
Una investigación más sobre el mundo juvenil. Siempre aparecen cuando las instituciones adultocéntricas se ven cuestionadas o irrumpen estas nuevas subjetividades en forma de protesta y violencia. Los resultados no son nuevos, sus principales preocupaciones son las siempre expresadas sobre el desempleo, mejores condiciones laborales y mayores oportunidades de acceso a la educación. Lo que sí es nuevo, y muy marcado, es su animadversión al uribismo, incluyendo a su títere Iván Duque.
Según la ONU, hacia 2019 la población juvenil representaba el 16 por ciento de la población mundial. Para Colombia los datos de la Ocde señalan que en 2014 esta población representaba el 27 por ciento. Pero, ¿cuándo se convirtieron estos sectores en el centro de atención? Lo cierto es que tal interés no proviene del afán gubernamental por su bienestar, tampoco porque sean el presente y el futuro. Siempre, al menos desde que existen estudios sobre ellos, los jóvenes se presentan como subversión de los órdenes societales. Así lo registran, por ejemplo, los estudios culturales a finales de los 60, centrados en las subculturas juveniles, conocidas después como tribus urbanas. Si llamaron la atención sus nuevas formas de asumir la ciudad fue por cuestionarlas como salvajes o en proceso de desarrollo. Para la academia la pregunta surgida fue, ¿quiénes eran esas subjetividades nunca antes vistas, con estéticas extrañas y formas de habitar los distintos espacios urbanos?
En esas condiciones, las políticas públicas siempre han pretendido contener y normalizar esas subjetividades rebeldes. Políticas aprobadas en distintos países de América Latina en los años 80 y centradas, además, en combatir el consumo de psicoactivos y el embarazo adolescente. Políticas prolongadas con igual sentido en los años 90, e incluso hasta hoy se conserva su vestigio en la oferta institucional. Con la irrupción del sicariato se multiplicaron los programas y se ampliaron los presupuestos dirigidos a estos jóvenes “sin futuro”. Y de nuevo la pregunta ¿qué es lo que quieren estos proto sujetos?
Así, de manera periódica, los jóvenes se convierten en motivo de preocupación, en especial por parte del mundo adulto que condena estas identidades como anómicas, despreocupadas y pasivas. Pero cuando son protagonistas de las demandas, entonces son vándalos y desadaptados. Acusaciones, unas y otras que se recogen en lo que se denomina “pánico moral”: discursos adultocéntricos que señalan el constante riesgo en que se encuentran los jóvenes y en la necesidad imperante de someterlos al encierro y obediencia para su protección.
Los sucesos del paro 21N a finales de 2019 todavía dejan interrogantes, pero marcaron claramente un sujeto social en las manifestaciones. Fueron los jóvenes quienes superaron las expectativas de la convocatoria y su movilización no solo fue amplia sino constante. Mantuvieron el paro por varios días, semanas y meses posteriores, incluso cuando los sindicatos anunciaban su fin. Se tomaron las calles resistiendo en cada jornada la usual represión de la policía y la estigmatización de los medios y del gobierno. En especial el movimiento feminista se lanzó a las calles con una proclama que trasciende territorios, la lucha contra el privilegio patriarcal. Fueron los jóvenes quienes protagonizaron los ataques en contra de los CAI en el mes de septiembre. Y de nuevo la pregunta de funcionarios gubernamentales y teóricos es similar: ¿qué quieren estos vándalos?
La investigación
A comienzos del año pasado se dieron a conocer a la opinión pública algunos resultados de una investigación1 fruto de la aplicación de 2.513 encuestas y la realización de una serie de talleres en diez ciudades del país entre jóvenes con un rango de edad entre 18 a 32 años.
El objetivo de tal ejercicio, encargado por la Universidad del Rosario a la empresa de consultoría Cifras & Conceptos –con el apoyo del la Casa Editorial El Tiempo y la Fundación Seidel– apuntaba a identificar los puntos esenciales de inconformidad entre los jóvenes, los cuales son las mismas identificadas en otros estudios: oportunidad de estudiar, contar con una condición laboral favorable, mayores garantías de seguridad y bienestar. Demandas que una y otra vez, por lo menos desde finales de los 90, han sido reivindicadas en las mesas concertadas con la institucionalidad. Lo innovador de este informe, a pesar de concluir que entre los jóvenes existe un desgaste de los liderazgos tradicionales es que identifica de manera directa y cercana la desconfianza en la figura de Álvaro Uribe e Iván Duque.
De hecho, las instituciones que mayor confianza generan entre los jóvenes son las universitarias, principalmente las públicas, pero también se incluyen las privadas. Quizás porque esperan de ellas una educación de calidad y una posibilidad de desarrollo personal. Una esperanza fundada. Es claro y contundente el dato que confirma que entre las instituciones públicas el Congreso no tiene legitimidad alguna entre los jóvenes ven en este lo peor de la política tradicional y lo relacionan directamente con todo lo que implica corrupción.
La desconfianza en las instituciones estatales es tal que no existe disposición para pagar más impuestos. A propósito, recuerdo que esta investigación fue agenda de medios masivos a comienzos del año pasado, debo suponer entonces su conocimiento por parte del gobierno. La animadversión entre jóvenes por lo político los lleva a no querer participar en lo electoral ni pertenecer a organización alguna. Sin embargo, ante la política entendida en un sentido más amplio, están dispuestos a realizar voluntariados o donar recursos a organizaciones sociales. Sobre todo, aquellas relacionadas con el trabajo ambiental y la protección de los animales.
En los medios
En días recientes el noticiero CM& encargó al Centro Nacional de Consultoría una encuesta entorno a la percepción juvenil sobre el paro. Su ficha técnica: 720 encuestas telefónicas en hogar, de distintas regiones y dirigida a personas entre 15 a 35 años. Los resultados más relevantes, presentados por la empresa informativa en su emisión nocturna del pasado 10 de mayo, son: incertidumbre y frustración es el sentimiento que predomina; son pesimistas frente a su futuro económico; creen en la necesidad de la protesta, como en su resultado, a pesar que solo una tercera parte de los encuestados manifestó haber participado de las actuales jornadas. El 90 por ciento cree que las protestas son necesarias para las democracias. Tienen esperanza en el paro, a pesar de reconocer que la actitud del gobierno no está en disposición de diálogo.
No hay peor ciego que aquel que no quiere ver. Se presentan informes sobre lo que piensan los jóvenes como si fueran seres extraños y lejanos. Las necesidades y exclusiones no tienen edad. Entonces no es una novedad que demanden de la sociedad derechos para el desarrollo de su personalidad. El afán de los medios por la actualidad pierde de vista la tendencia histórica, la que resalta que la participación juvenil en manifestaciones ha sido permanente y constante en el tiempo.
Es más, este conflicto social no estalló ahora, tiene antecedentes incluso antes del famoso 21N de 2019. Las manifestaciones con indignación ante nuevos impuestos, en el fondo expresan su rechazo al actual gobierno y su negativa para abrirse a un diálogo sobre los principales problemas sociales. Así lo hicieron saber en las jornadas que iniciaron en esa ya fecha mítica, y que sólo la pandemia pudo contener y dejar suspendidas por un tiempo. Pero el despotismo pudo más, y supusieron que el conformismo sería la respuesta ante semejante reforma. Ahora que los jóvenes están en las calles y el retiro de la misma no satisface su indignación, el tratamiento militar del alzamiento juvenil y social agrava mucho más el desprecio que desde décadas atrás expresa el establecimiento con este sector social. Entonces, que no hagan preguntas noseológicas del ser juvenil para ocultar las legítimas demandas de los sectores sociales.
Sentimientos
La investigación del Rosario dedicó buena parte a explorar sobre los sentimientos entre los jóvenes. La alegría es una de los principales. Vaya novedad, la historia de la juventud reafirma tal sentimiento como constante. La alegría en el informe era un sentimiento compartido, por el logro de nacionales en distintos campos científicos, académicos, deportivos y artísticos. Es una idea que se relaciona con la característica del relato de identidad nacional colombiana: la pujanza. La tristeza está asociada con la violencia, historia interminable del conflicto armado que nos envuelve. El desagrado aparece con la contaminación y la corrupción. Mientras que el miedo recae en la inseguridad, la delincuencia y la guerra. Muchos compartimos todos estos sentimientos, y sus causas son comunes. Esto desmitifica esa idea que los jóvenes son extraños seres que no comparten realidades con los demás sectores poblacionales.
Por su parte, las principales preocupaciones tienen que ver con la falta de oportunidades, desigualdad, pobreza y corrupción, ¿cuándo han dejado de serlo? También aparecen la inseguridad y la violencia, extendidas a los demás sectores poblacionales. Les indigna la falta de solidaridad y sentido de pertenencia, como también lo sienten personas de otras edades. La tristeza se origina por la pobreza y la situación de migrantes. La indiferencia, la falta de empatía y cultura son sentimiento que no deben ser extraños para nadie. Les da ira, de manera puntual, la administración de Duque que identifican directamente con Uribe, así como con aquellos que más les desagradan. No hay que ser joven para estar de acuerdo con ello.
En los resultados regionales, los datos son distintos sobre su participación en las manifestaciones del 2019. Especialmente las ciudades donde estos porcentajes fueron altos corresponden a Bogotá, Cali y Pasto. Elemento que también explicaría la situación actual. Es claro en todos que para aportar al cambio de esta realidad estarían dispuestos a denunciar y pedir rendición de cuentas a los gobernantes. Así mismo, en aportar a organizaciones ambientales y en defensa de animales, más que pertenecer a organizaciones políticas y sindicales.
Las propuestas del sector juvenil van dirigidas al fomento del empleo y mejorar las condiciones laborales, anhelos que no son nuevos, tampoco afectan solo a jóvenes, sino que responden al modelo económico y al mundo del trabajo vigentes.
Si los jóvenes expresan su descontento, no quiere decir que el malestar no estuviera presente mucho antes. Son subjetividades que ahora tienen mayor acceso a información, cuentan con mayores libertades sociales que sus generaciones antecesoras y, sobre todo, cuentan con gran manejo de las tecnologías. Pero hay que aclarar que el activismo en redes sociales es un subconjunto del total de esta población. Es decir, que las tecnologías son una clave pero no todos están en ellas activamente. Las calles son tomadas pues es el escenario que los vio florecer; no tienen futuro pero sí mucha rabia. Que no pretendan confundirnos los medios y las instituciones con sus discursos de pánico moral que vuelven extraños a quienes están entre nuestras comunidades o familias. Y reivindican todo aquello con lo que muchos estamos de acuerdo.
* ¿Qué piensan, sienten y quieren los jóvenes? Universidad del Rosario, Cifras y Conceptos, 2019 https://www.urosario.edu.co/Imagenes/2020/Informe-Que-piensan-sienten-y-quieren-los-jovenes.pdf
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