Home » Enseñanzas dejadas por la pandemia en el campo de la salud

Enseñanzas dejadas por la pandemia en el campo de la salud

Enseñanzas dejadas por la pandemia en el campo de la salud

Aunque la pandemia por covid-19 no ha finalizado y, para ser precisos, no finalizará ya que el virus no desaparecerá, como especie humana haremos adaptaciones, el virus también, pasando a una fase de endemia, es decir a una situación permanente de infección con el virus Sars-Cov-2 pero con una menor letalidad. Bien vale la pena reflexionar sobre las lecciones que va dejando una experiencia sanitaria y social de estas dimensiones.

 

Luego de más de un año y medio de haber declarado la OMS la pandemia por covid-19, y de establecer que se han contagiado en el mundo más de 220 millones de personas y muerto más de cuatro millones, con cerca de 5 millones de habitantes contagiados en Colombia*, así como más de 125 mil muertos, puede pensarse en un conjunto de enseñanzas que un fenómeno de esta magnitud puede dejar en diversos aspectos de la vida humana. Acá se reflexiona sobre las concernientes al tema de salud.

Entender las epidemias de manera compleja

Las epidemias y pandemias no pueden entenderse simplemente como un fenómeno de orden biológico en el que un microorganismo sea virus, bacteria u de otro tipo, contagia a individuos los cuales contagian a más hasta cubrir un porcentaje amplio de población en territorios determinados.

Las pandemias son dinámicas biológicas determinadas por procesos sociales, que tienen que ver principalmente con las formas como la sociedad se relaciona con la naturaleza, que en el periodo capitalista ha sido altamente depredadora, extrayendo intensamente recursos naturales. En particular, este modo de producción genera una reproducción acelerada de especies animales para el consumo humano (aves y cerdos, por ejemplo), que generan las condiciones para la mutación y propagación de microorganismos entre especies, llegando luego a la humana causando enfermedades zoonóticas, como la covid-19, el H1N1, el Sars, la Mers, el ébola, el VIH-Sida.

De otro lado, se ha entendido que diversas epidemias se conjugan al mismo tiempo, configurando un escenario de sindemia, que es mucho más lesivo al combinar, por ejemplo, la pandemia por covid-19 con la de la pobreza, el hambre, la falta de saneamiento básico, las desigualdades, los daños ambientales, potenciando los efectos negativos sobre la gente. Visión que refuerza la idea que la salud posee una determinación social establecida principalmente por las formas como se dan los procesos de producción y de reproducción social y que explica las formas desiguales como se distribuyen las epidemias afectando principalmente a los sectores más empobrecidos y marginados de la sociedad.

Entendida entonces las epidemias y pandemias de manera compleja, demandan respuestan amplias, integrales, que no se limitan a medidas de higiene pública, como los aislamientos, o de tecnología sanitaria, como las vacunas, sino que las recoge, pero teniendo que ir mucho más allá.

La incertidumbre de la ciencia, el valor de los múltiples saberes

Grandes tensiones y debates se han dado sobre el rol de la ciencia en este contexto de pandemia, encontrándose desde posturas ortodoxas que consideran que la ciencia es la que tiene la absoluta verdad sobre la base de las evidencias y la única que puede orientar qué hacer para enfrentar este fenómeno sanitario, descalificando cualquier otro tipo de conocimiento rotulándolo como no científico; hasta las que cuestionan fuertemente la ciencia frente a la falta de certeza en relación a esta dinámica epidemiológica.

Este periodo deja como enseñanza la necesidad de que quienes están dedicados a la ciencia asuman un nivel de humildad, reconociendo que ésta tiene unos alcances y aportes, pero que se mueve en planos de limitaciones e incertidumbres. Y que al aceptar esto, pueden reconocer otras formas de conocimiento que han actuado para el enfrentamiento de la pandemia, y sin que sean tampoco la solución absoluta, sí han aportado en su enfrentamiento.

De aceptarse esta enseñanza, queda como reto el impulso de una ciencia más cercana a la gente, sin verdades absolutas, con reconocimiento de sus límites, abierta a las críticas para poder avanzar y dispuesta a interactuar con otras formas de conocimiento que se construyen en la sociedad, lo que puede permitir comprender más ampliamente los fenómenos de la vida y gestar de mejor manera las respuestas que crisis de esta magnitud demandan.

La enorme fragilidad de la vida

Este periodo ha revelado de nuevo cuan frágil es la vida, de cómo estructuras biológicas altamente desarrolladas quedan subordinadas ante estructuras genéticas, que son sencillos segmentos de cadenas de proteínas que tienen una alta capacidad de adaptación en los cuerpos humanos para sobrevivir y mutar.

Estos segmentos de cadenas genéticas han generado un alto daño sobre la especie humana, revelando que no somos los reyes de la naturaleza y que debemos guardar humildad ante su simpleza, que nos logra subordinar.

La salud más que ausencia de enfermedad

Contagiarse con el virus Sars-CoV-2 no es igual para toda la gente: a la mayoría no le sucede nada, a otras le dan síntomas leves, a otras moderados y a otras severos, algunas de las cuales fallecen.

Por lo tanto, no existe una relación directa entre contacto con el virus y enfermedad, lo que debe permitir entender que no existe una relación unicausal entre virus y enfermedad, sino que existe una complejidad de causas dadas por una determinación social de la salud.

De otro lado, esto también lleva a entender que salud es no estar enfermo, que esa es una reducción de un concepto amplio y complejo, vinculado con la complejidad de la vida biológica y social.

Entender la salud de manera amplia debe conducir a romper con la medicalización de la vida, que ha llevado a que las dinámicas de salud-enfermedad se enfrenten exclusivamente desde el complejo médico-industrial-farmacéutico, en donde los individuos han perdido la autonomía sobre su cuerpo y el curso de su vida.

Asunto que tiene una connotación muy problemática en el sentido que la gente considera que para los problemas de salud, entiéndase enfermedades, se requiere una intervención de personal médico, ojalá especializado, tecnología médica y medicamentos. Una total subordinación al paradigma médico occidental.

Otra de las cosas que nos ha enseñado esta pandemia es que la salud es realmente una conjugación principalmente de cuidado, tanto individual como colectivo, conectada claramente con las expresiones de solidaridad. Han sido las medidas sustanciales de cuidado propio, cuidado de las familias, cuidado de las comunidades, tomando medidas para la contención del virus, las más útiles para su enfrentamiento.

La atención a la salud más allá de lo hospitalario

Bajo la visión hegemónica médica articulada a una atención altamente especializada, la respuesta a la pandemia se concentró principalmente en el ámbito hospitalario, en particular en la atención a las personas más críticas en unidades de cuidado intermedio e intensivo (UCI), sin impulsar decididamente medidas no hospitalarias, de salud colectiva, que tienen una enorme efectividad para evitar que la gente llegara a las UCI.
Este modelo hegemónico se explica y se sostiene, por estar altamente ligado con un enfoque mercantil de la salud, con enormes procesos de acumulación de capital producto de la atención especializada de la enfermedad y no precisamente por el impulso de acciones de promoción de la salud y prevención de la enfermedad.

Lo que revelan los lugares donde la contención de la pandemia ha sido más efectiva, es que tal logro corresponde a una acción territorial, articulada entre las instituciones y las comunidades, para rastrear, identificar, aislar y atender a las personas contagiadas.

La enseñanza entonces es que, en términos de respuestas para la atención de los problemas de salud, la clave está en el trabajo de promoción y prevención en los territorios, junto a las comunidades, y no en los ámbitos hospitalarios, que deben estar exclusivamente para aquellos casos que no se logran contener en la acción de atención territorial.

El valor de las y los trabajadores del sector de la salud

La respuesta institucional en salud tiene como pieza clave a las y los trabajadores; un sistema de salud no funciona sin ellas y ellos.

La pandemia develó las formas precarias en que hoy laboran unos y otras, destacados como héroes por ser quienes han estado en la primera línea de atención, pero tratados realmente como villanos en sus sitios de trabajo, tanto por la lógica gerencial empresarial indolente, como por la propia sociedad que los ha visto como fuente de contagio y porque son, en últimas, la cara visible de un sistema de salud injusto e inhumano.

La enseñanza en este aspecto es que sin dignificar su trabajo no es posible configurar adecuadas respuestas institucionales frente a los problemas de salud de las poblaciones.

La acción comunitaria produce salud

Frente a la debilidad o la ausencia del Estado en múltiples territorios, fueron las propias comunidades, con sus saberes y experiencias, y también sus desconocimientos, quienes actuaron para cuidar y proteger la salud y la vida de sus pobladores.

Se cocinó, se tejieron mascarillas, se cuidó a quienes enfermaron, se consiguieron medicamentos básicos para tratar los síntomas, se cerró el territorio, se cultivaron plantas y se emplearon recetas herbolarias, entre muchas otras cosas realizadas por las comunidades, tanto urbanas como rurales, para enfrentar la pandemia.

La enseñanza es básica: reconocer que la acción comunitaria es productora de salud, generadora de protección y bienestar, liderazgo fundamental para el cuidado de la salud y la vida; y que la institucionalidad debería comprender su valor para potenciarlo, no de forma instrumental, sino autónoma.

La salud pública más que la suma de higiene y epidemiología

Otra gran enseñanza: problemas de salud pública de esta magnitud no pueden manejarse solamente con medidas de higiene pública y con seguimientos epidemiológicos. Acá aspectos de protección social juegan un papel clave para permitir condiciones dignas de vida y soportes económicos para poder realizar aislamientos como los que demandan la contención del virus.

Esto debe llevar a entender la salud pública en una perspectiva mucho más amplia, que involucra la comprensión no solo de las dinámicas epidemiológicas sino también las sociales, ambientales y culturales, y al desarrollo de estructuras de protección social que le den soporte económico a la vida de las gentes.

Visión nueva, para cambios de fondo

La pandemia ha profundizado lo conocido como crisis civilizatoria, por lo cual requerimos rehacer, redimensionar, el proyecto como especie humana, sin esto no hay salida, lo que implica entre otros asuntos un cambio de fondo de las maneras de producir y consumir.

Sino rompemos el antropocentrismo, que ha colocado al ser humano como el centro de la naturaleza, cambiando por tanto la relación depredadora de la sociedad con la naturaleza, no será posible ir en otra dirección y lo que es peor, no tendremos oportunidad como especie ante los cambios ambientales planetarios que nos están llevando a un entorno no apto para la vida humana.

Así que esta pandemia no es un problema simplemente con el virus Sars-Cov-2, es un asunto muy profundo, originado por la acción antrópica, y que, pasada esta pandemia a fase endémica, vendrán nuevas formas de virus u otros microorganismos a generar nuevas epidemias, en tanto no se cambien sus causas estructurales.

El valor central que las sociedades deben impulsar hoy es la defensa de la vida, en sus múltiples expresiones: la humana, la de todas las especies vivas, la planetaria; lo cual demanda cambiar el orden social establecido y darle prioridad al establecimiento de redes de cuidado de la vida y la salud tejidas por las propias comunidades.

Se requiere cambiar el sistema de salud, el modo de atención y el quehacer de la salud pública, bajo la idea que la gestión en salud debe tener como eje principal la defensa de la vida.

Asimismo, deben territorializarse las acciones de salud pública y las atenciones a las personas, lo que implica romper con el modelo de aseguramiento que desterritorializa y pasar a un modo de acción en salud basado en la denominada atención primaria en salud.

A su vez, potenciar la estructuración de sistemas comunitarios de salud, que les den autonomía y soberanía sobre su salud y les permitan estructurar recursos de poder para establecer relaciones distintas con el Estado, en donde sus perspectivas, proyectos y demandas no quedan subordinadas.

Requerimos, entonces, una perspectiva radicalmente nueva para actuar, que lleve a descolonizar el pensamiento; a desmedicalizar la vida y permita recuperar el control sobre el cuerpo y la salud, en clave de soberanía; que desmercantilice la salud; que desindustrialice el modo de producción desarrollista rompiendo la idea que el desarrollo es crecimiento económico y acumulo de capital, y que dignifique la vida y el trabajo.

 

* Aunque hay que decir que ya formalmente el Instituto Nacional de Salud ha dicho que considera que 9 de cada 10 colombianos/as posiblemente se ha contagiado con el Sars-Cov-2, asunto muy posible dado el enorme subdiagnóstico y subregistro de casos y a una muy baja detección de casos asintomáticos.

 


Las 5D

Descolonizar el pensamiento
Desmedicalizar la vida
Desmercantilizar la salud
Desindustrializar el modo de producción desarrollista
Dignificar la vida y el trabajo


 

Para adquirir suscripción

https://libreria.desdeabajo.info/index.php?route=product/product&product_id=179&search=suscri

Información adicional

Autor/a: Mauricio Torres-Tovar
País:
Región:
Fuente:

Leave a Reply

Your email address will not be published.