultado de la ausencia de una infraestructura robusta de ciencia e investigación que se mide, por ejemplo: por el número de médicos por habitantes; el número de doctores (Ph.D) con respecto a la población; la inversión en ciencia, tecnología e innovación, relativamente al PIB, y muy particularmente con relación al presupuesto en Seguridad y Defensa, tradicionalmente el más grande en estos países, históricamente; el número de hospitales y clínicas de cuarto nivel relativamente a la población de los municipios; el número de laboratorios de investigación, así como de Centros e Institutos, en una Universidad y en el país en general; en fin, también la deserción escolar en los niveles básico, medio y superior. Y no en última instancia, la existencia de un periodismo de investigación y un periodismo científico consolidados. El primero es escaso y es perseguido en el país; y el segundo es totalmente inexistente, particularmente cuando se atiende a los grandes medios de comunicación que es lo que la mayoría de la población sigue (T.V., radio, revistas, prensa).
En todos estos aspectos, la realidad es pobre. En Colombia, el presupuesto en ciencia y tecnología jamás ha superado el 0.3 por ciento del PIB, una cifra irrisoria. Todo parece indicar que las elites políticas, económicas, eclesiásticas y militares poco saben y poco entienden de ciencia y tecnología. Una parte de ellas ha quedado simplemente satisfecha con el dinero fácil del narcotráfico y la secuela de violencia que lo acompaña.
Generación de ciencia contra importación de tecnología y transferencia de conocimientos
El modelo tradicional y vigente de desarrollo en Colombia se caracteriza por dos rasgos: importación de tecnología y transferencia de conocimientos. Esto quiere decir, simple y llanamente, dependencia del exterior, y ausencia de apoyo a las capacidades nacionales. Se compran las tecnologías y laboratorios, incluso los insumos técnicos de los laboratorios, y se forma investigadores en el exterior para que importen metodologías, disciplinas y experiencias. Se trata, manifiestamente, de políticas de (neo)colonialismo y dependencia que se traducen en atraso y ausencia de espíritu crítico, así como en la eliminación o reducción de la creatividad y la innovación.
Una economía basada en estos aspectos sólo puede traducirse como una economía de violencia, que es lo que efectivamente ha sucedido.
La situación con respecto a la ciencia y la tecnología no es diferente en las artes, y el modelo educativo se concentra en el desarrollo de destrezas, competencias y habilidades; es decir, un mundo competitivo y de lucha, y no de cooperación y aprendizaje para la vida. Toda la educación está destinada al trabajo. No a la investigación, de un lado, y a la estética, de otra parte. La traducción económica de este aspecto significa que toda la educación está orientada a servir al capital, y no al crecimiento y al desarrollo humano. Y todavía quieren engañar al país con los Objetivos de Desarrollo Sostenible; como si se pudiera hablar de desarrollo dejando totalmente inalterada la función de producción. Un error histórico. Pues bueno, así engañan a más de medio país, e incluso muchos académicos se dejan arrastrar, acríticamente, al pozo de equivocaciones.
La crisis del Covid-19
La crisis del Covid-19 es una de las peores formas de sufrimiento y de muerte que puede haber: la muerte por ahogamiento, la falta de oxígeno. Hay formas inmensamente más piadosas de morir. Una traducción psicoanalítica del Coronavirus, es que la sociedad occidental y el sistema de libre mercado se quedó sin oxígeno, se rezagó, y se salió de la carrera como sucede en los deportes en ocasiones; el capitalismo nunca supo respirar, la primera y más básica de las formas de la vida. Pero el tema aquí no es el psicoanálisis. (Uno de los pilares de la sabiduría en Oriente es el yoga; y hay seis tipos de yoga; pues bien, todos comienzan y pasan por la importancia de aprender a respirar).
Son indispensables ventiladores (estos se compran usualmente en el exterior). Es necesario un mayor personal médico. Son fundamentales laboratorios de investigación, independientemente de los laboratorios farmacéuticos. Es innegable la importancia de la interdisciplinariedad. Se necesitan especialistas y en ocasiones incluso sub-especialistas médicos. (Omito aquí por delimitación del tema, el aspecto relacionado con las sub-sub especializaciones médicas). Son necesarios enfermeros y enfermeras. La formación de biólogos y de químicos en especialidades afines es muy baja en Colombia y en América Latina. La bioinformática es prácticamente inexistente como una realidad social y cultural. Los matemáticos –puros y aplicados– no precisamente abundan en Colombia y en América Latina (“¿de qué va a vivir un matemático?” pregunta con supina ignorancia mucha gente). Y siempre, al lado, los científicos e investigadores de las ciencias sociales y humanas.
Las élites colombianas jamás, en más de 200 años de vida republicana han entendido la importancia de la ciencia y las artes para el desarrollo del país. Desarrollo, y no necesariamente crecimiento (económico) de la nación. Tradicional y sistemáticamente han sido indolentes hacia el conocimiento en general. Por esta razón caen presa fácil del narcotráfico, la violencia, el camino más corto, y las ideas de eficiencia y eficacia.
En medio de la crisis profunda originada por el Covid-19, el presupuesto militar permanece intacto, cuando una buena parte debería ser destinada a las urgencias de la crisis. Países como España e Irlanda –justamente, dos de los países cerdos por la crisis del 2008 (Pigs: el acrónimo en inglés para designar a Portugal, Irlanda, Grecia y España, los países parias en Europa)-, nacionalizaron el sistema de salud ante la crisis: clínicas y hospitales. El sector bancario en Colombia no ha tenido verdaderos gestos de humanismo y sensibilidad social, todo lo contrario. Los industriales y comerciantes jamás han hablado de reducir sus expectativas de ganancias. El poder Ejecutivo, el Legislativo y el Judicial nunca han dicho la más mínima palabra para reducir sus jugosos salarios para destinar una parte a atacar y prevenir la pandemia. Los muy jugosos salarios de los creadores de opinión en los medios de comunicación (Caracol, RCN, Semana, El Tiempo, etc.), no se han pronunciado para nada con disminuciones de sus salarios y atender a la población más necesitada y vulnerable. Campea la insensibilidad, la indolencia, el egoísmo y la ignorancia. Esta es la realidad del país a nivel institucional. Eso que a ellos les encanta: la institucionalidad (horribile dictus!).
El aporte de las ciencias de la complejidad
La ciencia normal, esto es, la ciencia lineal se ocupa de lo que hay, lo que es, lo que acontece. La forma resumida de decirlo es que la ciencia real se ocupa de la realidad. Pero hoy, y desde hace ya un tiempo ocuparse de la realidad es muy poco. Es preciso ocuparse de lo posible, incluido, radicalmente de lo improbable y más exactamente de lo altamente improbable. Hay una parte de la ciencia de punta que incluso se ocupa de lo imposible. En otras palabras, se trata de anticiparse al futuro, de proyectar el presente, de considerar escenarios de crisis que son siempre escenarios de probabilidad. Y trabajar seriamente con ellos. Una manera de hacerlo es mediante el modelamiento y la simulación.
Desde luego que jamás es posible predecir exactamente lo que puede llegar a ocurrir. Pero la buena investigación puede hoy acercase a esa dimensión de la posibilidad. Eso se denomina: las ciencias de la complejidad. Digamos, por lo demás, que hay un capítulo de las matemáticas, que se denomina la cohomología –que estudia aspectos técnicos como teselados y otros–, que se ocupa de estructuras, comportamientos, y fenómenos imposibles. La cohomología ya ha empezado a arrojar luces sugestivas a otros ámbitos del conocimiento por fuera de las matemáticas.
Toda la ciencia habida en Occidente, toda, incluso el marxismo, fue siempre ciencia de lo real. Hoy, por primera vez, tenemos las herramientas y las técnicas, las estructuras mentales y la gente para trabajar, adicional y acaso principalmente, con posibilidades. Las ciencias de la complejidad son ciencia de lo posible. Colombia no sabe todavía, a gran escala de esto. Las ciencias de la complejidad siguen siendo ciencia alternativa.
Ciencia contra ignorancia, insensibilidad e indolencia
La vida en general es un despliegue maravilloso de posibilidades. Nadie entiende la vida y los sistemas vivos si no comprende temas como espacios de posibilidades, espacios de fase, complejidad creciente y grados de libertad. Estos son conceptos de punta que no se incorporan aún, para nada, en el imaginario social y cultural. Una parte de la ciencia de punta trabaja en estos términos. El documento de la Misión de Ciencia y Tecnología no dice ni una sola palabra al respecto. En el mejor de los casos, llega a hablar de pensamiento y de enfoques sistémicos. Insuficiente.
La buena educación no conduce al mercado laboral: mucho más básico, saca a la gente de la ignorancia y la vuelve crítica, con criterio propio, con mucha capacidad de autonomía e independencia; no con “sentido de pertenencia”. La ausencia de políticas robustas de ciencia y tecnología no es otra cosa que la ignorancia del gobierno y los tomadores de decisión acerca de la importancia y la necesidad de una educación de excelencia. Hemos estado gobernados por burros (con perdón de los asnos).
Por ello, para superar algo que parece un designio histórico, es necesario desarrollar políticas fuertes, de inversión de alto riesgo, a largo plazo, con inversión a fondo perdido en ciencia, tecnología e innovación. Inversiones semejantes se traducen en calidad de vida, dignidad de la vida humana, y relaciones armónicas con la naturaleza y el medio ambiente.
Vivimos una crisis sin precedentes. En medio de la crisis es posible tomar decisiones rápidas, inteligentes (esas sí inteligentes), y oportunas. En un mundo diferente de suma cero, si unos no se salvan verdaderamente, otros tampoco podrán hacerlo. Pues bien, la antropología, la economía y la sociología ponen a plena luz el reconocimiento de que las mayorías siempre tienen la razón. En nuestro caso, las mayorías están conformadas por enfermos, desplazados, los sin-voz, los intocables, los reseñados, los pobres, los marginados, los empleados, los encerrados y los prisioneros, los reportados, los perseguidos, los confinados, los que no-han-tenido-oportunidades, los especiales (en sentido médico y social), los ancianos, los niños, las minorías étnicas y otras, los-que-sobreviven-apenas, por ejemplo. En general, las poblaciones vulnerables.
Pues bien, una buena política de ciencia y tecnología se debe a ellos: a las mayorías. Que son el pasado, el presente y acaso el futuro del país. Una inteligencia sana es una sensibilidad refinada y educada.
Un apoyo fuerte y decidido a la ciencia no es distinto a un apoyo similar a las artes. Hasta Hitler entendió esto. No es difícil.
Periódico desdeabajo Nº267, pdf interactivo
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