La venta de una buena cantidad de lingotes de oro por parte del Banco de la República, el pasado junio, suscitó algunas dudas sobre la idoneidad de sus directores ya que los mejores precios vinieron después. ¡Colombia vende mientras en el mercado mundial se desata una carrera por comprar! Más allá del vergonzoso episodio, la verdadera discusión tiene que ver con la posición a adoptar frente al renovado papel del oro en el sistema monetario internacional. Otra de las discusiones de la post-pandemia.
a polémica que despertó fue fugaz, pasajera, y el acontecimiento pasó casi inadvertido. Sin embargo, el asunto no era, en absoluto, insignificante. El Banco de la República, entre finales de mayo y principios de junio –aunque sólo vino a saberse el 21 de agosto gracias a una filtración– había vendido oro de las reservas internacionales por una cuantía de 475 millones de dólares o sea el 67 por ciento de las tenencias en ese momento. En pesos, unos 1.8 billones.
Aparte del pequeño escándalo (recreado en la popular representación de unos lingotes que se sacan de una bóveda, pero originado en el ocultamiento –el hecho no mereció siquiera una referencia en el Informe que el Banco presentó al Congreso en el mes de julio), la noticia no tuvo mayor impacto pues resultaba fácil decir que era irrelevante dada la escasa participación del oro en las reservas internacionales del país. Además, no se estaba cambiando oro por moneda local lo cual hubiera significado una disminución, sino por dólares. En efecto, en mayo, antes de la citada operación, el oro representaba apenas un 1.15 por ciento del total; por efecto de ella quedaba ciertamente en 0.4 por ciento a finales de junio, pero las reservas netas alcanzaban en esa fecha un nivel más alto, de 56.623.49 millones de dólares.
Esta constatación choca, desde luego, con la idea, no por extendida menos falsa, de que las reservas son lo que su nombre indica, una especie de tesoro de la nación que brinda seguridad, “para cuando se necesite”, y de ahí la importancia deslumbrante del oro. De esta leyenda queda la idea de seguridad pero expresada ahora con la noción de “activos seguros”, una noción que, perteneciente al vocabulario del capital, se encuentra atada igualmente a los atributos de liquidez y de rentabilidad. El desglose no deja lugar a dudas. El principal componente de las reservas internacionales es el llamado “portafolio de inversión” (96.03%) y en éste, la mayoría está representado por inversiones en instrumentos financieros en el mercado internacional, un 95.61 por ciento del total. Entre esos instrumentos se destacan, nada sorprendente en nuestra política exterior, los bonos del Tesoro de los Estados Unidos, es decir, en términos cambiarios, los dólares de los Estados Unidos (87.44%), con el argumento de que es la moneda que más se usa en las transacciones internacionales. Habrá que creer, cuestión de fe, en la seguridad de estos instrumentos (y de esta moneda) pues, según la ley, el Banco de la República, entre los tres atributos mencionados, prioriza siempre la seguridad.
¿Un mal negocio?
La minoritaria y fugaz polémica que se levantó fue, sin embargo, a propósito de la rentabilidad de la operación. En efecto, semanas después de haber vendido a 1.727 dólares la onza, en la segunda quincena de julio el precio del oro pegó un salto que llegó hasta un pico sin antecedentes de 2.071.69 dólares el 7 de agosto. Bajó luego nuevamente, pero, después de algunas oscilaciones, el 21 de agosto, cuando se filtró la noticia, se encontraba en 1.950.15 dólares la onza. De ahí la reacción inmediata de algunos comentaristas. Desde entonces, vale la pena señalarlo, el precio ha oscilado entre 1.900 y 2.0001.
La respuesta, sin embargo, era fácil. Nadie está obligado a adivinar el futuro. Pero hay algo más que la mayoría de los expertos y voceros del gran capital –que cerraron filas en defensa del Banco de la República– se apresuraron a aclarar. No se busca que en estas operaciones, a diferencia de lo que pretenden los inversionistas privados, se haga el gran negocio en especulación de oro. José Ignacio López, jefe de investigaciones económicas de Corficolombiana, el conocido buitre del grupo Sarmiento, pontifica: “En general los bancos centrales no están diseñados para especular o hacer trading de corto plazo, sino para tener unas posiciones más estructurales”2. Lo que nos faltaba: ¡el diablo haciendo hostias!
Obligado por las circunstancias, el gerente del Banco de la República, Juan José Echavarría, convocó a una rueda de prensa para explicar lo sucedido: “conforme al mandato legal, el Banco de la República administra las reservas internacionales de la Nación con base en los criterios de liquidez, seguridad y retorno. En ejercicio de este mandato, el portafolio de reservas internacionales se determina considerando la relación entre el retorno esperado de los diferentes activos y su volatilidad”, advirtió. En consecuencia, “cuando las tasas de interés que se obtienen sobre las reservas internacionales son tan bajas, el portafolio tiene menos capacidad de absorber potenciales movimientos negativos en los precios de activos más volátiles. En este escenario resulta conveniente vender activos cuyo precio es muy volátil, como lo es el oro”3. Al parecer una lección de seriedad y responsabilidad.
Un esfuerzo más que todo retórico. Es cierto que el precio del oro en el mercado mundial puede subir o bajar y en esa medida la valoración de estas reservas subiría o bajaría. Pero de ahí no se deduce que sea más “volátil” que otros activos y mucho menos que en el actual escenario convenga cambiarlo por ellos. Precisamente cuando en el escenario internacional inversores públicos y privados lo estaban considerando como un excelente “refugio” (téngase en cuenta que no mencionó el atributo de seguridad). Situación completamente distinta a la del gobierno de Nicolás Maduro quien también había hecho noticia con las ventas de oro, ya que en su caso se explica por el bloqueo externo comercial y financiero a que se ha visto sometida Venezuela.
El terror ante la escasez de dólares
Aparte de que nuestras autoridades monetarias, como analistas del mercado hubieran podido calificarse de miopes –en mayo ya se sabía de la tendencia alcista en el precio del oro– la pregunta más importante es: ¿qué tanta urgencia había para tener que proceder a las ventas? Ya se sabe el poco aprecio brindado al oro en cuanto reserva internacional, y las discutibles razones para no tener en cuenta la dinámica de su precio, pero ni en la rueda de prensa ni después se ha explicado cuáles fueron las razones de oportunidad. La respuesta se encuentra, naturalmente, en la política monetaria.
La concepción que la inspira, enteramente neoliberal, está clara desde hace muchos años; lo que encontramos ahora es una aplicación particular en esta coyuntura de crisis. En efecto, para enfrentar, durante el segundo trimestre del año, el impacto macroeconómico más fuerte de las medidas tomadas para sortear la pandemia, y en armonía con lo que estaba adelantando el gobierno, la política se concentró en el objetivo de inyectar liquidez a la economía. En pesos y en dólares4.
En relación con la moneda nacional, el repertorio de medidas empleadas fue el habitual, con sólo algunas novedades, tal como se describe en el Informe presentado en julio al Congreso5. Allí mismo, se señala que, entre marzo y junio, se había irrigado un monto adicional de COP 40 billones, es decir una nueva emisión, equivalente al 35 por ciento de la base monetaria. Sin embargo, lo que nos interesa es la intervención en el mercado de divisas. Es en esa dirección como puede entenderse la operación del escándalo.
Evidentemente lo que se hizo fue muy simple. En términos generales, se trataba, no de disminuir el nivel de las reservas (por el contrario: al mismo tiempo le estaba comprando 2.000 millones de dólares al gobierno nacional) sino de cambiar un activo por otro de mayor liquidez. Fácilmente se entiende que se trata de aumentar la disponibilidad de dólares. Como medida de precaución. Suele hacerse cuando se prevé un posible problema en la balanza de pagos. Y ese es el argumento (bastante verosímil, por lo demás) que, al documentar una presunta crisis de liquidez en moneda extranjera, se desprende del Informe mencionado, aunque no deja de consignarse también la acostumbrada nota de optimismo, anunciando un futuro promisorio para el cierre del año 2020.
La verdad es que tampoco así se ve la urgencia. Según sus cálculos, el nivel de reservas de junio perfectamente cubre la proyección del déficit en cuenta corriente de los siguientes doce meses, más las amortizaciones de la deuda externa (pública y privada) que es lo que mandan los cánones. Eso sin contar las disponibilidades de crédito ya confirmadas con el FMI, lo cual permitiría sortear las factibles salidas de capitales. Pero es en este contexto de relaciones públicas donde se descubren las razones de la urgencia, con tintes de angustia. Se trata, en primera instancia, de tranquilizar a los acreedores internacionales y a las agencias calificadoras de riesgo, en el sentido de que Colombia no dejará nunca de honrar sus compromisos y mucho menos por una escasez de divisas. Pero hay otra más pedestre: se busca facilitar las operaciones en divisas de algunos de los más poderosos agentes del mercado: importadores, firmas que recurren habitualmente al crédito externo, bancos que recurren especialmente al de corto plazo para financiarse, especuladores varios. En fin, el poderoso capital financiero.
El desenlace de esta historia que pretendía ser de terror no pudo ser más ridículo. Aparte de la tranquilidad que aparentemente se ganaba con la disponibilidad de activos líquidos en las reservas, la inyección directa al mercado de divisas resultó muy poco significativa. Y eso que se emplearon múltiples instrumentos, como oferta de dólares a futuro, swaps de dólares a dos meses, y otras; en julio el Banco decidió, por ejemplo, suspender las subastas de dólares, con promesa de recompra, en el mercado de contado (US$ 400 millones diarios), por falta de demanda.
En todo caso, en el Informe se concluye de manera airosa: “se ha preservado el funcionamiento del sistema de pagos y se ha provisto una condición necesaria para mantener o ampliar la oferta de crédito”6. Hay que reconocer, eso sí, que bastante tranquilidad pudieron darle a sus principales soportes y amigos. Téngase en cuenta que todo el manejo económico dado a la crisis de la pandemia –escaso por lo demás– se ha hecho a través de alivios y estímulos concedidos a los intermediarios financieros. Y un corolario: ¡tanto que se ha discutido, después de la Constitución del 91, sobre la autonomía del Banco Central y una vez más comprobamos que, generalmente, la buscada independencia frente a los gobiernos no ha significado otra cosa que una mayor dependencia directa de los capitalistas de carne y hueso!
El oro sigue brillando
La filosofía que se descubre detrás de este tragicómico acontecimiento y que predomina en las elites colombianas se encuentra muy bien expresada en otra de las declaraciones del ya citado vocero del grupo Sarmiento: “Recordemos que la idea de las reservas internacionales es que estén en activos considerados refugio. El oro es uno de ellos, pero no es el único. En general en los mercados financieros es bien entendido que títulos de gobiernos de países desarrollados como bonos del tesoro americano, o bonos europeos, son otros activos de refugio”7. Más categórico fue el excodirector del Banco de la República y exministro de Hacienda, José Antonio Ocampo quien, después de advertir que según su visión: “el oro es un activo con un precio inestable y es un activo especulativo que no debe hacer parte de las reservas internacionales” concluye: “En mi criterio se debería vender todo el oro, pues no creo que unas reservas internacionales deban estar en ese metal”8.
La realidad geopolítica no parece dar la razón a los expertos (ver recuadro). Tampoco lo sucedido en la coyuntura actual. Curiosamente, por la misma época del escándalo en Colombia, se conoció la noticia según la cual Warren Buffet, multimillonario y uno de los mayores especuladores del mundo, famoso por sus opiniones más que despectivas sobre el oro, anunciaba el desplazamiento de parte de sus inversiones hacia el negocio del oro con un aumento considerable de su participación en Barrick Gold, la segunda minera de metales preciosos más grande del mundo. En el mismo sentido de la mayoría de los inversores privados que, contrariamente a lo señalado por Echavarría, consideran que, en momentos de incertidumbre el oro es un activo a tener en cuenta para la diversificación ya que con unos mercados muy volátiles ayuda a reducir esa volatilidad y aporta, a la vez, a la rentabilidad del conjunto de las inversiones.
En efecto, una de las razones de semejante aumento del precio, sólo comparable a la ocurrida en septiembre de 2011 cuando llegó a su máximo, en ese momento histórico de 1.920,85 dólares, fue la caída en las tasas de interés, especialmente de los bonos de los tesoros, impulsada por la política de los principales Bancos Centrales del mundo, comenzando por la Reserva Federal de los Estados Unidos, ante la amenaza de la parálisis económica inducida por el coronavirus. Baja la rentabilidad en todo tipo de títulos, no sólo públicos sino también privados. Ocurre entonces, lógicamente, un desplazamiento en las preferencias de los inversores hacia títulos respaldados en oro y hacia el propio oro físico. Entre los inversores se incluyen –lo que es más importante– los propios Bancos Centrales. Un visible incremento de las compras en el primer trimestre de 2020. En el segundo trimestre la demanda se desacelera, pero hay que tener en cuenta que se está comparando con el mismo periodo de 2019 cuando las compras, especialmente por parte de los Bancos Centrales, llegaron a un volumen récord.
Todas las previsiones indican que la tendencia alcista en el precio continuará el próximo año. El debilitamiento del dólar mantiene su carrera. Además, las inyecciones de liquídez de las principales potencias hacen prever un escenario de inflación generalizada ante la cual se continuará buscando refugio en el oro.
Obsérvese que la carrera de las compras ya se había producido en 2019 cuando no había llegado la pandemia, en ese entonces, claramente, debido a las incertidumbres internacionales originadas, entre otros factores, en la disputa económica entre Estados Unidos y China. La inestabilidad del sistema monetario internacional es un hecho incontrovertible, lo cual contribuye al recobrado respeto adquirido por el oro. Lo cierto es que, en el largo plazo, tiende a subir, confirmando su papel insustituible de reserva de valor y por tanto de refugio. El metal precioso tiene un valor intrínseco y es reconocido internacionalmente. No se puede multiplicar tan fácilmente como sí se pueden multiplicar las divisas.
Para la reflexión
El tema en discusión trasciende los límites de las anécdotas. Como se ve, se trata de un asunto extremadamente importante, inclusive dentro de las discusiones que ahora se libran a propósito de la presunta crisis de la civilización moderna. Ahora que tanto se habla del poscapitalismo como el nuevo rumbo de la pospandemia. Estamos hablando de la vigencia de un sistema monetario. Nacional e internacional. ¿Proponemos que desaparezca o que se mantenga? Y si es lo segundo, al menos en el marco de un país que pretenda ser soberano, ¿sería puramente nominal –fiduciario– o basado en un patrón metálico?
Las posiciones observadas hasta el momento, aunque poco documentadas hay que reconocerlo, oscilan entre dos polos. De una parte quienes evocan el trueque como característica a rescatar del buen vivir practicado por nuestros ancestros indígenas. Algunos llegan a sostener, equivocadamente que, desconociendo el dinero, era su única forma de intercambio. En el otro extremo, otros, de la mano del culto de moda a la tecnología y a “la cuarta revolución industrial” aspiran a encontrar una forma monetaria posmoderna. Probablemente una pura convención, validada por consenso en toda la sociedad. Su expresión más pintoresca es la propuesta de la famosa “moneda virtual” que en la práctica es plural, un conjunto de activos o criptomonedas. Al respecto no sobra destacar que, en esta coyuntura, el bitcoin quedó fuera de la cesta de activos en la que los inversores están buscando refugio para su cartera, conllevando una caída de su precio9.
La verdad es que, aparte de la virtualidad, la propuesta no tiene nada de nueva. Junto a la disputa ya mencionada entre metalistas y nominalistas, se ha presentado, la existente entre los “estatalistas” y los de “mercado”. Precisamente entre los nominalistas tenía gran fuerza la idea de que era precisamente la autoridad y legitimidad del Estado lo que le confería aceptación y seguridad a una moneda. Pero también existían aquellos para quienes bastaba su emisión por parte de una institución financiera privada (al fin y al cabo el dinero puede entenderse como un crédito) cuya validez y eficacia debería obtenerse a través de las fuerzas de la oferta y la demanda. Es la propuesta de uno de los promotores más fundamentalistas del neoliberalismo, asociado con el grupo de Mont Pelerin, F. Hayek10.
Lo lamentable es que, hoy, sin saberlo, no han faltado quienes, a nombre de la destrucción del Estado, sucumban a este espejismo. Pero no basta con rechazar el Estado o buscar su minimización para ser anarquista. A fuerza de querer ser “radical” bien puede caerse, como en este caso, en lo que se ha llamado anarco-capitalismo cuyo principal exponente es el neoliberal Robert Nozick. ¡Que desaparezca el Estado para que reine sin restricciones el mercado!
1 La información se puede consultar en: https://www.inversoro.es/precio-del-oro/6meses/onzas/USD/
2 https://forbes.co/2020/08/21/economia-y-finanzas/reciente-venta-de-reservas-de-oro-del-banrep-no-debe-preocupar-al-pais-expertos
3 https://www.elnuevosiglo.com.co/articulos/08-2020-banco-de-la-republica-aclaro-ventas-de-oro-de-reservas
4 Nunca será del todo claro cuánto se necesita de nueva liquidez. Lo cierto es que en este caso no se debe a una ampliación progresiva o inusitada del mercado y por tanto a la extensión e intensificación de las necesidades de pagos, sino a un cambio en las preferencias de los usuarios. En un momento de crisis como éste, se produce una aversión al riesgo que representan otros activos como los títulos valores que probablemente no sólo no sean capaces de hacer efectiva la rentabilidad sino de devolver siquiera el principal. Es preferible asegurarse con el efectivo. De ahí el crecimiento de la demanda por liquidez.
5 Banco de la República Informe al Congreso, julio de 2020.
6 Ibídem., p. 26.
7 https://forbes.co/2020/08/21 Ibídem.
8 Portafolio, agosto 21 de 2020.
https://www.portafolio.co/economia/venta-de-oro-de-las-reservas-del-emisor-genera-polemica
9 https://www.elespanol.com/invertia/mercados/20200226/oro-digital-bitcoin-
10 Hayek, F. “La desnacionalización del dinero” Ediciones Folio, Barcelona, 1996.
El oro, como referencia, no ha muerto
Efectivamente, hay países como Canadá y Hong Kong (si se toma por separado) o Chile y Uruguay donde es muy poco el oro y por tanto no representa casi nada en las reservas internacionales. Podría decirse entonces, aunque de manera atrevida, que es una política deliberada. Igual sucede en aquellos donde la baja participación coincide con el altísimo valor de sus reservas gracias a que son potencias exportadoras como Corea del Sur, Singapur, Tailandia y hasta Arabia Saudita y Brasil. Al contrario de aquellos que ocupan los primeros lugares en el mundo por el volumen de oro en su poder como Estados Unidos, Alemania, Italia y Francia y donde, simultáneamente, la participación del mismo en las reservas internacionales supera el 65 por ciento. Tenemos que hablar entonces de un simple resultado histórico, probablemente como herencia de sistemas monetarios basados en el oro. El principal ejemplo, naturalmente, es Estados Unidos donde la participación se mantiene alrededor de 74 por ciento.
No obstante, frente a quienes sostienen que el “patrón oro” es una reliquia de épocas de “barbarie” que se abandonó en casi todo el mundo alrededor de 1931 (incluida Colombia), bueno es aclarar que el sistema adoptado en Bretton Woods en 1944 fue en realidad una especie de “patrón de cambios oro” donde, bajo el ordenamiento de un sistema centrado en el FMI, era el Dólar la unidad de medida y la moneda internacional, bajo el supuesto, eso sí, de que éste tendría un valor fijo en oro (35 la onza) y sería convertible. Se aceptaba la realidad de una poderosa divisa clave, pero se conservaba un ancla. Fue éste precisamente el sistema que se derrumbó en 1971 cuando el gobierno de los Estados Unidos, reconociendo que su economía ya no tenía el peso abrumador de la inmediata posguerra, procedió a devaluar el dólar y eliminar la convertibilidad; sistema que se reorganizó en 1978, asignándole un nuevo papel al FMI, como organismo de crédito. Aparentemente la corriente “metalista” había quedado derrotada y se había impuesto una suerte de “nominalismo”, con una unidad basada en una “canasta” de divisas claves; pero el sistema, como se ha comprobado, dista mucho de ser estable.
El oro de todas maneras no ha muerto. Hay países donde la participación en las reservas, que son también de enorme valor, es significativa, como Suiza, India y Rusia. Y lo más llamativo es que no muestran interés en deshacerse de él. Un caso especial es el de China y Japón que son, de lejos, los países que poseen las mayores reservas internacionales del mundo. Ambas potencias han querido colocar sus propias monedas como activos de reserva, pero aun así no parece que hayan manejado una actitud de menosprecio frente al oro. China, por cierto, contaba a finales de 2019 con casi 2.000 toneladas, en el séptimo lugar después de Rusia. Es además el país donde más oro se extrae anualmente en todo el mundo*.
* El Fondo Monetario Internacional es quien ocupa el tercer lugar con 2.814 toneladas. La fuente de todas estas cifras es el Consejo mundial del Oro. Pueden consultarse en el portal español “Oroinformación”
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