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Cristina Pardo, exdirigente Anthoc-Tolima: Escarbando en la lucha sindical del Tolima

Cristina Pardo, exdirigente Anthoc-Tolima: Escarbando en la lucha sindical del Tolima

Escarbar en la historia es como escarbar en la tierra, se encuentran miles de sorpresas que se mueven y guardan secretos. Así mismo, en ese trabajo terco y entrometido se pegan partículas debajo de las uñas que llegan al torrente sanguíneo para terminar en el corazón y el cerebro con la fuerza de revolcar todo el sistema humano. Así es la historia de Cristina Pardo, luchadora sindical del siglo pasado y parte del XXI, cuya vida fue escarbada para contagiarnos de su firmeza y determinación en una causa noble como lo es una vida digna para los pueblos del mundo.

Nacida en Ibagué, Tolima, en 1953 y criada en una familia de clase media. Su papá era ingeniero civil de esta ciudad, Misael Pardo, quien le marcó el respeto por los demás; su mamá, doña Edilma Gonzales, fue la contraparte de la crianza cuya disciplina atizó la rebeldía que en el colegio la motivó a quitar la mano cuando bajaba la regla castigadora de las monjas, y en la universidad a exigir los derechos estudiantiles vulnerados de la naciente carrera de Auxiliar de enfermería, tanto en las reuniones con profesores y directivos como en la calle contra la policía.

En sus tres años de carrera (1971) en la Universidad del Tolima, no solo absorbió los limitados contenidos de un programa experimental en Auxiliar de enfermería que con bajo faldas abajo de la rodilla, control disciplinar y trato colegial, también afianzó su rebeldía y altruismo con formación política (gracias a los y las estudiantes de Agronomía), liderazgo y esa capacidad de buscar soluciones a los problemas que afectan la vida de las personas. Luchando contra el machismo y carácter religioso de la educación universitaria, incluyó el estudio del estatuto estudiantil, la realidad socioeconómica de las compañeras y del contexto de ese periodo (muchas de ellas llegadas de otros municipios del Tolima) para ser más precisa en las exigencias a la institucionalidad.

El tercer año fue de práctica con un sueldo de $800 en el hospital de Chaparral (al sur del departamento, que para la época implicaba un viaje en bus con seis horas de duración, y no las tres horas que hoy se toma). Junto a otra dos compañeras estuvieron bajo la dirección de un personal médico muy anciano, que chuzaban las manos jóvenes de las auxiliares de enfermería cuando suturaban las heridas producidas por el filo de machete en el trabajo campesino. Seguidamente, muchos pacientes pasaron por los cuidados procurados por Cristina en el Hospital Federico Lleras (principal centro de salud de Ibagué), en el Seguro Social (institución de salud sostenida con contribuciones de los trabajadores, patrones y Estado), tanto en Ibagué como en Villavicencio; pero también en las instalaciones de salud de la Fuerza Aérea Colombiana de la capital del Meta donde también laboro por un corto tiempo, para luego retornar al Tolima y continuar sus labores en el municipio del Espinal.

Durante esa década del 70 y la que le siguió, tuvo sus dos hijos, tejió amistades entre colegas y médicos, se fue especializando en la lucha sindical al participar y coordinar huelgas que se dirigían a mejorar las condiciones laborales del personal de salud. Una muestra de solidaridad de parte de esta calentana, fueron los tres días de trabajo voluntario en el Hospital Federico Lleras para ayudar a atender a las víctimas de la desaparición de Armero por la avalancha que generó la erupción del Nevado del Ruiz el 13 de noviembre de 1985. Con dieta de leche, bocadillo y banano no salían de los quirófanos, amontonando piernas y brazos en la escalera que subía de la sala de cirugía a la sala de parto, pues las heridas se gangrenaban por el barro. La cantidad de heridos, y familiares buscándolos o acompañándolos, era tan grande que pidió ayuda a sus hermanas para que apoyaran voluntariamente la búsqueda de pacientes en este lamentable hecho que marco al territorio tolimense.

Pasada esta crisis, empezó el año de 1986 sosteniéndose con reemplazos al personal de salud de planta del Seguro Social y el Hospital Federico Lleras. Durante este periodo también fue activa en el acompañamiento en reuniones, paros, y más reemplazos laborales para que otras compañeras pudieran participar de la dinámica sindical, hasta 1993 cuando logró ingresar al personal de planta del hospital del Espinal gracias a la Convención colectiva de 1986, en la que uno de los acuerdos era la escogencia del personal de salud a partir de un proceso de selección donde el Sindicato de Trabajadores de Salud del Tolima –Sintrasatol– participaba directamente. Pero se posicionó el 4 de abril de 1994, después de cumplir la licencia de maternidad de su tercera hija; el 26 de mayo del mismo año fue elegida directiva de la Asociación Nacional de Trabajadores de Clínicas y Hospitales de Colombia (Anthoc), seccional Tolima, como encargada de la Secretaría de educación.

El ser humano debería nacer con experiencia, irla regando y no recogiendo

Con la formación en el marxismo, en la comprensión del funcionamiento del capitalismo al robar la fuerza de trabajo del obrero, gasolina de ese sistema de muerte, entendió que la lucha sindical no podía desaparecer y mucho menos si permanecía el compromiso humano de los trabajadores de la salud. Con orgullo Cristina menciona estas premisas en su papel de lideresa sindical, pues fue y sigue siendo su raíz.

No obstante, la década del 90 pondría a prueba esa fortaleza ideológica de Cristina y de sus compañeras/os con la imposición de la Ley 100 de 1993 (aprobada el 23 de diciembre de ese año) que revuelca todo el sistema de salud colombiano y el tejido social/combativo de los hospitales públicos del Tolima. Un aspecto que resalta nuestra protagonista del sistema de salud es que antes de la Ley 100, había separación de los pacientes de diferentes cirugías en salas con condiciones propicias para la recuperación poscirugía, imposibilitando el cruce de gérmenes entre los pacientes al ser atendidos por las enfermeras/os. Las nóminas de los hospitales dependían del Estado, específicamente las gobernaciones pagaban los sueldos (bajos y pagados sin fecha fija, solo cuando querían los funcionarios), además los subsidios a la salud corrían por cuenta del gobierno nacional, devuelto, por ejemplo, con donaciones de sangre.

Pero la pasividad ni el silencio fueron norma. Se masificaron las campañas, huelgas y marchas (regionales y en Bogotá) contra la nueva normatividad, denunciando la competencia entre hospitales públicos, la vía libre para crear centros de salud privados, la falsa humanización del sistema de salud en el discurso gubernamental ya que el interés escondido fue poner lo monetario por encima del ser humano (lo vivimos crudamente en nuestros días con las EPS y el estado de agonía del sistema público de salud). Este periodo estuvo también marcado por la persecución contra algunos liderazgos sindicales, como ocurrió en 1996 cuando se realizaron allanamientos a las viviendas de los trabajadores, a las oficinas de Anthoc, al propio Hospital Federico Lleras, montajes judiciales a miembros de Anthoc por supuesta relación con la guerrilla; queriendo claramente el Estado colombiano minimizar al máximo la lucha contra la Ley 100, extendida con fuerza hasta el año 2000.

A pesar de la imposición y puesta en marcha de este paquetazo contra la salud del pueblo colombiano, Cristina recuerda que si hubo logros para el personal de salud: Estabilidad laboral, concertación de la planta de personal entre los trabajadores y hospital, el respeto y cumplimiento de la convención colectiva por parte del patrón de turno.

Un hasta luego digno

Año 1999, año de liderazgo y resistencia: la toma al Ministerio de Salud a lo largo de 14 días, acordando parar la carrera administrativa y la reestructuración de los hospitales (que pretendía expulsar a los trabajadores/as sindicalizados/as); toma de los puentes en los municipios de Honda y Saldaña, la glorieta de Mirolindo de Ibagué (era la única salida hacia Bogotá) y Cajamarca, durante los días de fiestas de San Pedro (meses de junio y julio), vienen a su recuerdo y con él el sentimiento de orgullo de todas las personas vinculadas al hospital donde ella laboraba que pararon en su totalidad durante esas jornadas de resistir y proponer..

Con recuerdos de las heridas causadas por el recién estrenado Escuadrón Móvil Anti Disturbios –Esmad–, solidaridad de la comunidad de plazas de mercado y campesinado con alimentos durante los días de paro, negociación bajo la mesa de algunos directivos sindicales con la gobernación, ayuda mutua entre las enfermeras después de ser expulsadas en plena “reestructuración” de los hospitales, Cristina se alegra por recordar este hasta luego digno de la lucha sindical de Anthoc en el Tolima, que sin duda alguna demostró ante el régimen colombiano y las directivas nacionales del sindicato, la fuerza social y política reunida en años de estudio, risas y trabajo.
Reflexiones finales

Luego de dos horas de conversación con Cristina Pardo sobre su vida,cuya línea que separa lo personal y sindical apenas si puede identificarse, nacen algunas reflexiones abonadas por este capítulo del sindicalismo colombiano del que fue protagonista:

. Aunque la formación en Marx, la comprensión del papel de la clase trabajadora en el sistema capitalista y su rol en las transformaciones sociales, fue el piso que aún sostiene a esta defensora de Derechos Humanos, faltó cultivar también la sensibilidad humana frente a las compañeras de trabajo. Cristina reconoce que no dio la importancia necesaria a las charlas de amigas, aquellas donde se habla de sexo, belleza, amoríos, porque la lucha sindical fue el centro de esa cotidianidad laboral.
. Cristina es elegida como secretaria de formación de Anthoc–Tolima, pero reconoce haber descuidado la formación política al interior del sindicato, cuyo número de afiliados alcanzó incluso hasta 3.600 trabajadores/as.
. La estabilidad laboral y la hegemonía sindical ganada por la organización y lucha diaria, permitió desarrollar el trabajo del sindicato en el departamento de manera cotidiana, lo que cubría de legitimidad el ser parte del sindicato, como las actividades que este realizara dentro y fuera del hospital.
. La primera línea contra la Ley 100, en la década del 90, fue el personal de salud, su pelea-enseñanza en la insistencia de incluir al resto de sectores sociales en la lucha contra la Ley 100, un tema que abarca a toda la población sin distinguir edad, territorio o color de piel, como es la salud. Aquí también debieron haber parado usuarios de salud, estudiantes, campesinado, el resto del mundo sindical, afros, indígenas, etcétera.

La ‘cucha’ Cristina, como le decimos con cariño y respeto, no evidencia todavía los achaques de la vejez, por el contrario su vitalidad iguala a la de cualquier joven, al igual que sigue intacto su voluntariedad para ayudar sin recibir nada a cambio. Siempre dispuesta a escuchar, a enseñar y también a hacer su crítica sin tapujos como buena tolimense, Cristina es, junto a otros luchadores/as sindicales jubiladas, una página viviente de la memoria colectiva de este territorio que no debe ser olvidada ni esperar a la muerte para recibir el reconocimiento que se merece.

 

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Información adicional

Autor/a: Wilmar Harley Castillo Amorocho
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